Novela Negra
Espantoso crimen de periodista José Yactayo: la manipulación de su computadora por parte de Beto Ortiz y la pista de las cárceles.
Yactayo tenía 56 años. Era soltero y vivía con su madre. Policía sospecha de asesinato pasional.
“Poco a poco, no sé cómo, han ido ustedes ganando territorio a lo largo de estos meses, adueñándose de mis preocupaciones hasta convertirse en el asunto más importante de mi existencia.
Ahorita mismo, mientras les escribo, el protector de pantalla de mi PC es una foto de ustedes, los archivos de la compu se llaman Madre Nuestra (como nuestro canto coral), cartas de Ancón, escritos vándalos I, vándalos II, vándalos III… En mi escritorio se rebalsan sus cuadernos azules, las listas de libros, las cartas desgarradas, las crónicas vibrantes, los primeros y aún torpes ejercicios del año pasado y, cómo no, todos esos poemas con que nos chuceamos. Voy por un vaso de agua helada a la cocina y me vuelvo a encontrar con ustedes, mi refrigeradora está empapelada con fotitos de sus cacharros –las que se salvaron de la raqueta–, todas pegadas con imanes. Abro el cajón del repostero y saltan ochenta billeteras de todos los tamaños, cosidas por ustedes”.
La elocuencia de la columna que el periodista Humberto Ortiz Pajuelo publicó en el diario Perú.21 el 14 de junio de 2015 daba cuenta de la intensidad de su compromiso emocional con el taller literario que dictaba en el penal de máxima seguridad conocido como Piedras Gordas II en Ancón.
Otra de diciembre de ese mismo año –hubo varias sobre el tema, además de reportajes– comenzaba así:
“Todos los martes, cuando llego a esta cárcel, me siento en casa. Esta caterva de vándalos es toda la familia que necesito. No soy cristiano, pero he terminado imitando al pelucón contra mi voluntad. ¿No es gracioso? Lo imito cuando me rodeo de la gente que ustedes desprecian, la gente a la que ustedes anhelan golpear hasta dejar paralítica, la gente que ha de ser, para ustedes, la más difícil de amar. A los choros los atiborran de biblias porque los odian, porque creen que así los corregirán. Libro equivocado”.
Ortiz Pajuelo preparaba un documental sobre la reinserción de algunos de estos expresidiarios a la sociedad y allí colaboraba el editor audiovisual José Yactayo Rodríguez, 56, cuando fue hallado muerto en espantosas circunstancias.
DESAPARICIÓN Y MANIPULACIÓN
Yactayo era soltero y vivía con su madre, Ana María Rodríguez, en la casa de la calle Viscoya 255, en San Luis.
La mañana del sábado 25 desayunó con su amigo David Aguirre, su esposa y su hijo en un restaurante del Jockey Plaza.
Como lo publicó el diario La República, citando fuentes de la investigación policial, entre las 6:30 y 7:30 de esa noche se comunicó por mensaje de texto con el productor Martín Suyón. Ortiz, Yactayo y Suyón colaboraban en la elaboración de un documental sobre la reinserción de los presos. Yactayo le comunicó que al día siguiente, domingo, se reuniría con Ortiz y “lo ideal es que tú también vengas”. Suyón le dijo que no podría.
Según testigos, Yactayo salió de su casa el domingo entre las 10 y las 11 de la mañana. Su madre relató que recién advirtió de la ausencia a la hora del almuerzo.
Luego se supo que el teléfono de Yactayo pasó por Lima, Chancay, Huacho y Huaura entre el domingo 26 y martes 28.
Según las declaraciones de Ortiz Pajuelo a los investigadores, este ingresó a la casa con permiso de la madre de Yactayo y abrió la computadora laptop del editor, ayudado por un especialista en sistemas.
¿Por qué lo hizo? Ortiz Pajuelo respondió a la Policía que Yactayo no respondía sus llamadas y que incluso había recibido desde su teléfono mensajes que claramente no habían sido escritos por él. Las faltas ortográficas delataban al impostor, que en otra de las conversaciones se excusó de no poder contestar las llamadas por estar mal de la voz, con un fuerte resfrió.
¿Por qué Ortiz Pajuelo no dejó el trabajo en los equipos de expertos de la Policía? Según el diario Correo, cuando los efectivos de Dirincri accedieron luego a la laptop, se percataron que no estaba el disco duro.
HALLAZGO MACABRO
Aproximadamente por las mismas horas en las que Ortiz Pajuelo manipulaba la computadora, a las 4 y 30 de la tarde, un agricultor se topó con un macabro hallazgo: una maleta con una parte de un cuerpo humano aún humeante. Lo habían quemado y debido a la lluvia se había apagado. Ocurrió entre los sembríos de caña de azúcar en las inmediaciones del criadero de truchas del Fundo Catalán en Andahuasi, distrito de Sayán, provincia de Huaura.
Los peritos forenses confirmaron que se trataba de un cuerpo mutilado en posición decúbito ventral con un 70% de quemaduras, solo el brazo derecho estuvo fuera del fuego, eso ayudó a los peritos a realizar un examen dactiloscópico para la identificación del cadáver.
Tras tres días de no saber del paradero de su hijo, Ana María Rodríguez, madre de Yactayo, denunció su desaparición ante la División de Investigación y Búsqueda de Personas Desaparecidas de la Policía Nacional.
El miércoles 1 de marzo, el periodista Ortiz Pajuelo se acercó a la Dirincri a brindar su declaración ante el despacho del coronel PNP Santos García Vásquez de la División de Desaparecidos.
El jueves 2 por la noche, peritos de la Policía confirmaron que el cadáver hallado en Andahuasi era de Yactayo.
LA PISTA DEL PENAL
Los familiares del periodista habrían contado a la Policía que José Yactayo tenía un problema de litigio por un departamento ubicado en Miraflores, con una persona llamada Niezen Sarmiento.
La otra hipótesis que baraja la Policía seria que el crimen fue pasional. Según la Policía, venía recibiendo llamadas intimidatorias y personas extrañas rondaban los lugares que frecuentaba.
Una pista que siguen los peritos de homicidios que su muerte tendría que ver con algunos delincuentes de las cárceles que comenzó a frecuentar a partir de las actividades de Ortiz Pajuelo, y al parecer venían extorsionándolo.
Los investigadores no descartan que durante sus visitas a los penales, Yactayo habría entablado amistad con algunos reos.
La magistrada Fanny Uribe Tapahuasco, de la 45 Fiscalía Provincial Penal de Lima, abrió investigación por el crimen del periodista y ha ordenado el levantamiento del secreto de las comunicaciones del teléfono de Yactayo. Además se visualizarán las imágenes de las videocámaras ubicadas cerca de su domicilio, así como las cámaras de seguridad del peaje de Ancón.
El viernes 3, y luego de más de cuatro horas de inspección a la vivienda ocurrida, peritos de criminalística inmovilizaron tres equipos de cómputo y USB.
“No quiero hablar de su muerte, sino de su vida. De su vida luminosa, de su vida extraordinaria, llena de alegría y amor por los demás. Quiero hablar del hombre increíblemente generoso, honesto y transparente que era José Yactacyo”, dijo Ortiz Pajuelo, siempre elocuente, durante el entierro de Yactayo el domingo 5 en Lurín.
Fuente: Revista CARETAS.
Verdades Secretas
Por Patricia Salinas O.-Revista CARETAS
Los reporteros de televisión fueron tan cautos a la hora de cubrir el caso del asesinato de José Yactayo que olvidaron que parte de la labor periodística también es investigar.
Desde que se supo de la terrible muerte de José Yactayo han sido muchas las hipótesis que se han lanzado sobre los móviles o las circunstancias de lo ocurrido, pero lo que más paradójico es que en este caso, como en ningún otro, lo que más ha enredado las cosas son las medias verdades. Es decir, el asesinato de Pepe Yactayo no era para los periodistas y productores de noticiarios y programas de fin de semana un caso más. Casi todos los que hemos hecho televisión, en algún momento hemos compartido una isla edición con él e inevitablemente hemos tenido, por lo menos, un sentimiento de simpatía hacia él.
Ese detalle, el hecho de que fuera parte del gremio, amigo de muchos, querido y respetado por casi todos, hizo que durante la primera semana, los informes propalados en televisión no dieran luces sobre el caso. La familia había pedido que dejen las cosas ahí nomás, que no profundicen en las investigaciones, que no den detalles y, claro, Pepe era un amigo, así que no iban a meterse en su casa con una cámara, aunque sea por la ventana (como han hecho decenas de veces), para mostrar a su madre llorar, o conseguir una toma de su departamento para mostrar el lugar donde estaba la laptop o algo así. Pepe era uno de nosotros y solo cuando una muerte nos toca de cerca, actuamos con respeto pensando en el ser humano y no en la primicia.
‘El Asesino Llamó Dos Veces’
Pero los televidentes esperaban otra cosa. Luego de que se había encontrado parte del cuerpo cercenado de José Yactayo, se imaginaba que los programas dominicales compitieran por cuál tenía más información y para sorpresa de muchos, ninguno quiso ‘ahondar’ (y así lo mencionaron varios reporteros), en las hipótesis que manejaba la Policía. Todos se limitaron a hacer una suerte de homenaje al colega, al profesional, al maestro de muchos. Se habló de su gran capacidad, de su talento para la edición, de su sensibilidad y hasta de su don de gente, pensando que todo podía quedar ahí, que no había por qué remover cosas que quizás fueran desagradables, que no había por qué lastimar más a su madre y a la familia.
¿Estaba mal? No, necesariamente. Por una parte, esa es la forma en la que los periodistas y reporteros deberían abordar SIEMPRE un caso de esta naturaleza: con respeto, con cuidado, con cautela, teniendo en cuenta que ese cadáver mutilado (que gracias a Dios esta vez no mostraron ni con mosaicos, como siempre lo han hecho), fue una persona y que su madre y otros familiares que lo lloran, también son personas. Pero, por otro lado, tampoco se puede informar a medias, porque cuando se ocultan cosas, pasa lo que ha pasado: hay un montón de teorías y versiones contrapuestas. Muchas preguntas que quedan en el aire como ¿quién podía tener una verdadera razón para asesinarlo? ¿Qué hacía tanta gente en su departamento manipulando sus computadoras? ¿Por qué, en lugar de tratar de ubicar ellos su celular, no le pedían a la Policía que haga ese trabajo? ¿Se llevaron el disco duro de alguna de sus computadoras? ¿Se llevaron solamente memorias externas? ¿Borraron algo que podría ayudar a conocer quiénes son los autores del crimen?
Ya todo es más confuso que al comienzo. Beto Ortiz, con su abogado al lado, aseguró en Punto final que el material que se había llevado de la computadora de Yactayo eran grabaciones sin editar de los talleres de narración que ha dictado en los últimos años en el penal de Piedras Gordas I y que formaban parte de un documental que venía trabajando con Martín Suyón (cámara) y Yactayo (edición) y que pensó que si no se lo llevaba antes de que llegara la Policía, casi 200 horas de videos realizados durante tres años se irían al diablo. La pregunta es ¿legalmente, se puede hacer eso? Al margen de que resulta raro, por decir lo menos, que cuando todos estaban preocupados en tratar de saber qué había pasado con el editor, Beto se preocupara más de ‘salvar’ su trabajo.
En fin, el asunto es que, periodista o no, colega o no, amigo o no, la función de un periodista es informar y si es posible ayudar a encontrar la verdad para que los asesinos de José Yactayo paguen por su crimen. Es a eso a lo que deben apuntar todos los informes periodísticos de ahora en adelante. Esperamos que así sea.