Cayo Flavio Valerio Claudio Constantino nació en Naissus, el 27 de febrero de 272. Su padre fue el emperador Constancio Cloro y su madre fue Santa Helena. Los orígenes de Helena han quedado en la oscuridad y aunque la leyenda le hace descendiente de un posadero, no hay nada claro en ello. Bueno sí, que precisamente por esos orígenes su marido la repudió en 292 para casarse con Teodora, hija del emperador Maximiano. El Imperio romano estaba dividido en varios gobiernos de emperadores entre Occidente y Oriente, con relativa paz entre ellos. Constantino entró a servir al emperador Diocleciano en Oriente luego que su padre fuera nombrado César.
En 306 Constancio murió mientras Constantino estaba en Britania, por lo cual fue nombrado Augusto por sus tropas, y el nombramiento fue aceptado por varias regiones. Por su parte, otras aceptaron el nombramiento de Severo II, y al mismo tiempo Roma proclamaba a Majencio, hijo del emperador Maximiano. No voy a detallar todo lo que pasó durante los largos 20 años que duró la pugna por el control del Imperio, pero solo decir que a los cuatro años del conflicto, ya eran siete los Augustos que reclamaban el Imperio. En 312 se dio un paso importantísimo: el 28 de octubre de ese año Constantino derrotó a Majencio en el Puente Milvio, Roma. Al año siguiente venció a Maximino, quien se suicidó al ser derrotado. Constantino hizo la paz con el único pretendiente que quedaba en Occidente, Licinio, y en 317 firmaron la paz. Pero en 324 Constantino le derrotó finalmente, inaugurando un período de gobierno en solitario. Sienta las bases de la dinastía como requisito para gobernar. La obra constantiniana de reforma del imperio fue grandiosa. Las leyes, las infraestructuras, el funcionariado, las religiones, el ejército… todos los ámbitos sociales y políticos se vieron controlados e influenciados por la figura del emperador. Habría que escribir, y leer, muchos libros para saberlo todo. Pero no es el objetivo de este simple artículo.
En 324 Constantino construyó la primitiva Basílica de San Pedro en Roma, y en 326, construyó la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén. Murió el 22 de mayo de 337, a los 65 años, luego de haber entrado formalmente a la Iglesia mediante el bautismo. Sus reliquias se veneran en la iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla.
Constantino y la Iglesia.
Es un problema complejo este, sobre si Constantino se convirtió o se sirvió de la fe cristiana. Hoy la mayoría de historiadores se decanta por la versión política del hecho: En el siglo IV era evidente que la política de persecución contra los cristianos por parte de los emperadores precedentes había sido un error, pues los cristianos crecían, se hacían más fuertes y ya tenían estructura. Para colmo, el paganismo ya era ridículo y los dioses no satisfacían la espiritualidad del pueblo indolente y arreligioso en general. Y una prueba de ello es que en 311 Galerio publicaba el derecho de los cristianos de profesar su fe, como los demás ciudadanos, siempre que no alteraran el orden. La Iglesia obtenía personalidad jurídica, y podía levantar y recuperar basílicas expropiadas o destruidas por emperadores anteriores. En 313 Constantino y Licinio emiten su “Edicto de Milán”, en el cual consagran la libertad de culto, impidiendo la persecución de los cristianos y, no declarando religión alguna como oficial (Licinio lo rompería en 320, persiguiendo a los cristianos). Todo un paso de modernidad en su tiempo, pero no partían de cero, pues había el precedente de Galerio. Una leyenda que relata Eusebio en su “Vita Constantinii” habla de conversión: Según este relato, la víspera de la batalla en el Puente Milvio Constantino habría visto una cruz ante el sol. Luego soñó que se le mandaba poner este símbolo en su estandarte, con las palabras “In hoc signo vinces”. Así, al otro día, hizo pintar cruces en todos los lábaros y escudos. Y triunfó. Inmediatamente se convirtió al “dios de la cruz”, o sea, al cristianismo. Pero tal no fue así, y, por mencionar solo una, una prueba arquitectónica nos queda: luego de su victoria se erigió el llamado Arco de Constantino, en el cual hay alegorías e imágenes de dioses paganos, y por el contrario no hay cruces u otro símbolo cristiano. Otra leyenda dice que luego de su triunfo Constantino entregó al papa San Silvestre I (31 de diciembre) un palacio en el Laterano para que se edificara una basílica: la actual Basílica de San Juan de Letrán. Pero en realidad este palacio había sido dado al papa San Melquíades (10 de diciembre) por Galerio en 312. Y una tercera leyenda hace a Santa Constanza de Roma (19 de febrero) hija suya, aunque no hay certezas sobre ello. No hay que olvidar que Constantino era hijo de Helena, y que esta probablemente procedía de familia cristiana. Su interés por los Santos Lugares y su piedad así lo testifican, levantó varios santuarios en Tierra Santa, era piadosa y caritativa. Por ello, no hay que obviar este detalle para considerar que Constantino ciertamente podría haberse convertido de corazón, aunque no fuera de un día para otro, y más allá de sus intenciones políticas. Algunos niegan la conversión porque se sabe que es legendaria su curación de lepra por milagro de San Silvestre. Este le llevó a una fuente milagrosa y, a cambio de desterrar el paganismo y convertirse, le bañó y le bautizó. Pero sabido es que Constantino no fue bautizado hasta 337, y Silvestre murió en 335, dos años antes. La historia nos dice que Constantino no se bautizó solemnemente, sino en privado y al final de su vida, a punto de morir. Pero si vemos un poco de historia y de liturgia, veremos que esto era habitual en los tiempos de Constantino: pecadores públicos, conversos de la idolatría, asesinos o adúlteros no eran admitidos al bautismo sino luego de años de penitencia y catecumenado. Si bien el bautismo era el paso previo para entrar a formar parte de la Iglesia, no era dado sin más, y menos si había una vida pública de idolatría y pecados públicos, como la de Constantino (asesinó a Licinio, al hijo mayor de este, y a su propia segunda esposa, Fausta). Ciertamente, su bautismo por parte de un obispo arriano, Eusebio de Nicomedia, no le deja muy bien parado frente a la fe católica y su propia ortodoxia.
Por su parte la Iglesia, ahora libre, comienza una expansión no siempre exenta de contradicciones. Los prelados pueden acceder al funcionariado del imperio, tener propiedades religiosas, etc. A la par que la Iglesia ataca al culto pagano, condenando la idolatría una y otra vez, y fomentando la destrucción de los ídolos y sus templos, los problemas entre católicos y herejes, antes propios de la Iglesia, pasan al ámbito público, se convierten en problema para la paz y la estabilidad de las ciudades. Estos problemas inmiscuyen al poder civil, y Constantino, ni corto ni perezoso convoca el Concilio de Nicea, en 325. San Atanasio (2 de mayo), diácono aún destacó entre los demás padres conciliares, exponiendo la herejía arriana y desarmando sus argumentos. Para evitar cualquier confusión en el futuro, se añade al Credo la palabra “homomisios”, o sea, que se define a Cristo como Dios y consustancial al Padre. Constantino se cela de Atanasio, del poder que tiene y elude ayudarle siempre que puede cuando el santo es desterrado.
Hay que decir que esta influencia del emperador en el Concilio y en la Iglesia ha sido exagerada por algunos historiadores protestantes para introducir la idea de que él es el fundador de la “iglesia católica”, frente a la “iglesia cristiana”, y es una teoría que numerosos herejes modernos arguyen sin tener ni idea de lo que dicen. La Iglesia tenía prelados sumamente formados en Escrituras y Teología como para permitir que un emperador escasamente formado influenciara en ella, teológicamente hablando. Todo lo contrario, la Iglesia se separa aún más del paganismo, aunque asuma aspectos de la filosofía y del lenguaje paganos. No por el paganismo en sí, sino por la cultura reinante.
Culto y veneración.
La Iglesia Católica Romana no incluye a Constantino entre sus santos, principalmente porque le veía demasiado “oriental” (recordar que estableció su capital en Constantinopla, no en Roma), y prefirió canonizar a santos reyes francos o ingleses. Eso sin hablar de su bautismo por un arriano, que es muy sospechoso. Sin embargo, las Iglesias Católicas Orientales en comunión con Roma sí que lo veneran. Las Iglesias Ortodoxas tienen otro sistema de canonización y veneración a los santos, menos complicado que el nuestro y más libérrimo a la hora de rendir culto a un santo. Si que veneramos a Santa Helena, aunque tampoco formó parte del Calendario Universal. Yo creo que ella ha pasado a Occidente y al santoral romano por su relación con la Santa Cruz. Curiosamente Constantino sí que es venerado junto a Helena el 21 de mayo en el Calendario Luterano.
Fuentes: “Historia verdadera del emperador Constantino el Magno”. MANUEL JOSÉ MARTÍN. Madrid, 1879; “Constantino, ¿el primer emperador cristiano? Religión y política en el siglo IV”. JOSEP VILELLA MASANA y www.religionenlibertad.com
San Constantino El Grande
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