Cardenal Pierre Nguyên Van Nhon

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Pierre Nguyen Van Nhon
El nombramiento de Pierre Nguyên Van Nhon, el arzobispo de Hanoi, sugiere que en Asia, como en todo el mundo, se necesitan más obispos pastores que obispos guerreros.
Por Gianni Valente- Vatican Insider
En Asia «conviene narrar la vida de Jesús de la manera más apegada a sus predicaciones de hace dos mil años, a sus parábolas. Una manera oriental, no racionalista». Es lo que en 2009 sugirió Pierre Nguyên Van Nhon,el arzobispo vietnamita que tuvo la sorpresa de leer su nombre entre los de la lista de los 15 nuevos cardenales con menos de ochenta años que recibirán el birrete el 14 de febrero. Papa Francisco, al escogerlo, también tomó una decisión clara, puesto que el religioso asiático de 74 años se estaba preparando para dejar la guía de la archidiócesis de Hanoi para dejar espacio a los más jóvenes. Su perfil de pastor y los criterios con los que ha entendido y vivido el camino de su Iglesia en los últimos años ayudan, en parte, a comprender las razones de su futuro ingreso al Colegio cardenalicio.
Pierre Nguyên Van Nhon recibió el don de la fe por ósmosis, «sin dolor ni esfuerzo», según lo que desde el siglo IV enseñaba Cirilo de Jerusalén. Como contó el mismo Pierre, en su familia «se iba a misa casi todos los días. Se hacía la comunión. Se recitaban las oraciones de la tarde y las de antes y después de la comida. Sucedía lo mismo en buena parte de las familias católicas vietnamitas». Una intimidad con los gestos y las dinámicas más normales de la vida cristiana que ahora lo ayuda a percibir los riesgos de la disipación, las nuevas emergencias y las ocasiones inéditas de testimonio que los bautizados tienen en el nuevo Vietnam.
La recesión económica está despoblando el campo y aglutina en las periferias urbanas a los ex-campesinos, incluidos los cristianos, que debido a su condición de migrantes a veces pierden la orientación, en una condición de abandono y fragilidad. «Muchos -explicaba en la entrevista antes citada- acaban por dejar de ir a la iglesia, ya no rezan». La preocupación pastoral de Nguyên Van Nhon siempre se ha planteado cómo cuidar y compartir la fe cristiana en las circunstancias datas, incluso a los cambios convulsivos que están sacudiendo a la sociedad vietnamita. En esta óptica, el futuro cardenal también ha medido el enfoque hacia las autoridades políticas y los aparatos del poder.
A finales de 2007, después de relativos progresos, las relaciones entre las autoridades civiles y algunos sectores de la Iglesia local habían emprendido una nueva etapa de tensiones. Lo que había creado los problemas en aquella ocasión había sido la decisión del gobierno de no restituir algunos bienes inmuebles eclesiásticos (a pesar de las reiteradas promesas) que habían sido confiscados por el régimen durante los años cincuenta, incluidas la antigua sede de la delegación apostólica en Hanoi y algunos terrenos de la parroquia de los redentoristas, que fueron usados para construir un hotel. Mientras en Hanoi algunos religiosos y grupos de fieles organizaban manifestaciones por las calles y «rosarios de protesta», Nguyên Van Nhon, que entonces era obispo de Dalat y presidente de la Conferencia Episcopal de Vietnam, evitó asumir posiciones demasiado problemáticas: «La lucha continua y la contraposición -dijo entonces- no aportan ningún bien a nadie».
Según su opinión, había que entender la defensa de los bienes eclesiásticos evitando antagonismos radicales e insistiendo en que los inmuebles eran importantes para la función de la misión por el bien de todo el pueblo vietnamita: «La Iglesia -repetía el obispo- pide que le sean restituidos no para sí misma, sino para usarlos en beneficio de todo el pueblo». Mientras algunos medios occidentales hablaban sobre un régimen «atemorizado» por la movilización eclesial, Nguyên Van Nhon repetía que «la Iglesia siempre sigue la vía del diálogo. Y respeta a las autoridades civiles». Citó además el discurso que Papa Benedicto XVI pronunció frente a los obispos vietnamitas, en ocasión de su visita ‘ad limina’: «La Iglesia no pretende, de ninguna manera, sustituir a los responsables del gobierno; desea solamente, en un espíritu de diálogo y de colaboración respetuosa, poder participar en la vida de la nación al servicio de todos los pueblos».
Por estas posturas, cuando en mayo de 2010 fue nombrado obispo adjunto con derecho a sucesión en la arquidiócesis de Hanoi, Nguyên Van Nhon recibió críticas y ataques por parte de algunos sectores eclesiales que le reprochaban su actitud de diálogo con las autoridades civiles y lo comparaban con el arzobispo Giuseppe Ngo Quang Kiet, que se había manifestado con los que protestaban para defender los bienes de la Iglesia, granjeándose la hostilidad de las autoridades civiles. La renuncia de Ngo Quang Kiet fue presentada como el triunfo del «régimen» por los militantes más aguerridos de los «rosarios de protesta», que denigraban a Nguyên Van Nhon, tildándolo de «colaboracionista». Fue el mismo Ngo Quang Kiet quien habría anulado la difamación de los círculos más radicales con una carta pública en la que se despedía de su diócesis y explicaba que había sido él quien había pedido al Vaticano su «jubilación» debido a motivos de salud. El Vaticano y la Conferencia Episcopal de Vietnam habían rechazado su solicitud, pero al final envió una carta personalmente a Benedicto XVI y pudo retirarse.
En su carta, el obispo que renunciaba pedía a todos los fieles que defendieran y cultivaran la unidad alrededor de su sucesor, y que lo amaran «con el amor que siempre tuvieron por mí». A pesar de estas palabras, durante los primeros tiempos, algunos grupos organizados llevaron a cabo protestas durante las celebraciones presididas por el nuevo arzobispo, mientras la mayor parte de los fieles lo acogía con afecto y agradecimiento.
Durante los 4 años y medio en los que se ha encargado de la guía pastoral de la arquidiócesis de Hanoi, Pierre Nguyên Van Nhon también ha denunciado, cuando era necesario, abusos y las expropiaciones forzosas llevadas a cabo con la complicidad de los aparatos del poder en contra de las comunidades católicas. Cuando se consumó el caso del monasterio carmelita de Hanoi, demolido para construir un hospital, el arzobispo escribió al Primer Ministro Nguyên Tan Dũng y a los líderes de la administración ciudadana para insistir en que la arquidiócesis nunca había entregado al estado ninguno de los 95 edificios que le pertenecían, desperdigados por la ciudad, y que se utilizaban como sede de instituciones públicas. Al mismo tiempo, su ministerio episcopal no se dejó «aplastar» por las «santas batallas» para defender los espacios importantes del patrimonio inmobiliario de la iglesia. Tampoco se mezcló con quienes asumían posturas antagonistas que surgieron entre los círculos católicos occidentales.

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