Archivo de la categoría: Espiritualidad

Fidelidad y felicidad

[Visto: 566 veces]

Ultima tentacion de Cristo

Por José-Román Flecha Andrés- Revista Ecclesia
La tentación se ha convertido en un tema predilecto para los publicistas que tratan de vender un nuevo producto. El ideal sería que nunca nos llegaran a seducir las cosas o las acciones que nos deshumanizan. Pero lo malo de la tentación es que se nos presenta tan disfrazada que apenas logramos reconocerla como tal.
En su exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco ha señalado cuatro tentaciones: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la mundanidad espiritual y las guerras entre los creyentes (nn.81-86.93-101). Esas tentaciones nos alejan del camino que nos habría de llevar a conseguir lo mejor de nosotros mismos y a anunciar el Evangelio.
El texto del libro del Génesis que hoy se lee en la misa nos sugiere que la gran tentación  del ser humano es la de despreciar la voluntad divina (Gen 2,7-9; 3,1-7). Al  ceder a la tentación, la persona rompe la relación de armonía con lo otro, con los otros y con el absolutamente Otro.
EL ENGAÑO QUE SEDUCE
Si el primer Adán cede a la tentación, Cristo, el segundo Adán, la supera. Como todos los años, al principio de la cuaresma, hoy contemplamos a Jesús en el desierto (Mt 4,1-11). El evangelio nos dice que Jesús sale victorioso de las pruebas a las que es sometida su categoría divina y hasta su calidad humana. Jesús fue sometido una y otra vez a la prueba.
En el caso de nuestras tentaciones la cuestión  de fondo era, es y será siempre la misma. Hemos de preguntarnos por las hondas razones que nos mueven a caminar. Hemos de plantearnos el por qué y el para qué de nuestras elecciones.
La gran tentación es la de volver la espalda a la verdad. La de pretender ignorar el plan de Dios y nuestra propia dignidad de Hijos de Dios. Nuestra gran tentación es el engaño que con tanta frecuencia aceptamos como normal e inofensivo.
San Pablo nos  recuerda que la salvación que nos llega por Cristo nos redime del mal que desde siempre nos seduce.
TENTADORES DE DIOS
A la última tentación Jesús responde citando un tajante texto del Deuteronomio: “No tentarás al Señor tu Dios”. De ser tentados pasamos con frecuencia a ser tentadores. Tentadores de los demás y hasta de Dios.• “No tentarás al Señor tu Dios”. Tentamos a Dios cuando olvidamos su amor y adoramos a las cosas, como si fueran un dios que puede salvarnos y merecer nuestro amor.
• “No tentarás al Señor tu Dios”. Tentamos a Dios cuando pretendemos ser nosotros la fuente de la fe y la esperanza, del amor y de la vida, de la paz y la justicia.
• “No tentarás al Señor tu Dios”. Tentamos a Dios cuando nos llamamos hijos suyos y olvidamos a nuestros hermanos, que también lo llaman “Padre”.
A la luz de este mensaje, será necesario revisar las tentaciones del tener, el poder y el placer, que continuamente tratan de desviarnos del camino del Señor. La cuaresma es un tiempo propicio para este examen sobre la verdad de nuestra vida.
– Señor Jesús, tentado como nosotros, te damos gracias por habernos revelado, con el ejemplo de tu insobornable fidelidad al Padre, el camino de la fidelidad que nos conduce a la felicidad.

Visita a la Congregación en Roma

[Visto: 627 veces]

Resurreccionistas
Oración Resurreccionista
Oh Señor Resucitado, tú que eres el camino, la verdad y la vida, haz que seamos fieles seguidores del Espíritu de tu resurrección. Concédenos que seamos interiormente renovados, muriendo a nosotros mismos para que tú puedas vivir en nosotros.
Que nuestras vidas sirvan como signos de la fuerza transformadora de tu amor. Sírvete de nosotros como tus instrumentos para la renovación de la sociedad, llevando a todos tu vida y tu amor, y guiándolos a tu Iglesia.
Esto te lo pedimos, Señor Jesús, que vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos.  Amén.Letanía
(Animador) Si morimos con Él – (Todos) viviremos con Él.
A: Si perseveramos – T: reinaremos con Él.
A: Jesús, vencedor de la muerte, – T: haz que resucitemos contigo.

Cuaresma 2014

[Visto: 798 veces]

Miercoles de ceniza

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)

Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?
La gracia de Cristo
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).
La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «…para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).
Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
Nuestro testimonio
Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.
No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.
Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.
Vaticano, 26 de diciembre de 2013
Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir
FRANCISCO
Jeffrey KlaiberJeffrey Klaiber Lockwood SJ
Lamentamos comunicar el fallecimiento del Padre Jeffrey Klaiber Lockwood SJ. Jeff dedicó su ministerio sacerdotal a la investigación histórica en la Universidad Católica y en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, universidades donde fue querido y valorado. Que descanse en la Paz de Dios, a quien sirvió generosamente.

En Dios mi salvación

[Visto: 1119 veces]

Palabra de Dios

Libro de Isaías 49,14-15
Sión decía: “El Señor me abandonó, 
mi Señor se ha olvidado de mí”.
¿Se olvida una madre de su criatura,
no se compadece del hijo de sus entrañas?
¡Pero aunque ella se olvide,
yo no te olvidaré!
Salmo 62
2.Mi alma sólo descansa en Dios, mi salvación viene de él;
3.sólo él es mi roca, mi salvación, mi fortaleza; no sucumbiré.
4.¿Hasta cuándo atacaréis a un hombre solo todos a una para derribarlo como una pared que se desploma o una tapia a punto de caerse?
5.Desde su altura tratan de derrocarme, se complacen en la falsedad; con la boca bendicen y con el corazón maldicen.
6.Mi alma sólo descansa en Dios, mi salvación viene de él;
7.sólo él es mi roca, mi salvación, mi fortaleza; no sucumbiré.
8.Mi gloria y mi salvación están en Dios, en Dios, mi roca de defensa y mi refugio.
9.Confiad en él, oh pueblo, en todo tiempo; Dios es nuestro refugio.
10.Los hombres del pueblo son un soplo, la gente ilustre, una mentira; cuando se los pone en la balanza, todos juntos pesan menos que un soplo.
11.No esperéis nada de la violencia, no os hagáis ilusión con la rapiña; si llegáis a ser ricos, no pongáis vuestro corazón en las riquezas.
12.Dios ha dicho una cosa, y luego otra; yo lo he oído;
13.esto: que el poder es de Dios; de ti, Señor, es la lealtad; y esto: que tú pagas a cada uno según sus obras.
Carta I de San Pablo a los Corintios 4,1-5
Hermanos: 
Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 
Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel. 
En cuanto a mí, poco me importa que me juzguen ustedes o un tribunal humano; ni siquiera yo mismo me juzgo. 
Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado: mi juez es el Señor. 
Por eso, no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda. 
Evangelio según San Mateo 6,24-34
Dijo Jesús a sus discípulos: 
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero. 
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? 
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? 
¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? 
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. 
Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. 
Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! 
No se inquieten entonces, diciendo: ‘¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?’. 
Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. 
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. 
No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción. 

Amor y gracia

[Visto: 814 veces]

Cristo

En el Evangelio de hoy Jesús continúa el examen de diversos preceptos de la ley antigua, y él, como nueva instancia de Ley de Dios, les da su sentido último. En esta parte del Sermón de la Montaña (Mt 5,21-48) Jesús cita diversos mandamientos y explica en qué consiste su cumplimiento por medio de la fórmula: “Se os ha dicho: ‘No matarás’, pues Yo os digo… Se os ha dicho: ‘No cometerás adulterio’, pues Yo os digo… Se os ha dicho: ‘No perjurarás’, pues Yo os digo… etc.” Eso que Cristo “dice” es nueva instancia de Palabra de Dios. El es la Palabra eterna del Padre, que se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y si esto no bastara para dar autoridad divina a la enseñanza de Cristo y a su propia Ley, tenemos el testimonio del Padre mismo, que en el monte de la Transfiguración declara: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle” (Mt 17,5). Por eso cuando Jesús dice: “Yo os digo”, debemos tender el oído y escuchar atentamente, pues va a seguir una palabra de vida eterna endosada por el Padre mismo.
Jesús concluye la serie de mandamientos citando un último precepto de la ley antigua: “Vosotros sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial”. Jesús lo toma del libro del Levítico que decía: “Sed santos, porque yo, Yahveh, vuestro Dios, soy santo” (Lev 19,2). Pero hace suyo este precepto con un sentido completamente diverso de cómo había sido entendido en la Ley de Moisés. Allí se trataba de la santidad necesaria para participar en el culto, que se adquiría por medio de diversas abluciones y manteniendose libre del contacto con cadáveres y con otras realidades externas que hacían impuro al hombre. Aquí, en cambio, se trata de algo diverso; Jesús se refiere a la santidad interior, a la pureza del corazón, que consiste en el cumplimiento de la Ley evangélica que él está enseñando.
El precepto: “Vosotros sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”, no admite profundización, porque no existe un precepto ulterior ni más radical. En efecto, no hay nada más perfecto que el Padre celestial. Lo impresionante es que Jesús nos llama a nosotros a esa misma perfección. Si, conscientes de nuestro pecado, en nuestra impotencia, preguntamos: ¿Cómo se puede cumplir tal precepto?, sabemos que la respuesta es: “El hombre no puede, por más que se esfuerce”. Por eso es que la Ley de Cristo nos queda siempre grande y nadie podrá sentirse satisfecho, pensando que ya la ha cumplido cabalmente. Queda así excluida del cristianismo toda actitud de autosuficiencia ante Dios. El cristiano sabe que el hombre no se salva por el cumplimiento de ciertos preceptos de una ley externa, sino por pura gracia. La salvación del hombre es fruto de la pasión y muerte de Cristo en la cruz; es algo que obtuvo para nosotros Cristo y no algo que nosotros hayamos logrado por nuestro propio esfuerzo. A esto se refiere San Pablo cuando escribe: “No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera la justificación, entonces Cristo habría muerto en vano” (Gal 2,21).
Permanece el hecho de que Cristo nos dio ese precepto y que lo hizo seriamente y no sólo para convencernos de nuestra impotencia. Cristo nos dio ese precepto en la certeza de que lo podríamos cumplir. A la pregunta: ¿Cómo?, el mismo responde: “Yo os digo: no resistáis al mal; al que te abofetee en la mejilla derecha, ofrecele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, dejale también el manto; al que te obligue a andar una milla, vete con él dos… amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen…”. Jesús nos exhorta a esa conducta, “para que seáis -dice él- hijos de vuestro Padre celestial” y perfectos.
Pero esa conducta, que es el cumplimiento de la Ley de Cristo, y que nos hace “perfectos como es perfecto nuestro Padre celestial”, no puede el ser humano observarla por su propio esfuerzo. No hay capacidad en la naturaleza humana para ofrecer la mejilla izquierda al que le golpea la derecha, o para darle de buena gana también el manto al que quiera arrebatarle la túnica. Personalmente no he tenido nunca la suerte de presenciar acciones semejantes. Estas acciones son sobrenaturales. Por eso, pretender que un hombre sin la gracia de Dios pueda hacerlas es lo mismo que pretender que un caballo resuelva un problema de matemáticas. Es imposible porque supera a su naturaleza. Si Cristo, de todas maneras, nos dio esa Ley es porque él sabía que con su muerte en la cruz nos iba a obtener una participación en la naturaleza divina que nos permitiera cumplirla. El cumplimiento de esos preceptos de Cristo es un don de Dios; ningún hombre puede alcanzarlo por sus propios medios. Cuando alguien observa esos preceptos de Cristo, revela que Dios lo ha santificado, que ha alcanzado la perfección cristiana. Este es el testimonio de los santos que veneramos en los altares.
Pero el mandato de Cristo de ser perfectos y alcanzar esa santidad está dado a todos; para poderlo cumplir contamos con su gracia que él nos obtuvo por medio de su sacrificio en la cruz.
+ Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo Auxiliar de Los Ángeles (Chile)

Consistorio sobre la familia

Consistorio sobre la familia
150 cardenales han participado en el Consistorio extraordinario sobre la familia según ha comunicado en su habitual encuentro con la prensa, el director de la Oficina de Prensa, Padre Federico Lombardi SJ que ha revelado también que los purpurados han saludado calurosamente al cardenal Silvano Piovanelli que cumple 90 años, y que a las siete ha concelebrado la santa misa con el Papa en Santa Marta.
Los participantes en el consistorio han encargado al Padre Lombardi leer una declaración, aprobada por el Santo Padre, que resume los pensamientos del Papa Francisco y del Colegio Cardenalicio y que publicamos a continuación:
“Durante el Consistorio extraordinario, el Santo Padre y el Colegio Cardenalicio han elevado al Señor una oración especial por los muchos cristianos que, en diferentes partes del mundo son, cada vez con más frecuencia, víctimas de actos de intolerancia o persecución. A cuantos sufren por causa del Evangelio, el Santo Padre y los cardenales desean renovar la seguridad de su oración constante, exhortándolos a permanecer firmes en la fe y a perdonar de corazón a sus perseguidores, a imitación del Señor Jesús
De igual manera, el pensamiento del Papa y los cardenales se dirige también a las naciones que, en este período, están desgarradas por conflictos internos, o por graves tensiones lesivas de la normal convivencia civil, como en Sudán del Sur o en Nigeria, donde una serie constante de atentados siega numerosas vidas inocentes, en un creciente clima de indiferencia. En estas horas, suscita especial preocupación la dramática evolución de la situación en Ucrania, para la que se desea que cese prontamente toda acción violenta y se restablezcan la concordia y la paz.
También preocupa mucho la persistencia del conflicto en Siria, que parece lejos de encontrar una solución pacífica y duradera, así como el de la República Centroafricana, que cada día asume proporciones más grandes. Cada vez es más urgente una iniciativa de la comunidad internacional para promover la paz y la reconciliación internas, garantizar el restablecimiento de la seguridad y del Estado de derecho y permitir el acceso indispensable a las ayudas humanitarias .
Desgraciadamente, se ha tomado nota de que muchos de los conflictos actuales se describen como de naturaleza religiosa, a menudo enfrentando subrepticiamente a cristianos y musulmanes, cuando se trata de conflictos cuyas raíces primarias son de naturaleza étnica, política o económica.
Por su parte, la Iglesia católica, condenando cualquier violencia perpetrada en nombre de la afiliación religiosa, no dejará de continuar sus esfuerzos por la paz y la reconciliación, a través del diálogo interreligioso y las múltiples obras de caridad que diariamente prestan ayuda y apoyo diario a los que sufren en cualquier lugar del mundo”.
Después de leer el comunicado, el Padre Lombardi ha informado sobre el desarrollo de la jornada durante la cual el Papa ha anunciado el nombre de los tres presidentes del Sínodo sobre la Familia: los cardenales André Vingt Trois, arzobispo de París (Francia), Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila (Filipinas) y Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida (Brasil). Tres representantes de tres continentes.
Las intervenciones, entre la tarde de ayer y la mañana de hoy, han sido 43 y está previsto que prosigan porque hay muchos purpurados inscritos para hablar. “No sabemos si podrán hacerlo todos -ha precisado Lombardi- Algunos darán su contribución por escrito, para que se incorpore a las actas y pueda ser útil para la reflexión común de cara al Sínodo”.
Entre los temas abordados destaca la concepción de la familia según la perspectiva antropológica cristiana y su valoración en el contexto de la cultura secularizada que posee una concepción diversa de la familia, de la sexualidad y de la persona y en la que el enfoque cristiano se encuentra a veces en dificultad. “La reflexión no se ha desarrollado en un clima de lamentaciones -ha comentado Lombardi- sino de realismo, de constatar la dificultad cristiana en una cultura que va, prevalentemente, en otra dirección. Se ha citado varias veces la “Teología del cuerpo” enunciada por Juan Pablo II, así como la encíclica “Familiaris consortio”, y el Catecismo de la Iglesia Católica”. Otra cuestión ha sido la pastoral de la familia en diversos ámbitos, insistiendo sobre todo, en la preparación al matrimonio y en la espiritualidad conyugal y familiar”.
Se ha tratado también el problema de los divorciados que se han vuelto a casar desde el punto de vista jurídico canónico y se ha hablado de los procedimientos de nulidad para mejorarlos y simplificarlos. Sobre la admisión a los sacramentos de los divorciados que se han vuelto a casar las intervenciones han sido amplias y profundas, aunque no haya habido ni decisiones ni pronunciamientos al respecto. “Aquí tampoco el clima ha sido de tensión o de ansia, sino muy positivo, de discernimiento, de búsqueda conjunta del camino para conjugar lo mejor posible la fidelidad a las palabras de Jesús con la misericordia divina y la atención a las situaciones concretas, siempre con gran sensibilidad”, ha dicho el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, reiterando que si bien no haya que esperar del consistorio una orientación unitaria, si ha habido una introducción alentadora a la tarea del Sínodo, que si trabaja con esta amplitud de horizontes, estará en buen camino para progresar en la respuesta pastoral de la Iglesia a las esperanzas, muy sentidas, en este ámbito.
Por último los cardenales han debatido sobre algunos contextos específicos de la pastoral familiar, como la emigración o la ignorancia religiosa.
Fuente: Servicio Informativo Vaticano

Lo que es el amor

[Visto: 1684 veces]

Bienaventuranzas

Por el Papa Francisco
El Evangelio de este domingo forma parte todavía del llamado “Sermón de la Montaña”, la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús con respecto a la Ley judía.
Él dice: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mateo 5:17). Así que Jesús no quiere cancelar los mandamientos que el Señor dio por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. E inmediatamente después añade que este “cumplimiento” de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica. Y de hecho dice a sus discípulos: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 05:20).
¿Pero qué significa este “pleno cumplimiento” de la ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? El mismo Jesús nos responde con algunos ejemplos, comparando La antigua ley con lo que Él nos dice.
Comienza desde el quinto mandamiento del Decálogo: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás”; pero yo les digo que todo aquel que se enoja contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal”. (vv. 21-22).
Con esto, Jesús nos recuerda que ¡también las palabras pueden matar! Por lo tanto, no sólo no se debe atentar contra la vida de los demás, sino tampoco derramar sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia.
Jesús propone a los que siguen la perfección del amor: un amor cuya única medida es no tener medida, ir más allá de todo cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer la paz con el prójimo: “Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano” (vv. 23-24).
Por esto, estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de mostrar nuestra devoción al Señor en la oración.
De todo esto queda claro que Jesús no da importancia sólo a la observancia disciplinar y a la conducta externa. Él va a la raíz de la Ley, centrándose especialmente en la intención y por tanto en el corazón humano, donde se originan nuestras acciones buenas o malas.
Para obtener un comportamiento bueno y honesto no son suficientes las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresión de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se pueden recibir gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos permite vivir el amor divino.
A la luz de esta enseñanza de Cristo, todos los mandamientos revelan su pleno significado como una exigencia de amor, y todos se reúnen en el gran mandamiento: amar a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo.
Las bienaventuranzas
Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12a) son como el pórtico de entrada al Sermón de la Montaña, en el que Jesús nos dio la Ley de la Nueva Alianza, muy superior a la que nos diera Moisés con las Tablas de la Ley (los diez mandamientos). Justamente es lo que nos dice el evangelio en Mt 5,17-37, al mismo tiempo que nos presenta cuatro botones de muestra. (Los evangelios de los domingos siguientes nos presentarán otros). Junto con dar al Padre la satisfacción debida, con redimirnos y darnos ejemplo de vida, el Señor Jesús vino a este mundo para corregir las desviaciones introducidas en la Ley de Dios (ver estos tres casos: Mt 19, 8+; Mc 2,17; 7, 11+).
Con el máximo respeto a la Ley y los Profetas, que constituyen toda la Ley (Revelación) del Antiguo Testamento, Jesús dice que no ha venido a abolirla, sino a darle cumplimiento. Es decir, a enriquecerla y llevarla a la perfección, revelando los múltiples matices que encierra y que también hay que cumplir. Ciertamente no hay que matar, pero tampoco hay que molestarse con el hermano. No hay que cometer adulterio, pero ni con la mirada… No basta con conseguir acta de divorcio, pues el divorciad@ comete adulterio si está con otr@. No hay que jurar en falso, sino simplemente decir SI o NO.
Lo susodicho es importante, pero es importante también, y mucho, lo que Jesús añade en cada uno de los cuatro casos. Por ejemplo, las dos breves parábolas con las que remarca positivamente lo que va implícito en el 5º mandamiento: no matar. No basta con no matar y no insultar y no enojarse con el prójimo. Hay que hacer ver y practicar la primacía de la caridad. En primer lugar la reconciliación con el prójimo como condición ineludible -sine qua non-, de que Dios nos perdone. Si tu hermano está enojado contigo, aunque supuestamente tú no le hayas dado motivos, déjalo todo y vete a reconcíliate con tu hermano… Haz esto cuanto antes, enseña la segunda parábola, pues la caridad cristiana no admite dilaciones. Todo esto es hilar muy fino y es indispensable cuando se quiere vivir la perfección cristiana.
Pero en el Sermón de la Montaña, que estamos viendo, hay algo mucho más importante todavía. Mucho más importante que las cosas que se nos proponen, con ser sublimes y casi ideales, y mucho más importante aún que cumplirlas escrupulosamente. Lo máximo es adherir y seguir a Jesucristo, que es quien nos las propone. En el yo les digo, de Jesús, que repite varias veces, mucho más que lo que nos dice vale Quién lo dice: la Palabra de Dios, consustancial al Padre (Heb 1, 1-3). Él es la Nueva Ley, la Norma de todo, la Regla de vida a seguir, especialmente por los cristianos, que por el bautismo han sido injertados en Jesucristo.

Venezuela

Asesinan 2 sacerdotes en Venezuela
Mientras en la Plaza San Pedro del Vaticano ondean banderas venezolanas para pedir paz y reconciliación ante los hechos sangrientos de la semana pasada, llega una noticia dramática desde la ciudad de Valencia, al suroeste de Caracas.
Jesús Plaza, de 84 años, y Luis Sánchez, de 80, fueron apuñalados durante la noche en el Colegio Don Bosco de la ciudad de Valencia. Un tercer religioso, Juan David Marín, director de la institución, sobrevivió al ataque y fue operado en una clínica de la ciudad, según lo informado por los diarios locales. Los investigadores indicaron que se trató de un asalto en la estructura de los salesianos.
Por su parte, el inspector general de los Salesianos en Venezuela, Luciano Stefani, escribió en un comunicado que «anoche, como a la media noche, se metieron a la residencia de los salesianos del Colegio Don Bosco de Valencia, dos atracadores, quienes mataron a mansalva, en sus habitaciones, al padre Jesús Plaza y al hermano Luis Sánchez, e hirieron (parece que no de gravedad) al Padre David Marín».
Los funerales de los religiosos asesinados se llevarán a cabo en el santuario María Auxiliadora de la ciudad de Valencia.
Fuente: Vatican Insider.

Luz del mundo y sal de la tierra

[Visto: 3051 veces]

Luz y sal

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
En el evangelio de hoy (Mt 5, 13-16), Jesús nos asegura que somos sal para la tierra y luz del mundo. Digamos ante todo que aún hoy la sal y la luz son elementos necesarios para la vida. Infaltables teniendo en cuenta sus propiedades. Es por ello que Jesús hace y nos hace la siguiente pregunta: ¿para qué sirve la sal si se desala o la luz si la tapamos? La pregunta es crucial si tenemos en cuenta que Mateo pone todo esto después de las Bienaventuranzas, como diciendo que éstas, cada una y en conjunto, deben ser sal y luz. Y que el carácter de sus discípulos y de los llamados al Reino debe ser sal y luz. Y que el testimonio que deberán dar al mundo es salarlo, viviendo según Cristo y las bienaventuranzas, e iluminarlo con las buenas obras.
Por ser como la sal, Jesús espera que demos sabor y preservemos de la corrupción lo que salamos, que son las dos principales propiedades de la sal. Espera que personal y comunitariamente, hagamos sabrosa nuestra vida y la de los demás. Que pongamos buen humor, sano optimismo, esperanza y alegría, que hagamos ver el sentido positivo de las cosas que nos pasan y seamos señales de orientación en el tráfico de la vida y de los valores. Espera también que cuidemos y defendamos los sanos principios, las buenas costumbres y los valores humanos y del evangelio; que evitemos su corrupción y desaparición.
Somos también la luz del mundo. Algo en sí mismo hermoso y de beneficio para los demás, como es iluminar y dar calor. Dios que es Luz y habita en una luz inaccesible (1 Tim 6,16), ama la luz (el cosmos, la gracia) y aborrece las tinieblas (el caos, el pecado). Por eso su Hijo es Luz (Jn 8,12; 12,46) y lo primero que creó fue la luz (Gen 1, 3) y a nosotros nos dio el ser luz e hijos de la luz (Lc 16,8). Digamos que aquí la palabra luz es sinónimo de verdad, sabiduría, santidad, justicia, bondad, rectitud, honestidad, felicidad, gracia…y un ciento de valores más. ¿Somos luz de verdad? Portémonos como hijos de la luz, nos dice San Pablo, con bondad, con justicia y según la verdad, pues esos son los frutos de la luz. (Ef 5, 8)
“Alumbre tu luz delante de los hombres, para que vean tus buenas obras y den gloria a tu Padre que está en el cielo” (Mt 5,16), destaco esta invitación-orden de Jesús, porque, nos aclara el sentido de aquel otro dicho suyo que tanto citamos, casi siempre para excusar nuestra pereza: que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha (Mt 6,3). Digamos que lejos de haber contradicción entre ambos dichos, se complementan. En efecto, Jesús nos pide: 1. que hagamos muchas buenas obras, 2. que todo el mundo las vea, 3. que las cosas que hacemos den e inviten a dar gloria a Dios, 4. que no nos atribuyamos mérito alguno ni pidamos aplausos por nuestras buenas obras, y 5. que, a quien nos dé gracias, le digamos sencillamente: no hay de qué, hice lo que tenía que hacer… (Lc 17,10). Tal fue el comportamiento de Jesús (Mt 11, 4-5).

San Rabano Mauro

[Visto: 817 veces]

San Rabano Mauro

Por Benedicto XVI
Hoy voy a hablar de un personaje del Occidente latino verdaderamente extraordinario: el monje Rabano Mauro. Junto a hombres como san Isidoro de Sevilla, san Beda el Venerable y san Ambrosio Auperto, de los que ya he hablado en catequesis precedentes, durante los siglos de la alta Edad Media supo mantener el contacto con la gran cultura de los antiguos sabios y de los Padres cristianos.
Rabano Mauro, recordado con frecuencia como “praeceptor Germaniae”, tuvo una fecundidad extraordinaria. Con su capacidad de trabajo totalmente excepcional fue quizá el que más contribuyó a mantener viva la cultura teológica, exegética y espiritual a la que recurrirían los siglos sucesivos. A él hacen referencia grandes personajes pertenecientes al mundo de los monjes, como san Pedro Damián, san Pedro el Venerable y san Bernardo de Claraval, así como un número cada vez mayor de “clerici” del clero secular, que en los siglos XII y XIII promovieron uno de los florecimientos más hermosos y fecundos del pensamiento humano.
Rabano nació en Maguncia, alrededor del año 780; al entrar, muy joven, en el monasterio se le añadió el nombre de Mauro, precisamente en referencia al joven Mauro que, según el Libro segundo de los diálogos de san Gregorio Magno, siendo niño, lo habían entregado sus padres, nobles romanos, al abad Benito de Nursia. El ingreso precoz de Rabano como “puer oblatus” en el mundo monástico benedictino, y los frutos que obtuvo para su crecimiento humano, cultural y espiritual, abrieron posibilidades interesantísimas no sólo para la vida de los monjes y de la Iglesia, sino también para toda la sociedad de su tiempo, tradicionalmente llamada “carolingia”.
Hablando de ellos, o quizá de sí mismo, Rabano Mauro escribe: “Hay algunos que han tenido la suerte de haber sido introducidos en el conocimiento de las Escrituras desde su más tierna infancia (“a cunabulis suis”) y se han alimentado tan bien de la comida que les ha ofrecido la santa Iglesia que pueden ser promovidos, con la educación adecuada, a las más altas órdenes sagradas” (PL 107, col 419 BC).
La extraordinaria cultura por la que se distinguía Rabano Mauro llamó muy pronto la atención de los grandes de su tiempo. Se convirtió en consejero de príncipes. Se esforzó por garantizar la unidad del Imperio y, en un nivel cultural más amplio, a quien le preguntaba nunca negó una respuesta ponderada, que se inspiraba preferentemente en la Biblia y en los textos de los santos Padres. A pesar de que fue elegido primero abad del famoso monasterio de Fulda y después arzobispo de su ciudad natal, Maguncia, prosiguió sus estudios, demostrando con el ejemplo de su vida que se puede estar al mismo tiempo a disposición de los demás, sin privarse por ello de un tiempo oportuno de reflexión, estudio y meditación.
Así, Rabano Mauro fue exegeta, filósofo, poeta, pastor y hombre de Dios. Las diócesis de Fulda, Maguncia, Limburgo y Breslavia lo veneran como santo o beato. Sus obras ocupan seis volúmenes de la Patrología Latina de Migne. Probablemente fue él quien compuso uno de los himnos más bellos y conocidos de la Iglesia latina, el “Veni Creator Spiritus”, síntesis extraordinaria de pneumatología cristiana. El primer compromiso teológico de Rabano se expresó, de hecho, en forma de poesía y tuvo como tema el misterio de la santa cruz, en una obra titulada “De laudibus sanctae crucis”, concebida para presentar no sólo contenidos conceptuales, sino también estímulos más exquisitamente artísticos, utilizando tanto la forma poética como la forma pictórica dentro del mismo códice manuscrito.
Por ejemplo, proponiendo iconográficamente entre las líneas de su escrito la imagen de Cristo crucificado, escribe: “Esta es la imagen del Salvador que, con la posición de sus miembros, hace sagrada para nosotros la salubérrima, dulcísima y amadísima forma de la cruz, para que creyendo en su nombre y obedeciendo sus mandamientos podamos obtener la vida eterna gracias a su Pasión. Por eso, cada vez que elevamos la mirada a la cruz, recordamos a Aquel que sufrió por nosotros para arrancarnos del poder de las tinieblas, aceptando la muerte para hacernos herederos de la vida eterna” (Lib. 1, Fig. 1: PL 107 col 151 C).
Este método de combinar todas las artes, la inteligencia, el corazón y los sentidos, que procedía de Oriente, sería desarrollado ampliamente en Occidente, consiguiendo metas inalcanzables en los códices miniados de la Biblia y en otras obras de fe y de arte, que florecieron en Europa hasta la invención de la imprenta e incluso después. En todo caso, demuestra que Rabano Mauro tenía una conciencia extraordinaria de la necesidad de involucrar en la experiencia de fe no sólo la mente y el corazón, sino también los sentidos a través de los otros aspectos del gusto estético y de la sensibilidad humana que llevan al hombre a disfrutar de la verdad con todo su ser, “espíritu, alma y cuerpo”.
Esto es importante: la fe no es sólo pensamiento, sino que implica a todo el ser. Dado que Dios se hizo hombre en carne y hueso, y entró en el mundo sensible, nosotros tenemos que tratar de encontrar a Dios con todas las dimensiones de nuestro ser. Así, la realidad de Dios, a través de la fe, penetra en nuestro ser y lo transforma. Por eso, Rabano Mauro concentró su atención sobre todo en la liturgia, como síntesis de todas las dimensiones de nuestra percepción de la realidad. Esta intuición de Rabano Mauro lo hace extraordinariamente actual.
Son famosos también sus “Carmina”, propuestos para ser utilizados sobre todo en las celebraciones litúrgicas. De hecho, es lógico el interés de Rabano por la liturgia, teniendo en cuenta que era ante todo un monje. Sin embargo, no se dedicó al arte de la poesía como fin en sí misma, sino que utilizó el arte y cualquier otro tipo de conocimiento para profundizar en la Palabra de Dios. Por ello, con gran empeño y rigor trató de introducir a sus contemporáneos, sobre todo a los ministros (obispos, presbíteros y diáconos), en la comprensión del significado profundamente teológico y espiritual de todos los elementos de la celebración litúrgica.
Así, trató de comprender y presentar a los demás los significados teológicos escondidos en los ritos, recurriendo a la Biblia y a la tradición de los Padres. Por honradez y para dar mayor peso a sus explicaciones, no dudaba en citar las fuentes patrísticas a las que debía su saber. Se servía de ellas con libertad y discernimiento atento, continuando el desarrollo del pensamiento patrístico. Por ejemplo, al final de su “Epistola prima” dirigida a un corepíscopo de la diócesis de Maguncia, después de responder a las peticiones de aclaración sobre el comportamiento que se debe tener en el ejercicio de la responsabilidad pastoral, prosigue:”Te hemos escrito todo esto tal como lo hemos deducido de las Sagradas Escrituras y de los cánones de los Padres. Ahora bien, tú, santísimo hombre, toma tus decisiones como mejor te parezca, caso por caso, tratando de moderar tu evaluación de tal manera que se garantice en todo la discreción, pues esta es la madre de todas las virtudes” (Epistulae, I: PL 112, col. 1510 C). Así se ve la continuidad de la fe cristiana, que tiene sus inicios en la Palabra de Dios, la cual siempre está viva, se desarrolla y se expresa de nuevas maneras, siempre en coherencia con toda la construcción, con todo el edificio de la fe.
Dado que la Palabra de Dios es parte integrante de la celebración litúrgica, Rabano Mauro se dedicó a ella con el máximo empeño durante toda su vida. Redactó explicaciones exegéticas apropiadas casi para todos los libros bíblicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, con una finalidad claramente pastoral, que justificaba con palabras como estas:”He escrito esto (…) sintetizando explicaciones y propuestas de otros muchos para prestar un servicio al pobre lector que no puede tener a su disposición muchos libros, pero también para ayudar a quienes en muchos temas no logran profundizar en la comprensión de los significados descubiertos por los Padres” (Commentariorum in Matthaeum praefatio: PL 107, col. 727 D). De hecho, al comentar los textos bíblicos recurría ampliamente a los Padres antiguos, con predilección especial por san Jerónimo, san Ambrosio, san Agustín y san Gregorio Magno.
Su notable sensibilidad pastoral lo llevó después a afrontar uno de los problemas que más preocupaban a los fieles y a los ministros sagrados de su tiempo: el de la penitencia. Compiló “Penitenciarios” —así los llamaba— en los que, según la sensibilidad de la época, se enumeraban los pecados y las penas correspondientes, utilizando en la medida de lo posible motivaciones tomadas de la Biblia , de las decisiones de los concilios, y de las Decretales de los Papas. De esos textos se sirvieron también los “carolingios” en su intento de reforma de la Iglesia y de la sociedad. Esta misma finalidad pastoral tenían obras como “De disciplina ecclesiastica” y “De institutione clericorum” en los que, recurriendo sobre todo a san Agustín, Rabano explicaba a personas sencillas y al clero de su diócesis los elementos fundamentales de la fe cristiana: eran una especie de pequeños catecismos.
Concluyo la presentación de este gran “hombre de Iglesia” citando algunas palabras suyas en las que se refleja su convicción de fondo: “Quien descuida la contemplación (“qui vacare Deo negligit”), se priva de la visión de la luz de Dios; quien se deja llevar de modo indiscreto por las preocupaciones y permite que sus pensamientos se vean arrollados por el tumulto de las cosas del mundo, se condena a la imposibilidad absoluta de penetrar en los secretos del Dios invisible” (Lib. I: PL 112, col. 1263 A).
Creo que Rabano Mauro nos dirige hoy estas palabras: en el trabajo, con sus ritmos frenéticos, y en los tiempos de vacaciones, debemos reservar momentos para Dios. Abrirle nuestra vida dirigiéndole un pensamiento, una reflexión, una breve oración; y, sobre todo, no debemos olvidar el domingo como el día del Señor, el día de la liturgia, para percibir en la belleza de nuestras iglesias, de la música sacra y de la Palabra de Dios, la belleza misma de Dios, dejándolo entrar en nuestro ser. Sólo así nuestra vida se hace grande, se hace vida de verdad.

Presentación del Señor 2014

[Visto: 685 veces]

Cuarto Domingo Tiempo Ordinario

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Desde el Concilio Vaticano II, la liturgia ve en el evangelio de hoy (Lc 2, 22-40), la Presentación de Jesús en el templo. Sin duda, porque es el acontecimiento más importante, entre los varios que en él se mencionan. En efecto, es el Señor en persona quien entra en el templo y toma posesión del mismo, cambiándolo todo y trayendo un nuevo culto a Dios. Según la Torah (Ex 13, 2; Num 18,15), “todo varón primogénito será consagrado al Señor”, sólo que, en este caso, ¡Jesús es el Señor…! Por vez primera en la historia del templo y de la religión judía, lo más importante ya no es el santuario con el santa santorum sino el Señor en persona, quien toma posesión del templo y busca adoradores en espíritu y en verdad… (Jn 4, 23). Su presencia llena el templo de resplandor nuevo.
Imitando a María que presentó a Jesús en el templo, hoy muchas mamás van a las iglesias llevando en sus brazos a sus bebés para presentarlos al Señor. El sacerdote bendice a las mamás y a los niños, mientras estos son elevados y presentados a Dios en ofrenda. ¡Qué hermosas ofrendas! ¡Y qué profundos y bellos sentimientos, los de las mamás: de gratitud, de petición de ayuda, de alegría…, de ofrecimiento a Dios para que lo haga su sacerdote! Ciertamente, esta fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, es una buena ocasión para que las mamás presenten al Señor a sus niños. Pero sin olvidar que la presentación real y más hermosa es cuando los papás llevan a sus niños al bautsmo, que debiera ser lo antes posible y sin que la elección de padrinos sea una rémora. En el bautismo, los niños no sólo son presentados a Dios, sino que se hacen realmente hijos de Dios Padre, hermanos de Jesucristo y Testigos vivos del Espíritu Santo.
En el evangelio se habla tambien de la purificación de María y del rescate del niño Jesús, ambos exigidos por el Levítico (12, 4 y 12, 8), pero para nosotros hoy eso sólo tiene un valor de testimonio y de referencia. El testimonio de que José y María fueron fieles cumplidores de la ley, aún en cosas que no les incumbían, y de que se consideraron pobres, pues sólo pudieron ofrecer de rescate por el niño un par de tórtolas. La referencia es a dos ancianos personajes, Simeón y Ana la profetisa, que, de algún modo, representan lo mejor de la expectación mesiánica al nacer Jesús. Ambos estaban en el templo cuando los padres de Jesús llegaron con el niño. Ana no se cansó de hablar de él a la gente. Simeón, por su parte, alabó a Dios con un hermoso himno conocido como el Nunc dimittis y dio a Maria y Jesús una bendición profética (Lc 2, 28-35), que les atravesó el alma como una espada.
La Fiesta de la Candelaria, que desde hace 17 siglos, celebra también hoy el pueblo de Dios, tiene mucho que ver con el Nunc dimittis, en el que el anciano Simeón llama al niño Jesús Luz de las Naciones… Luz del mundo, se llamó a sí mismo Jesús en alguna ocasión (Jn 8, 12). Poco a poco, esta imagen de Jesús Luz, y de Jesús Luz en los brazos de María, fue calando en el Pueblo de Dios, que empezó a ver y llamar a María Nuestra Señora de la Luz (= Nuestra Señora de la Candelaria o simplemente La Candelaria). Una candela o vela encendida llegó a ser para los devotos y fieles el símbolo de su amor a María con Jesús Luz (la Candelaria), siendo miles los que la honran y celebran, en muchos casos con sus costumbres típicas. Antes, estas candelas son bendecidas en una emotiva Bendición y Procesión de las Candelas, las que luego cada uno lleva a casa como signo de bendición. Alguien ha dicho que en vez de ir hoy al templo llevando una vela para su bendición, habría que ir llevando y mostrando la Constitución de la Iglesia Luz de las Gentes (LG).