Raqqa será liberada del Daesh

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Un miliciano cristiano, al frente de las fuerzas especiales iraquíes, muestra una cruz de madera este sábado en Bartela, al este de Mosul

Por Mikel Ayestaran- ABC de Madrid.
La operación para liberar Mosul de manos del grupo yihadista Daesh cumple una semana y los mandos estadounidenses se felicitan por «el nivel de cooperación y coordinación» entre iraquíes y kurdos, que han logrado avanzar y cumplir hasta ahora con los objetivos previstos de una forma «más rápida de lo planeado», según el primer ministro iraquí, Haider al Abadi.
Desde que Barack Obama ordenara el inicio de las operaciones contra el autodenominado Estado Islámico (IE) en el verano de 2014, Estados Unidos lidera una coalición internacional que se encarga de dar cobertura aérea y colabora en materia de inteligencia y preparación con las fuerzas kurdas y el Ejército de Irak. Tras las invasiones de Afganistán (2001) e Irak (2003), Obama quiso enterrar el legado de su antecesor en la Casa Blanca, George Bush, y ordenó la retirada de sus tropas de estos dos países. En suelo afgano quedan unos 10,000 soldados, y en Irak la cifra se eleva a 4087, según datos obtenidos por la revista Time, tras el anuncio en junio del presidente del envío de 275 nuevos hombres «para combatir al Daesh».
El despliegue de fuerza de combate sobre el terreno es una línea roja para la administración Obama y aunque Washington califica el asalto de Mosul como «golpe definitivo» al Daesh, confía en la victoria militar sin tener apenas soldados en el campo de batalla. Este es un planteamiento radicalmente opuesto a la política de Bush que llegó a contar con 170,000 hombres en Irak durante el momento álgido de una invasión de ocho años, en la que el Ejército estadounidense sufrió 4,491 bajas. En la ofensiva de Mosul, hasta el momento, el Pentágono solo ha informado de la muerte de uno de sus hombres, identificado como suboficial de primera clase Jason Finan, que se produjo en los combates del jueves en las aldeas que rodean la capital del «califato».
Unos 18,000 soldados iraquíes y 10,000 peshmergas kurdos tratan de arrebatar la ciudad a los cerca de 5,000 combatientes que Daesh tiene en Mosul, feudo del Daesh en Irak desde que fue conquistada por ese grupo yihadista en junio de 2014, según los datos del departamento de Defensa. A ellos les acompañan entre 100 y 200 soldados estadounidenses, informó el capitán Jeff Davis, portavoz del Pentágono, quien al ser preguntado sobre si entrarán en combate o no se limitó a responder que «las unidades que liberarán Mosul son iraquíes», el mismo discurso defendido por el primer ministro de Irak, Haider al Abadi, que busca reducir la tensión entre sectas y etnias. Estas son las cifras oficiales que da el Pentágono, que en las últimas semanas también se ha encargado de enviar ocho helicópteros AH-64 y nuevos sistemas de lanzacohetes, según el anuncio del secretario de Defensa, Ash Carter. La presencia es simbólica y se trata de ceder todo el protagonismo a las fuerzas locales, que luego serán las encargadas de mantener la seguridad.
Nadie duda de la victoria militar en Mosul. Es cuestión de tiempo que, como en Faluya, Tikrit o Ramadi, los extremistas suníes pierdan una ciudad que ha sido su bastión desde 2003, tras el colapso del régimen de Sadam Husein. Entonces fue Al Qaida en Irak (AQI) el grupo que logró aunar el desencanto de ex baazistas y los temores de la minoría suní frente al empuje de la mayoría chií, que accedió al poder a través del urnas. La lucha principal de AQI era contra el Ejército de Estados Unidos y los yihadistas se hicieron profesionales de la clandestinidad. Sobrevivieron a la política antiterrorista aplicada con mano de hierro por los estadounidenses entre 2004 y 2009 para emerger con fuerza en 2010, tras la retirada ordenada por Obama, pero entonces la lucha se transformó en algo puramente sectario. AQI se transformó en Estado Islámico de Irak (EII) y posteriormente en Estado Islámico de Irak y Levante (ISIL), cuando decidieron extender sus operaciones en Siria. Los líderes actuales, empezando por el «califa» Ibrahim, son veteranos de la yihad contra EE.UU. en Irak, son los antiguos cabecillas de AQI y, como hicieron entre 2004 y 2009, si no caen antes en combate, volverán a la clandestinidad para mantener su desafío al Gobierno de Bagdad.
«EI repetirá lo que ya hizo en el pasado y desaparecerán del primer plano. Desactivarán y dispersarán a sus milicias y reforzarán sus aparatos de inteligencia, seguridad y finanzas», opinan los estadounidenses Patrick Ryan y Patrick Johnston en un artículo publicado esta semana en la web especializada War on The Rocks. Ryan, veterano de la guerra de Irak, y Johnston, analista político, piensan que «lo más sencillo será la victoria militar» y subrayan la importancia del «trabajo de inteligencia» posterior para «detectar y destruir toda la red de actividades ilegales del grupo como la extorsión o la venta de petróleo en el mercado negro», actividades que realizan en la sombra y que le permiten mantener el nivel de amenaza.

Guerra de «proxies»

Además de EI, Washington debe lidiar con las tensiones sectarias y étnicas entre los diferentes actores que combaten sobre el terreno. Como ocurre en Siria o Yemen, las potencias regionales han convertido Irak en una guerra de «proxies» (una guerra que libran terceros actores) en la que Irán, aliado del Gobierno de Bagdad y padrino de las milicias chiíes, Arabia Saudí, respaldo de la minoría suní, o Turquía, próximo a los suníes y a la minoría turcomana, tratarán de aumentar su esfera de influencia tras la caída del «califato».
La región autónoma kurda (KRG), como hace desde 2003, tiene estrechos vínculos con Estados Unidos y con el Gobierno de Bagdad, pero los kurdos combaten por la seguridad y la ampliación de sus fronteras, no por el futuro de Irak. Un escenario complicado que el Pentágono sigue desde el aire y desde los despachos de su legación blindada en la Zona Verde de Bagdad. En el pasado se derrotó militarmente a AQI, pero con los años el grupo se ha transformado en algo mucho más peligroso como Daesh, todo un aviso para la batalla que se libra en Mosul y cuya próxima parada será Raqqa, bastión del «califato» en Siria.

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