Por Alejandra Martins- BBC Mundo
Nelson Mandela, el primer presidente negro de Sudáfrica demostró con su vida que lo aparentemente imposible es posible.
A pesar de haber recurrido a la violencia para tratar de derrotar el sistema de supremacía blanca y haber sufrido como consecuencia una larga condena de cárcel (1962-1990), Mandela salió de prisión con un mensaje de reconciliación y unidad como única vía para reconstruir a Sudáfrica.
“He luchado contra la dominación blanca y he combatido la dominación negra. He promovido el ideal de una sociedad democrática y libre en la cual todas las personas puedan vivir en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir, pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”, dijo el 20 de abril de 1964, cuando era juzgado y enfrentaba una posible pena de muerte.
Sus palabras reflejaron que el espíritu de Mandela no se quebró en esos 27 años en prisión.
Ese talante ya había quedado demostrado cuando, tras ser liberado, visitó con un mensaje conciliador a la viuda de Hendrik Verwoerd, el arquitecto del sistema de segregación racial que durante casi cincuenta años oprimió a la mayoría negra.
Mandela desafió a las autoridades presentándose ante la Justicia en el atuendo de su tribu.
El apartheid fue el mismo sistema que encarceló a Mandela y lo hizo picar piedra cada mañana encadenado. Sus pulmones y su vista sufrieron daños irreversibles.
Fue el mismo sistema que había asesinado brutalmente a líderes de la lucha por la libertad como Steve Biko, o cuyas fuerzas de seguridad dispararon en contra niños en la masacre de Soweto en junio de 1967.
Cuando el gobierno blanco, afectado por la presión internacional, le ofreció liberarlo pero con la condición de que abandonara su militancia, Mandela, quien ya llevaba dos décadas en la cárcel, respondió que “mi libertad no puede separarse de la de todos los demás”.
Mandela encarnó con sus acciones los ideales de libertad y justicia que defendía. Y tuvo la grandeza de acercarse a quienes martirizaron a su raza.
Eligió el perdón por encima del odio y construyó puentes hacia el enemigo. Muchas veces con sentido del humor y siempre con dignidad.
El exmandatario no fue sólo el estadista que supo conducir al país por la cuerda floja de la reconciliación tras las atrocidades del apartheid.
Un pie en la realeza
Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Umtata, una pequeña comunidad en el este de Sudáfrica.
Su padre, jefe del clan Madiba de la familia real Tembu, murió cuando Mandela tenía 12 años, pero el líder tribal se aseguró de que tuviera una buena educación.
El adolescente asistió a una escuela de misioneros británicos y luego estudió abogacía.
Cuando llegó a Johannesburgo, Mandela experimentó la segregación racial y se convirtió pronto en una figura prominente en la lucha contra el apartheid. En 1943 se unió al Congreso Nacional Africano, CNA, fundando su ala juvenil y convirtiéndose más tarde en presidente de la organización.
En 1944 Mandela se casó con su primera esposa, Evelyn Mase, con quien tuvo cuatro hijos, y en 1952 abrió un despacho de abogados junto a su compañero de lucha Oliver Tambo.
Luego de divorciarse de Mase, Mandela se casó en 1958 con Winnie Madikizela, con quien tuvo dos hijas. De sus seis hijos, sólo tres hijas permanecen actualmente con vida.
Dispuesto a morir
En 1956 Mandela fue acusado de alta traición junto a otros 155 activistas, pero los cargos en su contra fueron retirados tras un juicio que duró cuatro años.
La resistencia contra el apartheid seguía creciendo, en particular en lo que se refería a la Ley de Áreas, que forzaba a las personas de determinada raza a trabajar en ciertas actividades y a vivir en zonas designadas.
El apartheid también imponía la clasificación de las personas por su color y prohibía el casamiento entre personas de diferente raza.
Las tensiones se agravaron en 1960 con la masacre de Sharpeville, cuando las fuerzas de seguridad mataron a 69 personas negras que participaban en una manifestación pacífica contra el apartheid.
El CNA fue proscrito ese año y el líder sudafricano decidió seguir su lucha en la clandestinidad, convirtiéndose en uno de los hombres más buscados por las autoridades.
La masacre de Sharpeville marcó el fin de la resistencia pacífica. Mandela lanzó un plan de sabotaje económico y posteriormente fue arrestado, acusado de atentar contra el gobierno.
En un acto desafiante, Mandela, quien enfrentaba una posible pena de muerte, se presentó a la audiencia vistiendo el tradicional atuendo Tembu.
Mandela se encargó de su propia defensa en los tribunales y sin llamar a ningún testigo, declaró:“Yo abrigo en mi corazón el ideal de una sociedad democrática e igualitaria en la que todas las personas vivan en armonía y con igualdad de oportunidades”.
“Es un ideal que espero ver materializado en vida. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”.
En 1964 Mandela fue sentenciado a cadena perpetua. En su primer año en la cárcel murieron su hijo mayor y su madre, pero las autoridades no le permitieron asistir a los funerales.
Masacre de Soweto
Mandela pasó 18 años encarcelado en la isla de Robben Island, donde los prisioneros salían todas las mañanas, en hileras y encadenados, a picar piedras. En 1982 fue trasladado a la cárcel de Pollsmoor, en Ciudad del Cabo.
Mientras Mandela y otros líderes del Congreso Nacional Africano permanecían en prisión o en el exilio, los jóvenes de los barrios negros de Sudáfrica continuaban su lucha contra el gobierno de la minoría blanca.Uno de los hechos más recordados es la masacre de Soweto, el 16 de junio de 1976, cuando miles de estudiantes negros protestaron contra el decreto que los obligaba a estudiar en afrikaans, la lengua de la minoría blanca, y fueron dispersados por la policía a balazos.
Una de las imágenes más potentes de la lucha contra el apartheid es la de Hector Peterson, un adolescente de 13 años, muerto en los brazos de su compañero Mbuyisa Makhubu, durante una masiva concentración estudiantil en el simbólico barrio de Johannesburgo.
Libre al fin
En la década del 80 el antiguo compañero de Mandela, Oliver Tambo, entonces en el exilio, lanzó una campaña global por su liberación.
La comunidad internacional intensificó las sanciones contra el régimen del apartheid y la presión mundial eventualmente tuvo resultados.
El 11 de febrero de 1990 el presidente sudafricano Frederick de Klerk liberó a Mandela y se iniciaron conversaciones dirigidas a la formación de una democracia multiracial.
Pero la minoría blanca rechazó los llamados a elecciones libres y los enfrentamientos llevaron al país al borde de la guerra civil.
En diciembre de 1993, Mandela y de Klerk recibieron de forma conjunta el Premio Nobel de la Paz.Cinco meses después, el 16 de abril de 1994, millones de personas hicieron fila para participar en los primeros comicios libres en la historia de Sudáfrica.
Cuando Mandela votó por primera vez en su vida a la edad de 75 años, le dijo a la prensa que se sentía “un hombre completo”. Tomó posesión el 10 de mayo de ese año.
Humanidad común
Mandela se concentró en crear una nueva imagen internacional para Sudáfrica, logrando persuadir a las compañías multinacionales a permanecer e invertir en el país.
El líder también recurrió al deporte para fortalecer el orgullo nacional y convenció a la mayoría de apoyar a los Springboks, el equipo de rugby asociado con la opresión de la minoría blanca.
Contra todas las previsiones, los Springboks ganaron el Mundial de 1995 en territorio sudafricano, un episodio recordado recientemente en la película “Invictus”, que hizo Clint Eastwood basada en el libro de John Carling.
Mandela señaló que la reconciliación “no significa olvidar o reprimir el dolor por el pasado”, pero aseguró que una nación no puede fundarse en la venganza, sino en “nuestra humanidad común, en la tolerancia”.
Algunos críticos señalan que el líder sudafricano no hizo lo suficiente para combatir problemas graves como la criminalidad, los escándalos de corrupción en el CNA y el SIDA.
El expresidente reconoció que debió haber prestado más atención a la expansión de la enfermedad en su país e impulsó luego en numerosas ocasiones iniciativas globales para combatir la epidemia.
En un país donde todavía es tabú hablar del SIDA, Mandela admitió que su hijo Makgatho había muerto en 2005 a causa del virus e instó a los sudafricanos a hablar sobre la epidemia “para que comience a parecer una enfermedad normal”.
En la escena internacional, el líder sudafricano fue firme en su oposición a la invasión de Estados Unidos en Irak en 2003.
“Lo que condeno es que un poder, con un presidente sin visión, que no puede pensar propiamente, quiera llevar al mundo al holocausto”, señaló.
Mandela, a quien en 2001 se le diagnosticó un cáncer de próstata, también participó en negociaciones de paz en la República Democrática del Congo, Burundi y otros países africanos.
Retiro de la vida pública
A los 80 años Mandela, quien se había divorciado en 1992 de Winnie, contrajo matrimonio con Graça Machel, viuda del expresidente de Mozambique Samora Machel.
En 2004, a los 85 años “Madiba” se retiró de la vida pública.
Su apoyo fue fundamental para que Sudáfrica obtuviera la sede del Mundial de Fútbol de 2010, la primera vez que el evento se realizó en suelo africano, una muestra de que aún con más de 90 años siempre estaba listo para impulsar las causas de su país.
Estadista, luchador por la libertad, la paz y la reconciliación, venerado más allá de fronteras geográficas o generacionales.
La vida de Nelson Mandela a lo largo de más de nueve décadas escapa a los confines de cualquier narración.
El Premio Nobel de Literatura Seamus Heaney se inspiró en Mandela para escribir el coro más conocido de su poema épico:
“Los seres humanos sufren,
se torturan unos a otros,
se hacen daño y se endurecen…
La historia dice: No hay esperanza
a este lado de la tumba.
Pero entonces, una vez en la vida…
puede emerger la justicia,
y riman la historia y la esperanza”.
Nelson Mandela
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