Hermano sol, hermana luna

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Francisco, hijo del comerciante Pedro Bernardone y de Pica, es un joven alegre y despreocupado al que le gusta divertirse con sus amigos. Participa en la guerra contra Perusa y regresa enfermo y cambiado. Tras mucho meditarlo, conmovido por la miseria de los obreros de la tintorería de su padre, renuncia a todos sus bienes y se dedica a reparar la iglesia de San Damián, con ayuda de sus primeros seguidores. Uno a uno se le van uniendo los viejos amigos y también la joven Clara. Viven de limosna y sus paisanos los toman por locos. Decidido a defender sus razones va a entrevistarse con el papa Inocencio III y éste, después de escucharlo, se postra a sus pies, como señal de aprobación.
Director: Franco Zeffirelli
Guión: Suso Cecchi d’Amico- Kennet Ross
Música: Riz Ortolani. Canta Donovan (versión inglesa) y Claudio Baglioni (versión italiana)
Fotografía: Ennio Guarnieri
Año:1972
Duración: 137 minutos.

Pedro Salinas es un “actor” obsesionado contra el clero

En 12 entregas publicadas en la web Café Viena, el periodista Uri Ben Schmuel ha venido desarrollando una historia que tiene como protagonista a Pedro Salinas Chacaltana. Bajo el título de “Crónicas sobre un odiador“, Ben Schmuel narra con detalle y profundidad aquellos aspectos que habrían llevado a Salinas a dedicarse a atacar a ciertos grupos eclesiales, los cuales se pueden resumir en una sola frase: Salinas es un “actor” obsesionado contra el clero.
Por ejemplo, en el primer capítulo, Ben Schmuel cuenta que, hacia finales de febrero de 2019, más de cien obispos de todo el mundo acudieron al Vaticano a una conferencia denominada “Protección de menores en la Iglesia”, convocada por el Papa Francisco a raíz de los escándalos de pederastia. El hombre de prensa refiere que al encuentro con monseñor Charles Jude Scicluna, Secretario adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, asistió un peruano que se presentó ante los medios como el único participante que no ha sido víctima de abusos sexuales. “Era Pedro Salinas Chacaltana. Protagonista, en el sentido etimológico del término, es decir, un actor que se trepa a un escenario diseñado y levantado por activistas de izquierda con jugosos e indescifrables presupuestos”, señala en relación con las actividades paralelas a la cumbre Vaticana que se realizaron esos días en Roma.
Así, a partir de este hecho, en los siguientes 11 capítulos Uri Ben Schmuel va planteando distintos datos que develan los verdaderos intereses que habrían llevado a Pedro Salinas a convertirse en el ”justiciero eclesial del Perú”. “¿De verdad le importan las víctimas? ¿Es cierto que él es una de ellas? ¿Quiere resarcir errores o crímenes de ciertos agentes religiosos o en realidad lo mueve algo más? ¿Actúa solo? ¿Tiene una red de “amigos”?”, se pregunta Ben Schmuel, quien infiere que “para entender el actuar de Pedro Salinas con respecto a su aversión a la Iglesia, es importante conocer un poco su vida e historia para contextualizar rápidamente cómo así llegó a donde está hoy y cómo así se embarca en esta causa anticlerical”.
Se ha dicho mucho sobre Pedro Salinas, a raíz de la campaña que, usando los casos de abuso al interior del Sodalicio de Vida Cristiana (SCV) como estandarte, emprendió contra la Iglesia Católica. Porque, hasta antes de eso Salinas era, a lo más, un periodista de tercera línea, un redactor de perfil bajo y gregario, un comunicador que nunca destacó, ni por la profundidad de sus análisis, ni por la exclusividad de sus informaciones, ni por su facilidad de palabra”, apuntó Uri Ben Schmuel.
LOOK Y CIRCO BEAT
En la crónica se recuerda que la vez en que el nombre de Pedro Salinas circuló con mayor insistencia en las redacciones fue cuando la prensa farandulera se burlaba de su propósito de copiar, de forma patética, el look con tirantes al estilo del famoso David Letterman, de la cadena estadounidense ABC. “Era conocido por conseguirse invitaciones para el cóctel de la semana. La consigna era pegarse a cualquier celebridad local para aparecer en «Ellos y Ellas», de la revista «Caretas», o en «Circo beat» del suplemento hipster «Somos»”, acota el cronista.
En su trabajo de investigación Uri Ben Schmuel explica “la personalidad protagónica, yoísta y socialmente trepadora y ansiosa de Pedro Salinas”. Señala, además, que “a muchos les ha llamado la atención la ostensible falta de consistencia en sus actitudes, declaraciones y versiones en los temas sobre los que opina. Y lo más notorio y visible han sido sus contradicciones y dilemas ético-morales”.
CULPAR A OTROS
Las contradicciones tan visibles obligan a preguntarse por el perfil psicológico de este personaje. Por ello, el periodista se apoyó en el peritaje científico que los expertos del Ministerio Público le realizaron a raíz de sus denuncias en el caso Sodalicio. Una de las partes más saltantes es la que tiene que ver con sus intereses. Al respecto Salinas dice: “Quisiera alertar a la gente sobre este tipo de movimientos sectarios, que a través del ropaje de la religión hay líderes mesiánicos, psicópatas que abusan de poder a través del maltrato físico y psicológico, abusan hasta en lo sexual, que no es mi caso pero como parte de la investigación han salido después“, citó Ben Schmuel textualmente.
Asimismo, confirma haber consumido marihuana hasta los 18 años y haber probado PBC una vez «de chiquillo, una pitada». A este diagnóstico clínico -agrega el cronista- se añade la data recopilada a partir de la entrevista que los psicólogos de la Fiscalía de la Nación le practicaron a Salinas. “Este reveló un síntoma característico de quienes en su primera infancia han sufrido violencia, abuso y maltrato intrafamiliar: culpar a otros por acceder al conocimiento o a la aceptación de dicha circunstancia. Eso es lo que ha venido haciendo Pedro Salinas cuando responsabiliza a terceros de todos sus males. Los psicólogos llaman a esta rara operación de malabarismo mental: proyección”, refirió.
Basándose en hechos comprobables, el periodista Uri Ben Schmuel ha desarrollado en la serie “Crónicas sobre un odiador” una historia que, a lo largo de los distintos capítulos, va tomando forma lógica y lleva al lector a empatizar con la hipótesis inicial: la motivación de Salinas no son las víctimas sino un afán de protagonismo que ha tomado como fuente hechos lamentables que ha utilizado animado por su odio explícito a la Iglesia Católica.
Fuente: Diario La Razón.

INCOHERENCIA DE UN OBISPO PROGRE

Por Luciano Revoredo– LaAbeja.pe
La semana pasada se realizó en Lima una Asamblea Sinodal arquidiocesana, convocada por el arzobispo de Lima Monseñor Carlos Castillo. Durante tres días estuvieron reunidos en las instalaciones del Colegio San Agustín todos los delegados, párrocos, religiosos, vicarios parroquiales y obispos de la arquidiócesis de Lima para conversar “juntos sobre cómo vamos a anunciar el Evangelio en las nuevas circunstancias, búsquedas, sueños, heridas, intereses y necesidades de los limeños” (Monseñor Castillo).
En el primer día de conferencias, uno de los obispos auxiliares de Lima, Monseñor Ricardo Rodríguez decía: “Ser obispo no es subir, será siempre bajar. Si miramos desde arriba solo será para ayudar a levantar al caído. Ser siervos de Dios pero también siervos del pueblo”. Una mirada a la realidad de los obispos que están al frente de nuestra arquidiócesis, consideró el citado obispo auxiliar, es necesaria. Es interesante notar los esfuerzos por hacer cercana al pueblo la figura del obispo. En ese sentido, Monseñor Castillo y sus colaboradores ha hecho denodados esfuerzos por desmarcarse de cualquier herencia precedente. Se comenta que esto respondería a una visión eclesial más cercana al pueblo humilde, que no se casa con una imagen de Iglesia poderosa, rica o con privilegios.
Esta línea discursiva y los gestos realizados, bien publicitados muchos de ellos, reclaman coherencia. Si lo que pregonan los obispos, curas y demás miembros de la jerarquía, no se refleja en los demás aspectos de su vida, estamos en problemas. Evidentemente todos somos pecadores, frágiles e imperfectos. Pero hay ciertos hechos públicos que, en opinión de quien escribe, no pueden pasarse por alto. En este caso nos referimos a la imagen precisamente de un pastor de la arquidiócesis de Lima haciendo un vuelo intercontinental en clase ejecutiva. Alguno podrá pensar que es una banalidad centrarse en un hecho así. Sin embargo, pensamos que no lo es. Por dos razones. Primero porque fue Jesús quien dijo: “El que es fiel en lo poco lo es en lo mucho”. Si tanto se predica la opción por el pobre y que el obispo debe siempre bajar y no subir, ¿cómo se explica un hecho así?
La ponencia de Monseñor Guillermo Elías, el obispo ejecutivo, acentúa que la labor pastoral debe darse contextualizada. Se debe procurar, dice, “un presbiterio identificado con la historia, desafíos y capacidades del pueblo y territorio de Lima, capaz de generar procesos de diálogo en las comunidades, de convivir y sentir con los laicos sus propias debilidades y retos, porque sino a veces el sacerdote termina siendo un ser extraño, una casta, y esto es sumamente peligroso”. Una imagen vale más que mil palabras, dicen. Ver al obispo que hace un lúcido análisis sentado en una butaca cuyo billete no baja de los ocho mil soles, es ciertamente bizarro. ¿En qué contexto limeño se puede entender que un obispo suba para viajar con la esfera alta? ¿Cómo entendemos la tan pregonada opción preferencial por los miles de pobres que pueblan nuestra diócesis? ¿Así se puede ser “siervo del pueblo”? Como dijo alguna vez el tan citado Papa Francisco, «la doble vida de los pastores es una herida en la Iglesia».

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