Por Martha Meier Miró Quesada- Diario EXPRESO.
La fracasada “Toma de Lima” debiera servirle al gobernante Pedro Castillo para darse cuenta que el “pueblo”, que tanto menciona, está preocupado por asuntos muy distintos a los de sus ideas ye-yé de cerrar el Congreso, llamar a una Constituyente o cualquier otra de sus livianas epifanías. El pueblo necesita trabajar para sobrevivir y sacar adelante a sus familias, por eso en la marcha se vieron a variedad de emprendedores vendiendo apetecibles menús, gorritos, dulces, helados y otros productos, aprovechando la rala concentración en la Plaza San Martín.
Y si el gobernante no asume que no existe ningún pueblo que le respalde es porque, literalmente, vive entre las nubes: del helicóptero al avión presidencial, y con la irrigación cerebral lenta y engrasada por los tremendos banquetes de lomos, bistecs y otras carnes que le pagamos el 18% de ingenuos contribuyentes, en un indecencia, insensibilidad e hipocresía. Ese “pueblo” que creyó en él, ha reducido los productos que puede llevar a sus mesas por el encarecimiento de todos los productos de la canasta básica, para no mencionar los combustibles, las medicinas y hasta las prendas de vestir más simples.
En dieciséis meses de gobierno, Castillo ha demostrado una sola capacidad: superarse día a día en actuar al borde de la ilegalidad, echarle más leña al fuego de la crisis política que él mismo creó a punta de incompetencia, mentiras e intrigas. Lo suyo sigue siendo “divide y reinarás”, pero lo que vemos diluirse es el apoyo que alguna vez tuvo.
Con la minería parada y bloqueada y la campaña agrícola en mínimos, seguimos a flote gracias al colchón del dinero de la cocaína procedente del VRAEM y la minería ilegal a la que el actual régimen no tiene intención de enfrentar. ¿Somo ya un narcoestado? Por lo menos así lo parece. Lo que sí es un hecho, es que en menos de dos años el castillismo ha gestado una falsa democracia, despreciando la separación de poderes e incorporando al Perú en el eje castro-chavista.
El Congreso parece decidido a ayudar a que el régimen sinvergüenza consuma todos sus despropósitos, al no suspenderle, inhabilitarle o vacarle, pero al parecer no es posible encontrar suficientes patriotas en ese recinto. En resumidas cuentas, el Congreso no parece dispuesto a defendernos del régimen ni a defenderse como Poder del Estado. Y eso que esta gente pretende tirar al tacho la Constitución apenas llegue el momento.
Parece que si acaso alguien salva a nuestro país será la calle, con marchas pacíficas como la del 5 de noviembre de #ReaccionaPerú. Es el verdadero pueblo -y no la entelequia que tiene Castillo en su cabeza- quien volverá a poner las cosas en su justo lugar, es decir a Castillo a la intemperie.
Aunque es tener demasiada esperanza en creer que esto pueda pasar, no está demás pedirle al señor presidente: “Por favor, renuncie, por su bien y el del país. Siempre es mejor irse a tiempo”.
Renuncie, Castillo
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Interesante, gracias.