Por Simon Romero- www.nytimes.com
El hombre que fue la primera opción para ministro de Ciencia del presidente interino brasileño es un creacionista, sin embargo, terminó como titular de Comercio. Como ministro de agricultura, escogió a un magnate de la soya que ha deforestado enormes extensiones de la selva amazónica. Además es el primer mandatario, en décadas, que no tiene mujeres en su gabinete.
El gobierno del Presidente Michel Temer —el abogado de 75 años que tomó el mando de Brasil el jueves pasado, después de que Dilma Rousseff fuera suspendida por el senado para enfrentar un juicio de destitución— podría causar un viraje significativo hacia la derecha política en el país más grande de América Latina.
“El gobierno de Temer comienza bien”, escribió en Twitter Silas Malafia, un evangelista de la televisión y autor del exitoso libro “Cómo vencer las estrategias de Satán”.
“Será capaz de borrar del mapa la ideología de los izquierdistas patológicos”, agregó Malafaia sobre un legislador conservador a quien Temer eligió como ministro de Educación.Durante más de una década, Brasil ha sido un ancla de las políticas de izquierda en la región; aunque ha sido menos estridente que los gobiernos de países como Venezuela y Cuba, sí los ha apoyado abiertamente y se ha comprometido con su propia plataforma para reducir la desigualdad.
Sin embargo, hay zonas de América Latina que se están alejando de la izquierda después de las elecciones en países vecinos como Argentina y Paraguay. Temer parece adoptar una postura más conservadora en su gobierno, con la presión que ejerce la clase empresarial para que privatice las compañías controladas por el Estado y reduzca el gasto público.
Para muchos de los críticos de Temer, este cambio es evidente si se compara el papel de las mujeres en su administración y la relevancia que tuvieron en el gobierno de Rousseff.
El contraste no podría ser más drástico. Rousseff, de 68 años, fue integrante de un grupo guerrillero urbano, la torturaron durante la dictadura militar y llegó a dirigir el comité de la compañía petrolera nacional antes de convertirse en la primera presidenta de Brasil.
Hasta hace poco, había pocos brasileños que conocían a Temer. Cuando sabían de él era por los comentarios sobre su esposa, Marcela Temer, de 32 años, una mujer que solía participar en concursos de belleza y que es 43 años más joven que el actual mandatario. Se conocieron cuando ella tenía 18 años.
Un perfil de Marcela Temer en la revista Veja provocó un escándalo pues elogia que sea una mujer “bonita, recatada y hogareña”. También dijeron que Temer era un “hombre afortunado” por tener una esposa tan devota y modesta, especialmente porque usa faldas por la rodilla.
Aunque la revista no mencionó que la esposa de Temer tiene su nombre tatuado en la nuca, el mensaje fue claro: Temer, profesor de derecho y político de carrera, encarna un acercamiento más conservador que el de Rousseff tanto en los pasillos del poder como en su propia casa.
También está la cuestión de la raza. Después de un largo periodo en el que Brasil impulsó políticas de inclusión, los críticos señalan la falta de afrobrasileños en el gabinete, en especial, porque cerca del 51 por ciento de los brasileños se definen como negros o mestizos, según el censo de 2010.
“Es vergonzoso que la mayoría de las personas que Temer eligió para su gabinete son hombres blancos y viejos”, dijo Sérgio Praça, un politólogo de la Fundação Getulio Vargas, una universidad de la élite brasileña. Sus decisiones contrastaron con las de Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, quien formó un gabinete en el que la mitad de los 30 ministros son mujeres.
El jueves, en un discurso a la nación, Temer dijo que buscaría limar asperezas en Brasil, un país polarizado por el juicio político a Rousseff, quien está acusada de manipular el presupuesto federal para ocultar enormes déficits, un truco presupuestario que sus críticos dicen que le ayudó a ser reelecta en 2014.
“Es urgente buscar la unidad de Brasil”, dijo Temer durante una ceremonia en la que presentó a sus ministros. “Necesitamos urgentemente un gobierno de rescate nacional”.
Los simpatizantes del nuevo presidente señalan que consideró a un par de mujeres para algunos puestos en el gabinete, incluyendo a Renata Abreu, de 34 años, una legisladora, para supervisar las políticas de derechos humanos.
Pero ese intento no prosperó. Primero, se dio a conocer que Abreu había votado a favor de una ley que haría más difícil que las mujeres violadas pudieran abortar. Después, Temer optó por relegar el puesto de derechos humanos al Ministerio de Justicia, con lo cual lo convirtió en un cargo de segundo nivel.
Temer ofreció el ministerio de Ciencia a Marcos Pereira, un pastor evangélico que no cree en la evolución, pero esa oferta también fracasó. En vez de eso, nombró a Pereira ministro de Comercio. Luego, para consternación de los líderes de la comunidad científica en Brasil, Temer fusionó los ministerios de Ciencia y Comunicaciones.
Como muchos de los líderes políticos de Brasil, Temer tiene sus propias batallas legales. Recientemente, lo encontraron culpable de violar límites de financiamiento de campañas, un cargo que podría hacerlo inelegible para ser candidato a un puesto durante ocho años; esos conflictos han generado una nube de escándalos que cuestionan su capacidad para gobernar con autoridad.
“Temer enfrenta un problema fundamental de legitimidad”, dijo Michael Shifter, el presidente de Inter-American Dialogue. “No llegó a ser presidente como resultado de un voto popular, sino a causa de un controvertido proceso de destitución”.
Pero algunos abogan por Temer y argumentan que su gabinete incluye a funcionarios que ya estuvieron en puestos importantes durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores, organización política donde milita Rousseff. Henrique Meirelles, un banquero que ahora funge como ministro de Finanzas, también fue presidente del banco central de 2003 a 2010, durante el gobierno del predecesor y mentor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva.
En ese periodo, el gobierno brasileño se ganó el respeto de inversionistas mientras los ingresos se elevaron durante el auge de las materias primas. Personajes prominentes en los mercados financieros de Brasil esperan que Meirelles pueda reconstruir esa credibilidad.
Algunos activistas del medioambiente están criticando a Blairo Maggi, el hombre que Temer eligió como ministro de Agricultura, un político y productor de soya que ha presionado para que se abran enormes áreas de la Amazonia al desarrollo agrícola. Sin embargo, algunos señalan que Maggi también estuvo abierto al diálogo y fue elogiado por reducir las tasas de deforestación mientras fue gobernador del estado de Mato Grosso.
Aun así, Maggi, junto con otro grupo de miembros del gabinete de Temer, ha enfrentado investigaciones sobre corrupción. Durante tres años los investigadores examinaron declaraciones que relacionaban a Maggi con una operación de lavado de dinero. Apenas esta semana, la Corte Suprema archivó el caso.
Otros ministros siguen bajo investigación como Geddel Vieira Lima, un exejecutivo en uno de los bancos más grandes controlados por el gobierno, quien ahora es el secretario de gobierno, y Henrique Alves, el ministro de turismo de Rousseff, quien ocupará el mismo cargo en la administración de Temer.
El rencor en torno a la destitución de Rousseff, quien enfrentará un juicio en el senado, fue evidente el jueves en las calles de Brasilia, la capital. Decenas de mujeres entrelazaron los brazos para formar barricadas que rodearon el palacio presidencial; también gritaron consignas en apoyo a Rousseff y se mostraron alarmadas por los principales asesores del nuevo gobierno.
Maria Hermínia Tavares de Almeida, una politóloga de la Universidad de São Paulo, dijo que la última vez que un gabinete brasileño no contó con mujer alguna fue a principios de los ochenta, durante la dictadura militar que gobernó de 1964 a 1985.
“Todos los gobiernos democráticos han tenido mujeres en sus gabinetes”, aseveró la experta.
+Colaboraron con este reportaje: Vinod Sreeharsha desde Río de Janeiro, y Paula Moura desde Brasilia.
Michel Temer
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