Por Juan Claudio Lechín- Diario Perú21
No se puede leer un hecho militar, como fue Bagua, con una lupa sentimental porque desorienta la búsqueda de culpables. En Bagua se enfrentó un grupo de civiles bloqueadores y la policía acudió a desbloquear desarmada, a pesar de que el Estado tiene el monopolio de la violencia. Fue emboscada con fuego cruzado. La emboscada es un conocimiento natural de los cazadores (los bloqueadores eran cazadores), pero el fuego cruzado es un conocimiento de guerra, sobre todo de la guerra irregular: planificar, ubicar al enemigo, vigilar su recorrido, ubicar el terreno, hacer un cerco a ambos lados del enemigo y disparar diagonalmente para no matar al compañero del otro lado. No es física nuclear, pero necesita de una disposición psicológica, de un mínimo pero preciso conocimiento y entrenamiento práctico.
Bagua terminó con el retroceso de la policía y cuando fueron degollados varios policías. Cualquier pueblo motivado por la furia mata, mutila y quema. Lo que no existe es un pueblo que degüelle en frío y en distantes localidades (Cesar Vilca fue asesinado en otro lado y Bazán está desaparecido hasta hoy). Este escenario indica la existencia de una orden superior para las ejecuciones y gente entrenada, anímica y físicamente, para ejecutar la orden de degüello en frío y sin dudar.
¿Quiénes tienen este personal de asesinos profesionales que penetran los movimientos sociales? La primera respuesta es la de la memoria de nuestros miedos: Sendero Luminoso. Es una posibilidad remota pues Sendero reclama la autoría de sus acciones. Pero el dirigente del bloqueo es quien apaña la operación de estos crímenes. Luego, alegando persecución, recibe la mano de Nicaragua para refugiarse, lo cual nos da una pista de complicidad, más cuando inteligencia peruana detectó la participación de venezolanos, bolivianos y ecuatorianos (socialismo del siglo XXI) en la operación de Bagua, dirigiendo las pinzas, cercos y desplazamiento de gente. ¿Por qué el Perú no se defiende de esta agresión internacional?
Los culpables no hay que buscarlos en el sentimentalismo de los blancos que odian a los indios, sino en varios asesinos profesionales manejados por un jefe interesado en desestabilizar políticamente al Perú.
Los culpables de Bagua
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