La religión y la moral atraviesan las sociedades y las culturas y, lejos de funcionar como sistemas inmunes al cambio, se fragmentan en distintas tradiciones y puntos de vista, muchas veces en el marco de la controversia. La sociología de la religión estudia las múltiples dimensiones de ese complejo fenómeno de creencias y prácticas con la perspectiva y los instrumentos teóricos y empíricos propios de las ciencias sociales.
Sin descuidar los aspectos históricos y políticos de las problemáticas abordadas, Roberto Cipriani privilegia aquí una mirada internacional, ni etnocéntrica ni cristiano céntrica, para obtener un panorama integral de las principales corrientes y de los autores más significativos del pensamiento socioreligioso en el contexto de los Estados Unidos, Europa, Asia, África y América Latina. Organizado cronológicamente, desde los orígenes de la teología hasta el actual renacimiento del fanatismo puritano y la repolitización de la religión bajo múltiples formas, este libro presta atención a cuestiones como la secularización, la religión civil, las sectas y el rol del líder carismático, la concepción funcionalista de los cultos, la relación entre la fe profesada y el compromiso social concreto, los significativos cambios derivados de la globalización y el futuro de las distintas iglesias.
Manual de sociología de la religión aporta definiciones sustanciales sobre el desarrollo de la disciplina, una exploración interpretativa de sus conceptos centrales y la reconstrucción de las controversias de mayor relevancia en el campo. Nueva edición ampliada de una obra que se ha convertido, por su amplitud y su rigor científico, en un clásico de la literatura sociológica.
Fuente: www.sigloxxieditores.com.ar
Università Roma Tre
Por Horacio Bilbao- Revista Ñ Diario El Clarín.
El estudio del fenómeno religioso, de sus prácticas, creencias e influencias, puede rastrearse desde la antigüedad. Quizá desde Platón mismo. Pero es recién en los siglos XVI y XVII cuando empieza a nacer lo que hoy se llama sociología de la religión, una investigación con instrumentos teóricos y empíricos propios de las ciencias sociales. Incluso entonces se pagaba caro cualquier lectura crítica de la función de la Iglesia, algo que puede sonar raro en este presente de abundancia informativa en el que proliferan llamativos y difusos nuevos movimientos religiosos. “El período del iluminismo fue importante, porque la contraposición de la razón a la religión inició una evolución de la perspectiva científica”, repasa el italiano Roberto Cipriani, autor de un exhaustivo Manual de sociología de la religión (Siglo XXI) y todo un experto en la materia, la misma que dicta en sus cursos de la Universidad de Roma III.
Cipriani rescata a los autores de ese iluminismo iniciado con la Revolución Francesa y habla de mitos, del opio de los pueblos, o de prácticas de adoración en el nuevo milenio. Entre los iniciadores, cita al filósofo empirista inglés David Hume. “Fue el primero en escribir sobre religión sin ninguna idea confesional. Publicó como anónimo, porque la Iglesia acechaba, fue él quien abrió el camino”, dice este experto que se autodefine como un practicante crítico de la religión católica, y que asume su carácter de científico en cada palabra. “Todos los autores que cito en el libro contribuyeron a preparar una base con reglas metodológicas contra las ideológicas”, dispara. Y comienza la charla:
Sin embargo, Marx, Tocqueville, Feuerbach, Comte, Freud no esconden sus propósitos ideológicos o teóricos…
Sí, es cierto. Esa son posiciones de época. Pero ahora el campo es más diferenciado. Tenemos a Robert Bellah, que en su último libro analiza de manera histórica cuatro casos: India, China, Japón y Palestina. Bellah es un creyente, tiene una pertenencia metodista o bautista pero nunca se puede ver en sus libros una proposición operativa. Más ideológico me parece Charles Taylor, más que un sociólogo es un filósofo católico que le gusta mucho a los católicos. Habla en la línea del magisterio oficial de la iglesia. Y luego hay una línea más crítica pero distante de la visión de la iglesia. Es el caso del mercado religioso, se llama Rational Choice (elección racional) y plantea que un individuo elige una religión porque le es conveniente. Esto se da mucho en los Estados Unidos, por necesidad. Si una persona cambia de trabajo y de ciudad y quiere insertarse en esa comunidad considera participar de las celebraciones metodistas aunque sea bautista. Pero las emociones, los sentimientos, las ideas no se pueden reducir a la elección racional, el individuo no elige sólo por conveniencia.
Pero al mismo tiempo, las iglesias y cultos pierden adherentes, ¿es así?
Los sociólogos verificamos que hoy hay una disminución de la práctica religiosa. Y se habla de secularización, de fin de la religión, de la muerte de Dios, pero la religión va a continuar. Hay autores muy claros en relación a esta posición, Acquaviva, Cox… Ellos sostienen que la religión tiene un carácter de persistencia en las sociedades. Me refiero a la religión en general, que es capaz de adaptarse a lo que pasa en el mundo.
¿De verdad cree que existe esa capacidad? ¿La migración de fieles católicos a otros cultos no indicaría lo contrario, no son ellos los que se adaptan?
Yo creo que siempre hay cambios. Lentos, o muy lentos, pero cambios hay. La cultura de hoy no es la cultura de ayer. De una generación a la otra se verifican mutaciones decisivas. Las visiones del mundo, la percepción de la realidad es lo que muta. En la religión misma hay un cambio, un desarrollo. El problema es establecer cuál es el nivel de cambio en determinados contextos. Aquí, en Sudamérica, algunas cosas están cambiando, pero no en la religión oficial, sino en la religión del pueblo, en la religión como experiencia de individuos sociales que creen y deciden participar o no participar de la oficialidad de la iglesia.
Eso se verifica en los nuevos movimientos religiosos…
Sí, pero quiero decir que la posibilidad del desarrollo del discurso religioso en los nuevos movimientos religiosos es posible porque antes hubo una preparación del cambio. A eso lo explico con mi propia teoría de la religión difusa, que habla de una modalidad muy frecuente en el tiempo de educar a los jóvenes, de socializar a las nuevas generaciones en la esfera de la religión. La familia, la iglesia, la escuela, las asociaciones más o menos religiosas como las deportivas conectadas a la iglesia, etc. Entonces hay una primera parte de introducción de la creencia que luego puede ser elaborada, modificada y permanecer en el interior de esa iglesia o transferirse a una nueva experiencia que pueden ser estos nuevos movimientos religiosos. Y esto puede producir la mezcla de cultos diferentes, como ocurre en América latina. Piense en los cultos afro brasileños, en la presencia del candomblé. En algunos casos es evidente la continuidad. Lemanyá es la virgen inmaculada, su fiesta es el día 8 de diciembre.
Muchos de estos nuevos movimientos nacen de la crítica a la iglesia… Y la Iglesia luego los llama sectas…
Los nuevos sociólogos hablan de nuevos movimientos religiosos para evitar la etiqueta negativa de sectas. Esto permite una apertura para interpretar mejor lo que se vive en esas experiencias. Pero los nuevos movimientos religiosos me parecen coincidentes, similares con las prácticas de la iglesia. Algunos de sus exponentes, provienen de una experiencia de iglesia. No les gustó y tomaron otro camino, pero todo esto, según mi perspectiva de la religión difusa, es el resultado de la socialización precedente. Hay una religión difusa por parte de la Iglesia como institución difusora y hay una religión difusa a favor de otros movimientos que son los nuevos movimientos religiosos. No sabemos qué futuro tendrán pero la perspectiva es que todo esto es una manera de contestar a lo que pasa. Si una persona se pasa a otro movimiento probablemente allí tendrá muchas más posibilidades de ser escuchado que con el cura de su parroquia. No es un problema religioso, es un problema de emociones, de relación intersubjetiva, es un problema de cultura general.
Muchos de estos nuevos movimientos nacen de la crítica a la iglesia…
Los nuevos movimientos religiosos me parecen coincidentes, similares con las prácticas de la iglesia. Algunos de sus exponentes, provienen de una experiencia de iglesia. No les gustó y tomaron otro camino, pero todo esto, según mi perspectiva de la religión difusa, es el resultado de la socialización precedente. No sabemos qué futuro tendrán pero la perspectiva es que todo esto es una manera de contestar a lo que pasa.
Casos de pedofilia, bendición de crímenes de lesa humanidad, inmolación de creyentes en la Yihad, ¿qué impacto tendrán sobre estas religiones?
Si consideramos toda la historia de la Iglesia católica y de otras religiones estos problemas no son una novedad. Son puntos importantes, pero tienen la capacidad de superarlas. El Papa actual habló abiertamente de estas situaciones, algo que no había hecho su antecesor. Ya en Irlanda y en los Estados Unidos se están tomando decisiones fuertes, porque hay una consecuencia económica también.
Sólo en los EEUU perdieron 4 millones de fieles…
Y muchos más millones de dólares
¿Cuál es la pérdida mayor?
Sin duda la de la credibilidad…
¿Tiene su correlato en la pérdida de poder?
Hablamos mucho de laicidad del Estado y de la Iglesia. Las religiones no pueden ser dependientes de un estado, hay allí todo un juego de influencias. Desde un punto de vista, la libertad religiosa es justa pero vamos a poner atención a una necesidad, la necesidad de la libertad del individuo…
Me refería a una cuestión de fondo, a una discusión política…
Bien, hablemos de política. La distinción entre estado e iglesia es natural. El problema es la aplicación caso por caso, en un contexto específico. Hoy lo que veo es una diplomacia, una decisión de ir de a poco. Pero como todos saben no hay Estado, papa, rey o iglesia que pueda decidir lo que un individuo piensa o hace. El individuo es libre.