Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Este 2º Domingo de Pascua, por ser la octava de la Resurrección del Señor, fue siempre un Día Grande. “Como si ahora hubiéramos nacido…” (1 Pe 2,2), es la obertura de la liturgia, que hace referencia a cuantos por el bautismo hemos muerto y resucitado con Jesucristo. Por su evangelio sobre todo (Jn 20, 19-31), San Juan Pablo II lo escogió para celebrar en él al Señor de la Divina Misericordia. Ciertamente, le cae muy bien a este 2º Domingo de Pascua el ser el Día del Señor de la Divina Misericordia. Y el ser también, desde entonces, el Día de San Juan Pablo.
Al Señor Resucitado le cae perfecto el sobrenombre de Señor de la Divina Misericordia, pues es como se muestra después de su Resurrección: todo Misericordia. “Rico en Misericordia”, 1º con los apóstoles, al desearles repetidamente la paz. ¡El shalom, debió sonarles a música celestial! No había reproche (por su huída en el Viernes Santo), sino los sentimientos y los buenos deseos del amigo y Maestro, que les tendía las manos, mientras ellos se iba llenando de alegría, de valor, de ganas de ser verdaderos apóstoles y testigos de su Resurrección. 2º con todos los hombres y mujeres del mundo, al dar a los apóstoles el poder de perdonar, instituyendo para siempre, el Sacramento del Perdón (Jn 20, 23, texto que debiéramos memorizar). 3º con la Iglesia, comunidad de apóstoles y fieles, al enviarles el Espíritu Santo, “don de todo consuelo”.
Fue el Espíritu Santo, quien resucitó a Jesús (Rom 8,11), dejando una cruz y un sepulcro vacíos. Él lo devolvió a la vida para ser “el Señor”, pero también para ser, cara a nosotros, “el Señor de la Misericordia”, de modo que atraídos por su amor, no vivamos ya para nosotros sino para Él. Emocionó a los apóstoles tocar a Jesús y saber que era real, pero les emocionó aún más sentirlo como amigo y hermano. La convicción de que Jesús estaba vivo y, por su amor misericordioso, de nuevo con ellos. ¡¿Quién o qué los podría apartar ya del amor de Cristo?! (Rom 8,35). Es la clase de experiencia de fe que tenemos que hacer nosotros: para no tener miedo y para cambiar la realidad, pues Él, que venció al mundo y la muerte, camina a nuestro lado.
Hoy en día la imagen del Señor de la Divina Misericordia, está en todas las iglesias del mundo católico, siendo también una de las más queridas por el pueblo de Dios, que la tiene en sus hogares. Hay quien dice que esto es el primer milagro que hizo en vida el Papa Juan Pablo II. El hecho cierto es que son millones los devotos que se reúnen todos los días para venerar la imagen y honrarla con el rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia. Siendo la súplica Jesús en Ti confío, la que más repiten los fieles.
Divina Misericordia 2015
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