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Doctores y Doctoras tiene la Iglesia

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Doctores y Doctoras

Un doctor de la Iglesia ha de ser un santo. Ha de haber gozado de un particular carisma de sabiduría, en sus escritos y predicaciones, calificadas de doctrina eminente. Un doctor de la Iglesia es, pues, quien ha estudiado y contemplado con singular clarividencia los misterios más profundos de la fe y es capaz de exponerlos a los fieles como guía en su formación y en su vida.
La mayoría de los 35 doctores de la Iglesia son obispos. Con Santa Hildegarda de Bingen habrá cuatro mujeres (Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Jesús y Santa Teresita del Niño Jesús). De los doctores de la Iglesia fueron Papas San León Magno y San Gregorio Magno, en los siglos V y VI respectivamente. Algunos de ellos fueron fundadores de órdenes o congregaciones religiosas, como San Agustín, San Francisco de Sales y San Alfonso María de Ligorio, y otros reformadores de la vida consagrada, como San Bernardo de Claraval o Santa Teresa de Jesús. Con San Juan de Ávila, serán cuatro los doctores de la Iglesia españoles: San Isidoro de Sevilla, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y el citado maestro Ávila.
La mayoría de los doctores de la Iglesia pertenecieron a la vida consagrada. Entre ellos, hay dos jesuitas: San Pedro Canisio y San Roberto Belarmino. Eran benedictinos San Gregorio Magno, San Beda el Venerable, San Pedro Damián, San Anselmo de Canterbury y desde el 7 de octubre, Santa Hildegarda. Pertenecían a la orden de predicadores, de un modo u otro, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino y Santa Catalina de Siena; y a la familia Franciscana, San Antonio de Padua, San Buenaventura de Bagnoregio y San Lorenzo de Bríndisi.
A continuación, ofrecemos el elenco completo de los doctores de la Iglesia, incluidos ya San Juan de Ávila y Santa Hildegarda, que serán proclamados doctores por el Papa Benedicto XVI este 7 de octubre:
San Atanasio de Alejandria
Nacimiento-muerte: c.296-373
Ministerio: Padre de la Iglesia Oriental.
Obispo de Alejandría.
Principal opositor al arrianismo.
San Hilario de Poitiers
Nacimiento-muerte: c.300-367
Ministerio: Obispo de Poitiers.
Proclamación Doctor: 1851
San Efrén de Siria
Nacimiento-muerte: 306-373
Ministerio: Diácono. Exégeta de la Biblia.
Proclamación Doctor: 1920
San Cirilo de Jerusalén
Nacimiento-muerte: 315-386
Ministerio: Obispo de Jerusalén.
Se opuso al arrianismo en Oriente.
Proclamación Doctor: 1882
San Basilio Magno
Nacimiento-muerte: c.329-379
Ministerio: Padre de la Iglesia Oriental.
Obispo de Cesárea -Capadocia-
San Gregorio Nacianceno
Nacimiento-muerte: c.329-390
Ministerio: Padre de la Iglesia Oriental.
Obispo de Constantinopla.
San Ambrosio
Nacimiento-muerte: c.340-397
Ministerio: Padre de la Iglesia Latina.
Obispo de Milán y maestro de San Agustín.
Combatió el arrianismo en el Occidente.
San Jerónimo
Nacimiento-muerte: c.343-420
Ministerio: Padre de la Iglesia Latina.
Padre de las ciencias bíblicas y traductor de la biblia al latín.
San Juan Crisóstomo
Nacimiento-muerte: c.347-407
Ministerio: Padre de la Iglesia Oriental.
Obispo de Constantinopla.
Patrón de los predicadores.
Llamado “boca de oro” por su gran elocuencia.
San Agustín
Nacimiento-muerte: 354-430
Ministerio: Padre de la Iglesia Latina.
Obispo de Hipona.
Título: Doctor de la Gracia
San Cirilo de Alejandría
Nacimiento-muerte: c.376-444
Ministerio: Patriarca de Alejandría.
Combatió el nestorianismo.
Hizo contribuciones claves a la cristología.
Proclamación Doctor: 1882
San Pedro Crisólogo
Nacimiento-muerte: 400-450
Ministerio: Arzobispo de Ravenna.
Llamado “palabra de oro”
Proclamación Doctor: 1729
San León el Magno
Nacimiento-muerte: (c.400-461)
Ministerio: Papa.
Escribió contra las herejías del nestorianismo, el monofisismo, el maniqueismo y el pelagianismo.
Proclamación Doctor: 1754
San Gregorio Magno
Nacimiento-muerte: c.540-604
Ministerio: Padre de la Iglesia Latina. Papa.
Defendió la supremacía del Papa y trabajó por la reforma del clero y la vida monástica.
San Isidoro de Sevilla
Nacimiento-muerte: 560-636
Ministerio: Arzobispo de Sevilla.
Teólogo e historiador.
Reconocido cono el hombre más sabio de su época.
Proclamación Doctor: 1722
San Beda el Venerable
Nacimiento-muerte: c.673-735
Ministerio: Benedictino.
Título: Doctor Admirable
Proclamación Doctor: 1899
San Juan Damasceno
Nacimiento-muerte: 675-749
Ministerio: Monje.
Proclamación Doctor: 1890
San Pedro Damián
Nacimiento-muerte: 1007-1072
Ministerio: Benedictino. Obispo de Ostia.
Proclamación Doctor: 1828
San Anselmo de Canterbury
Nacimiento-muerte: 1033-1109
Ministerio: Benedictino.
Arzobispo de Canterbury
Proclamación Doctor: 1720
San Bernardo de Claraval
Nacimiento-muerte: 1090-1153
Ministerio: Cisterciense, abad
Título: Doctor Melifluo
Proclamación Doctor: 1830

HildegardaSanta Hildegarda de Bingen
Nacimiento-muerte: 1098-1179
Ministerio: Monja Benedictina
Proclamación Doctora: 2012
San Antonio de Padua
Nacimiento-muerte: 1195-1231
Ministerio: Franciscano.
Título: Doctor Evangélico
Proclamación Doctor: 1946
San Alberto Magno
Nacimiento-muerte: 1200-1280
Ministerio: Dominico. Obispo de Ratisbona.
Patrón de las ciencias naturales.
Título: Doctor Universallis
Doctor Expertus
Proclamación Doctor: 1931
San Buenaventura
Nacimiento-muerte: c.1221-1274
Ministerio: Franciscano.
Obispo de Albano.
Título: Doctor Seráfico
Proclamación Doctor: 1588
Santo Tomás de Aquino
Nacimiento-muerte: 1225-1274
Ministerio: Dominico.
Teólogo.
Patrón de las escuelas católicas y de la educación.
Título: Doctor Angélico
Proclamación Doctor: 1567
Santa Catalina de Siena
Nacimiento-muerte: 1347-1380
Ministerio: Terciaria Dominica.
Proclamación Doctora: 1970
San Juan de Ávila
Nacimiento-muerte: 1499/1500-1569
Ministerio: Sacerdote diocesano.
Fue llamado Apóstol de Andalucía y es el patrono del clero secular español.
Proclamación Doctor: 2012
Santa Teresa de Jesús
Nacimiento-muerte: 1515-1582
Ministerio: Carmelita descalza.
Reformadora de la Orden del Carmelo.
Proclamación Doctora: 1970
San Pedro Canisio
Nacimiento-muerte: 1521-1597
Ministerio: Jesuita.
Proclamación Doctor: 1925
San Juan de la Cruz
Nacimiento-muerte: (1542-1591)
Ministerio: Carmelita descalzo.
Título: Doctor Místico
Proclamación Doctor: 1926
San Roberto Belarmino
Nacimiento-muerte: (1542-1621)
Ministerio: Jesuita.
Arzobispo de Capua.
Proclamación Doctor: 1931
San Lorenzo de Brindisi
Nacimiento-muerte: 1559-1619
Ministerio: Capuchino.
Predicador.
Título: Doctor Apostólico
Proclamación Doctor: 1959
San Francisco de Sales
Nacimiento-muerte: 1567-1622
Ministerio: Obispo de Ginebra.
Patrón de los escritores y la prensa católica.
Proclamación Doctor: 1871
San Alfonso María de Ligorio
Nacimiento-muerte: 1696-1787
Ministerio: Redentorista.
Fundador.
Obispo de Santa Águeda de los Godos.
Proclamación Doctor: 1871
Santa Teresa del Niño Jesús
Nacimiento-muerte: 1873-1897
Ministerio: Carmelita descalza.
Título: Doctor Amoris
Proclamación Doctora: 1997
Fuente: Revista Ecclesia.

San Alberto Hurtado Cruchaga SJ

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San Alberto Hurtado
Alberto Hurtado Cruchaga nació en Viña del Mar el 22 de enero de 1901. El primer hijo de doña Ana Cruchaga y don Alberto Hurtado. Cuando Alberto tiene 4 años y su hermano Miguel 2, Alberto padre fallece, por lo que la familia debe trasladarse a Santiago para vivir en la casa de unos parientes. Su situación económica no es buena, pero en 1909 logra ingresar con una beca a estudiar al Colegio San Ignacio, donde tendrá como compañero de curso a Manuel Larraín, más tarde Obispo de Talca y fundador del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). Ahí conoce al P. Fernando Vives SJ (1871-1935), que será su acompañante espiritual en esos años, y que formará por entonces a muchos jóvenes en la doctrina social de la Iglesia, entre ellos a Clotario Blest.
Al salir del colegio, Alberto ingresa a estudiar Leyes a la Universidad Católica. Su intención de ingresar a la Compañía de Jesús, ya manifestada a los 15 años, se mantiene, pero la frágil situación económica de su familia lo retiene. Junto con dedicarse a sus estudios, consigue un empleo rentado y participa en las Congregaciones Marianas (antecesoras de la Comunidades de Vida Cristiana CVX). Durante sus años universitarios, su director espiritual es el P. Damián Symon SSCC. En 1923, ya preocupado por las difíciles condiciones de trabajo de los obreros en Chile, se recibe de abogado con una tesis sobre el trabajo a domicilio.
Providencialmente, la situación económica de la familia mejora y Alberto ya no tiene trabas para ingresar al Noviciado Jesuita, ubicado en Chillán, el 14 de agosto de 1923. Lo recibe como maestro de novicios el P. Jaime Ripoll SJ, a quien ya conocía desde el colegio. En los dos años de Noviciado, como todos los novicios jesuitas, Alberto hará el Mes de Ejercicios Espirituales, trabajará un mes en hospitales, hará catequesis y caminará otro mes completo como peregrino, al modo de Ignacio de Loyola. Los últimos 6 meses de esta etapa de su formación los hace en Córdoba, Argentina, los que culminan tras pronunciar sus votos perpetuos el 15 de agosto de 1925, en la fiesta de la Asunción de la Virgen.
En la misma ciudad argentina hará los estudios de humanidades, propios del periodo de formación del Juniorado. A mediados del año 27 es enviado a Barcelona para comenzar sus estudios de Filosofía. Permaneció en España hasta el año 1931, en que los jesuitas extranjeros deben salir preventivamente del país a causa de la Revolución. La formación teológica de Alberto continuará entonces en Lovaina, Bélgica, donde también estudiará Pedagogía. Allí tendrá como rector al P. Juan Bautista Janssens, luego Superior General de la Compañía. El 24 de agosto de 1933 Alberto Hurtado es ordenado sacerdote. Los años siguientes permanecerá en Bélgica para terminar sus estudios en Educación y hacer la Tercera Probación, última etapa de la formación de todo jesuita, en la que se hace por segunda vez el Mes de Ejercicios Espirituales.
Tras 11 años fuera del país, vuelve a Chile en enero de 1936 como sacerdote, habiendo realizado estudios de humanidades, filosofía, teología, y como doctor en Psicología y Pedagogía por la Universidad de Lovaina. Luego de su arribo su trabajo apostólico se torna intenso: da clases y acompaña espiritualmente a estudiantes en el Colegio San Ignacio, enseña en el Seminario Pontificio y en la Universidad Católica y da numerosas conferencias y cursos. Entre los jóvenes que acompaña, muchos optan por la vida religiosa. La Compañía le encomienda también la construcción de una nueva casa de formación en la comuna de Marruecos (actual Padre Hurtado). Junto a esta casa y a la parroquia del lugar instalará una Casa de Ejercicios para dar retiros a los jóvenes. A Alberto le preocupa la escasez de sacerdotes: en 1936 publica La crisis sacerdotal en Chile y en 1943 La elección de carrera.
En 1941 es nombrado asesor de la Acción Católica, cargo que desempeña con mucho fruto durante 3 años. El mismo año 1941 publica el libro ¿Es Chile un país católico? que tendrá gran repercusión en la sociedad de la época. Casi en paralelo con el fin de su trabajo en la Acción Católica, en 1944 funda el Hogar de Cristo, fruto de la indignación que le provoca la miseria de hermanos y compatriotas que viven en las calles de Santiago. Con el aporte de un amplio grupo de colaboradores, la obra crece rápidamente: hospederías, hogares para niños y talleres, entre otras acciones destinadas a los más pobres entre los pobres.
Si bien el Hogar de Cristo ya estaba en marcha, la inquietud social del P. Alberto Hurtado permanecía. Preocupado por la situación de los trabajadores, en 1948 funda la Acción Sindical Chilena, con la finalidad de “despertar en los obreros cristianos la conciencia de sindicarse, y agrupar a los cristianos ya sindicados, para que con plena formación luchen en el interior de los sindicatos por la implantación del orden social cristiano”. Publica también el Humanismo Social (1947), El orden social cristiano (1948) y Sindicalismo (1950). El último fruto de su amplia labor social fue la Revista Mensaje, fundada en 1951. En su primer editorial indicaba su misión: “Ha sido bautizada MENSAJE, aludiendo al mensaje que el Hijo de Dios trajo del cielo a la tierra y cuyas resonancias nuestra revista desea prolongar y aplicar a nuestra patria chilena y a nuestros atormentados tiempos”.
Hacia fines de ese año se producen los primeros síntomas de un malestar que finalmente acabaría con su vida. El P. Hurtado se somete a los descansos prescritos por los médicos, pero la enfermedad avanza rápido y en mayo del año siguiente celebra su última misa. Tras un infarto pulmonar en mayo de 1952, los médicos dan con el diagnóstico de su mal: cáncer al páncreas. Debe entonces ser trasladado de su pieza en el Colegio San Ignacio al Hospital de la Universidad Católica. Lo visitan numerosos amigos, jesuitas y familiares. El lunes 18 de agosto fallece y la noticia se transmite rápidamente por las radios; el país está consternado.
El padre Hurtado murió a los 51 años de edad, con 29 años de vida en la Compañía y casi 19 como sacerdote. El P. Álvaro Lavín SJ, amigo entrañable del P. Hurtado, era el viceprovincial de Chile al momento de su muerte: con él habían sido compañeros de colegio, connovicios y luego se habían encontrado en el Colegio San Ignacio trabajando como jesuitas.
El 20 de agosto, el Templo San Ignacio de Santiago estaba repleto para la Misa de funeral, que presidió su compañero de colegio y amigo, don Manuel Larraín, obispo de Talca. Su cuerpo fue enterrado en la Parroquia Jesús Obrero, junto al Hogar de Cristo y a la casa de los jesuitas de Germán Yunge. Su vida generó tal fervor religioso que su fama de santidad se extendió velozmente. En 1970 la Compañía de Jesús introduce su causa de canonización. El 16 de octubre de 1994 el Padre Hurtado fue beatificado. Por esos años, ya estaba en construcción un lugar que permitiera un acceso más cómodo para los miles de peregrinos que visitaban su tumba: el Santuario del Padre Hurtado se inauguró en 1995. El proceso de canonización culmina el 23 de octubre de 2005, cuando el Papa Benedicto XVI lo declara santo de la Iglesia.
Su vida consagrada es ejemplo para todos sus compañeros jesuitas. Aún viven entre nosotros algunos de los jóvenes que él acompañó entonces en su discernimiento vocacional: ahora mayores, nos recuerdan el ejemplo y el mensaje de Alberto Hurtado, que no es sino el mismo Evangelio. Y todavía hoy sus palabras siguen tan vigentes para nuestro país: “El prójimo, el pobre en especial es Cristo en persona. Lo que hagan al menor de mis pequeños a Mí lo hacen. El pobre suplementero, el lustrabotas… la mujercita de tuberculosis piojosa es Cristo. El borracho… no nos escandalicemos: es Cristo. Insultarlo. Burlarse de él. Despreciarlo es despreciar a Cristo.”

Fuente: www.jesuitas.cl Sigue leyendo

Benedicto XVI en Beirut

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Benedicto XVI

«Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo» (Ef 1,3). Bendito sea en este día en el que tengo la alegría de estar aquí con vosotros, en el Líbano, para entregar a los obispos de la región la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente.
Agradezco cordialmente a Su Beatitud Bechara Boutros Raï sus amables palabras de bienvenida. Saludo a los demás patriarcas y obispos de las iglesias orientales, a los obispos latinos de las regiones vecinas, así como a los cardenales y obispos procedentes de otros países. Os saludo a todos con gran afecto, queridos hermanos y hermanas del Líbano, así como a los de los países de toda esta querida región de Oriente Medio, que han venido para celebrar, con el Sucesor de Pedro, a Jesucristo crucificado, muerto y resucitado. Saludo con deferencia también al Presidente de la República y a las autoridades libanesas, a los responsables y miembros de otras tradiciones religiosas que han tenido a bien estar presentes aquí esta mañana.
En este domingo en el que Evangelio nos interroga sobre la verdadera identidad de Jesús, henos aquí con los discípulos por la senda que conduce a los pueblos de la región de Cesarea de Filipo. «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29), les preguntó Jesús. El momento elegido para plantear esta cuestión tiene un significado. Jesús se encuentra en un momento decisivo de su existencia. Sube hacia Jerusalén, hacia el lugar donde, por la cruz y la resurrección, se cumplirá el acontecimiento central de nuestra salvación. Jerusalén es también donde, al final de estos acontecimientos, nacerá la Iglesia. Y cuando, en ese momento decisivo, Jesús pregunta primero a sus seguidores: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Mc 8,27), las respuestas que le dan son muy diferentes: Juan el Bautista, Elías, un profeta. También hoy, como a lo largo de los siglos, aquellos, que de una u otra manera, han encontrado a Jesús en su camino, ofrecen sus respuestas. Éstas son aproximaciones que pueden permitir encontrar el camino de la verdad. Pero, aunque no sean necesariamente falsas, siguen siendo insuficientes, pues no llegan al corazón de la identidad de Jesús. Sólo quien se compromete a seguirlo en su camino, a vivir en comunión con él en la comunidad de los discípulos, puede tener un conocimiento verdadero. Entonces es cuando Pedro, que desde hacía algún tiempo había vivido con Jesús, dará su respuesta: «Tú eres el Mesías» (Mc 8,29). Respuesta acertada sin duda alguna, pero aún insuficiente, puesto que Jesús advirtió la necesidad de precisarla. Se percataba de que la gente podría utilizar esta respuesta para propósitos que no eran los suyos, para suscitar falsas esperanzas terrenas sobre él. Y no se deja encerrar sólo en los atributos del libertador humano que muchos esperan.
Al anunciar a sus discípulos que él deberá sufrir y ser ajusticiado antes de resucitar, Jesús quiere hacerles comprender quién es de verdad. Un Mesías sufriente, un Mesías servidor, no un libertador político todopoderoso. Él es siervo obediente a la voluntad de su Padre hasta entregar su vida. Es lo que anunciaba ya el profeta Isaías en la primera lectura. Así, Jesús va contra lo que muchos esperaban de él. Su afirmación sorprende e inquieta. Y eso explica la réplica y los reproches de Pedro, rechazando el sufrimiento y la muerte de su maestro. Jesús se muestra severo con él, y le hace comprender que quien quiera ser discípulo suyo, debe aceptar ser un servidor, como él mismo se ha hecho siervo.
Decidirse a seguir a Jesús, es tomar su Cruz para acompañarle en su camino, un camino arduo, que no es el del poder o el de la gloria terrena, sino el que lleva necesariamente a la renuncia de sí mismo, a perder su vida por Cristo y el Evangelio, para ganarla. Pues se nos asegura que este camino conduce a la resurrección, a la vida verdadera y definitiva con Dios. Optar por acompañar a Jesucristo, que se ha hecho siervo de todos, requiere una intimidad cada vez mayor con él, poniéndose a la escucha atenta de su Palabra, para descubrir en ella la inspiración de nuestras acciones. Al promulgar el Año de la fe, que comenzará el próximo 11 de octubre, he querido que todo fiel se comprometa de forma renovada en este camino de conversión del corazón. A lo largo de todo este año, os animo vivamente, pues, a profundizar vuestra reflexión sobre la fe, para que sea más consciente, y para fortalecer vuestra adhesión a Jesucristo y su evangelio.
Hermanos y hermanas, el camino por el que Jesús nos quiere llevar es un camino de esperanza para todos. La gloria de Jesús se revela en el momento en que, en su humanidad, él se manifiesta el más frágil, especialmente después de la encarnación y sobre la cruz. Así es como Dios muestra su amor, haciéndose siervo, entregándose por nosotros. ¿Acaso no es esto un misterio extraordinario, a veces difícil de admitir? El mismo apóstol Pedro lo comprenderá sólo más tarde.
En la segunda lectura, Santiago nos ha recordado cómo este seguir a Jesús, para ser auténtico, exige actos concretos: «Yo con mis obras, te mostraré la fe» (2,18). Servir es una exigencia imperativa para la Iglesia y, para los cristianos, el ser verdaderos servidores, a imagen de Jesús. El servicio es un elemento fundacional de la identidad de los discípulos de Cristo (cf. Jn 13,15-17). La vocación de la Iglesia y del cristiano es servir, como el Señor mismo lo ha hecho, gratuitamente y a todos, sin distinción. Por tanto, en un mundo donde la violencia no cesa de extender su rastro de muerte y destrucción, servir a la justicia y la paz es una urgencia, para comprometerse en aras de una sociedad fraterna, para fomentar la comunión. Queridos hermanos y hermanas, imploro particularmente al Señor que conceda a esta región de Oriente Medio servidores de la paz y la reconciliación, para que todos puedan vivir pacíficamente y con dignidad. Es un testimonio esencial que los cristianos deben dar aquí, en colaboración con todas las personas de buena voluntad. Os hago un llamamiento a todos a trabajar por la paz. Cada uno como pueda y allí dónde se encuentre.
El servicio debe entrar también en el corazón de la vida misma de la comunidad cristiana. Todo ministerio, todo cargo en la Iglesia, es ante todo un servicio a Dios y a los hermanos. Éste es el espíritu que debe reinar entre todos los bautizados, en particular con un compromiso efectivo para con los pobres, los marginados y los que sufren, para salvaguardar la dignidad inalienable de cada persona.
Queridos hermanos y hermanas que sufrís en el cuerpo o en el corazón, vuestro dolor no es inútil. Cristo servidor está cercano a todos los que sufren. Él está a vuestro lado. Que os encontréis en vuestro camino con hermanos y hermanas que manifiesten concretamente su presencia amorosa, que no os abandonará. Que Cristo os colme de esperanza.
Y todos vosotros, hermanos y hermanas, que habéis venido para participar en esta celebración, tratad de configuraros siempre con el Señor Jesús, con él, que se ha hecho servidor de todos para la vida del mundo. Que Dios bendiga al Líbano, que bendiga a todos los pueblos de esta querida región del Medio Oriente y les conceda el don de su paz. Amén.

Católicos libanesesHa llegado el momento de partir, y dejo con pesar el querido Líbano. Señor Presidente, le agradezco sus palabras y el haber facilitado, junto con el Gobierno, a cuyos representantes saludo, la organización de los distintos acontecimientos que han marcado mi presencia entre vosotros, apoyado de manera notable por la eficacia de los diferentes servicios de la República y del sector privado.
Agradezco también al Patriarca Bechara Boutros Raï, y a todos los patriarcas presentes, así como a los obispos orientales y latinos, los sacerdotes y los diáconos, los religiosos y religiosas, los seminaristas y los fieles que se han desplazado para recibirme. Al visitaros, es como si Pedro viniese a vosotros, y vosotros habéis recibido a Pedro con la cordialidad que caracteriza a vuestras Iglesias y vuestra cultura.
Mi agradecimiento se dirige en particular a todo el pueblo libanés, que forma un hermoso y rico mosaico, y que ha sabido manifestar al Sucesor de Pedro su entusiasmo, con la aportación multiforme y específica de cada comunidad. Gracias de corazón a las venerables Iglesias hermanas y a las comunidades protestantes. Gracias en particular a los representantes de las comunidades musulmanas. Durante toda mi estancia, he podido constatar cuánto vuestra presencia ha contribuido al éxito de mi viaje. El mundo árabe y el mundo entero habrán visto, en estos momentos de turbación, a los cristianos y a los musulmanes reunidos para celebrar la paz. Es tradición de Oriente Medio recibir al huésped de paso con consideración y respeto, y vosotros lo habéis hecho. Os lo agradezco a todos. Pero, a la consideración y al respeto, habéis añadido algo más: algo parecido a una de esas famosas especias orientales que enriquecen el sabor de los alimentos: vuestro calor y vuestro corazón, que me han despertado el deseo de volver. Os lo agradezco de manera especial. Que Dios os bendiga por ello.
Durante mi brevísima estancia, cuya razón principal ha sido la firma y la entrega de la Exhortación apostólica Ecclesia in Medio Oriente, he podido encontrar a los diferentes miembros de vuestra sociedad. Ha habido momentos más oficiales y otros más íntimos, momentos de gran densidad religiosa y de oración ferviente, y también otros marcados por el entusiasmo de la juventud. Doy gracias a Dios por estas ocasiones que él ha permitido, por los importantes encuentros que he podido tener, y por la oración de todos por todos los libaneses y el Medio Oriente, cualquiera que sea el origen o la confesión religiosa de cada uno.
En su sabiduría, Salomón llamó a Hirán de Tiro, para que erigiera una casa como morada del Nombre de Dios, un santuario para la eternidad (cf. Si 47,13). Y Hirán, al que ya evoqué a mi llegada, envió madera proveniente de los cedros del Líbano (cf. 1 R 5,22). Paneles de madera de cedro con guirnaldas de flores esculpidas revestían el interior del templo (cf. 1 R 6,18). El Líbano estaba presente en el Santuario de Dios. Que el Líbano de hoy, sus habitantes, pueda seguir estando presente en el santuario de Dios. Que el Líbano continúe siendo un espacio donde los hombres y las mujeres puedan vivir en armonía y en paz los unos con los otros para dar al mundo, no sólo el testimonio de la existencia de Dios, primer tema del pasado Sínodo, sino también el de la comunión entre los hombres, cualquiera que sea su sensibilidad política, comunitaria o religiosa, segundo tema de dicho Sínodo.
Pido a Dios por el Líbano, para que viva en paz y resista con valentía todo lo que pueda destruirla o minarla. Deseo que el Líbano siga permitiendo la pluralidad de las tradiciones religiosas, sin dejarse llevar por la voz de aquellos que se lo quieren impedir. Le deseo que fortalezca la comunión entre todos sus habitantes, cualquiera que sea su comunidad o su religión, rechazando resueltamente todo lo que pueda llevar a la desunión y optando con determinación por la fraternidad. He aquí las flores que agradan a Dios, las virtudes posibles y que convendría consolidar enraizándolas más.
La Virgen María, venerada con tierna devoción por los fieles de las confesiones religiosas aquí presentes, es un modelo seguro para avanzar con esperanza por el camino de una fraternidad vivida y auténtica. El Líbano lo ha entendido bien al proclamar desde hace algún tiempo el 25 de marzo como día festivo, permitiendo así a todos sus habitantes vivir con más serenidad su unidad. Que la Virgen María, cuyos antiguos santuarios son tan numerosos en vuestro país, siga acompañándoos e inspirándoos.
Que Dios bendiga el Líbano y a todos los libaneses. Que no cese de atraerlos a Él para darles parte en su vida eterna. Que los colme de su alegría, de su paz y de su luz. Que Dios bendiga a todo Oriente Medio. Sobre todos y cada uno de vosotros, invoco de corazón la abundancia de las bendiciones divinas. لِيُبَارِك الربُّ جميعَكُم [Que Dios os bendiga a todos].

Fuente: Revista Ecclesia.

Federico Ozanam en el año de la fe

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Federico Ozanam
Frédéric Antoine Ozanam fue un laico y político católico francés, nacido en Milán el 23 de abril de 1813 y fallecido en Marsella el 8 de septiembre de 1853, de fe viva y profunda, fue una extraordinaria figura del laicado católico. Escritor y apologista, fundó las Conferencias de San Vicente de Paúl.
Profesor de historia de la literatura extranjera en la Sorbona, por lo que se le puede considerar uno de los precursores de la Literatura Comparada.
Después de algunos meses de pasantía con un abogado, marchó a París en noviembre de 1831 para estudiar Derecho y fue allí huésped de André-Marie Ampère, el célebre hombre de ciencia que influyó extraordinariamente sobre el joven. Obtenido el doctorado en 1836 se le encargó la enseñanza del Derecho mercantil en Lyon en 1839. No obstante, sus aficiones continuaban siendo los estudios literarios, y adquirió una extraordinaria cultura filológica. En enero de 1839 había obtenido el doctorado en Letras con una tesis sobre la Filosofía de Dante. En 1840 logró por concurso el cargo de profesor suplente de Claude Fauriel en la Sorbona, para la cátedra de literaturas extranjeras, y a la muerte del mismo Fauriel fue nombrado, el 21 de noviembre de 1844, profesor ordinario.
Esposo y padre de una hija, su corta vida estuvo llena de oración, acción y compromiso cristiano, atrayendo y congregando a jóvenes dispuestos a enfrentarse a quienes pretendían enseñarles en la escuela y en la universidad doctrinas anticristianas.
Sentó las bases del nuevo pensamiento social defendiendo la justicia en las relaciones laborales y humanas, condenando la esclavitud y rechazando las enormes diferencias entre ricos y pobres. Su obra tendió a sustituir la limosna por la justicia social.
En 1833 y con el único objetivo de evangelizar a través de una actuación personal con los necesitados, se crea la Conferencia de la Caridad. Poco después esta conferencia y otras que fueron surgiendo, bajo la protección de la Virgen y el patronazgo de San Vicente de Paúl, dan origen a la Sociedad de San Vicente de Paúl, institución laica al servicio de los pobres.
Es considerado uno de los precursores de la democracia cristiana, al haber usado en 1830, dicho concepto: “He creído y creo aun, en la posibilidad de la Democracia Cristiana; más aún, no creo en otra cosa, tratándose de política”. Ozanam hace un estudio profundo en relación con la Democracia y el Cristianismo ya que le preocupaba la indiferencia de los católicos para incorporarse a la lucha política. Hay que tomar en cuenta que para ese entonces lo democrático era visto como un sinónimo de anticlericalismo, de ateísmo militante y de seudo-liberalismo en Francia. Planteó que no solo la caridad era necesario sino que era urgente la institucionalidad, acompañada de un nuevo factor: la Democracia. A raíz de sus estudios, Ozanam fundó un movimiento político el cual tuvo corta actuación debido al golpe de estado que llevó a Luis Napoleón al gobierno en 1851.
Murió muy joven, pero ciento cincuenta años más tarde siguen vivos sus planteamientos sociales y su testimonio evangélico. Su vida la podemos resumir en tres palabras: oración, trabajo y entrega, tres principios permanentes en la concepción del cristianismo que Ozanam supo vivir y transmitir.
El 22 de agosto de 1997 fue beatificado por Juan Pablo II en la catedral de Notre Dame en Paris.
Labor académica
Ante su labor social y caritativa, su trabajo como profesor universitario ha quedado algo en la sombra, Sin embargo, como exponía el Papa Juan Pablo II: “Fue un universitario que desempeñó un papel importante en el movimiento de las ideas de su tiempo. Estudiante, profesor eminente primero en Lyon y luego en París, en la Sorbona, aspira ante todo a la búsqueda y la comunicación de la verdad, en la serenidad y el respeto a las convicciones de quienes no compartían las suyas”. Sus clases en la Sorbona estuvieron marcadas por un fuerte interés cultural y político, mostrando un gran interés por un estudio comparativo de las literaturas europeas, especialmente de la francesa y la alemana.
Publicaciones
Dos Cancilleres de Inglaterra
Los Bienes de la Iglesia
Los Germanos antes del Cristianismo
El Cristianismo ante los Francos
El Sacro Imperio Romano
Historia de la Civilización por el Cristianismo (obra inconclusa)
La Civilización en Tiempo de los Bárbaros
La Vida Popular de San Eloy (Patrono de los obreros metalúrgicos)
El Libro de los Enfermos
Una Peregrinación al País del Cid (obra póstuma). Sobre su viaje a España.
La virtud teologal de la fe
Catequesis de Juan Pablo I- Audiencia general del 13 de setiembre de 1978
Mi primer saludo va a mis hermanos los obispos que veo aquí presentes en gran número.
El Papa Juan, en unas notas que han sido incluso impresas, decía: “Esta vez he hecho el retiro sobre las siete lámparas de la santificación”. Siete virtudes quería decir, que son fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza y templanza. A ver si hoy el Espíritu Santo ayuda al pobre Papa a explicar al menos una de estas lámparas, la primera, la fe.
Aquí en Roma ha habido un poeta, Trilussa, que también quiso hablar de la fe. En una de sus poesías ha dicho: “Aquella ancianita ciega que encontré la noche que me perdí en medio del bosque, me dijo: Si no conoces el camino, te acompaño yo que lo conozco. Si tienes el valor de seguirme, te iré dando voces de vez en cuando hasta el fondo, allí donde hay un ciprés, hasta la cima donde hay una cruz. Yo contesté: Puede ser… pero encuentro extraño que me pueda guiar quien no ve… Entonces la ciega me cogió de la mano y suspirando me dijo: ¡Anda!… Era la fe”.
Como poesía, tiene su gracia. En cuanto teología, es defectuosa. Porque cuando se trata de la fe el gran director de escena es Dios; pues Jesús ha dicho: ninguno viene a mí si el Padre mío no lo atrae. San Pablo no tenía la fe; es más, perseguía a los fieles. Dios le espera en el camino de Damasco: “Pablo —le dice— no pienses en encabritarte y dar coces como caballo desbocado. Yo soy Jesús a quien tú persigues. Tengo mis planes sobre ti. Es necesario que cambies”. Se rindió Pablo; cambió de arriba a abajo la propia vida. Después de algunos años escribirá a los filipenses: “Aquella vez, en el camino de Damasco, Dios me aferró; desde entonces no hago sino correr tras Él para ver si soy capaz de aferrarle yo también, imitándole y amándole cada vez más”.
Esto es la fe: rendirse a Dios, pero transformando la propia vida. Cosa no siempre fácil. Agustín ha narrado la trayectoria de su fe; especialmente las últimas semanas fue algo terrible; al leerlo casi se siente cómo su alma se estremece y se retuerce en luchas interiores. De este lado, Dios que lo llama e insiste; y de aquel, las antiguas costumbres, «viejas amigas—escribe él— que me tiraban suavemente del vestido de carne y me decían: “Agustín, pero ¿cómo?, ¿abandonarnos tú? Mira que ya no podrás hacer esto, ni podrás hacer aquello y, ¡para siempre!”». ¡Qué difícil! «Me encontraba en la situación de uno que está en la cama por la mañana. Le dicen: “¡Fuera, levántate, Agustín!”. Yo, en cambio, decía: “Sí, más tarde, un poquito más todavía”. Al fin, el Señor me dio un buen empujón y salí». Ahí está, no hay que decir: Sí, pero; sí, luego. Hay que decir: Sí, enseguida, Señor. Esta es la fe. Responder con generosidad al Señor. Pero, ¿quién dice este sí? El que es humilde y se fía enteramente de Dios.
Mi madre me solía decir cuando empecé a ser mayor: de pequeño estuviste muy enfermo; tuve que llevarte de médico en médico y pasarme en vela noches enteras; ¿me crees? ¿Cómo podía contestarle, mamá, no te creo? Claro que te creo, creo lo que me dices, y sobre todo te creo a ti. Así sucede con la fe. No se trata sólo de creer las cosas que Dios ha revelado, sino creerle a Él, que merece nuestra fe, que nos ha amado tanto y ha hecho tanto por amor nuestro.
Claro que es difícil también aceptar algunas verdades, porque las verdades de la fe son de dos clases: unas, agradables; otras son duras a nuestro espíritu. Por ejemplo, es agradable oír que Dios tiene mucha ternura con nosotros, más ternura aún que la de una madre con sus hijos, como dice Isaías. Qué agradable es esto y qué acorde con nuestro modo de ser.
Un gran obispo francés, Dupanloup, solía decir a los rectores de seminarios: Con los futuros sacerdotes sed un padre, sed una madre. Esto agrada. En cambio ante otras verdades, sentimos dificultad. Dios debe castigarme si me obstino; me sigue, me suplica que me convierta, y yo le digo: ¡no!; y así casi le obligo yo mismo a castigarme. Esto no gusta. Pero es verdad de fe.
Hay, además, otra dificultad, la Iglesia. San Pablo preguntó: ¿Quién eres, Señor? Soy ese Jesús a quien tú persigues. Una luz, un relámpago le pasó por la inteligencia. Yo no persigo a Jesús, ni siquiera lo conozco; persigo a los cristianos, eso sí. Se ve que Jesús y los cristianos, Jesús y la Iglesia, son una misma cosa: indivisible, inseparable.
Leed a San Pablo: Corpus Christi quod est Ecclesia. Cristo y Iglesia son una sola cosa. Cristo es la Cabeza, nosotros, la Iglesia, somos sus miembros. No es posible tener fe y decir creo en Jesús, acepto a Jesús, pero no acepto la Iglesia. Hay que aceptar la Iglesia, tal como es; y ¿cómo es esta Iglesia? El Papa Juan la ha llamado Mater et Magistra, maestra también. San Pablo ha dicho: “Nos acepte cada uno como ayudantes de Cristo, y administradores y dispensadores de sus misterios”.
Cuando el pobre Papa y cuando los obispos y los sacerdotes presentan la doctrina, no hacen más que ayudar a Cristo. No es una doctrina nuestra, es la de Cristo, sólo tenemos que custodiarla y presentarla.
Yo estaba presente cuando el Papa Juan inauguró el Concilio el 11 de octubre de 1962. Entre otras cosas, dijo: “Esperamos que con el Concilio la Iglesia dé un salto hacia delante”. Todos lo esperábamos. Un salto hacia adelante, pero ¿por qué caminos? Lo dijo enseguida: sobre las verdades ciertas e inmutables. Ni siquiera le pasó por la cabeza al Papa Juan que eran las verdades las que tenían que caminar, ir hacia adelante, y después cambiar, poco a poco. Las verdades están ahí; nosotros debemos andar por el camino de estas verdades, entendiéndolas cada vez mejor, poniéndonos al día, presentándolas de forma adecuada a los nuevos tiempos.
También el Papa Pablo tenía la misma preocupación. Lo primero que hice en cuanto fui Papa, fue entrar en la capilla privada de la Casa Pontificia; en ella, al fondo, el Papa Pablo hizo colocar dos mosaicos, uno de San Pedro y otro de San Pablo: San Pedro muriendo y San Pablo muriendo también. Pero debajo de San Pedro figuran estas palabras de Jesús: “Oraré por ti, Pedro, para que no desfallezca tu fe”. Y debajo de San Pablo, que está recibiendo el golpe de la espada: “He cumplido mi carrera, he conservado la fe”. Ya sabéis que en el último discurso del 29 de junio pasado, Pablo VI dijo: Después de quince años de pontificado puedo dar gracias al Señor porque he defendido la fe y la he conservado.
También es madre la Iglesia. Si es continuadora de Cristo y Cristo es bueno, también la Iglesia debe ser buena, buena con todos; pero ¿y si se diera el caso de que alguna vez hubiera gente mala en la Iglesia? Nosotros tenemos madre. Si una madre está enferma, si mi madre se quedase coja, yo la querría todavía más. Lo mismo en la Iglesia: si existen defectos y faltas —y existen— jamás debe disminuir nuestro amor a la Iglesia.
Ayer —y con esto termino— me mandaron el número de Città Nuova: he visto que reproducen, grabado, un discurso mío muy breve, con este episodio: Un predicador inglés, Mac Nabb, hablando en Hyde Park, se había referido a la Iglesia. Al terminar, uno pide la palabra y dice: Bonito lo que ha dicho. Pero yo conozco algunos sacerdotes católicos que no han estado con los pobres y se han hecho ricos. Conozco también maridos católicos que han traicionado a su mujer. No me gusta esta Iglesia formada por pecadores. El Padre le dijo: Tiene algo de razón. Pero ¿puedo hacer una objeción? —Veamos .—Perdone, pero si no me equivoco, lleva el cuello de la camisa un poco sucio. —Sí, lo reconozco.—Pero ¿está sucio porque no ha empleado jabón o porque ha utilizado el jabón y no ha servido para nada? —No, no he usado jabón.
Pues bien, la Iglesia católica tiene un jabón excelente: evangelio, sacramentos, oración; evangelio leído y vivido, sacramentos celebrados del modo debido y oración bien hecha, serían un jabón maravilloso capaz de hacernos santos a todos. No somos todos santos por no haber utilizado bastante este jabón.
Procuremos responder a las esperanzas de los Papas que han convocado y aplicado el Concilio, el Papa Juan y el Papa Pablo. Tratemos de mejorar la Iglesia haciéndonos más buenos nosotros. Cada uno de nosotros y toda la Iglesia podría recitar la oración que yo tengo costumbre de decir: Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas.
Debo decir también una palabra a nuestros queridos enfermos, que veo aquí.
Lo sabéis, Jesús lo ha dicho: me escondo tras ellos; lo que a ellos se hace, a mí se me hace. Por tanto, en sus personas veneramos al Señor mismo, y les deseamos que el Señor esté cerca de ellos, les ayude y los sostenga.
A la derecha, en cambio, están los recién casados. Han recibido un gran sacramento; deseémosles que el sacramento recibido sea de verdad portador no sólo de bienes materiales, sino más aún de gracias espirituales. El siglo pasado había en Francia un profesor insigne, Federico Ozanam; enseñaba en la Sorbona, era elocuente, estupendo. Tenía un amigo, Lacordaire, que solía decir: “¡Este hombre es tan estupendo y tan bueno que se hará sacerdote y llegará a ser todo un obispo!” Pero no. Encontró a una señorita excelente y se casaron. A Lacordaire no le sentó bien y dijo: «¡Pobre Ozanam! ¡También él ha caído en la trampa!». Dos años después, Lacordaire vino a Roma y fue recibido por Pío IX; «Venga, venga, padre, —le dijo— yo siempre había oído decir que Jesús instituyó siete sacramentos: ahora viene Ud., me revuelve las cartas y me dice que ha instituido seis sacramentos y una trampa. No, padre, el matrimonio no es una trampa, es un sacramento muy grande».
Con estos deseos, damos la enhorabuena a estos queridos recién casados; ¡que Dios los bendiga!
Homilía de Juan Pablo II en la misa de beatificación del siervo de Dios Federico Ozanam en la XII Jornada Mundial de la Juventud
1. “El amor es de Dios” (1 Jn 4, 7). El evangelio de hoy nos presenta la figura del buen samaritano. Con esta parábola, Cristo quiere mostrar a sus oyentes quién es el prójimo citado en el principal mandamiento de la Ley divina: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27). Un doctor de la Ley le preguntó qué debía hacer para alcanzar la vida eterna: encontró en esas palabras la respuesta decisiva. Sabía que el amor a Dios y al prójimo es el primero y el más grande de los mandamientos. A pesar de ello, le pregunta: “Y ¿quién es mi prójimo?” (Lc 10, 29).
Es significativo que Jesús ponga a un samaritano como ejemplo para responder a esa pregunta. En efecto, los judíos no tenían en gran estima a los samaritanos. Además, Cristo compara la conducta de este hombre con la de un sacerdote y la de un levita, que vieron al hombre herido por los salteadores medio muerto en el camino y siguieron de largo, sin auxiliarle. Por el contrario, el samaritano, al ver al hombre sufriendo, “tuvo compasión” (Lc 10, 33); su compasión lo impulsó a realizar varias acciones. Ante todo, vendó sus heridas; después lo llevó a una posada para cuidar de él; y, antes de irse, dio al posadero dinero suficiente para que se ocupara de él (cf. Lc 10, 34-35). El ejemplo es elocuente. El doctor de la Ley recibe una respuesta clara a su pregunta: ¿quién es mi prójimo? El prójimo es todo ser humano, sin excepción. Es inútil preguntarle su nacionalidad, su pertenencia social o religiosa. Si necesita ayuda, hay que ayudarle. Esto es lo que exige la primera y más grande Ley divina, la ley del amor a Dios y al prójimo.
Fiel a este mandamiento del Señor, Federico Ozanam creyó en el amor, en el amor que Dios tiene a los hombres. Él mismo se sintió llamado a amar, dando ejemplo de un gran amor a Dios y a los demás. Salía al encuentro de todos los que tenían mayor necesidad de ser amados que los demás, a quienes Dios Amor sólo podía revelarse efectivamente mediante el amor de otra persona. Ozanam descubrió en eso su vocación, y vio el camino al que Cristo lo llamaba. Allí encontró su camino hacia la santidad. Y lo recorrió con determinación.
2. “El amor es de Dios”. El amor del hombre tiene su fuente en la ley de Dios; lo muestra la primera lectura, tomada del Antiguo Testamento. Encontramos en ella una descripción detallada de los actos de amor al prójimo. Es como una preparación bíblica para la parábola del buen samaritano.
La segunda lectura, tomada de la primera carta de san Juan, desarrolla lo que significa la expresión “el amor es de Dios”. El Apóstol escribe a sus discípulos: “Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4, 7-8). Estas palabras del Apóstol son verdaderamente el centro de la Revelación, el coronamiento al que nos lleva todo lo que se halla escrito en los evangelios y en las cartas apostólicas. San Juan prosigue: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10). La redención de los pecados manifiesta el amor que nos tiene el Hijo de Dios hecho hombre. Entonces, el amor al prójimo, el amor al hombre, ya no es sólo un mandamiento. Es una exigencia que brota de la experiencia vivida del amor a Dios. Por eso san Juan puede escribir: “Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1 Jn 4, 11).
La enseñanza de la carta de Juan prosigue; a continuación el Apóstol escribe: “A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu” (1 Jn 4, 12-13). Por tanto, el amor es la fuente del conocimiento. Si, por una parte, el conocimiento es una condición del amor, por otra, el amor amplía el conocimiento. Si permanecemos en el amor, tenemos la certeza de la acción del Espíritu Santo, que nos hace participar en el amor redentor del Hijo, a quien el Padre envió para la salvación del mundo. Conociendo a Cristo como Hijo de Dios, permanecemos en él y, por él, permanecemos en Dios. Por los méritos de Cristo, hemos creído en el amor, conocemos el amor que Dios nos tiene, sabemos que Dios es amor (cf. 1 Jn 4, 16). Este conocimiento mediante el amor es, en cierto modo, la piedra angular de toda la vida espiritual del cristiano. “Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16).
3. En el marco de la Jornada mundial de la juventud, que tiene lugar este año en París, procedo hoy a la beatificación de Federico Ozanam. Saludo cordialmente al señor cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, ciudad donde se encuentra la tumba del nuevo beato. Me alegra también la presencia en este acontecimiento de los cardenales y de obispos de numerosos países. Saludo con afecto a los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl, que han venido de todo el mundo para la beatificación de su principal fundador, así como a los representantes de la gran familia espiritual heredera del espíritu de san Vicente. Los vínculos entre los vicentinos fueron privilegiados desde los orígenes de la Sociedad, puesto que fue una Hija de la Caridad, sor Rosalie Rendu, quien guió al joven Federico Ozanam y a sus compañeros hacia los pobres del barrio Mouffetard de París. Queridos discípulos de san Vicente de Paúl, os invito a unir vuestras fuerzas para que, como deseaba vuestro fundador, los pobres sean cada vez más amados y servidos, y Jesucristo sea honrado en ellos.
4. Federico Ozanam amaba a todos los necesitados. Desde su juventud, tomó conciencia de que no bastaba hablar de la caridad y de la misión de la Iglesia en el mundo: esto debía traducirse en un compromiso efectivo de los cristianos al servicio de los pobres. Así, coincidía con la intuición de san Vicente: “Amemos a Dios, hermanos míos, amemos a Dios, pero que sea con el esfuerzo de nuestros brazos y con el sudor de nuestra frente” (san Vicente de Paúl, XI, 40). Para manifestarlo concretamente, a la edad de 20 años, con un grupo de amigos, creó las Conferencias de San Vicente de Paúl, cuya finalidad era la ayuda a los más pobres, con un espíritu de servicio y comunión. Muy pronto, esas Conferencias se difundieron fuera de Francia, en todos los países de Europa y del mundo. Yo mismo, cuando era estudiante, antes de la segunda guerra mundial, formé parte de una de ellas.
Desde entonces, el amor a los más miserables, a aquellos de quienes nadie se ocupa, está en el centro de la vida y de las preocupaciones de Federico Ozanam. Hablando de esos hombres y mujeres, escribe: «Deberíamos caer a sus pies y decirles con el Apóstol: “Tu es Dominus meus”. Vosotros sois nuestros señores y nosotros seremos vuestros servidores; vosotros sois para nosotros las imágenes sagradas del Dios a quien no vemos y, no sabiéndolo amar de otro modo, lo amamos en vosotros» (A Louis Janmot).
5. Él observa la situación real de los pobres y busca un compromiso cada vez más eficaz para ayudarles a crecer en humanidad. Comprende que la caridad debe impulsar a trabajar para corregir las injusticias. La caridad y la justicia están unidas. Tiene la valentía clarividente de un compromiso social y político de primer plano, en una época agitada de la vida de su país, ya que ninguna sociedad puede aceptar la miseria como una fatalidad, sin que se hiera su honor. Así, podemos considerarlo un precursor de la doctrina social de la Iglesia, que el Papa León XIII desarrolló algunos años más tarde en la encíclica Rerum novarum.
Frente a las formas de pobreza que agobian a tantos hombres y mujeres, la caridad es un signo profético del compromiso del cristiano en el seguimiento de Cristo. Por tanto, invito a los laicos, y particularmente a los jóvenes, a dar prueba de valentía y de imaginación, para trabajar en la edificación de sociedades más fraternas, donde se reconozca la dignidad de los más necesitados y se encuentren los medios para una existencia digna. Con la humildad y la confianza ilimitada en la Providencia que caracterizaban a Federico Ozanam, tened la audacia de compartir los bienes materiales y espirituales con quienes viven en la miseria.
6. El beato Federico Ozanam, apóstol de la caridad, esposo y padre de familia ejemplar, gran figura del laicado católico del siglo XIX, fue un universitario que desempeñó un papel importante en el movimiento de las ideas de su tiempo. Estudiante, profesor eminente primero en Lyon y luego en París, en la Sorbona, aspira ante todo a la búsqueda y la comunicación de la verdad, en la serenidad y el respeto a las convicciones de quienes no compartían las suyas. “Aprendamos a defender nuestras convicciones, sin odiar a nuestros adversarios —escribía—; a amar a quienes piensan de un modo diferente del nuestro (…). Quejémonos menos de nuestro tiempo y más de nosotros mismos” (Cartas, 9 de abril de 1851). Con la valentía del creyente, denunciando todo egoísmo, participa activamente en la renovación de la presencia y de la acción de la Iglesia en la sociedad de su época. Es conocido también su papel en la institución de las Conferencias de Cuaresma en esta catedral de Notre Dame de París, con el objetivo de permitir que los jóvenes reciban una enseñanza religiosa renovada frente a las grandes cuestiones que interpelan su fe. Federico Ozanam, hombre de pensamiento y de acción, sigue siendo para los universitarios de nuestro tiempo, para los profesores y los alumnos, un modelo de compromiso valiente, capaz de hacer oír una palabra libre y exigente en la búsqueda de la verdad y en la defensa de la dignidad de toda persona humana. ¡Que sea también para ellos una llamada a la santidad!
7. La Iglesia confirma hoy la opción de vida cristiana hecha por Ozanam, así como el camino que emprendió. Ella le dice: Federico, tu camino ha sido verdaderamente el camino de la santidad. Han pasado más de cien años, y este es el momento oportuno para redescubrir ese camino. Es necesario que todos estos jóvenes, más o menos de tu edad, que se han reunido en gran número en París, procedentes de todos los países de Europa y del mundo, reconozcan que ese camino es también el suyo. Es preciso que comprendan que, si quieren ser cristianos auténticos, deben seguir ese mismo camino. Que abran más los ojos de su alma ante las necesidades, tan numerosas, de los hombres de hoy. Que afronten esas necesidades como desafíos. Cristo los llama a cada uno por su nombre, para que cada uno pueda decir: ¡éste es mi camino! En las opciones que hagan, tu santidad, Federico, será particularmente confirmada. Y tu alegría será grande. Tú, que ya ves con tus ojos a Aquel que es amor, sé también un guía en todos los caminos que estos jóvenes elijan, siguiendo hoy tu ejemplo.

Fuente: Wikipedia. Sigue leyendo

El abecedario de Santa Teresa de Jesús

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Teresa

A
Amor:
“La medida del poder llevar gran cruz o pequeña es el amor” (Camino 32, 7)
“Son siervos del amor los que se determinan a seguir por este camino de oración al que tanto nos amó” (Vida 11, 1)
Agradar a Dios:
“Tengo por cierto que se excusarían grandes males si entendiéramos que no está el negocio en guardarnos de los hombres, sino en no guardarnos de contentaros a Vos” (Vida 15, 8)
C
Caridad:
“Es gran cosa la Caridad, y este aprovechar almas siempre, yendo desnudamente por Dios” (Vida 15, 8)
“Si este mandamiento se guarda en el mundo como se ha de guardar, creo aprovecharía mucho para guardar los demás” (Camino 4, 5)
Ciencia:
“Son gran cosa letras para dar en todo luz” (Camino 5, 2)
Confesión:
“Procuraba confesar con brevedad, y a mi parecer, hacía de mi parte lo que podía tornar en Gracia. Estaba todo el año en no quitar de raíz las ocasiones, y en los confesores que me ayudaban poco”• (Vida 5, 3)
Confesores:
“Gran daño hicieron a mi alma confesores poco letrados; siendo virtuosos y de santa costumbres mejor es que no tengan letras; porque ni ellos se fían de sí sin preguntar a quien las tenga buenas, ni yo me fiara. Confesores bien letrados nunca me engañaron” (Vida 5, 3)
Confianza:
“Y así tengo experiencia que el verdadero remedio para no caer es asirnos a la cruz y confiar en el que ella se puso. Hállele amigo verdadero, y hálleme con esto con un señorío que me parece podría resistir a todo el mundo que fuese contra mí, con no me faltar Dios” (Cuentas 3ª, 1)
Compañías:
“Vi la gran merced que hace Dios a quien pone en compañía de buenos… Comenzó esta buena compañía a desterrar las costumbres que había hecho mala… su ejercicio eran buenos libros… Y su hablar lo más ordinario de Dios” (Vida 4)
Conversaciones:
“Porque en aquel poco tiempo vi nuevas en mí estas virtudes: No tratar mal de nadie por poco que fuese, sino de ordinario era acusar toda murmuración porque tría muy delante cómo no había de querer ni decir de otra persona lo que quería dijesen de mí” (Vida 6, 3)
Cruz:
“Es gran negocio comenzar las almas oración, comenzándose a desasir de todo género de contentos y entrar determinadas a solo ayudar a llevar la cruz de Cristo, como buenos caballeros que sin suelo quieren servir a su rey. Es muy gran cosa tener esto presente, sobre todo a los principios” (Vida 15, 11)

D
Devoción:
“Procurar con todas sus fuerzas no ofender a Dios y estar dispuestos y determinados para todo bien” (Vida 9, 9)
Devoción a la Virgen:
“Como yo comencé a entender lo que había perdido (su madre), afligida fuime a una imagen de Nuestra Señora y suplíquela fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme que aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque conocidamente ha hallado a esta Virgen soberana en cuento me he encomendado a Ella” (Vida 1, 7)
Devoción a San José:
“Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios… sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este santo patriarca y tenerle devoción” (Vida 6, 7-8)
Dirección espiritual:
“Así que importe mucho ser el maestro avisado, y que tenga experiencia, si con esto tiene letras es grandísimo de gozo… espántame muchas veces ver el trabajo con que algunas almas, especialmente religiosas, han ganado, lo que podían tener sin ninguno, con tal de preguntarlo” (Vida 13, 16-20)
E
Eucaristía:
“Teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces ¿Qué más se les daba?” (Camino 34, 7)
F
Fe Viva:
“Por un punto de aumento de Fe y de haber dado luz en algo a los herejes, perdería mil reinos” (Vida 21, 1)
“En cosa de fe, contra la menor ceremonia de la Iglesia…, por ella o por cualquier verdad de la sagrada Escritura, me pondría yo a morir mil muertes” (Vida 35, 5)
“El amor de contentar a Dios y la fe hacen posible lo que por razón natural no lo es” (Fund. 2, 4)
H
Humildad:
“La humildad es andar en verdad; que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no tiende, anda en mentira” (Moradas 6ª 11, 8)
“Cada uno mire en sí lo que tiene de humildad y verá lo que está aprovechada” (Camino 12, 6)
“Mientras estamos en esta tierra no hay cosa que más importe que la humildad” (Moradas 1ª 2, 9)
“Pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí dependeremos la verdadera humildad” (Moradas 1ª 2, 11)
I
Iglesia:
“Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho: porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de saber contentar en todo a Dios y procurar en cuanto pudiéremos no ofenderle y rogarle que vaya siempre adelante la honra y la gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica” (Moradas 4, 7)
“En fin, soy hija de la Iglesia”
Ll
Llamada a la santidad:
“Mirad que convida el Señor a todos; pues es la misma Verdad no hay que dudar. Si no fuere general este convite, no nos llamara el Señor a todos, y aunque los llamara, no dijera: Yo os daré de beber” (Camino 19, 15)
O
Obediencia:
“La obediencia es el verdadero camino para sujetar nuestra voluntad a la de Dios” (Fund. 5, 11)
“Si es por contentar a Dios, ya saben que se contenta más con la obediencia que con el sacrificio” (Fund. 6, 22)
“No ir en punto contra lo que me manda el prelado, que sabéis verdaderamente que os lo manda Dios, pues está en su lugar” (Camino 17, 7)
“Cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores, entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y en lo exterior” (Fund. 5, 8)
Oración:
“Que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Vida 8, 5)
“Digo que importa mucho y el todo una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que vienere, suceda lo que sucediere, trabajase lo que trabajase, murmure quien murmurare, siquiera llegue hasta allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda en el mundo” (Camino 21, 2)
“Dice en la primera regla que oremos sin cesar. Con que se haga esto con todo el cuidado que pudiéramos, que es lo más importante, no se dejarán de cumplir los ayunos y disciplinas, y silencio que manda la Orden; porque ya sabéis que para la oración verdadera se ha de ayudar con esto, que regalo y oración no se compadece” (Camino 41, 3)
P
Pecado venial:
“Pecado muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él; cuanto más que no hay poco, siendo contra una tan gran Majestad y viendo que nos está mirando” (Camino 41, 3)
Presencia de Dios:
“Tenía yo algunas veces… venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí, y yo también engolfada en Él” (Vida 10, 1)
R
Respeto al prójimo:
“Porque en aquel tiempo vi nuevas en mí estas virtudes: no tratar mal a nadie por poco que fuese, sino de ordinario era acusar toda murmuración porque traía muy delante como no había de querer ni decir de otra persona lo que no quería dijesen de mí” (Vida 6, 3)
Rosario:
“Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi madre era muy devota, y así nos hacía serlo” (Vida 1, 6)
S
Santidad Sacerdotal:
“Entendí bien cuan más obligados están los sacerdotes a ser bueno que otros” (Vida 38, 23)
“Ellos, capitanes en el ejército de Cristo, han de ser muy aventajados en el camino del Señor” (Camino 3, 2)
“… porque veo yo que haría más provecho una persona del todo perfecta, con hervor verdadero de amor de Dios, que muchas con tibieza” (Rel. 3, 7)
V
Voluntad de Dios:
“Este es nuestro engaño: no nos dejar del todo a lo que el Señor hace, que sabe mejor lo que nos conviene” (Vida 6, 5)

Fuente: Revista Ecclesia.

Virgen María cruza la meta en Olimpiadas

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Virgen María

La atleta etíope Meseret Defar protagonizó uno de los momentos más emotivos de las Olimpiadas de Londres 2012 cuando al cruzar la meta en la final femenina de los 5000 metros planos y hacerse de la medalla de oro, sacó de su pecho una imagen de la Virgen María, la mostró a las cámaras y se la puso en el rostro en un momento de intensa oración.
Defar, cristiana ortodoxa, encomendó su carrera a Dios con una señal de la cruz y completó la distancia en 15:04:25, venciendo a su compatriota y tradicional rival Tirunesh Dibaba, quien llegó como favorita de la prueba.
Con lágrimas de emoción, Defar mostró al mundo la imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos que la acompañó en todo el recorrido.
Durante toda la carrera, tres corredoras etíopes y tres de Kenia se disputaban los primeros lugares, Defar aceleró en el último tramo y logró separarse del grupo.
La medalla de plata fue para Vivian Cheruiyot de Kenia y la de bronce para Dibaba.
Meseret Defar nació el 19 de noviembre de 1983 en Addis Abeba, Etiopía. Ha sido subcampeona en el Mundial de atletismo de Helsinki 2005, donde fue vencida por Dibaba.
Ha sido también dos veces campeona mundial de 3.000 metros bajo techo. En las Olimpiadas de Atenas 2004 ganó la medalla de oro en los 5000 metros y en Beijing 2008 obtuvo la medalla de bronce en esta misma prueba.
El 3 de junio de 2006 batió en Nueva York el récord mundial de los 5.000 metros con 14:24,53, mejorando en 15 centésimas el anterior récord de la turca Elvan Abeylegesse.

Señor de los MilagrosDon de la fe
De acuerdo a una encuesta a nivel internacional a cargo del instituto WIN-Gallup, el Perú ocupa el noveno lugar entre los países más religiosos del planeta.
El estudio indica que nuestro país posee un 86% de creyentes, en un universo que encierra la totalidad de religiones del país, del cual el 80% es mayoritariamente católica, según el INEI.
Perú sólo es superado por otros países como Ghana, con un 96% (cristianos en su mayoría); Nigeria con un 93%; Armenia con un 92% y Fiji con 92% de creyentes.
Entre los primeros diez puestos también figuran Macedonia (90%), Iraq (88%), Kenia (88%), Perú (86%) y Brasil (85%).
Fuente: ACI Prensa y Diario La República.

Íñigo López de Recalde

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Ínigo López de Recalde
Nacido Íñigo López de Loyola, la propia Compañía de Jesús lo nombró también en ocasiones como Íñigo López de Recalde. Entre 1537 y 1542 cambió el nombre de Íñigo por el de Ignacio, como él mismo decía, «por ser más común a las otras naciones» o «por ser más universal».
Es también conocido por la versión latina de su nombre, Ignatius de Loyola. Íñigo es una variación vasca de Eneko y por él lo conocieron y trataron gran parte de su vida; él mismo, por decisión personal, lo cambió por el de Ignacio —Ignatius— latino, cuando se graduó de Magister. Al principio firmaba sus cartas como «De bondad pobre, Íñigo». En 1537 aparece por vez primera el nombre de Ignacio en sus cartas, firmando en latín. Desde entonces, aparecen en sus escritos ambos nombres: cuando escribe y firma en castellano, usa «Íñigo», y cuando lo hace en latín o italiano, escribe «Ignacio». Y desde 1542 desaparece el «Íñigo». En los catorce años últimos de su vida siempre firmó como «Ignacio».
Algunas hipótesis apuntan a que el cambio de nombre fue debido a la devoción que Íñigo tenía a San Ignacio de Antioquía. Su madre era oriunda de la localidad vizcaína de Ondarroa. La vivienda familiar ondarresa, era la actual “Torre Likona”.
Siendo el menor de los varones de trece hermanos, su destino estaba claro: ser hombre de armas o dedicarse a Dios. Su niñez la pasó en el valle de Loyola, entre las villas de Azpeitia y Azcoitia, en compañía de sus hermanos y hermanas. Su educación debió ser marcada por las directrices del «duro mandoble» y del «fervor religioso».
El año 1507 coincidiendo con la muerte de su madre, el Contador Mayor de Castilla, Juan Velázquez de Cuéllar, pide al Señor de Loyola que le mande un hijo suyo para tenerlo como propio. Entre los hermanos se decide mandar al menor, a Íñigo, que va a Arévalo, donde pasaría un mínimo de once años, hasta 1517, realizando frecuentes viajes a Valladolid y manteniéndose siempre muy cerca de la Corte, ya que su protector era Consejero Real, además de Contador.
En este tiempo aprende lo que un gentilhombre debe saber, el dominio de las armas. La biblioteca de Arévalo era rica y abundante, lo que dio alas a su afición por la lectura y, en cuanto a la escritura, no dejó de pulir su buena letra. Se le consideró «un muy buen escribano». Él mismo se califica en esos tiempos como «dado a las vanidades del mundo y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas con un grande y vano deseo de ganar honra».
En 1517 Velázquez de Cuéllar cae en desgracia, al morir Fernando el Católico, y al año muere. Su viuda, María de Velasco, manda a Íñigo a servir al duque de Nájera, Antonio Manrique de Lara, que era virrey de Navarra, donde dio muestras de tener ingenio y prudencia, así como noble ánimo y libertad. Esto quedó reflejado en la pacificación de la sublevación de Nájera en la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520–1522), así como en conflictos entre villas de Guipúzcoa, en los cuales destaca por su manejo de la situación.
En 1512 las tropas castellanas conquistan el Reino de Navarra, con varios episodios bélicos posteriores. En 1521 se produce una incursión de tropas franco-navarras procedentes de Baja Navarra en su intento de reconquista y expulsión del invasor, en las que participaban los hermanos de Francisco Javier. Al mismo tiempo se subleva la población de varias ciudades, incluida la de Pamplona. Iñigo, que lucha con el ejército castellano y se encuentra en Pamplona en mayo de ese año, cuando llegan las tropas franco-navarras, resiste en el castillo de la ciudad, que es asediado, arengando a sus soldados a una defensa que resultaba imposible. En el combate es alcanzado por una bala de cañón que pasa entre sus dos piernas, rompiéndole una e hiriéndole la otra. La tradición sitúa el hecho el 20 de mayo de 1521, lunes de Pentecostés. El castillo cae el 23 ó 24 del mismo mes, se le practican las primeras curaciones y se le traslada a su casa de Loyola.
La recuperación es larga y dolorosa, y con resultado dudoso, al haberse soldado mal los huesos. Se decide volver a operar y cortarlo, soportando el dolor como una parte más de su condición de caballero.
En el tiempo de convalecencia, lee los libros La vida de Cristo, del cartujo Ludolfo de Sajonia, y el Flos Sanctorum. Bajo la influencia de esos libros, se replantea toda la vida y hace autocrítica de su vida como soldado. Como dice su autobiografía: Y cobrada no poco lumbre de aquesta leción, comenzó a pensar más de veras en su vida pasada, y en quánta necesidad tenía de hacer penitencia della. Y aquí se le ofrecían los deseos de imitar los santos, no mirando más circunstancias que prometerse así con la gracia de Dios de hacerlo como ellos lo habían hecho. Mas todo lo que deseaba de hacer, luego como sanase, era la ida de Hierusalem, como arriba es dicho, con tantas disciplinas y tantas abstinencias, cuantas un ánimo generoso, encendido de Dios, suele desear hacer.
Este deseo se ve acrecentado por una visión de la Virgen con el Niño Jesús, que provoca la definitiva conversión del soldado en religioso. De allí sale con la convicción de viajar a Jerusalén con la tarea de la conversión de los no cristianos en Tierra Santa.
ASPIRACIONES RELIGIOSAS
En Barcelona se hospeda en el Monasterio de Montserrat de los benedictinos (25 de marzo de 1522), donde cuelga su vestidura militar frente a la imagen de la Virgen y abandona el mismo con harapos y descalzo. De esa forma llega a Manresa, donde permanecerá por diez meses, ayudado por un grupo de mujeres creyentes, entre las cuales tiene fama de santidad. En este período vive en una cueva en donde medita y ayuna. De esta experiencia nacen los Ejercicios espirituales, que serán editados en 1548 y son la base de la filosofía ignaciana.
En Manresa se produce el cambio drástico de su vida, «cambiar el ideal del peregrino solitario por el de trabajar en bien de las almas, con compañeros que quisiesen seguirle en su camino».
Llega a Roma y, seguidamente, el 4 de septiembre de 1523 a Jerusalén, de donde tiene que volver a Barcelona.
Su amiga Isabel Roser le aconseja que inicie estudios. Aprende latín y se inscribe en la universidad. Estudia en Alcalá de Henares desde 1526 a 1527; vivió y trabajó en el Hospital de Antezana como enfermero y cocinero para los enfermos. Posteriormente, va a Salamanca, hablando a todos sobre sus ejercicios espirituales, cosa que no es bien vista por las autoridades y le acarrea algunos problemas, y lo llegan a encarcelar por algunos días. En vista de la falta de libertad para su plática en España, decide irse a París.
En febrero de 1528 entra en la Universidad de París, donde permanece por más de siete años, aumentando su educación teológica y literaria, y tratando de despertar el interés de los estudiantes en sus ejercicios espirituales.
Para 1534, tenía seis seguidores clave: Francisco Javier, Pedro Fabro, Alfonso Salmerón, Diego Laínez, Nicolás Bobadilla y Simão Rodrigues (portugués).
LA COMPAÑÍA DE JESÚS
Viaja a Flandes e Inglaterra para conseguir dinero para su obra. Tiene ya muy perfilado el proyecto y los compañeros que le siguen. El día 15 de agosto de 1534 los siete juran en Montmartre «servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo» y fundan la Sociedad de Jesús, que luego sería llamada la Compañía de Jesús. Deciden viajar a Tierra Santa y, si no pueden, ponerse a las órdenes del Papa.
Ignacio parte a su tierra, por motivos de salud, y está por un período de tres meses. Luego hace varias visitas a los familiares de sus compañeros, entregando cartas y recados, y se embarca para Venecia, donde pasa todo el año de 1536, que aprovecharía para estudiar. El 8 de enero de 1537 llegan los compañeros de París.
El Papa Pablo III les dio la aprobación y les permitió ordenarse sacerdotes. Fueron ordenados en Venecia por el obispo de Arbe el 24 de junio. Ignacio celebrará la primera misa en la noche de Navidad del año 1538. En ese tiempo se dedican a predicar y al trabajo caritativo en Italia. Parte a Roma a pedir permiso para ir a Jerusalén y se lo dan, pero por problemas bélicos no pueden llegar y se ponen a las órdenes del Papa.
En el viaje a Roma sucede un hecho importante en la vida de Ignacio. En La Storta, localidad al norte de Roma, tiene una experiencia espiritual de excepcional trascendencia, que su autobiografía recoge así: Tuvo tal mutación en su alma y ha visto tan claramente que el Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no sería capaz de dudar de que el Padre le ponía con su Hijo. Con esta expresión reveló la unión que desde entonces sintió con Cristo. Laínez completó estos datos, añadiendo que la visión fue trinitaria, y que en ella el Padre, dirigiéndose al Hijo, le decía: «Yo quiero que tomes a éste como servidor tuyo» y Jesús, a su vez, volviéndose hacia Ignacio, le dijo: «Yo quiero que tú nos sirvas».
Esto determinará la fundación de la Compañía de Jesús, sería el remate a lo que comenzó en Manresa con los ejercicios espirituales. La directriz era clara: ser compañeros de Jesús, alistados bajo su bandera, para emplearse en el servicio de Dios y bien de los prójimos.
En octubre de 1538, Ignacio se encaminó hacia Roma, junto con Fabre y Laínez, para la aprobación de la constitución de la nueva orden. Un grupo de cardenales se mostró a favor de la constitución y Pablo III confirmó la orden mediante la bula Regimini militantis (27 de septiembre de 1540), pero limitaba el número de sus miembros a sesenta. Esta limitación fue revocada a través de la bula Injunctum nobis (14 de marzo de 1543). Así nacía la Societas Iesu, la Compañía de Jesús o, como se le conoce comúnmente, «los Jesuitas».
SUPERIOR GENERAL
Ignacio fue elegido Superior general de su orden religiosa. Envió a sus compañeros como misioneros por Europa para crear escuelas, universidades y seminarios donde estudiarían los futuros miembros de la orden, así como los dirigentes europeos.
En 1548, sus Ejercicios espirituales fueron finalmente impresos y fue llevado incluso a la Inquisición romana, pero fue rápidamente dejado libre.
Ignacio escribió las Constituciones jesuitas, adoptadas en 1554, las cuales crearon una organización monacal, exigiendo absoluta abnegación y obediencia al Papa y superiores (perinde ac cadaver, «disciplinado como un cadáver»). Su principio fundamental se volvió el lema jesuita: Ad maiorem Dei gloriam («A mayor gloria de Dios»).
Los jesuitas jugaron un papel clave en el éxito de la Contrarreforma.
Durante el período 1553–1555, Ignacio le dictó su biografía a su secretario, el Padre Gonçalves da Câmara. Esta autobiografía es una pieza importante para entender sus Ejercicios espirituales. El original quedó archivado e inédito durante 150 años, hasta que Bollandisten publicó el texto en Acta Sanctorum.
La Compañía se extiende por Europa y por todo el mundo y solamente está obligada a responder de sus actos ante el Papa.
En 1551 Ignacio de Loyola quiere que se le sustituya al frente de la Compañía, pero su solicitud de renuncia es rechazada. Al año siguiente muere Francisco Javier, a quien Ignacio tenía en mente para su sustitución.
Surgen divergencias en el seno de la dirección de la Compañía. Simão Rodrigues, uno de los fundadores, se rebela contra Ignacio desde Portugal, Bobadilla critica el modo de mando de Ignacio, y su amiga Isabel Roser quiere fundar una compañía femenina, a lo que Ignacio se niega.
Dirige la Compañía desde su celda en Roma y va ordenando todo lo que ha ido creando hasta poco antes de su muerte. La Compañía crece y pasa a tener miles de miembros, a la vez que se granjea muchos amigos y enemigos por todo el mundo.
Muere el 31 de julio de 1556, en el transcurso de una enfermedad en su celda de la sede de los Jesuitas en Roma.
Es santo patrón de las provincias vascas de Guipúzcoa y Vizcaya.
San Ignacio de Loyola es el patrono de la ciudad de Junín, Argentina, donde el principal templo católico es la Iglesia Matriz San Ignacio de Loyola.
Además, son muchos los monumentos, iglesias, calles, plazas e instituciones dedicados a Ignacio de Loyola en todo el mundo.
En el siglo XVII se levantó una basílica en su nombre en su ciudad natal de Azpeitia (Guipúzcoa), así como un complejo monasterial que rodea su casa natal.
En Deusto (distrito de Bilbao, Vizcaya), un barrio y su estación del metro (San Inazio) se llaman así en su memoria.
En el Perú, hay una provincia que lleva su nombre. Al norte del departamento de Cajamarca se encuentra la provincia de San Ignacio, la cual fue creada en 1965 con la ley nº 15560 y lleva a San Ignacio de Loyola como el patrón de la ciudad y cada 31 de julio celebra la fiesta patronal en honor a su santo patrón San Ignacio de Loyola. En el Cusco había una universidad regentada por los jesuitas en el virreinato del Perú de este nombre. En Lima se encuentran la Universidad San Ignacio de Loyola, el Colegio San Ignacio de Recalde y el Instituto San Ignacio de Loyola. En la ciudad de México, la Universidad Iberoamericana forma parte del Sistema Universitario Jesuita.
En Roma su sepulcro se venera en la Iglesia del Gesù, y en el siglo XVII, al poco tiempo de su canonización, se levantó una iglesia en su nombre como capilla del Colegio Romano, que él mismo había fundado.
Es patrono de la ciudad de Acosta en la provincia de San José, Costa Rica, y de la ciudad de San Ignacio, en Paraguay.
El número de instituciones educativas dedicadas al santo es proporcional a la inmensa labor educativa llevada a cabo por la Compañía de Jesús.

Fuente: Wikipedia. Sigue leyendo

IV Encuentro Nacional de Misioneros Laicos

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IV Encuentro Nacional de Misioneros Laicos
PROGRAMA
TEMA: MISIÓN INTERCULTURAL Y ECOLOGÍA
Sábado 04 y domingo 05 de agosto
Lugar: Obras Misionales Pontificias, Mariscal Miller 1524- Lince
Sábado 04 de agosto
8:30 Inscripciones.
9:00 Oración y presentación de los participantes.
9:20 Inauguración del Encuentro
9:30 PONENCIA – VER
Tema: “Misión intercultural-Yurimaguas”
Monseñor José Luis Astigarraga Lizarralde CP, Obispo Vicario Apostólico de Yurimaguas
Tema: “Experiencias misioneras étnicas en lo intercultural”
Rafael Alonso Ordieres, Secretario Técnico del Centro Cultural José Pío Aza.
11:00 Dinámica.
11:05 Refrigerio
11:15 Trabajos de grupo.
12:00 Plenario
1:00 Almuerzo
3:00 PONENCIAS – JUZGAR
Tema: “Interculturalidad a nivel nacional”
Dr. Ivan Lanegra Quispe Viceministro de Interculturalidad, Ministerio de Cultura
Tema: “Teología de los bienes de la creación”
Padre Víctor Livori – Director Nacional de Obras Misionales Pontificias-OMP
4:30 Refrigerio
5:00 Trabajos de grupo
6:00 Resumen del primer día del encuentro.
Domingo 05 de agosto
9:00 Oración
9:30 PONENCIA – ACTUAR
Tema: “Labor y experiencias en el cuidado de los bienes de la creación”
Monseñor Pedro Barreto Jimeno SJ, Arzobispo Metropolitano de Huancayo.
10:20 Refrigerio
10:40 Trabajos de grupo.
11:30 Plenario y conclusiones finales
12:30 Clausura del Encuentro
12:45 Misa.

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Virgen del Carmen

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Doctora de la Iglesia

Benedicto XVI resaltó la figura de Teresa de Jesús y dijo que la frase de la santa: “quieren tornar a sentenciar a Cristo, quieren poner su Iglesia por el suelo” sigue siendo, 450 años después, de gran actualidad en una sociedad como la de ahora “de escasos valores espirituales”.
El Papa ha enviado un mensaje al obispo de Ávila (España) Jesús García Burillo, en la festividad de la Virgen del Carmen, durante el 450 aniversario del Monasterio de San José en Ávila y el comienzo de la Reforma del Carmelo promovido por Teresa de Jesús.
El Obispo de Roma señala que con motivo de esta efeméride se quiere unir a la “alegría” de la diócesis de Ávila, de la Orden del Carmelo Descalzo, de la Iglesia española y la universal, “que han encontrado en la espiritualidad teresiana una luz segura para descubrir que por Cristo llega al hombre la verdadera renovación de su vida”.
ENSALZÓ A SANTA TERESA DE JESÚS, DOCTORA DE LA IGLESIA
“Enamorada del Señor, esta preclara mujer no ansió sino agradarle en todo. Un santo no es aquel que realiza grandes proezas basándose en la excelencia de sus cualidades humanas, sino el que consiente con humildad que Cristo penetre en su alma, actúe a través de su persona, sea Él el verdadero protagonista de todas sus acciones y deseos”, aseguró el Benedicto XVI.
Teresa de Jesús, agregó el Papa, propuso un nuevo estilo de ser carmelita en un mundo también nuevo. Aquellos fueron “tiempos recios”, dijo el Pontífice echando mano de Libro de la Vida.
UNA MAESTRA DEL ESPÍRITU
Benedicto XVI subrayó que la santa, “maestra del espíritu”, insistía con elocuencia: “Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, quieren poner su Iglesia por el suelo. No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios asuntos de poca importancia”.
No nos resulta familiar, en la coyuntura que vivimos, una reflexión tan luminosa e interpelante, hecha hace más de cuatro siglos (…)”, agregó el papa, que señaló que el fin último de la Reforma teresiana y la creación de nuevos monasterios era proponer un modo de vida evangélica en un mundo como el actual escaso de valores espirituales.
El Obispo de Roma señaló también que ante el “olvido de Dios”, Teresa de Jesús alentó comunidades orantes, que suplicaran, entre otras, por las necesidades de la Iglesia.
Benedicto XVI destacó la “radicalidad y fidelidad” de Teresa de Ávila y animó a los jóvenes “a tomar en serio la común vocación a la santidad”.

Fuente: Agencia EFE.

En nuestro día

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Jesucristo maestro
Jesucristo maestro
Llegaron a Cafarnaún, y Jesús empezó a enseñar en la sinagoga durante las asambleas del día sábado.
Su manera de enseñar impresionaba mucho a la gente, porque hablaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la Ley.
Entró en aquella sinagoga un hombre que estaba en poder de un espíritu malo, y se puso a gritar:
¿Qué quieres con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé que tú eres el Santo de Dios.
Jesús le hizo frente con autoridad:
¡Cállate y sal de ese hombre! El espíritu malo revolcó al hombre en el suelo y lanzó un grito tremendo, pero luego salió de él.
El asombro de todos fue tan grande que se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? Una doctrina nueva, y ¡con qué autoridad! Miren cómo da órdenes a los espíritus malos ¡y le obedecen!”
Así fue como la fama de Jesús se extendió por todo el territorio de Galilea.
Evangelio según San Marcos 1,21-28.

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