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Alberto Hurtado Cruchaga nació en Viña del Mar el 22 de enero de 1901. El primer hijo de doña Ana Cruchaga y don Alberto Hurtado. Cuando Alberto tiene 4 años y su hermano Miguel 2, Alberto padre fallece, por lo que la familia debe trasladarse a Santiago para vivir en la casa de unos parientes. Su situación económica no es buena, pero en 1909 logra ingresar con una beca a estudiar al Colegio San Ignacio, donde tendrá como compañero de curso a Manuel Larraín, más tarde Obispo de Talca y fundador del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). Ahí conoce al P. Fernando Vives SJ (1871-1935), que será su acompañante espiritual en esos años, y que formará por entonces a muchos jóvenes en la doctrina social de la Iglesia, entre ellos a Clotario Blest.
Al salir del colegio, Alberto ingresa a estudiar Leyes a la Universidad Católica. Su intención de ingresar a la Compañía de Jesús, ya manifestada a los 15 años, se mantiene, pero la frágil situación económica de su familia lo retiene. Junto con dedicarse a sus estudios, consigue un empleo rentado y participa en las Congregaciones Marianas (antecesoras de la Comunidades de Vida Cristiana CVX). Durante sus años universitarios, su director espiritual es el P. Damián Symon SSCC. En 1923, ya preocupado por las difíciles condiciones de trabajo de los obreros en Chile, se recibe de abogado con una tesis sobre el trabajo a domicilio.
Providencialmente, la situación económica de la familia mejora y Alberto ya no tiene trabas para ingresar al Noviciado Jesuita, ubicado en Chillán, el 14 de agosto de 1923. Lo recibe como maestro de novicios el P. Jaime Ripoll SJ, a quien ya conocía desde el colegio. En los dos años de Noviciado, como todos los novicios jesuitas, Alberto hará el Mes de Ejercicios Espirituales, trabajará un mes en hospitales, hará catequesis y caminará otro mes completo como peregrino, al modo de Ignacio de Loyola. Los últimos 6 meses de esta etapa de su formación los hace en Córdoba, Argentina, los que culminan tras pronunciar sus votos perpetuos el 15 de agosto de 1925, en la fiesta de la Asunción de la Virgen.
En la misma ciudad argentina hará los estudios de humanidades, propios del periodo de formación del Juniorado. A mediados del año 27 es enviado a Barcelona para comenzar sus estudios de Filosofía. Permaneció en España hasta el año 1931, en que los jesuitas extranjeros deben salir preventivamente del país a causa de la Revolución. La formación teológica de Alberto continuará entonces en Lovaina, Bélgica, donde también estudiará Pedagogía. Allí tendrá como rector al P. Juan Bautista Janssens, luego Superior General de la Compañía. El 24 de agosto de 1933 Alberto Hurtado es ordenado sacerdote. Los años siguientes permanecerá en Bélgica para terminar sus estudios en Educación y hacer la Tercera Probación, última etapa de la formación de todo jesuita, en la que se hace por segunda vez el Mes de Ejercicios Espirituales.
Tras 11 años fuera del país, vuelve a Chile en enero de 1936 como sacerdote, habiendo realizado estudios de humanidades, filosofía, teología, y como doctor en Psicología y Pedagogía por la Universidad de Lovaina. Luego de su arribo su trabajo apostólico se torna intenso: da clases y acompaña espiritualmente a estudiantes en el Colegio San Ignacio, enseña en el Seminario Pontificio y en la Universidad Católica y da numerosas conferencias y cursos. Entre los jóvenes que acompaña, muchos optan por la vida religiosa. La Compañía le encomienda también la construcción de una nueva casa de formación en la comuna de Marruecos (actual Padre Hurtado). Junto a esta casa y a la parroquia del lugar instalará una Casa de Ejercicios para dar retiros a los jóvenes. A Alberto le preocupa la escasez de sacerdotes: en 1936 publica La crisis sacerdotal en Chile y en 1943 La elección de carrera.
En 1941 es nombrado asesor de la Acción Católica, cargo que desempeña con mucho fruto durante 3 años. El mismo año 1941 publica el libro ¿Es Chile un país católico? que tendrá gran repercusión en la sociedad de la época. Casi en paralelo con el fin de su trabajo en la Acción Católica, en 1944 funda el Hogar de Cristo, fruto de la indignación que le provoca la miseria de hermanos y compatriotas que viven en las calles de Santiago. Con el aporte de un amplio grupo de colaboradores, la obra crece rápidamente: hospederías, hogares para niños y talleres, entre otras acciones destinadas a los más pobres entre los pobres.
Si bien el Hogar de Cristo ya estaba en marcha, la inquietud social del P. Alberto Hurtado permanecía. Preocupado por la situación de los trabajadores, en 1948 funda la Acción Sindical Chilena, con la finalidad de “despertar en los obreros cristianos la conciencia de sindicarse, y agrupar a los cristianos ya sindicados, para que con plena formación luchen en el interior de los sindicatos por la implantación del orden social cristiano”. Publica también el Humanismo Social (1947), El orden social cristiano (1948) y Sindicalismo (1950). El último fruto de su amplia labor social fue la Revista Mensaje, fundada en 1951. En su primer editorial indicaba su misión: “Ha sido bautizada MENSAJE, aludiendo al mensaje que el Hijo de Dios trajo del cielo a la tierra y cuyas resonancias nuestra revista desea prolongar y aplicar a nuestra patria chilena y a nuestros atormentados tiempos”.
Hacia fines de ese año se producen los primeros síntomas de un malestar que finalmente acabaría con su vida. El P. Hurtado se somete a los descansos prescritos por los médicos, pero la enfermedad avanza rápido y en mayo del año siguiente celebra su última misa. Tras un infarto pulmonar en mayo de 1952, los médicos dan con el diagnóstico de su mal: cáncer al páncreas. Debe entonces ser trasladado de su pieza en el Colegio San Ignacio al Hospital de la Universidad Católica. Lo visitan numerosos amigos, jesuitas y familiares. El lunes 18 de agosto fallece y la noticia se transmite rápidamente por las radios; el país está consternado.
El padre Hurtado murió a los 51 años de edad, con 29 años de vida en la Compañía y casi 19 como sacerdote. El P. Álvaro Lavín SJ, amigo entrañable del P. Hurtado, era el viceprovincial de Chile al momento de su muerte: con él habían sido compañeros de colegio, connovicios y luego se habían encontrado en el Colegio San Ignacio trabajando como jesuitas.
El 20 de agosto, el Templo San Ignacio de Santiago estaba repleto para la Misa de funeral, que presidió su compañero de colegio y amigo, don Manuel Larraín, obispo de Talca. Su cuerpo fue enterrado en la Parroquia Jesús Obrero, junto al Hogar de Cristo y a la casa de los jesuitas de Germán Yunge. Su vida generó tal fervor religioso que su fama de santidad se extendió velozmente. En 1970 la Compañía de Jesús introduce su causa de canonización. El 16 de octubre de 1994 el Padre Hurtado fue beatificado. Por esos años, ya estaba en construcción un lugar que permitiera un acceso más cómodo para los miles de peregrinos que visitaban su tumba: el Santuario del Padre Hurtado se inauguró en 1995. El proceso de canonización culmina el 23 de octubre de 2005, cuando el Papa Benedicto XVI lo declara santo de la Iglesia.
Su vida consagrada es ejemplo para todos sus compañeros jesuitas. Aún viven entre nosotros algunos de los jóvenes que él acompañó entonces en su discernimiento vocacional: ahora mayores, nos recuerdan el ejemplo y el mensaje de Alberto Hurtado, que no es sino el mismo Evangelio. Y todavía hoy sus palabras siguen tan vigentes para nuestro país: “El prójimo, el pobre en especial es Cristo en persona. Lo que hagan al menor de mis pequeños a Mí lo hacen. El pobre suplementero, el lustrabotas… la mujercita de tuberculosis piojosa es Cristo. El borracho… no nos escandalicemos: es Cristo. Insultarlo. Burlarse de él. Despreciarlo es despreciar a Cristo.”
Al salir del colegio, Alberto ingresa a estudiar Leyes a la Universidad Católica. Su intención de ingresar a la Compañía de Jesús, ya manifestada a los 15 años, se mantiene, pero la frágil situación económica de su familia lo retiene. Junto con dedicarse a sus estudios, consigue un empleo rentado y participa en las Congregaciones Marianas (antecesoras de la Comunidades de Vida Cristiana CVX). Durante sus años universitarios, su director espiritual es el P. Damián Symon SSCC. En 1923, ya preocupado por las difíciles condiciones de trabajo de los obreros en Chile, se recibe de abogado con una tesis sobre el trabajo a domicilio.
Providencialmente, la situación económica de la familia mejora y Alberto ya no tiene trabas para ingresar al Noviciado Jesuita, ubicado en Chillán, el 14 de agosto de 1923. Lo recibe como maestro de novicios el P. Jaime Ripoll SJ, a quien ya conocía desde el colegio. En los dos años de Noviciado, como todos los novicios jesuitas, Alberto hará el Mes de Ejercicios Espirituales, trabajará un mes en hospitales, hará catequesis y caminará otro mes completo como peregrino, al modo de Ignacio de Loyola. Los últimos 6 meses de esta etapa de su formación los hace en Córdoba, Argentina, los que culminan tras pronunciar sus votos perpetuos el 15 de agosto de 1925, en la fiesta de la Asunción de la Virgen.
En la misma ciudad argentina hará los estudios de humanidades, propios del periodo de formación del Juniorado. A mediados del año 27 es enviado a Barcelona para comenzar sus estudios de Filosofía. Permaneció en España hasta el año 1931, en que los jesuitas extranjeros deben salir preventivamente del país a causa de la Revolución. La formación teológica de Alberto continuará entonces en Lovaina, Bélgica, donde también estudiará Pedagogía. Allí tendrá como rector al P. Juan Bautista Janssens, luego Superior General de la Compañía. El 24 de agosto de 1933 Alberto Hurtado es ordenado sacerdote. Los años siguientes permanecerá en Bélgica para terminar sus estudios en Educación y hacer la Tercera Probación, última etapa de la formación de todo jesuita, en la que se hace por segunda vez el Mes de Ejercicios Espirituales.
Tras 11 años fuera del país, vuelve a Chile en enero de 1936 como sacerdote, habiendo realizado estudios de humanidades, filosofía, teología, y como doctor en Psicología y Pedagogía por la Universidad de Lovaina. Luego de su arribo su trabajo apostólico se torna intenso: da clases y acompaña espiritualmente a estudiantes en el Colegio San Ignacio, enseña en el Seminario Pontificio y en la Universidad Católica y da numerosas conferencias y cursos. Entre los jóvenes que acompaña, muchos optan por la vida religiosa. La Compañía le encomienda también la construcción de una nueva casa de formación en la comuna de Marruecos (actual Padre Hurtado). Junto a esta casa y a la parroquia del lugar instalará una Casa de Ejercicios para dar retiros a los jóvenes. A Alberto le preocupa la escasez de sacerdotes: en 1936 publica La crisis sacerdotal en Chile y en 1943 La elección de carrera.
En 1941 es nombrado asesor de la Acción Católica, cargo que desempeña con mucho fruto durante 3 años. El mismo año 1941 publica el libro ¿Es Chile un país católico? que tendrá gran repercusión en la sociedad de la época. Casi en paralelo con el fin de su trabajo en la Acción Católica, en 1944 funda el Hogar de Cristo, fruto de la indignación que le provoca la miseria de hermanos y compatriotas que viven en las calles de Santiago. Con el aporte de un amplio grupo de colaboradores, la obra crece rápidamente: hospederías, hogares para niños y talleres, entre otras acciones destinadas a los más pobres entre los pobres.
Si bien el Hogar de Cristo ya estaba en marcha, la inquietud social del P. Alberto Hurtado permanecía. Preocupado por la situación de los trabajadores, en 1948 funda la Acción Sindical Chilena, con la finalidad de “despertar en los obreros cristianos la conciencia de sindicarse, y agrupar a los cristianos ya sindicados, para que con plena formación luchen en el interior de los sindicatos por la implantación del orden social cristiano”. Publica también el Humanismo Social (1947), El orden social cristiano (1948) y Sindicalismo (1950). El último fruto de su amplia labor social fue la Revista Mensaje, fundada en 1951. En su primer editorial indicaba su misión: “Ha sido bautizada MENSAJE, aludiendo al mensaje que el Hijo de Dios trajo del cielo a la tierra y cuyas resonancias nuestra revista desea prolongar y aplicar a nuestra patria chilena y a nuestros atormentados tiempos”.
Hacia fines de ese año se producen los primeros síntomas de un malestar que finalmente acabaría con su vida. El P. Hurtado se somete a los descansos prescritos por los médicos, pero la enfermedad avanza rápido y en mayo del año siguiente celebra su última misa. Tras un infarto pulmonar en mayo de 1952, los médicos dan con el diagnóstico de su mal: cáncer al páncreas. Debe entonces ser trasladado de su pieza en el Colegio San Ignacio al Hospital de la Universidad Católica. Lo visitan numerosos amigos, jesuitas y familiares. El lunes 18 de agosto fallece y la noticia se transmite rápidamente por las radios; el país está consternado.
El padre Hurtado murió a los 51 años de edad, con 29 años de vida en la Compañía y casi 19 como sacerdote. El P. Álvaro Lavín SJ, amigo entrañable del P. Hurtado, era el viceprovincial de Chile al momento de su muerte: con él habían sido compañeros de colegio, connovicios y luego se habían encontrado en el Colegio San Ignacio trabajando como jesuitas.
El 20 de agosto, el Templo San Ignacio de Santiago estaba repleto para la Misa de funeral, que presidió su compañero de colegio y amigo, don Manuel Larraín, obispo de Talca. Su cuerpo fue enterrado en la Parroquia Jesús Obrero, junto al Hogar de Cristo y a la casa de los jesuitas de Germán Yunge. Su vida generó tal fervor religioso que su fama de santidad se extendió velozmente. En 1970 la Compañía de Jesús introduce su causa de canonización. El 16 de octubre de 1994 el Padre Hurtado fue beatificado. Por esos años, ya estaba en construcción un lugar que permitiera un acceso más cómodo para los miles de peregrinos que visitaban su tumba: el Santuario del Padre Hurtado se inauguró en 1995. El proceso de canonización culmina el 23 de octubre de 2005, cuando el Papa Benedicto XVI lo declara santo de la Iglesia.
Su vida consagrada es ejemplo para todos sus compañeros jesuitas. Aún viven entre nosotros algunos de los jóvenes que él acompañó entonces en su discernimiento vocacional: ahora mayores, nos recuerdan el ejemplo y el mensaje de Alberto Hurtado, que no es sino el mismo Evangelio. Y todavía hoy sus palabras siguen tan vigentes para nuestro país: “El prójimo, el pobre en especial es Cristo en persona. Lo que hagan al menor de mis pequeños a Mí lo hacen. El pobre suplementero, el lustrabotas… la mujercita de tuberculosis piojosa es Cristo. El borracho… no nos escandalicemos: es Cristo. Insultarlo. Burlarse de él. Despreciarlo es despreciar a Cristo.”
Fuente: www.jesuitas.cl