Por JULIO VILLAFUERTE OSAMBELA Coronel FAP (r) y meteorólogo OMM- Diario Correo.
El llamado Niño Costero, de lo cual no discutiré desde la física, pero sí desde el punto de vista de gestión, fue llamado así por error. Podría llamarse Juanito o Pepito, pero no tendría el impacto que buscaban. Además, se presta a que otros investigadores del océano o de la interacción con la atmósfera, coloquen el cliché de Niño y se genere más preocupación.
Mi padre me enseñó que identificar el problema principal es muy difícil, pues ganarías enemigos y detractores, pero si escoges los problemas secundarios te vas a tardar toda la vida en solucionarlo sin avanzar.
Recién se declaró alerta de Niño Costero y en categoría moderado en otoño. ¿Se imaginan si fuera extraordinario? Pero desde enero está lloviendo fuerte en todo el país, entonces por lógica descartamos que dicho “evento” sea el causante principal de las precipitaciones. Tenemos que analizar desde la escala global hasta llegar a la escala mesoescalar, que es nivel que nos interesa, e identificar cuáles son los efectos en nuestra difícil pero hermosa geografía.
El territorio peruano es 60% selva, 30% sierra y solo el 10% costa. El aporte de humedad de la Amazonía y la gran cordillera que cruza el país, muy aparte de la estacionalidad, juegan el papel más importante en nuestra variabilidad climática. No podemos ser ilusos para creer que un mal llamado ciclón y un Niño Costero moderado en otoño, puedan ser los responsables principales. Vigilemos la Amazonia, pero como no hay mucha información internacional, los opinólogos del clima andan calladitos.
Hagamos retrospectiva de los falsos “niños”. Saquemos cuentas. Nos daremos grandes sorpresas y tratarán de borrarlos con respuestas de problemas secundarios. La vigilancia real y una línea base podrán mitigar los eventos que se vienen y estar preparados, pero de verdad.
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