Discípulos misioneros católicos

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Cuatro formas de medir si una parroquia da fruto evangelizador… y preguntas concretas para medirlo

Marcel Lejeune es el impulsor de Catholic Missionary Disciples, una plataforma de  evangelización católica  con sede en Texas que promueve una “conversión pastoral” en las parroquias para hacerlas más evangelizadoras. Desde su blog, publica reflexiones a partir de su experiencia en muchas parroquias para animarlas a tener un enfoque más evangelizador.
En una de sus últimas reflexiones, Lejeune examina la forma de medir el “éxito” (o fruto) de una parroquia.
Muchas parroquias miden su fruto contando los asistentes a misa, la gente que participa en otras actividades parroquiales y el número de sacramentos que se imparten (cuántas bodas, bautizos y primeras comuniones se celebran).
No hay nada malo en contabilizar estas cosas y ciertamente necesitamos valorar los sacramentos. Los números que registramos en estas ocasiones son objetivos y pueden darnos una visión amplia. Pero si es lo único que medimos, es que apuntamos a la diana equivocada“, advierte.
La razón es la siguiente: la Iglesia existe para evangelizar, y eso implica que se dedique, sobre todo, a buscar llegar a más gente. Una parroquia evangelizadora debe estar buscando formas de llegar “a los de fuera“, más que microgestionar lo que tiene dentro.
Lejeune recuerda una cita de C.S.Lewis: “La Iglesia no existe más que para acercar los hombres a Cristo, para hacer de ellos pequeños Cristos. Si no están haciendo eso, todas las catedrales, clérigos, misiones, sermones, incluso la Biblia misma, son simplemente una pérdida de tiempo“.
Jesús resucitado da instrucciones a su Iglesia: “Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he encargado; y, mirad, yo estoy con vosotros siempre, hasta el fin de los tiempos”, leemos al final de Mateo 28.
Si ese es el objetivo (“haced discípulos”, “bautizad”, “enseñad”), ¿cómo puede medir una parroquia si lo va cumpliendo y mejora en esa ruta?Lejeune propone 4 formas de hacerlo.
1. Medir el “output” (lo que sale), más que el “input” (lo que entra)
Más que medir cuánta gente viene a catequesis infantil o de padres o a misa, hay que medir cuánta gente en la parroquia sale a evangelizar, o se presenta voluntaria para servir o se forma como discípulo de Cristo para “ir y anunciar”. ¿Cómo se mide esto? En realidad, admite Lejeune, “la única forma de medir el output es conocer a los demás y escuchar sus historias. No es muy eficiente, pero es necesario para tener un sistema que esté al corriente de lo que pasa”.
2. Entender qué estrategia lleva al objetivo
El objetivo lo marca Jesús: id y haced discípulos. Eso implica mover a que la gente se convierta, que la gente ame a Jesús y quiera seguirlo. En realidad eso no es algo que controle ni el párroco ni su equipo de evangelizadores o colaboradores. Pero sí hay estrategias que ayudan a evangelizar mejor. “Si nuestro objetivo es hacer discípulos, necesitamos reorientar nuestros ministerios con un plan que nos ayude a eso”.
3. No detenernos en la conversión inicial
Un problema de la pastoral católica es que, a menudo, en cuanto se recibe un converso, se le deja solo. Se le dice que con ir a misa y confesarse de vez en cuando, ya está incorporado a la Iglesia. La verdad es que sólo con eso es muy difícil que un converso pase a ser un cristiano maduro y evangelizador, es decir, un discípulo. “La forma más sencilla de ayudar a alguien en esa etapa es que un discípulo más maduro venga a acompañarle, discipularle y enseñarle”, explica Lejeune. Hay varias formas de hacer esto, pero el objetivo es multiplicar el número de discípulos maduros, es decir, la cantidad de cristianos maduros que puedan acompañar y formar a otros cristianos.
4. Lo que no sirve, y molesta, quitarlo
“Demasiado a menudo las parroquias están ocupadas en cosas que las distraen de su misión, que no corresponden a una estrategia establecida y que no ayudan a cumplir la visión. Son cosas que se hacen porque ‘siempre se ha hecho’. Esa no es razón suficiente para gastar dinero, tiempo o espacio. Podar requiere tanto liderazgo como cosechar”.
Para conocer a tu pueblo, ¡hazle preguntas!
Un párroco necesita conocer a sus feligreses y a sus colaboradores, catequistas, monitores; también un responsable de catequesis o de Cáritas debería. Para saber si la gente mejora en su cercanía a Cristo y si la parroquia mejora en su objetivo de “hacer discípulos”, Lejeune considera que hay preguntas bastante concretas que se deberían plantear:
a- ¿Cuánta gente reza cada día?
b- ¿Cuánta gente ha hecho una decisión consciente de poner a Jesús en el centro de su vida?
c- ¿Cuánta gente activa e intencionalmente ha compartido su fe con otros fuera de la iglesia?
d- ¿Cuántos han explicado su testimonio de conversión en los últimos 6 meses con alguien que no fuera ya un discípulo de Jesús?
e- ¿Cuántos se consideran a sí mismos discípulos intencionales?
f- ¿De qué otras formas podemos medir si crecemos en el objetivo de ‘ir y hacer discípulos’?
Fuente: ReligiónEnLibertad.com
Titular a cinco columnas de Solidaridad Obrera de 4-VIII-1936 ¿Se puede atribuir el bombardeo del Pilar a unos descontrolados que “no dependían de las autoridades republicanas y actuaban al margen de toda ley”, como sostiene el arzobispado de Tarragona que fueron quienes quemaron y destruyeron iglesias, monasterios y conventos en la Guerra Civil?

Las matanzas de católicos en el periodo 1931-1939 no fueron obra de descontrolados, fueron obra del Régimen de la II República, socialista, comunista, anarquista y separatista

Voy a ir citando algunas declaraciones de los lideres de los partidos del Frente Popular, que desmienten el mito de que las autoridades republicanas no tuvieron parte en la persecución religiosa.

Por Javier Paredes, Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá- Hispanidad.com
Hace poco más de un mes acababa mi artículo de Hispanidad con estas palabras: “La petición de perdón por las víctimas del franquismo que ha hecho el vicario general de Tarragona y, por lo tanto, también su obispo, Joan Planellas, puesto que no le ha desautorizado, me parece de una hipocresía de tamaño buque”. La reacción no se hizo esperar y, al día siguiente, la página del arzobispo de Tarragona publicó un comunicado, en el que utilizaba y hacía suyos los clichés ideológicos de los enemigos de la Iglesia. Y lo realmente grave es que el arzobispo y su vicario utilizaban esos chlichés en nombre de la Iglesia, para presentarlos como doctrina de la Iglesia en el pastoreo de los fieles.
Desde su publicación, domingo tras domingo, vengo desmontando todas las mentiras que contiene el precitado comunicado del arzobispado de Tarragona. Y hoy toca deshacer la mentira insidiosa de los “descontrolados”, porque el comunicado del arzobispado de Tarragona da entender que los autores de la persecución religiosa, durante la Guerra Civil, no dependían de las autoridades republicanas, y que eran unos descontrolados que actuaban al margen de la ley.
Pues no, monseñor Planellas, los hechos no fueron como su Reverendísima dice. Servidor, cuando el arzobispo de Tarragona hable como un sucesor de los apóstoles, chitón. Pero si se adentra como furtivo en el coto de la Historia… Le voy a contar una serie de acontecimientos que le pueden ayudar a orientarse, porque en el territorio de la Historia el arzobispo de Tarragona anda muy…, pero que muy perdido. Por lo tanto, voy a ir citando algunas declaraciones de los lideres de los partidos del Frente Popular, que desmienten lo que el arzobispado de Tarragona sostiene de que las autoridades republicanas no tuvieron parte en la persecución religiosa, porque todo fue obra de unos descontrolados que actuaron al margen de la ley.
Y lo realmente grave es que el arzobispo de Tarragona y su vicario utilizan y hacen suyos los chlichés de los enemigos de la Iglesia para actuar en nombre de la Iglesia y presentarlos como doctrina de la Iglesia en el pastoreo de los fieles
Como escribí en el artículo del domingo pasado, el secretario general del Partido Comunista Español, José Díaz (1896-1942), en un mitin celebrado en Valencia el 15 de marzo de 1937, dijo lo siguiente: «En las provincias en las que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado con mucho la obra de los soviets, porque la Iglesia en España está hoy día aniquilada».
Por su parte, el presidente de Generalidad, Lluis Companys (1882-1940), en declaraciones al semanario francés Vu, justifica la persecución religiosa como un acontecimiento inexorable en la historia en manifestación de venganza: “Hay entre nosotros tres instituciones violentamente odiables, y de las cuales el pueblo, de año en año, se sentía amargado, quiero decir: el clericalismo, el militarismo, el latifundismo… El movimiento del cual sois testigos es la explosión de una cólera inmensa, de una inmensa necesidad de venganza, subiendo del fondo de los tiempos. Esta cólera explica el carácter impetuoso de este movimiento”.

VuPortada del número especial del semanario francés Vu (29-VIII-1936), dedicado a la Guerra Civil española.

Andrés Nim líder del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) declaró lo siguiente en un mitin celebrado en Barcelona el 8 de agosto de 1936: “Había muchos problemas en España, y los republicanos burgueses no se habían preocupado en resolverlos. El problema de la Iglesia…, nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido a los sacerdotes, las iglesias y el culto”.
Mucho antes de que estallara la guerra civil, Manuel Azaña (1880-1940), como ministro de la Guerra, formó parte del Gobierno provisional que con su pasividad permitió que el 11 de mayo de 1931 se quemasen en Madrid la iglesia de los jesuitas de la calle la Flor, el Instituto Católico de Artes e Industrias en la calle Alberto Aguilera, el colegio de Maravillas en Cuatro Caminos, el convento de las Bernardas, el noviciado de las religiosas del Sagrado Corazón, el colegio de las Salesianas, la parroquia de Bellas Vistas y el convento de los carmelitas en la plaza de España. Cuando el ministro de la Gobernación, Miguel Maura (1887-1971), propuso sacar a la Guardia Civil para impedir los incendios, Manuel Azaña exclamó: “Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano […] He dicho que me opongo a ello decididamente -amenazó Azaña- y no continuaré un minuto en el Gobierno si hay un solo herido en Madrid por esa estupidez”. Y el gran estadista consagró la violencia.
Lluis Companys (1882-1940), en declaraciones al semanario francés Vu, justifica la persecución religiosa: “Hay entre nosotros tres instituciones violentamente odiables: el clericalismo, el militarismo, el latifundismo… El movimiento del cual sois testigos es la explosión de una cólera inmensa, de una inmensa necesidad de venganza, subiendo del fondo de los tiempos”.
Con estos antecedentes, no sorprende que Azaña poco después de estallar la Guerra Civil declarase lo siguiente: “Lo que el pueblo ha querido aniquilar, incendiando iglesias y conventos, es el signo visible de una opresión secular. Se ha lanzado contra las fortalezas de un poder hostil. Su furor se ha parado aquí; todo lo demás ha sido respetado”. Y de las vidas segadas de sacerdotes por entonces, Manuel Azaña no hizo ni mención, porque todas juntas para él valían menos que la de un republicano, exactamente valían nada.
Joan Peiró (1887-1942), dirigente de la CNT y ministro del Gobierno presidido por el socialista Largo Caballero (1869-1946), escribió en Perill a la reraguarda (Mataró 1936): “El anatema general contra los mosqueteros con sotana y los requetés engendrados a la sombra de los confesonarios fue tomado tan al pie de la letra que se ha perseguido y exterminado a todos los sacerdotes y religiosos únicamente porque lo eran. La destrucción de la Iglesia es un acto de justicia… Matar a Dios, si existiese, al calor de la revolución cuando el pueblo inflamado de odio justo se desborda, es una medida muy natural y muy humana”.
Perill a la reraguardaPortada de la colección de artículos publicada bajo el título de Joan Peiró, Perill a la reraguarda. Edicions Llibertat. Mataró 1936
Lo que sentían los dirigentes republicanos del Frente Popular hacia la Iglesia queda reflejado en un artículo firmado por José Raimundo, titulado ¡A sangre y fuego!, publicado en Solidaridad Obrera el 18 de octubre de 1936. Lo transcribo íntegramente:
Hay que destruir. Hay que reducir a escombros todos los viejos dogmas. Y, sobre las cenizas de tanta barbarie, levantar el monumento a la Libertad; pero no al estilo neoyorquino, que es un escarnio.
Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano, dijo Manuel Azaña, el gran estadista… y consagró la violencia.
Sin titubeos, a sangre y fuego. Porque si los otros se lanzan de esa manera, provocando y escudándose en una causa injusta y vil, ¿qué más lógico que emplear para nuestra defensa sus mismos medios de ataque, si estos son eficaces, y luchamos por una causa justa y honrada?
Durante siglos y más siglos han pretendido hacernos tragar a Dios a la fuerza y, amparándose tras él, los crímenes más horrendos han sido lícitos. Porque siempre, en todos los tiempos y en todas las épocas, los crímenes más horrendos han tenido por mudo testigo a la fatídica cruz.
Admitiendo, por unos momentos, la grotesca suposición de que ese Dios que nos pintan existiese, ¿no os parece que a los primeros que metería en el infierno sería ellos, por hipócritas y falsarios?
Para ellos no fue un mal invento lo del cristianismo; pero todo, con el tiempo, se desgasta y pasa de moda. Y con ese invento sucede lo mismo: su reinado pasó…, para no volver.
(Verdad es que ahora “florece” la teosofía y el espiritismo, porque siempre existirá algún narcótico para los pobres de espíritu; pero estos cuatro gatos locos no cuentan, como es de suponer).
No solo hay que dejar en pie a ningún escarabajo ensotanado, sino que debemos arrancar de cuajo todo germen incubado por ellos. ¡Hay que destruir! El mundo de ellos y el nuestro es incompatible; no caben en uno, se ahogan. ¡Qué mueran ellos, pues, ya que representan la barbarie, la incivilización y lo que es peor un peligro constante para nuestra existencia!
No resta en pie una sola iglesia en Barcelona, y es de suponer que no se restaurarán, que la piqueta demolerá lo que el fuego empezó a purificar. Pero, ¿y en los pueblos? Muchos hay en que todavía resta en pie su casa de prostitución del entendimiento. Sabido es que en el campo el sentido religioso es mucho más profundo que en la ciudad, debido, precisamente, a la incultura peculiar en él, lo que prueba una vez más que las religiones todas se filtran allí donde la ignorancia merodea a sus anchas y el raciocinio brilla por su ausencia.
No. Hay que ir con tiento. Que después no nos den la sorpresa que desde el campo nos quieran civilizar.
Duro con ellos, a sangre y fuego, sin compasión, que es cuestión de vida o muerte.
Y que conste que ni en NOMBRE DE LA LIBERTAD, no hemos echado a ninguno a la hoguera, procedimiento muy corriente en ellos EN NOMBRE DE DIOS”.

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