Evangelio según San Mateo 24,37-44:
En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.
En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca;
y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado.
De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
Tres sacerdotes en el desierto de Turkmenistán
Por Luciano Zanardini- Vatican Insider
Ser minoría no significa no poder anunciar a Cristo. Y para hacerlo no es necesario pensar inmediatamente en las construcciones materiales (no hay autorizaciones estatales), sino que lo importante es vivir la cotidianidad de las personas. Este es el testimonio de Andrzej Madej, misionero polaco de los Oblatos, superior de la “Missio sui iuris” en Turkmenistán. Vive con otros dos religiosos (el padre Rafael y el padre Paolo) en una pequeña casa de dos pisos (en alquiler) en Asgabat, cerca de la frontera con Irán y con Afganistán. En el 82% de la superficie del país se extiende el desierto de Karakum, por lo que el mayor problema es el del agua. Se narra que «una gota de agua es como una pepita de oro». No hay otras congregaciones ni más sacerdotes.
«Por el momento —dice— somos la única presencia de la iglesia. A menudo, cuando voy de vacaciones a Polonia me dicen ‘¿Por qué no te quedas aquí en tu patria con toda la necesidad que tenemos de sacerdotes?’. Entonces yo respondo que en Polonia hay alrededor de 30 mil sacerdotes, mientras que en Turkmenistán solo hay tres».
Apasionado de la poesía romántica, durante su ministerio estuvo primero en Polonia y después en Kiev, en donde, durante cuatro años, proclamó el Evangelio en una parroquia que había sido cerrada y transformada en una sala para conciertos. Logró recobrarla parcialmente como iglesia. «Durante mi formación en los años sesenta bajo el régimen soviético había que aprender a fuerzas el ruso, de esta manera el Espíritu Santo me preparó a esta bella experiencia misionera en el ex imperio soviético». En 1997 viajó a Asgabat, la capital de Turkmenistán. «La comunidad católica —explicó— es de unos 200 fieles, pero nuestros contactos se extienden a los cristianos de otras confesiones y a las personas y familias musulmanas que acogen de buen grado nuestras visitas. La característica de nuestra casa es ser un verdadero punto de encuentro no solo para cuestiones de fe, sino también para muchas relaciones humanas. Después de 19 años, me gustaría construir una pequeña iglesia y la sede de la Nunciatura apostólica».
La religión dominante en el país es el islam, pero tienen presencia, aunque sea muy pequeña, los cristianos (católicos, ortodoxos y evangélicos). «Hay doce parroquias ortodoxas. Tratamos de mantener relaciones de fraternidad con todos. Tenemos muy buenas relaciones con algunos evangélicos: con ellos, los domingos, compartimos la experiencia de la Palabra de Dios en nuestra capilla. Nos reunimos también para otros momentos de oración y de alabanza». Durante el Jubileo «vivimos una experiencia espiritual, sobre todo mediante la liturgia. Tratamos de estar cerca de las personas que están solas, enfermas, que son ancianas o que tienen cualquier otra dificultad. La primera ordenación sacerdotal de un joven turkmeno, que entró a nuestra Congregación, fue una gracia especial de este Año de la Misericordia. Otros dos jóvenes están en camino y estos son signos de esperanza para una Iglesia tan joven».
Cada día, los Oblatos dedican algunas horas a la oración y a la celebración de la Eucaristía, visitan a las familias no solo de religión católica y tratan de seguir espiritualmente a los enfermos. Uno de ellos, en Slavomir (a 700 kilómetros de la capital) hizo un pedestal de madera con, oculta, la cruz que esculpió como gesto de agradecimiento por su curación. «Me reveló que mientras estaba trabajando, los que veían la cruz lo regañaban: ‘No queremos ver este monstruo, escóndela’. Y es cuando entendí mejor la palabra de San Pablo, cuando dice que Jesús Crucificado será hasta el fin del mundo un escándalo para los que no creen».
Más allá de las tensiones internacionales, hay una convivencia pacífica con los «hermanos musulmanes. Participamos en las fiestas musulmanas a las que nos invitan. Nuestra voluntad es la de construir relaciones con todos y contribuir para cancelar el prejuicio de que los cristianos o los occidentales solo están interesados en la guerra o en la imposición de su civilización». Es otra cosa lo que le da miedo: «Cuando veo las iglesias vacías en Europa me preguntó qué está pasando, mientras en otras partes del mundo los cristianos hacen esfuerzos notables para ser fieles y ofrecer testimonio de su fe…».