Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.
“Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”.
“Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre”.
Bishop Robert S. Dehler CR, Vicar Apostolic of Bermuda, Born 1889, Ordained 1914, Consecrated 1956, Died 1966.
Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:
Cuando era estudiante en la Universidad a veces me encontraba en la situación en la que tenía que estudiar ‘toda la noche‘. Ya sea por una pesada carga de trabajo, por mala gestión del tiempo, o por pereza, me encontré bajo el arma en el último minuto y teniendo que pasar toda la noche terminando un proyecto o ensayo. Estoy seguro de que a muchos de ustedes nunca les sucedió esto, ni esto continúa en nuestro tiempo presente (ja, ja).
Pensé en este mal hábito cuando leí por primera vez el evangelio (Lucas 21:25-28.34-36) para este primer domingo de Adviento, en el cual el Señor Jesús nos dice “estad vigilantes en todo tiempo“. El adviento es una época única del año litúrgico. Aunque el color de las vestiduras es el mismo que el de la temporada de Cuaresma, el espíritu de la temporada es muy diferente. Mientras que la Cuaresma es un tiempo de conversión y de regreso al Señor, el Adviento es un tiempo de espera, observación y alerta para la celebración de la primera venida del Señor Jesús en su nacimiento.
La lectura del evangelio de hoy continúa el tema de las últimas semanas -yo les llamo las lecturas de ‘puente y penumbra‘- llenas de destrucción y desastre. Sin embargo, siempre hay una nota de esperanza: Jesús diciendo: “Poned erectos y levantad la cabeza… Cuidado… Estar vigilantes“. No sólo nos dice que estemos preparados, sino que nos recuerda que está con nosotros para prepararnos para su venida. Jesús ha salido victorioso sobre el pecado y la muerte -por su sufrimiento, muerte y resurrección- y nosotros compartimos esa vida a través de nuestro bautismo.
En la primera lectura, del libro del Profeta Jeremías (33:14-16) Dios revela que él “cumplirá la promesa que hizo a la Casa de Israel y Judá“. Él levantará un Salvador, de la Casa de David, y su justicia divina será revelada. Creemos que Jesús es el cumplimiento de esa promesa.
En la segunda lectura de la primera carta de San Pablo a los tesalonicenses
(3:12-4:2) San Pablo anima al pueblo a vivir plenamente la vida de Cristo. Ellos son llamados a “comportarse para agradar a Dios“, teniendo en cuenta las “instrucciones” que se les han dado.
Esto les llama a estar alerta y conscientes de la obra de Dios en y entre ellos, y a
estar en sintonía con los caminos de Dios. Si no son “vigilantes” no reconocerán su llamada, y no responder, y así no avanzar en su vida de gracia con Dios.
El adviento es un tiempo de espera paciente a la expectativa del nacimiento del Señor. Así como preparamos nuestros hogares y nuestra vida familiar para la celebración de la Navidad, también espiritual deberíamos estar preparándonos espiritualmente -empezando hoy- para celebrar el nacimiento del Salvador. Es un momento para salir de esa atrapada navideña, y hacer nuestro correo en el extranjero, pronto será seguido por la decoración de la casa -dentro y fuera- para reflejar el espíritu de la temporada. Pero el verdadero espíritu de la temporada de Adviento no son campanas, árboles y ponche de huevo. El espíritu de la temporada está recibiendo al Señor Jesús, que vino a la tierra como un niño en un humilde establo en Belén. Para esto tenemos que prepararnos, y ser “vigilantes” por las señales de gracia que él nos da.
Una de las maneras más importantes en las que nos preparamos espiritualmente es en nuestra vida de oración: como individuos, como familias y como comunidad parroquial. Para reconocer los caminos del Señor, y responder a su gracia abundante, debemos entrar en oración y unión con Dios. Esto requiere encontrar ese ‘lugar tranquilo‘ dentro de nosotros mismos, o alrededor de nosotros, donde podamos encontrar a Dios en silencio y reflexión. Con demasiada frecuencia llenamos nuestros días y nuestras vidas de ruido, que nos distrae y nos impide reflexionar, que nos impide pensar, que nos impida actuar. Si queremos ser “vigilantes” debemos buscar a Dios, y la mejor manera de hacerlo es buscarlo en silencio. Otra forma de prepararnos es seguir las lecturas de las Escrituras que nos da la Iglesia, no sólo las de la liturgia dominical, sino las de cada día. Siguiendo estas lecturas diariamente es como dar un paso más en la estación cada día. Incluso si tomamos diez minutos en oración, o en la lectura del Evangelio del día, podemos sorprendernos de lo mucho más “vigilantes” que nos volvemos, y estamos en sintonía con nuestro viaje espiritual de gracia.
La corona de Adviento es un símbolo tradicional del viaje a través del Adviento. Cada semana se enciende otra vela. La luz representa la presencia de Cristo, y cada semana la luz de Cristo crece sobre la corona, así como la luz de Cristo debería estar creciendo dentro de nosotros, ya que somos “vigilantes” a sus impulsos diarios. En nuestra vigilancia podremos distinguir y responder mejor a la oscuridad dentro y fuera de ella, de modo que no podemos sólo reconocer su luz, sino convertirnos en la luz de Cristo para otros, comenzando por nuestras familias, nuestros compañeros de trabajo y compañeros de clase, son vecinos y amigos. La luz de Cristo debería brillar intensamente si estamos comprometidos con Cristo.
En este primer domingo de Adviento damos el primer paso en un viaje espiritual que nos lleva a la celebración del nacimiento del Señor Jesús. No seamos negligentes o “último minuto” en nuestra respuesta a Dios, sino más bien “vigilantes” y conscientes de su presencia y llamada, para que nuestra respuesta pueda dar testimonio de nuestra vida en Cristo mientras crece y se desarrolla durante nuestro viaje de Adviento.