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Feliz Domingo de Resurrección

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Tiziano 1511

Evangelio de Mateo, capítulo 28
1. Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro.
2. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.
3. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve.
4. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.
5. El ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado.
6. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba,
7. y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán». Esto es lo que tenía que decirles».
8. Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
9. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
10. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».

Pasión de Cristo

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Viernes Santo

Entrevista por María Rosa Lorbes y Diana Tantaleán- Diario La República.
El Padre Jarek Wysoczanski fue compañero y amigo de los mártires en Pariacoto. Llegaron juntos al Perú. Hace dos meses él nos visitó con motivo de la próxima beatificación y compartió recuerdos de sus vivencias con ellos y de cómo se “salvó” de morir aquel 9 de agosto.
¿Cuándo llegó al Perú por primera vez?
Llegué el 2 diciembre de 1988, junto con Zbigniew, a él lo conocí desde el noviciado, y a Miguel desde la secundaria, estudiamos juntos. Yo era el más joven de los tres.
¿Dónde se encontraba cuando Miguel y Zbigniew fueron asesinados?
Estaba en Polonia. Al inicio estaba previsto que yo, como superior de la misión, saldría de vacaciones después, pero mi hermana me pidió bendecir su matrimonio y por eso viajé primero. Dos semanas antes de mi regreso a Perú, ellos fueron asesinados.
¿Cómo fue su regreso al Perú luego del asesinato?
Al llegar al aeropuerto alguien me dijo “Aquí estamos en plena guerra, ¿para qué has venido?”. La Diócesis de Chimbote estaba en la mira de Sendero Luminoso, que había amenazado de muerte a Bambarén y a varios sacerdotes.
Llegando a Pariacoto recuerdo que la Iglesia se llenó. Yo conocía Pariacoto de fiesta, de mucha colaboración, de encuentros; pero esta vez estaba gris, llena de lágrimas y abrazos, con un dolor que partía el corazón. Fue muy importante escuchar de la gente los primeros relatos y reacciones después del martirio. 
¿Qué pasó el 9 de agosto en Pariacoto?
El 9 de agosto los terroristas llegan a Pariacoto antes de mediodía y se concentran en dos casas, querían transmitir un mensaje muy claro: “La vida de los Padres está en peligro” y la población advierte a Zbigniew, quien responde: “No tenemos nada que ocultar, si vienen daremos el testimonio de la verdad”. 
Antes de la misa la gente pregunta: “¿Celebramos la misa?”: Zbigniew contesta: “¿Por qué no vamos a celebrar?”. Dicen que por la puerta pasaban los terroristas encapuchados, pero continuaron rezando. Durante la homilía Zbigniew habla sobre la fidelidad, esa fue la idea central de su última homilía. 
Al terminar la Eucaristía, como era viernes y esos días siempre teníamos reunión con las Hermanas y el grupo de misioneros de la parroquia, los Padres tomaron la decisión de continuar con el programa normal.
En ese momento los terroristas acorralan la cuadra, tocan la puerta, entran y encuentran a Zbigniew; con él se produce el primer diálogo. Está presente la Hermana Bertha Hernández, Esclava del Sagrado Corazón, y muchos jóvenes colaboradores. Los senderistas piden que se presenten todos los miembros de la Misión, pero Zbigniew defiende a los jóvenes pidiendo a los senderistas que hablen con los sacerdotes y dejen a los otros.
Llevan a la fuerza a los Padres y en una de las camionetas se mete la Hermana Bertha, ella está presente en este último “diálogo-juicio” que se produce ahí. Los terroristas nos acusaron de engañar al pueblo, porque distribuyendo alimentos adormecemos a la gente y por eso la población no tiene el coraje de hacer la revolución; dicen que la religión es el opio del pueblo y predicar la paz es un modo de apaciguar, que el único método válido de trabajo es el de la lucha maoísta. Después expulsan a la Hermana de la camioneta. Cuando llegan al puente, uno de los senderistas sale y echa gasolina para quemarlo. Luego al llegar cerca del lugar donde existía la antigua Iglesia, ahí, en el camino, matan a los dos padres; tenían las manos atadas por detrás. Por el camino matan al alcalde Domingo Palacios. Dejan las camionetas, las queman, y escapan.
Más tarde un grupo de los jóvenes se dirige a Pueblo Viejo para encontrar a los padres; es de noche, y ellos son los primeros que encuentran los cadáveres.
Esta noche de dolor nos recuerda la última noche de Jesús. Hay muchos elementos que se repiten: la Eucaristía, la última cena; entre los muy cercanos hay traidores, personas que informaban a Sendero sobre nuestros movimientos; los Hermanos hablan en la Eucaristía sobre la fidelidad, sobre cómo cumplir la voluntad de Dios. Y en el momento de la captura dicen: “Si me buscan a mí dejen marchar a estos”, y así se salvan los jóvenes. Después se produce el juicio y Zbigniew, que sabía tanto, estaba en silencio, como Jesús durante su juicio. Miguel dice: “Si nos hemos equivocado, dígannos dónde nos hemos equivocado”. Miguel da algunas respuestas y hace preguntas, así como Jesús. Después fueron llevados a una montaña, la montaña Gólgota de Pariacoto, una de las más altas, donde está el cementerio, y ahí se produce la ejecución; fueron atados como Jesús y luego sus asesinos escapan a toda prisa, como a toda prisa matan a Jesús antes del sábado.
También está el coraje de los campesinos, el encontrar los cuerpos, y el funeral “oficial” con la presencia de sacerdotes, del obispo de Huaraz y monseñor Bambarén. Los campesinos se quedaron a orar durante toda la noche, cantando en quechua sobre la pasión de Cristo; por la mañana hicieron una ceremonia especial, gritando, cuando vieron los primeros rayos del sol: “Padre Miguel, entra al cielo; padre Zbigniew, entra al cielo”, viviendo esta dimensión de resurrección, de vida.
¿Cuál cree que es la lección espiritual que nos dejaron estos mártires?
La primera lección la sintetizaría en la palabra “acompañar”. Zbigniew y Miguel nos dan una lección de cómo acompañar al pueblo, a los niños y a los jóvenes, a los campesinos. Estar al lado de la pobreza y de tantas dificultades. Hicieron un gran esfuerzo en dejar los esquemas mentales de sus países de origen. Este acompañamiento no es de agentes sociales o profesores, es acompañamiento desde la fe, desde Jesús.
La segunda lección es el “diálogo”. El diálogo nos ayuda a mantener y cambiar las ideas y crecer en este nivel de fe. La realidad siempre cambia, y yo necesito estar siempre en diálogo, en discernimiento, para saber qué es lo que Dios quiere en cada situación, tanto a nivel personal, como de los grupos e instituciones, etc. Por eso, es importante el diálogo para ponerse de acuerdo, para sacar algunas conclusiones en común, esto nos hace crecer.
Desde la fe, el acompañamiento y el diálogo nace una actitud en nosotros: Así yo puedo identificar, tocar y moldear mi vida, mis valores humanos y cristianos, para ponerme al servicio de los demás.

Entrevista a la Hermana Mirina Ibarra Ganoza, Religiosa de las Hermanas de Jesús Buen Pastor

Por María Rosa  Lorbes y Diana Tantaleán- Diario La República.
A orillas del río, contemplando el mar o la puesta del sol…Las imágenes que la comunidad del Santa guarda del Padre Sandro nos muestran a un amante de la naturaleza. “Nos llevaba a admirar y a contemplar la creación. Íbamos al campo, a la playa, al río, a la chacra, al cerro, etc. Le gustaba el deporte, pintar, bailar, caminar, trotar, etc. Era un hombre multifacético de Dios”.
Usted conoció al Padre Sandro desde pequeña, y ya joven se convirtió en parte de su grupo pastoral. Cuéntenos de él. 
El Padre Sandro llegó a Santa de Italia en 1980; lo recuerdo como una persona de pocas palabras, pero muy sencillo y cercano a los niños y a los más pobres. Recuerdo también que, antes de empezar la Eucaristía, siempre estaba arrodillado delante del Santísimo. Eso no lo entendíamos al inicio; pero verlo así con frecuencia, en oración, fue un gran testimonio para nosotros. 
Desde que llegó a El Santa empezó a formar a la gente y buscar agentes pastorales, laicos, religiosas; no le gustaba trabajar solo, trabajaba con otros. Él promovió la catequesis familiar y la preparación a los sacramentos, pero también se preocupaba de que la persona pudiera vivir dignamente; le preocupaban las necesidades humanas, materiales y sociales que tenían los caseríos que iba recorriendo. Por ejemplo, creó un Centro de Promoción de la Mujer para que muchas mujeres pobres pudieran formarse y vivieran mejor; también vio que en el Valle del Santa hacía falta un Centro Comunitario donde la gente pudiera reunirse. Si hacía falta un canal de regadío, él se preocupaba y organizaba a la gente. Organizó cursillos de alfabetización, corte y confección, bordado, enfermería, primeros auxilios, higiene y salud. Puso en marcha el Botiquín Parroquial. También fundó el Centro de Educación Ocupacional “Virgen del Carmen” e hizo varias casas parroquiales y centros comunales.
Hacía posible que los pobladores vivieran mejor, que tuvieran herramientas para desempeñar su tarea. Ayudaba mucho a las familias más necesitadas, pero haciendo que ellos mismos se ayudaran, se hicieran partícipes.
Él había sido amenazado por Sendero Luminoso…
Desde antes que asesinaran a los padres de Pariacoto, él había recibido ya amenazas de Sendero. Pero, después del asesinato de los padres, en Santa comenzaron a aparecer letreros en las paredes: “Yanqui, el Perú será tu tumba”. Cuando lo leyó, dijo: “Es para mí”.
El sabía, sentía, que su vida corría peligro. Incluso desde el Obispado le aconsejaron que se ausentara un tiempo. Es más, él había dicho a algunos de sus colaboradores que el día lunes (él fue asesinado el domingo 25 de agosto) iba a viajar a Lima unos meses para que las cosas se calmen.
Yo creo que la causa de su muerte fue porque era una persona que promovía a la gente. Él inculcaba el Evangelio concreto. Hacía que la gente no se quedara adormecida, los ayudaba a colaborar para mejorar, y sabemos que la ideología terrorista no permitía eso; cuanto menos promovida estuviera la gente, ellos podrían hacer mejor su revolución, como querían.
¿Cómo fue su asesinato?
Ese día fue a la comunidad de Vinzos acompañado por dos agentes pastorales. Después de celebrar la misa y los bautismos, ya estaban de regreso a Santa, y más o menos a mitad del camino les pusieron unas piedras que cerraban el paso y en ese momento se acercaron dos senderistas que hicieron bajar a los jóvenes que lo acompañaban y los pusieron a un costado. Luego obligaron al Padre a bajar de su automóvil y, aunque él les suplicó que no lo hicieran, le dispararon sin decirle nada. Dos disparos a bocajarro terminaron con la vida del Padre Sandro, cuyo cuerpo quedó tendido frente a su camioneta.

Proclamaron la Buena Noticia del Reino

Por Gastón Garatea SSCC- Diario La República.
Desde hace muchísimos años, en países como el nuestro, se celebra en forma muy explícita la Semana Santa con una profunda seriedad, tratando de medir nuestras vidas con la de Jesús. Miramos a Jesús y nos miramos nosotros y se nos mueve a penitencia. Es que, frente a lo que Jesús hizo por nosotros, no somos nada. Casi nos da vergüenza mirar a Jesús, especialmente en su experiencia de entrega por nosotros.Gaston Garatea Yori SSCCPero este año tiene algo especial para el Perú, pues se va a beatificar a dos sacerdotes franciscanos conventuales polacos que murieron en Pariacoto (Áncash) y a un sacerdote del clero secular italiano que murió en Santa (Áncash). Los tres fueron asesinados por Sendero Luminoso durante lo que llamamos el tiempo del terrorismo.
A ellos les pasó lo mismo que a Jesús: proclamaron la Buena Noticia del Reino con su palabra, pero sobre todo con su vida, y los encontraron peligrosos para el proyecto de Sendero y los liquidaron. No se soportó que alentaran a los campesinos en su lucha por la vida y los asesinaron.
Es cierto que durante el tiempo de la violencia hubo muertes espantosas, pero no todas tenían el mismo contexto. Estos tres sacerdotes sabían del peligro en que vivían y optaron por dejar su tierra natal para venir al Perú, lo dejaron todo por esos pobladores de nuestra tierra que vivían tiempos espantosos y necesitaban del cariño y de la preocupación de sus hermanos. Querían hacer presente a Jesús en medio del dolor y el espanto que produjo el terrorismo en sus tierras ancashinas.
Sabían a lo que se exponían y optaron por quedarse en su lugar acompañando a su pueblo.  El pueblo fue testigo de la muerte de esos hermanos buenos que se habían instalado entre ellos y experimentó el dolor de una muerte injusta. Los han llorado con la sencillez de los pobres, que hacen esos gestos con la discreción de quien sólo tiene derecho a sufrir sin esperar otra cosa que el despojo, sin que se respete su dolor.
Semana Santa vivida en forma dura y dolorosa en Pariacoto y Santa, en San Salvador y en varios lugares de nuestro pueblo pobre. Esa es la presencia de un Jesús que vive entre nosotros y que sigue queriendo a su pueblo humilde con quien tiene unas relaciones privilegiadas.
Los testigos de Jesús son estos mártires que han derramado su sangre entre los pequeños y humildes de nuestro Perú. Es un tesoro que los pobladores guardan como un regalo muy valioso, el cariño de esos sacerdotes y de Jesús que vive entre ellos.
A veces nos resulta más fácil hablar del Jesús que murió en Jerusalén, que hablar de ese Cristo, también sencillo y frágil que ha muerto en nuestra tierra. Que la Semana Santa nos ayude agradecer a Dios por haberse acercado a través de esos hermanos a la realidad de los pobres del Perú.

Jueves Santo 2015

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Huamanga

La Semana Santa en el Perú

Por Deyvi Astudillo SJ- Diario El Comercio
El Perú es un país ancestralmente religioso. De allí que la Iglesia Católica descubriera en las culturas prehispánicas un terreno fértil para la edificación de una identidad religiosa común fundada en el Evangelio. No pocos misioneros hicieron entonces el esfuerzo por consolidar la tradición cristiana dejándola impregnarse de la religiosidad popular, marcada en nuestro país por sus raíces indígenas.
Una mirada a la religiosidad en el Perú de hoy muestra, asimismo, que la fe no solo es parte de nuestra herencia histórica, sino que sigue dinamizando la vida de la gran mayoría de peruanos. Esto se manifiesta con claridad en los momentos fundamentales de la vida como son el nacimiento, la constitución de una familia y la muerte; momentos vividos intensamente desde la fe cristiana. Pero existen otros espacios que, tanto en forma de actividades colectivas como de actos personales de piedad, permiten apreciar con mayor evidencia la vitalidad de la fe en el país. Este es el caso de la Semana Santa.
En las diferentes localidades donde está presente la Iglesia, la Semana Santa es vivida como el evento litúrgico central del año. Se trata de un momento privilegiado para el cultivo de la fe, además de un tiempo importante de socialización con la comunidad cristiana. Para muchos, la celebración de la Semana Santa constituye una rememoración de la catequesis recibida sobre la muerte y resurrección de Jesucristo, misterios cuyo significado obtiene siempre nuevos matices de acuerdo con el crecimiento espiritual del creyente. Es así como el relato fundador del cristianismo adquiere actualidad, reafirmando los valores espirituales y éticos que le son inherentes.
Si bien no existe un rito católico adaptado especialmente a nuestras culturas locales, cada parroquia organiza la Semana Santa con sus propias costumbres y afinidades estéticas. Particular relevancia tienen las procesiones y actos litúrgicos organizados por agrupaciones de fieles que año a año reservan tiempo y energía para celebrar su fe de la manera más elocuente. De allí el despliegue de devoción y creatividad que se observa desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección, y que en muchas regiones del país manifiesta de modo particular el encuentro del credo cristiano con la religiosidad indígena.
Una forma singular de celebrar esta semana, y que no por ser menos extendida es menos reveladora de la consistencia con que se vive la fe, son los retiros espirituales organizados por diferentes comunidades religiosas. Estas experiencias, con su insistencia en el conocimiento y práctica de la espiritualidad cristiana, conducen a los participantes a interrumpir su rutina diaria para dejarse confrontar por la norma de la fe, es decir por la persona de Jesucristo, y para descubrir así los aspectos en que sus vidas requieren de aliento y conversión.
Finalmente, vale destacar que las actividades de estas fechas, como pocos eventos en nuestra sociedad, tienen la extraordinaria capacidad de congregar a personas no solo de edades diferentes, sino de distintas pertenencias culturales e ideológicas alrededor de ideales éticos compartidos. Por ello, al tiempo que son ocasión de reencuentro y confrontación con el misterio, encarnan también los valores de unidad y de convivencia fraterna promovidos por la tradición cristiana, núcleo de la identidad religiosa de nuestro país.

Fe

La fe sale a las calles

Por Rossana Echeandía- Diario El Comercio
Una de las cantaletas de los anticlericales es que cada vez hay menos creyentes. En consecuencia, ellos querrían que toda expresión religiosa fuera eliminada de la vida pública y de la cultura, para arrinconarla, a media luz y en voz baja, exclusivamente en el espacio de la vida privada. Será muy difícil, sin embargo, que se cumpla ese deseo.
Esta semana, santa para los cristianos, debe ser de espanto para los ‘anti’, pues las multitudinarias manifestaciones de fe están a la vista de todos. Miles de personas de toda edad y condición social desbordan las iglesias y participan con fervor en las liturgias de estos días especiales; liturgias hermosas, intensas y llenas de significado. Los críticos  solo verán las dificultades del tránsito, vendedores que abarrotan las calles, las incomodidades que causan las multitudes.
Como cada año, este jaleo comenzó hace un par de días, el Domingo de Ramos, con miles de personas participando activamente en la conmemoración de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. Los demás días tienen, cada uno, su propio inmenso significado. Los centrales, sin embargo, son el Jueves y el Viernes Santo, reconocidos incluso por el Estado que los declara feriados.
Durante el primero, numerosas personas, en familia o en grupos de amigos, salen a las calles para vivir la tradición, típicamente latinoamericana, de visitar siete templos. Si no me cree, dese una vuelta por el Centro de Lima ese día y podrá comprobarlo. Eso sí, deberá ir armado de paciencia para poder circular por el corazón de la ciudad. Esta alberga tantas iglesias que forman parte de la historia del Perú, de su identidad, de su arte y su arquitectura, que la gente las prefiere para hacer su recorrido.
El viernes, en distintos lugares se realizan las procesiones y escenificaciones del vía crucis para recordar y acompañar el camino que Jesús siguió hasta que expiró en la cruz. Hay variedad de representaciones, desde las más espectaculares y dramáticas hasta las más sobrias. Todas recuerdan la misma historia. La religiosidad popular que nace del encuentro de los contenidos de la fe, la tradición y los anhelos vivos de los pueblos resplandece, en fondo y en forma, y se va expresando de manera diversa y creativa.
¿Afán de entretenerse? ¿Nada más qué hacer en esos días feriados? No parece. De una o de otra manera, cada una de esas expresiones, vividas con pasión en nuestra cultura, en Lima, en Ayacucho o en Huaraz, en cada rincón del Perú, nos grita que no somos una sociedad que ha olvidado a Dios; más bien somos una que lo busca e intenta seguirlo. Algunos lo hacen por caminos largos y sinuosos, otros por rutas más sencillas, pero allá va la gente. Lo hizo ayer, lo hace hoy o lo hará mañana, cuando alguna dificultad seria de la vida la distraiga y se le escape un ¡ay, Dios!
Había escrito, líneas arriba, que los días centrales de esta Semana Santa son el jueves y el viernes, pero no, no es así, estaba equivocada. Si lo fueran, no significarían nada, no hubieran marcado la historia de buena parte de la humanidad. En realidad el centro está en el domingo, el día que los cristianos celebran lo que le da sentido a todo lo anterior: la resurrección de Jesús.
Esto sí es para creyentes, uno cree o no, se trata de una experiencia personal, no de que alguien lo pueda convencer con razones más o menos, aunque algunas sin duda ayudan. En este siglo XXI, en  el Perú hay un gran número de creyentes que expresan su fe con creatividad, belleza y libertad. Si quiere, puede verlo estos días.

Domingo de Ramos

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Domingo de Ramos

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Domingo de Ramos es un muy buen día para iniciar la Semana Santa y, sobre todo, el Triduo Pascual. Como recordarán, Muerte y Resurrección son los dos componentes esenciales del Misterio Pascual, que celebramos en esta semana. En el evangelio de la bendición de los ramos y entrada triunfal de Jesús en Jerusalem (Mc 11, 1-10), está el éxito, que llegará a su clímax en el Domingo de Pascua con la Resurrección. En el evangelio de la misa que sigue a la procesión de los ramos (Mc 14, 1-15.47), está el aparente fracaso, que, unos días después, se concretará en la Pasión y Muerte del Señor.
Pero hoy es hoy y aunque Jesús sabe muy bien todo lo que le espera, quiere darse un día de gloria, como lo hizo en la Transfiguración (Mc 9, 2-10), un día que sea al mismo tiempo una gran y nueva oportunidad para que su pueblo recapacite y lo acepte como el Mesias esperado. Estaba escrito que el Mesías entraría en Jerusalén montado en un borriquillo (¿un cadillac de hoy?), entre gritos de júbilo y agitar de palmas (Is 62,11; Za 9, 9). Es lo que hace Jesús, con harto escándalo de los fariseos que le reprochan el que esté haciéndose pasar por el Mesías, y le exigen que haga callar a la gente que le aclama. La respuesta de Jesús no se hizo esperar, tajante: “si estos callan, gritarán las piedras”.
Desde entonces los cristianos venimos celebrando esta entrada triunfal de Jesús en Jerusalem como el Cristo o Mesías. Y le acompañamos entre cantos y agitar de ramos de olivo y palmas, uniéndonos a su fiesta. Una buena ocasión para reconocerlo como nuestro Rey y Señor y para dar testimonio público de nuestra fe en El. Una buena ocasión también para renovar nuestra adhesión al Señor y para hacerla más patente, leal y valiente.
Llama la atención la manera sencilla con la que, en este día, los fieles expresan su fe: con unos ramos de olivo, que elevan y agitan, significando la elevación de sus almas y la preocupación por los demás. Estos ramos son tan importantes que hacen que este Domingo se llame de Ramos ¿Y ustedes ya consiguieron los suyos? Hay que bendecirlos para que se conviertan en un sacramental, es decir en signo sensible de nuestra fe en el Señor y de su favor por nosotros. Es por ello que los colocamos detrás de la puerta de la casa, para que el Señor la defienda y nos defienda.
Que “tus hijos sean como olivos nuevos en torno a tu mesa…Y que veas a los hijos de tus hijos y que en tu casa haya paz!” (Sal 128). Son mis deseos para ustedes. Y que este inicio de la Semana Santa nos anime a vivir santamente cada día de la semana.

Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo

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Santo Toribio de Mogrovejo

El 23 de marzo es la Fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo, Patrono del Episcopado Latinoamericano y llamado “Santo Padre de América”. Defendió a los indefensos y explotados durante la colonia española en América y convocó numerosos sínodos y concilios que trajo buenos frutos en el Virreinato del Perú.
Confirmó a Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, San Juan Macías y contó con el apoyo del misionero San Francisco Solano.
Toribio Alfonso de Mogrovejo nació en España hacia el 1538. Estudió derecho y fue profesor en la Universidad de Salamanca. Siendo laico, el rey Felipe II lo nombró principal juez de la Inquisición en Granada.
Por sus cualidades humanas y su virtud, el rey lo propuso al Papa Gregorio XIII como Arzobispo de Lima, que en ese entonces comprendía gran parte de Sudamérica hispana. Aunque humildemente Santo Toribio se resistió, con dispensa papal recibió las órdenes menores y mayores, siendo consagrado Obispo en 1580.
Se embarcó para América y al llegar al Perú de inmediato se preocupó por restaurar la disciplina eclesiástica y se enfrentó abiertamente a los conquistadores, personas de poder y sacerdotes que habían cometido o permitido abusos contra los nativos.
Esto hizo que fuera perseguido por el poder civil y que lo calumniaran, pero él siguió en su defensa por los pobres, argumentando que a quien siempre se debía tener contento es a Cristo y no al Virrey.
Construyó iglesias, conventos, hospitales y abrió el primer seminario en América Latina,  que se mantiene hasta hoy. Estudió las lenguas y dialectos locales para poder estar más cerca de sus fieles y comunicarse con ellos, lo que favoreció en el incremento de las conversiones.
Con el fin de evangelizar, viajó por lejanas ciudades y lugares, caminando o montado a caballo, muchas veces solo y exponiéndose a las enfermedades y peligros. Cierto día se le acercó un mendigo y como no tenía qué darle, le entregó sus camisas.
Convocó tres concilios o sínodos provinciales y se ordenó imprimir el catecismo en quechua y aymara. Además celebró trece sínodos diocesanos que ayudaron al cumplimiento de las normas del Concilio de Trento y a la independencia de la Iglesia del poder civil.
A sus 68 años, Santo Toribio cayó enfermo en Zaña y partió a la Casa del Padre el Jueves Santo del 23 de marzo de 1606. En su testamento dejó a sus empleados sus efectos personales y a los pobres, el resto de sus propiedades. San Juan Pablo II lo declaró Patrono del Episcopado Latinoamericano.
Fuente: ACI Prensa.

Marcha por la vida

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Hermanas de San Pablo

Llegaron cantando, bailando y arengando. Era sábado 21 a las 4 p.m. y la muchedumbre ya había copado varias cuadras de la avenida Brasil, cerca al cruce con Javier Prado. Los autos ni se movían desde la avenida Sucre, por La Marina.
La Marcha por la Vida, convocada por el Arzobispado de Lima, atrajo a sacerdotes, laicos, adoradores y feligreses de todas las condiciones, con una consigna común: ¡Sí a la vida, no al aborto!
La muchedumbre coreaba las arengas eclesiales, pero las cifras gritan por sí solas.
Según la ONG Manuela Ramos, cada año se realizan más de 300 mil abortos ilegales en el Perú. Un promedio de mil por día. El Perú tiene además las tasas más altas de violaciones reportadas en Sudamérica. El demonio ataca principalmente a niñas y adolescentes: 78 por ciento.
¿Quién se hace cargo de los afectados?
“El porcentaje de niños que viven en familias de dos padres está reduciéndose en Europa, América, y Oceanía. El individualismo y la igualdad entre los sexos se incrementan, mientras que los valores centrados en la familia y la adherencia a los roles tradicionales de género pierden terreno en muchas regiones”, reza un reporte internacional de la organización Child Trends 2013.
“Estamos aquí para defender los derechos de los bebés que no pueden defenderse a sí mismos”, exclamó el sábado Sor Martha, una de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.
Más allá, la hermana Leyda, franciscana de la Inmaculada Concepción de Lima, señaló que, a pesar de la gran cantidad de congregaciones, “Dios nos ha dado distintos carismas, pero la consigna es única”.
El 6 de febrero, el Cardenal Juan Luis Cipriani fue hasta Roma en busca del espaldarazo necesario para la marcha. Lo recibió el papa Francisco con un mensaje cariñoso hacia todo el que ama la vida. El apoyo se hizo sentir.
Fuente: Revista CARETAS.
Quinto domingo de Cuaresma
Por Antonio Elduayen Jiménez CM
El de hoy es uno de los evangelios dominicales más patéticos e importantes sobre Jesús. Y lo escribe Juan (Jn 12, 20-33), como pórtico de entrada a la Pasión, Muerte y Resurrección (Exaltación) del Señor y a continuación de lo que nosotros conocemos como el Domingo de Ramos (12, 12-17). El día ha sido apoteósico y hasta unos griegos de la diáspora han pedido hablar con Él. Y Jesús, que sabe que tiene los días contados, les habla, a ellos y a todos, con el corazón en la mano. Yendo de su muerte, que ve inminente, a la gloria (exaltación) que el Padre va a darle con la resurrección.
Es entre sentimientos de alegría y de pesar, que Jesús habla de la necesidad de darse al otro sin pensar en uno mismo y de servir generosamente al Señor en los demás. Lo que dice es ante todo un retrato de Sí mismo y una invitación a los demás a hacer otro tanto. La propuesta puede parecer difícil, pero es necesario hacerla. Entonces, la recompensa será grande y el mismo Padre Dios, en persona, nos premiará. Otro aspecto interesante del discurso de Jesús es que, cosas tan profundas y transcendentales, las presenta en la forma de una sencilla parábola: la parábola del grano de trigo. Lamentablemente no la conocemos ni utilizamos tanto como otras parábolas. Por ejemplo, la de que somos luz del mundo (Mt 5,14), sal de la tierra (Mt 5,13), levadura en la masa (Mt 13, 33)
Y sin embargo la parábola del grano de trigo es más importante que ellas, no obstante ser tan breve. La Iglesia la usa con mucha propiedad en la liturgia de difuntos. Aparentemente, viene a decirnos el Señor, no pasa nada en nuestras vidas, como no le pasa nada al grano de trigo que puede estar por años dentro de una vasija. Pero dejen que el grano caiga en tierra, entonces rompe, brota un tallo y sale una espiga cargada de nuevo y abundante trigo. Así es nuestra vida dice Jesús. El grano de trigo que somos va germinando aún sin darnos cuenta, con lo bueno y lo malo que hacemos. Hasta que un día caemos en tierra (la muerte) y nos abrimos para Dios, presentándole la espiga de nuestra vida. ¿Con bueno y abundante trigo? ¿Con abundantes obras buenas? Nuestras manos ¿irán llenas o vacías?
Jesús es ese grano de trigo. Tú y yo somos ese grano de trigo…, que si no muere no da fruto. Y que si no muere como grano bueno, no da fruto bueno para el Señor. No es fácil pues para ello hay que ir a contracorriente del «mundo» (1 Jn 2,16). Y aceptar y vivir la llamada paradoja de Jesús: que «el que ama su vida (piensa sólo en sí mismo), la destruye (la perderá para la vida eterna); y que «el que descuida su vida en este mundo (se olvida de sí por los demás), la conserva para la vida eterna» (Jn 12,25; Mt 16, 25). Difícil, sin duda, pero piensa en lo que te recuerda el Señor: ¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su alma? (Mt 16,26).

Marcha por la vida

Miles de personas se movilizaron desde Magdalena del Mar hacia Jesús María en el marco de la Marcha por la Vida, actividad organizada por el Arzobispado de Lima para sensibilizar a la población sobre el valor de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
Se trata de la tercera edición de esta marcha, que se inició alrededor de las 09:00 horas en el cruce de las avenidas Brasil y Javier Prado y culminó en el Campo de Marte con participación de la cantante Sandra Muente y Daniel Lazo, ganador de “La voz Perú”.
La actividad convocó a niños, jóvenes, adultos, así como personas en sillas de ruedas que si bien no podían movilizarse a grandes distancias sí decidieron apoyar la marcha con su presencia. Según los organizadores, más de 250 mil personas se sumaron a esta iniciativa.
Además de personas que profesan la fe católica, también se pudo ver a representantes de la iglesia evangélica, así como judíos, musulmanes, quienes se pronuncian a favor de defender la vida. En esta oportunidad, la marcha llevó como lema “Todos tenemos un niño dentro”. 
Al final del recorrido el cardenal Juan Luis Cipriani ofreció un discurso, en el que resaltó que el pueblo peruano ama la vida y condena el aborto.
“Queremos el respeto sin condiciones al derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Por eso mi homenaje es a la mujer, a la madre de familia, a todos ustedes que hoy recordando a nuestras madres decimos: ¡gracias por la vida!”, expresó.
Añadió que el Papa Francisco hizo llegar su saludo a todos los peruanos participantes de “tan loable iniciativa, y los invitó a esforzarse decididamente por cuanto contribuya a acoger la vida humana desde su primer instante, cuidándola con respeto y ternura y promoviéndola siempre, pues la vida es el derecho básico y fundamental de todo hombre y mujer”.

Fuente: Agencia Andina de Noticias.

Las imágenes son distintas a la realidad

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Nicodemo

Cuarto domingo de Cuaresma
Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Les invito a leer el capítulo 21, versículos 4-9 del libro de los Números para saber por qué y para qué Dios mandó a Moisés hacer una serpiente de bronce y ponerla en lo alto de un madero. (Sabrán de paso que, contrariamente a lo que dicen nuestros hermanos evangélicos, Dios no sólo no prohibió hacer imágenes sino que hasta mandó hacerlas (Ex 25,18-19; 1 Re 6, 22-23). Imágenes, SI; ídolos, NO, es lo que Dios nos pide). Aludiendo al texto arriba mencionado, Juan nos dice en su evangelio (3,14-21) que el Hijo del Hombre debe también ser levantado para que el hombre se salve.
Para Juan, “ser levantado” significa que Jesús ha de ser elevado en la cruz (crucificado), pero también y sobre todo que ha de ser “glorificado” (resucitado, ascendido y sentado a la derecha del Padre, una manera de hablar para decir que el Padre Dios le dio todo poder y gloria en el cielo y en la tierra). La exaltación de Jesús en la cruz tiene ese doble sentido, que la Iglesia recoge y celebra en la Fiesta de la Exaltación de la Cruz (el 14.09). Para Jesús, su muerte en la cruz por nosotros fue la manera de mostrarnos su inmenso amor (Jn 15,13) y de llevar a cabo la entrega por amor que el Padre Dios hizo de su Hijo al mundo (Jn 3,16).
Juan nos está diciendo que es grande el amor de Jesús por su Padre, cuya voluntad hará cueste lo que cueste, incluso dar su vida por nosotros. Que es grande igualmente el amor que el Padre Dios nos tiene, tanto que nos entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna…” (Jn 3, 16). He subrayado lo del amor inmenso que Jesús y el Padre Dios nos tienen, porque quiero llegar a donde Juan quiso llevarnos, a saber, que Dios y Jesús no desean juzgar ni condenar a nadie. Que el juicio y la condena nos los hacemos nosotros, al excluirnos por el pecado del Plan de Dios en Jesucristo.
Es sólo una manera bíblica de hablar la que presenta a Jesús viniendo sobre las nubes con legiones de ángeles, y sentándose, como Rey poderoso, para juzgar a todos los hombres (Mt 26, 64, Mc 13,26, Lc 21,27). Jesús vendrá, sin duda, y todos seremos juzgados y sancionados (para el cielo o para el infierno), pero no será tal como lo imaginamos. Ese juez acusador y que nos grita la sentencia no condice con el inmenso amor que Dios y Jesús muestran tenernos. Es muy a su pesar que podemos perdernos, dependiendo del uso bueno o malo que hagamos de nuestra libertad.
¿Crees de verdad en el amor de Dios? Entonces ni serás juzgado (Jn 3,18). El juicio ya lo hiciste al optar y decidirte por ese amor. ¿No has creído en el amor de Dios? Entonces es tu propia incredulidad la que te condena, al rechazar tu única fuente de salvación.

Periferias existenciales

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Tercer domingo de Cuaresma
Por Antonio Elduayen Jiménez CM
La expulsión de los comerciantes del templo de Jerusalén, la cuentan los cuatro evangelistas. Juan al comienzo de la vida ministerial de Jesús (Jn 12, 13-25) y los sinópticos, al final (Mt 21, 12-25; Mc 11, 15-19 y Lc 19, 45-48). Les pongo las citas porque, a lo mejor, siendo Cuaresma, se dan un tiempo para leerlas y confrontarlas. El episodio no deja de ser chocante, por lo que Jesús hace y por cómo lo hace, lleno de una extraña fuerza, que logra que, en un instante, “la cueva de ladrones” se transforme en “casa de oración”. Debió ser impresionante ver el templo sin las cuadras de animales en venta para los sacrificios y sin las mesas de los cambistas. Pero la cosa no gustó para nada a las autoridades y a los afectados.
La razón por la que Jesús actuó así la encuentran los sinópticos en los profetas Isaías (56,7) y Jeremías (7,11), cuyas palabras ponen en su boca. Las autoridades y el pueblo sabían que estaba prohibido el uso del templo para fines profanos, pero lo consentían por razones de conveniencia (y de utilidad para los jefes). Sabían también que, algún buen día, habría de aparecer un profeta o el mismo Mesías, que poniendo el grito en el cielo pondría también las cosas en su sitio. ¿Era eso lo que había pasado? ¿Era Jesús el Mesías? Había respetado a las personas, pero el celo por la Casa de Dios lo devoraba (Sal 69,10) y no pudo menos de hacer lo que hizo. Para los discípulos se trató de un signo de que Jesús era el Mesías.
Lamentablemente no pensaron lo mismo los afectados y los jefes (judíos, los llama Juan), y se apersonaron donde Jesús pidiéndole explicaciones y un signo o milagro como prueba de su autoridad para actuar así. Lo que Jesús hizo no fue exactamente el milagro o hecho portentoso sobrenatural, que ellos esperaban. Pero sí el milagro de los milagros: la reconstrucción en tres días del templo de su propio cuerpo (su resurrección). Los judíos lo tildaron de loco, al interpretar mal lo que había dicho de los tres días (Mt 27,40). Pero para nosotros, los creyentes, Jesús no sólo profetizó su resurrección sino que nos hizo entender que desde entonces hay un nuevo templo en la tierra. Más santo y en el que se adora a Dios en espíritu y en verdad.
El templo, todo templo levantado por mano de hombres, viene a ser desde entonces signo de Cristo resucitado y glorificado, del que la Iglesia es su cuerpo y los bautizados morada de Dios (Jn 14,23) y templos vivos del Espíritu Santo (1 Cor 6,19). Será bueno tenerlo en cuenta a la hora de pedir y dar respeto y cuidado al templo material y sobre todo al templo que es la persona. Gracias a su resurrección y glorificación, Jesucristo es hoy el lugar privilegiado del encuentro con Dios y entre nosotros, es decir, la verdadera Iglesia.
Jn 12, 13-25)Jn 12, 13-25)

Padre Danilo Eterovic Garrett

El padre Danilo Eterovic Garrett, sacerdote de la Prelatura del Opus Dei, de 68 años, murió en la noche del miércoles 5 de marzo, a raíz de un accidente en la vía pública.
El padre Eterovic era de nacionalidad boliviana y croata. Residía en Buenos Aires desde hace varias décadas donde desarrollaba una intensa actividad, tanto en el ámbito literario, académico, como en medios de comunicación y especialmente una intensa actividad de acompañamiento espiritual y sacramental.
Nacido en Bolivia en 1945. Al terminar los estudios de secundaria, emigró a los Estados Unidos, donde trabajó un par de años como obrero de la construcción y mozo de hotel. En esos años empezó a frecuentar The Heights, un club para estudiantes dirigido por miembros del Opus Dei.
Posteriormente, siempre trabajando, hizo sus estudios de Bachellor en Finanzas, en la Universidad de Georgetown, en Washington D.C. Después de graduarse, siendo ya miembro del Opus Dei, hizo un Master en Economía y Administración de Empresas en el IESE, de Barcelona (España).
En 1971 empezó sus estudios de Teología en Roma, donde conoció a San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. Fue ordenado sacerdote en 1975 y se recibió de doctor en Sagrada Teología en 1978. 
Desde su ordenación fue profesor de Teología y trabajó en diversas labores que dirige el Opus Dei en España, Bolivia y la Argentina.
Una inmensa cantidad de personas que se enriquecieron con su sabiduría y profunda vida sacerdotal, lloran su muerte y encomiendan su alma a Dios.
Basílica del Pilar
A las 12, entró el ataúd en la Basílica mientras resonaba la música fúnebre, llevado por hermanos suyos de la Obra. Las personas de la entrada, tan variadas como las labores que a lo largo de su vida atendió el Padre Danilo, sintetizaban en sus rostros de dolor, todo el bien repartido con generosidad durante los casi 40 años de sacerdote y casi 50 en el Opus Dei. La imagen de san Josemaría miraba desde uno de los altares laterales y nos recordaba que el Padre Danilo se había formado a su lado en Roma, durante los 70.
Rezamos dos responsos, dirigidos por el vicario regional, Monseñor Mariano Fazio, y el vicario delegado para Buenos Aires, Padre Víctor Urrestarazu; seguido de un rosario meditado. Mientras tanto, con tono sereno y compungido, los presentes fueron pasando para besar el féretro, decirle unas últimas palabras o entregarle una flor.
A las 13 comenzó la Santa Misa de exequias, concelebrada por numerosos sacerdotes de la Prelatura y varios amigos de otras circunscripciones. En la homilía (a continuación se transcriben las notas utilizadas), el Padre Mariano, a quien le costó terminar debido a la emoción, recordó la sentencia del Evangelio: “Por sus frutos los conocerán”. Y se refirió a la misma multitud presente, que venía a despedir al Padre Danilo con agradecimiento.
Recordó sus dotes de predicador, su espíritu de servicio, su entrega para llevar los sacramentos a quien los necesitara y su cariño por el Colegio Buen Consejo, que hace solo dos días inauguró una nueva sede para chicos en Barracas.
Luego de unas reflexiones sobre el sentido del dolor, concluyó recordando que el Opus Dei, lo mismo que la Iglesia, es una familia, y agradeció a quienes lo cuidaron en los últimos años.
A continuación de la ceremonia, fuimos en procesión al cementerio de la Recoleta y entre canciones que hacían referencia a la esperanza del Cielo, lo depositamos en la cripta donde descansa a partir de ahora.
El Padre Danilo vivió siempre con intensidad y se nos fue antes de lo esperado. El Señor le evitó vivir una última cuaresma -ya muchos penas llevaba encima durante tantos años- y su última misa fue un miércoles de ceniza.
UNAS PALABRAS DE DESPEDIDA ENTRE MUCHAS
Esta mañana, el profesor Damián Fernández Pedemonte, compartió con sus colegas de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, donde el Padre Danilo fue profesor y capellán por varios años, una semblanza que ofrecemos a continuación.
Dime quién llora tu partida y te diré quién fuiste, podríamos decir. Somos muchos los que hemos recibido del padre Danilo palabras de consuelo, de estímulo, de paz. Capellán en la Facultad de Comunicación durante unos cinco años, conectó allí particularmente con los adultos, con nosotros, un público no precisamente sencillo: profesores y empleados, hombres y mujeres lo tenían por guía espiritual. La historia familiar de muchos está marcada por la presencia del padre Danilo. Sus clases de ética y de filosofía en los posgrados o programas de formación para profesores eran profundas y amenas. Gran narrador y orador memorioso, le prestaba atención a la forma de su discurso y su tonada boliviana era como un arrullo. En esa época aparecía con frecuencia en los medios, con Susana o Mirta. Se había convertido en una especie de confidente de Bernardo Neustadt y de otros periodistas menos conocidos. Cuando se nos va un sacerdote como el padre Danilo, caemos en la cuenta de cuánto necesitamos de un sacerdote bueno, que nos aclare nuestras dudas, que nos dé ánimos en los tramos duros de la vida, por los que todos atravesamos. Moralista fino, estaba dotado del don del consejo. Yo acudía seguido a él cuando se me planteaba un dilema moral de los que me suelen asaltar. Formado en el Colegio Lasalle en Cochabamba, en Económicas en Georgetown (Washington), con un máster en Negocios del IESE (Barcelona), era también filósofo, además de teólogo. Durante su carrera de grado en Estados Unidos, se pagó los estudios trabajando como obrero de la construcción, al principio, y al final, en la recién nacida CEPAL. Ortodoxo y amplio, se había leído todo Santo Tomás y todo Marx. Pero su pasión no eran los libros sino “las periferias existenciales”, que diría el papa Francisco. Tenía predilección por dedicarse a los que sufren, a los pobres, a los enfermos, a los afligidos. Por ejemplo, dedicó mucho tiempo a la atención sacerdotal de las chicas del Colegio Buen Consejo de Barracas o de empleadas del hogar. Se sentía inclinado a resolver problemas complejos, se excedía con cada uno que lo requería en su labor sacerdotal. Aunque no se lo veía quejarse, él mismo padecía muchos dolores físicos y morales. Dolores intensos y crónicos de columna, cólicos renales y, últimamente, desvanecimientos. No se le ahorraron luchas y contradicciones. Su muerte repentina, desde este punto de vista, ha sido para él un alivio, aunque esta súbita ausencia nos deje a todos desconsolados. A diferencia de lo que, tristemente, les toca a algunos sacerdotes, el padre Danilo vivió hasta el último día en familia, rodeado de sus hermanos. Cada uno experimenta su muerte a solas, sin embargo. Pero los sacerdotes entran al Cielo acompañados, antes o después, por aquellos que se beneficiaron de su labor. Hombre bueno, humilde, por sobre todo. Se parecía a Jesucristo. “Bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”, habrá escuchado ya. En lo personal, estas noticias me llevan a pensar que lo más importante es cultivar la fraternidad y agradecer la bondad mientras hay tiempo. Creo que tenemos que pedir por él, y también empezar a pedirle que interceda por nosotros, la comunidad de la FC.
NOTAS DE LA HOMILÍA DE LA MISA DE EXEQUIAS
Monseñor Mariano Fazio, vicario del Opus Dei en Argentina, Paraguay y Bolivia, 7 de marzo de 2014, Basílica del Pilar.
Estamos celebrando la Eucaristía, que significa Acción de Gracias. Y ofrecemos esta Santa Misa en sufragio por el alma del querido padre Danilo, pero también en acción de gracias por todo el bien que hizo a lo largo de su vida. Primera vocación al Opus Dei de Bolivia, sirvió al Señor en muy distintos lugares y tareas. Agradecemos al Señor por el consuelo que dio a tantas almas en el acompañamiento espiritual, por todo el perdón que Dios otorgó a tantas personas utilizando las manos sacerdotales del padre Danilo. Agradecemos la luz que dio a tantas inteligencias a través de su sabiduría cristiana, profunda, fruto del estudio y de haber sabido corresponder a los dones intelectuales que el Señor le había concedido. Gracias porque a través de su predicación -¡y qué buen predicador era!- encendió los corazones de tantos fieles en sus meditaciones y retiros. Gracias por su fidelidad a la Iglesia, a la Obra, a su vocación sacerdotal.
La acción de gracias a Dios no impide que nuestra alma esté llena de dolor. Preparando esta homilía, me venían a la cabeza tres textos de San Josemaría. El primero, de Camino (208), dice: “Bendito sea el dolor. Amado sea el dolor. Santificado sea el dolor. ¡Glorificado sea el dolor!”. En la vida del Padre Danilo no estuvo ausente el sufrimiento. Dolores físicos y morales lo acompañaron a lo largo de su existencia. El Señor habrá sacado mucho bien de esos dolores, para él y para muchas almas. También el dolor que sentimos ahora es bendito, lo amamos, nos santifica y glorifica, por nos acerca a la cruz de Jesús, que es la puerta de la salvación, de la felicidad plena.
El segundo texto es del Vía Crucis: “A veces la cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta por nosotros. Y si acaso antes esa cruz inesperada y tal vez por eso más oscura, el corazón mostrara repugnancia… no le des consuelos. Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz!”. Que nuestro dolor nos lleve a unirnos a la Cruz del Señor, en este tiempo de Cuaresma, con la convicción de que después de la Cruz viene la Resurrección.
El tercer texto, también de Camino: “¿Estás sufriendo una gran tribulación? – ¿Tienes contradicciones? Di, muy despacio, como paladeándola, esta oración recia y viril: “Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas. –Amén. –Amén”. Yo te aseguro que alcanzarás la paz”.
Sigamos el consejo de San Josemaría, abandonándonos filialmente en los brazos paternos de Dios. Como somos una gran familia –la familia de la Iglesia, la familia de la Obra- estemos muy unido en torno al Papa y al Padre –el Prelado del Opus Dei–, quien ha recibido la noticia con gran dolor. Hoy me comuniqué con el Nuncio, y me dijo que había ofrecido la Santa Misa en sufragio por el alma del padre Danilo. En nuestra familia nos queremos con obras y de verdad. Quisiera agradecer a quienes estuvieron más de cerca en los últimos meses junto al padre Danilo. Me consta la dedicación, cariño y servicios que le ofrecieron en Los Aleros, tratando de hacerle más llevaderos sus grandes dolores. Dios se los pagará con creces.
Acudamos a nuestra Madre del Cielo, Santa María. No hay dolor como su dolor. Que la Virgen nos consuele. Voy a terminar como acaba el Papa Francisco sus cartas: Que Jesús nos bendiga, y la Virgen Santa nos cuide. Lo pedimos para el Padre Danilo y para cada uno de nosotros. Así sea.
Fuente: Agencia Informativa Católica Argentina y www.opusdei.org.ar

Segundo domingo de Cuaresma

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Transfiguracion

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
El relato de Marcos sobre la Transfiguración del Señor (9, 2-10) es en sí mismo un acontecimiento muy importante, con resonancias pascuales (ya que es como un anticipo de su Resurrección) y escatológicas (pues así es como ha de volver Jesús al final de los tiempos, lleno de la gloria del Padre). Para Marcos encierra además, el sentido o el por qué del llamado “secreto de Jesús” o “secreto mesiánico”: no le digan a nadie lo que han visto…
Para realizar su misión Jesús se trazó un Plan que tenía que ver ante todo con Él mismo, con su ser y quehacer de Mesías, pero también, indirectamente, con sus seguidores y el entorno. El hombre le había fallado a Dios por la desobediencia y, ensoberbecido, había querido ser como Dios y dueño del mundo. En contraste, Jesús sería y se presentaría como un hombre humilde y pobre, el Siervo del Señor, sufriente y compasivo. Pero la cosa no iba a ser tan fácil, pues esa imagen habría de chocar con la que el pueblo se había hecho del Mesías: triunfalista y libertador de su nación (sometida a Roma). Por eso su Plan incluyó una “reserva” (el no se lo digan a nadie), que ha sido llamada el “secreto mesiánico”.
Jesús reveló este secreto cuando empezó a hablar abiertamente a los discípulos de su pasión y muerte: “el Hijo del Hombre ha de sufrir mucho y ha de ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley. Será condenado a muerte, pero resucitará al tercer día” (Mc 9, 31). Hasta entonces, Jesús fue siempre balanceando las cosas. Hacía con libertad de espíritu lo que tenía que hacer, incluidos los milagros (signos, los llama Juan), pero al mismo tiempo pedía a los beneficiados que no lo contasen a nadie. Hasta a los apóstoles que le acompañaron en la Transfiguración, les dijo que no cuenten a nadie lo que han visto” (Mc 9,9)
Lo que Pedro, Santiago y Juan vieron es la Transfiguración del Señor, su epifanía más grande, pues la naturaleza, la historia y Dios mismo, cada uno a su manera, proclamaron que Jesús es el Hijo de Dios. A esta epifanía la llamamos Transfiguración, porque la figura de Jesús, todo Él, cuerpo y vestido, se volvieron deslumbrantes como el sol y pareció lo que realmente era: Hijo de Dios. Quiso hacerlo para confirmar la fe en Él de sus discípulos, para que cuando lo viesen colgado de una cruz, el recuerdo de la Transfiguración les sirviese de aliciente. Para los apóstoles y para nosotros, la Transfiguración está ahí como un milagro permanente. Como diría san Pablo sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza (2 Tim 1,12) y lo que en definitiva somos (luz de gracia) y esperamos (la resurrección).

Primer domingo de Cuaresma

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Cuaresma

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Me gusta el tratamiento que da Marcos a la Cuaresma de Jesús, sus 40 días en el desierto. A diferencia de Mateo (4, 1-11) y de Lucas (4, 1-13), que abundan en detalles sobre las tentaciones, Marcos se despacha en 4 líneas (1,12-15). Dice simplemente que el Espírituempujó a Jesús al desierto donde estuvo 40 días y fue tentado por Satanás. Nada sobre el contenido de las tentaciones. Pero mucho, en su retrato mudo, de la lucha entre el bien y el mal, entre Jesús, animado por el Espíritu, y Satanás. Sabemos que éste se retiró derrotado, pero jurando que se volverían a encontrar (Lc 4,13).
Vencer el mal a fuerza de bien, aún a costa de la propia vida, es lo que Jesús decidió en aquellos cuarenta duros días. Con sangre sudor y lágrimas y buscando en oración la voluntad de su Padre. Nada de un Mesías espectacular y taumaturgo sino humilde y sencillo, aunque sin defraudar a sus seguidores (Mt 11,6).Y nada de un Mesías con un trono poderoso desde donde reinar, sino alguien que, levantado en la cruz, habría de atraer todas las cosas hacia El (Jn 12, 32). ¡Cómo debió sufrir y gozar el Señor decidiéndose por todo esto! Satanás ni se lo podría imaginar…
Otras cuestiones que le preocuparon a Jesús y que oró largo con su Padre, antes de tomar una decisión, fueron, según Marcos, estas otras dos: el dejar Judea e iniciar su evangelización en Galilea…, si el asunto que Juan el Bautista se traía entre manos -el non licet a la amante de Herodes-, terminaba mal, como terminó (Mc 6, 14-29). Y el concretar lo que habría de decir y lo que habría de hacer y conseguir en su evangelización.
Ciertamente, para Jesús, sus 40 días “de desierto” fueron la ocasión de representar y redimir en su persona la historia de su pueblo Israel -(yendo y viniendo por el desierto durante 40 años en medio de tremendas tentaciones, en las que cayó casi siempre) Fueron también la ocasión de encarnar en su persona la historia de salvación de la humanidad entera, en lucha contra la triple concupiscencia del mundo (1 Jn 2,16). Ustedes y yo estábamos de algún modo allí con El, luchando contra las tentaciones del placer, del tener (dinero, poder) y del parecer (vanidad y fama), desenfrenados.
Como Jesús, hagamos de la Cuaresma un tiempo fuerte de búsqueda de la Voluntad de Dios y, como nos pide el Papa Francisco en su Mensaje de Cuaresma 2015, una ocasión para fortalecer los corazones.