Evangelio según San Mateo 3,13-17:
Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él.
Juan se resistía, diciéndole: “Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!”.
Pero Jesús le respondió: “Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo”. Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él.
Y se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Por Andrea Tornielli- Vatican Insider Diario La Stampa.
Herodes no pudo adorar al Niño Jesús, porque «buscaba que lo adorasen» a él. En cambio, los Magos, hombres que sentían la nostalgia de Dios, vieron la estrella «porque se habían puesto en camino. Tenían el corazón abierto al horizonte y lograron ver lo que el cielo les mostraba porque había en ellos una inquietud que los empujaba: estaban abiertos a una novedad». Fue lo que dijo Francisco en la misa de la Epifanía, celebrada en San Pedro, y también describió cuál fue la diferencia en la actitud de los Magos frente a los que estaban cerrados a las novedades de Dios.
«Estos hombres -dijo el Papa- vieron una estrella que los puso en movimiento. El descubrimiento de algo inusual que sucedió en el cielo logró desencadenar un sinfín de acontecimientos. No era una estrella que brilló de manera exclusiva para ellos, ni tampoco tenían un ADN especial para descubrirla. Como bien supo decir un padre de la Iglesia, los magos no se pusieron en camino porque hubieran visto la estrella, sino que vieron la estrella porque se habían puesto en camino». Así, los Magos «expresan el retrato del hombre creyente, del hombre que tiene nostalgia de Dios; del que añora su casa, la patria celeste. Reflejan la imagen de todos los hombres que en su vida no han dejado que se les anestesie el corazón».
La «santa nostalgia de Dios», añadió Bergoglio, «nos permite tener los ojos abiertos frente a todos los intentos reductivos y empobrecedores de la vida. La santa nostalgia de Dios es la memoria creyente que se rebela frente a tantos profetas de desventura. Esa nostalgia es la que mantiene viva la esperanza de la comunidad creyente». Una nostalgia que «nos saca de nuestros encierros deterministas, esos que nos llevan a pensar que nada puede cambiar. La nostalgia de Dios es la actitud que rompe aburridos conformismos e impulsa a comprometernos por ese cambio que anhelamos y necesitamos».
«El creyente ‘nostalgioso’ -explicó el Pontífice- busca a Dios, empujado por su fe, en los lugares más recónditos de la historia, porque sabe en su corazón que allí lo espera su Señor. Va a la periferia, a la frontera, a los sitios no evangelizados para poder encontrarse con su Señor; y lejos de hacerlo con una postura de superioridad lo hace como un mendicante que no puede ignorar los ojos de aquel para el cual la Buena Nueva es todavía un terreno a explorar».
Como actitud opuesta, hizo notar el Papa, en el palacio de Herodes, que estaba muy cerca de Belén, «no se habían percatado de lo que estaba sucediendo». Herodes dormía «bajo la anestesia de una conciencia cauterizada. Y quedó desconcertado. Tuvo miedo. Es el desconcierto que, frente a la novedad que revoluciona la historia, se encierra en sí mismo, en sus logros, en sus saberes, en sus éxitos. El desconcierto de quien está sentado sobre su riqueza sin lograr ver más allá. Un desconcierto que brota del corazón de quién quiere controlar todo y a todos. Es el desconcierto —dijo Bergoglio— del que está inmerso en la cultura del ganar cueste lo que cueste; en esa cultura que sólo tiene espacio para los «vencedores» y al precio que sea. Un desconcierto que nace del miedo y del temor ante lo que nos cuestiona y pone en riesgo nuestras seguridades y verdades, nuestras formas de aferrarnos al mundo y a la vida».
Los Magos, para adorar, fueron al lugar propio de un rey: el palacio de Herodes. «Es signo de poder, de éxito, de vida lograda. Y es de esperar que el rey sea venerado, temido y adulado, sí; pero no necesariamente amado. Esos son los esquemas mundanos, los pequeños ídolos a los que le rendimos culto: el culto al poder, a la apariencia y a la superioridad. Ídolos que solo prometen tristeza y esclavitud».
Pero justamente allí, en ese palacio, observó Francisco, comenzó el camino más difícil: descubrir que lo que buscaban «se encontraba en otro lugar, no sólo geográfico sino existencial. Allí no veían la estrella que los conducía a descubrir un Dios que quiere ser amado, y eso sólo es posible bajo el signo de la libertad y no de la tiranía; descubrir que la mirada de este Rey desconocido (pero deseado) no humilla, no esclaviza, no encierra. Descubrir que la mirada de Dios levanta, perdona, sana. Descubrir que Dios ha querido nacer allí donde no lo esperamos, donde quizá no lo queremos. O donde tantas veces lo negamos. Descubrir que en la mirada de Dios hay espacio para los heridos, los cansados, los maltratados y abandonados: que su fuerza y su poder se llama misericordia».
«Herodes -concluyó- no puede adorar porque no quiso y no pudo cambiar su mirada. No quiso dejar de rendirse culto a sí mismo creyendo que todo comenzaba y terminaba con él. No pudo adorar porque buscaba que lo adorasen. Los sacerdotes tampoco pudieron adorar porque sabían mucho, conocían las profecías, pero no estaban dispuestos ni a caminar ni a cambiar». Los Magos, por el contrario, «sintieron nostalgia, no querían más de lo mismo. Estaban acostumbrados, habituados y cansados de los Herodes de su tiempo. Pero allí, en Belén, había promesa de novedad, había promesa de gratuidad. Allí estaba sucediendo algo nuevo. Los magos pudieron adorar porque se animaron a caminar y postrándose ante el pequeño, postrándose ante el pobre, postrándose ante el indefenso, postrándose ante el extraño y desconocido Niño de Belén descubrieron la Gloria de Dios».
En los ocho años de funcionamiento, la Escuela de Educación Superior Técnico Profesional de la Policía Nacional del Perú con sede en Santa María del Valle, presenta por primera vez la Cofradía de Negritos “Niño Jesús de la Escuela PNP“.
Las 24 parejas de negros, dos caporales y nueve corochanos hicieron deleitar al público que se dio cita a la Plaza Mayor de la ciudad, donde más de cien cuadrillas y cofradía de Negritos participan en el Primer Festival de Negritos denominado de ‘Huánuco para el Mundo’. La banda que acompaña a la cofradía también está integrada por futuros policías.
El alcalde Aníbal Solórzano Ponce, hizo un reconocimiento público al coronel PNP José Rodas Terrones, director de la Escuela Policial por la gran iniciativa de hacer participar a los alumnos en la danza costumbrista de la ciudad del mejor clima del mundo.
DANZA
El origen de la danza de los Negritos data de la época colonial, donde muchos españoles solicitaron al Rey la asignación de tierras, los mismos que tenían a su cargo esclavos negros, quienes realizaban sus actividades culturales como la danza el cual era apreciada por pobladores indígenas, luego por los mestizos. Las manifestaciones culturales continuaron adquiriendo matices cada vez más cohesionados.
Fuente: Diario Correo.
Bautismo de Jesús
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