Obra de Dios

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Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Creer en Jesucristo es lo que Dios quiere que hagamos con toda nuestra alma. Es la obra que Dios pide de nosotros -opus Dei (la obra de Dios por excelencia) (Jn 5,29)-, entre las muchas obras que pudiéramos hacer para agradarle y para servir al prójimo. Jesús la dijo pensando en El como Pan de Vida y en la eucaristía, que estaba anunciando a la gente y que había anticipado en el signo de la multiplicación de los panes, que vimos el domingo pasado. El evangelio de hoy (Jn 6, 24-35) es como un puente que une el evangelio del domingo pasado sobre la multiplicación de los panes (Jn 6, 1-15) con el evangelio del próximo domingo (Jn 6,41-51). Los tres juntos, constituyen el nervio del discurso de Jesús en Cafarnaúm sobre la eucaristía.
El puente, que es el evangelio de hoy (Jn 6, 24-35), nos hace pasar por la fe, del pan que sació el hambre corporal de la gente, al pan que es el mismo Jesucristo, y que dará la vida eterna. En esto la fe juega un papel preponderante. Sólo por la fe podemos creer que el pequeño pan que el sacerdote muestra después de la consagración es Jesucristo. ¡Misterio de fe!, decimos. Y que el pequeño pan que se nos da en la comunión es la santa hostia: cuerpo, alma, espíritu y divinidad de Jesús, Jesucristo en persona. Desde luego Dios da al creyente la gracia de creer esto, pero ¿lo creemos de verdad? ¿O es sólo un hábito? El hábito de ir a comulgar
Cuando uno ve a tantos comulgando y a tan pocos adorando luego al Señor, si quiera hasta que el sacerdote se retira del altar al terminar la misa, uno piensa que se va a comulgar por comulgar… Lo mismo cuando uno ve lo poco que aparentemente la comunión cambia nuestras vidas… Sabemos que, a diferencia del pan ordinario que asimilamos en nuestro cuerpo, el pan de la eucaristía nos asimila a Cristo, nos hace (debiera hacernos) parecer más a Jesucristo. Cuando uno ve cómo Jesús llama opus Dei, la obra magna de nuestra vida, a la acogida que le damos al Señor en la eucaristía, nos apena el poco empeño y diligencia que le ponemos por llegar a tiempo y participar. ¿Podemos llamar trabajo duro por el Señor (opus Dei), al esfuerzo que hacemos por tener una buena eucaristía? Puntual, atenta y participada, con adoración por un rato en la iglesia después de la comunión y caminando siempre en su presencia?
Para terminar y abundando en lo dicho, quiero citar dos textos del evangelio, que Jesús dejó para cuantos creemos que Él es el Pan de Vida y que quien lo come tiene la vida eterna. “Trabajen no por el alimento que se acaba sino por el alimento que permanece y da vida eterna” (Jn 6, 27). “El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed” (Jn 6, 35).

Monseñor Isidro Sala

En una conmovedora carta dirigida “a mis hermanos obispos del Perú”, el Obispo de Abancay, Monseñor Isidro Sala, reveló los horrores que vivió su diócesis durante la época del terrorismo de Sendero Luminoso, en respuesta a las acusaciones hechas por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. La Comisión, que tuvo como tarea evaluar los efectos del terrorismo durante 20 años en el Perú, señaló a Abancay como una de las diócesis en las que supuestamente no se defendieron los derechos humanos, pese a que ninguno de los obispos implicados, ni el ex Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, fueron entrevistados por los comisionados de la CVR.
En la carta, Monseñor Sala señala que he leído con asombro en el nº 142 del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), que deplora que algunas autoridades eclesiásticas de Ayacucho, Huancavelica y Abancay no hayan cumplido con su compromiso pastoral.
“Soy obispo residencial de Abancay desde noviembre de 1992 -dice el carta- y he sucedido a un santo pastor -Monseñor Pélach-, quien, con más de ocho mil horas a caballo, ha desarrollado una ingente labor pastoral y ha destacado por sus obras sociales y humanitarias, como todos los diocesanos reconocen: centros médicos, hogares para estudiantes campesinos, asilos de ancianos, comedores populares”.
Monseñor Sala señala que “No sé a qué autoridades eclesiásticas se puede referir la CVR. La diócesis de Abancay, actualmente conformada por jovencísimo clero autóctono, estaba entonces atendida por 35 sacerdotes, en su mayoría extranjeros, que desarrollaron una labor pastoral encomiable”.
Entre las obras, el Prelado señala la Casa San Martín, fundada y dirigida por el Padre Donofrio en Andahuaylas y el Hogar San Martín, dirigido por los Misioneros Identes en Abancay, acogieron a docenas de hijos de víctimas del terrorismo. En el Orfanato de las Madres de la Divina Providencia sucedía otro tanto.
Además, Cáritas de Abancay ofreció programas de apoyo antes que ninguna otra institución en las zonas más afectadas por la violencia, señaló el Obispo.
Monseñor Sala revela además los casos de párrocos y religiosas que sufrieron secuestro y amenazas por parte de SL en la provincia de Aymaraes y que varios párrocos presentaron denuncias por desapariciones de campesinos ante la Comisión de Derechos Humanos del Congreso de la República, como hizo el Padre Tomás García, párroco de Nuestra Señora de Guadalupe.
Además, el Prelado revela cómo se impartió formación moral y religiosa, formación en los derechos humanos, con horas de atención espiritual a soldados y oficiales de las Fuerzas Armadas.
Agrega, “toda la labor que no se puede cuantificar: conversiones de uno y otro bando, que quedarán siempre en el secreto. Como siempre, la Iglesia no hace propaganda”.
Por eso, Monseñor Sala se pregunta: “¿A qué autoridades eclesiásticas se puede referir el informe? ¿ De dónde sacó sus informaciones? No recuerdo haber sido visitado por ningún comisionado de la CVR”.
“Me apena comprobar la desinformación de lo que se supone es un informe; me apena el juicio sesgado, apriorístico e injusto que se emite en nombre de la verdad sobre autoridades eclesiásticas de ésta como de otras diócesis vecinas”, concluye el Prelado.
Fuente: ACI Prensa.

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