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Voy a tu casa

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El Señor de los Milagros, por Rafael Sánchez-Concha

Evangelio según San Lucas 19,1-10:
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.

Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.
El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa“.
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador“.
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más“.
Y Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido“.

El Señor de los Milagros

Rafael Sánchez-Concha

Por Rafael Sánchez-Concha– Diario El Comercio.
Una de las devociones cristológicas más populares y profundas de América es la del Señor de los Milagros o Cristo de las Maravillas, iniciada a mediados del siglo XVII en la capital del Virreinato del Perú. La historia registra sus orígenes en el barrio de Pachacamilla, ubicado en la zona oeste de Lima, y llamado así por haber sido habitado por algunos indígenas procedentes del entorno del adoratorio prehispánico de Pachacámac. En ese mismo espacio, hacia 1650, unos negros de casta Angola, que habían conformado una cofradía en un rústico galpón, mandaron a pintar en una de las paredes de adobe una imagen de Jesús crucificado.
Se sabe que en 1651 el fresco ya había sido estampado en el muro. El pincel del pintor anónimo no logró ninguna obra maestra, pero tampoco una figura esperpéntica, pues desde el principio motivó respeto y compasión, que fue realzada posteriormente con la presencia de María Santísima y María Magdalena (aunque algunos identifican a esta última con San Juan Evangelista).
El 13 de noviembre de 1655 la capital peruana sufrió un terremoto que produjo gran ruina y miedo, y el recinto en el que los negros reunían a su hermandad fue destruido, salvo la pared que exhibía al Mártir del Calvario. Tal suceso fue asumido como una manifestación sobrenatural y dio inicio a la fama y culto del Señor de los Milagros entre los limeños. Y ante tan grande y creciente fervor, casi dieciséis años después del cataclismo, el 14 de setiembre de 1671, se celebró la primera misa a los pies del crucificado. Aquel día coincidió con la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
El 20 de octubre de 1687, otro gran sismo asoló Lima y el pánico ante el castigo divino volvió a apresar a sus moradores. Fue entonces que un peninsular caritativo y devoto de dicha advocación, Sebastián de Antuñano, propuso a los adoradores del Cristo copiar su efigie en un lienzo y sacarlo en procesión para pedir perdón por los pecados cometidos. Esa fue la primera vez en la que esta representación de Jesús recorrió las calles limeñas. Antuñano, que había nacido en Vizcaya, inicialmente se dedicó al comercio y llegó a ostentar el rango de capitán de milicias. Tras un proceso de conversión interior dijo haber oído la voz del mismo Nazareno, que le pidió: “Sebastián, ven a hacerme compañía y a cuidar del esplendor de mi culto”. Ello fue lo que le llevó a decidirse a custodiar la sagrada imagen de forma perpetua.
La iglesia y monasterio que acogen al Cristo, que es el de Las Nazarenas, fue iniciativa de Antonia Lucía del Espíritu Santo, fundadora del Instituto Nazareno. Ella nació en Guayaquil en 1646, y hacia los 11 años llegó al Callao. Desde muy temprano sintió vocación religiosa; sin embargo, sus padres concertaron su matrimonio con el hidalgo Alonso de Quintanilla, quien falleció poco tiempo después de la boda.
Según su biógrafa, sor Josefa de la Providencia, Antonia Lucía fue testigo de una aparición del Salvador vestido con una túnica morada, quien se le acercó y la vistió exactamente igual a él, colocándole una soga al cuello y una corona de espinas en la cabeza. A partir de ese momento se resolvió por la ejecución de un proyecto: la fundación de un beaterio. Con la ayuda de personas acaudaladas se instaló provisionalmente en el barrio de Monserrate, donde permaneció catorce años, hasta que un benefactor, el mencionado Antuñano, consiguió para ella y sus religiosas un espacio adecuado en el terreno que actualmente ocupa el convento y templo de Las Nazarenas.
Casi a mediados del siglo XVIII, Lima registró uno de sus peores terremotos. El 28 de octubre de 1746, un movimiento telúrico destruyó gran parte de la Ciudad de los Reyes y fue seguido por un maremoto que inundó el Callao. Ese mismo día se recurrió a la protección del Señor de los Milagros y se le sacó en procesión. Desde entonces recorre las calles de Lima todos los años en ese mes y toma distintos caminos. Por su atributo como defensor ante los frecuentes sismos que sufre la capital peruana, el cabildo limeño lo declaró “patrono jurado por la Ciudad de los Reyes contra los temblores que azotan la tierra”.
En cuanto a su descripción iconográfica, se trata de un crucificado muerto de aspecto pálido, macilento y sangrante. A su derecha se ubica María Dolorosa, y a su izquierda María Magdalena. En la parte superior destaca Dios Creador del Cielo y de la Tierra, y debajo de él el Espíritu Santo representado como una paloma. El fondo muestra un cielo tenebroso que contrasta con la luminosidad emanada del Padre. Sobre la Cruz, a la diestra aparece un sol radiante, y a la siniestra una media luna, lo que hace semejante a esta advocación con la representación del Señor de Malta.
El anda, que conduce el lienzo del Cristo, suele ser cargada por 36 miembros de su hermandad, y tiene un peso de aproximadamente 450 kilogramos. El Redentor aparece aquí coronado. El cuadro luce enmarcado por un arco de plata, y delante de este se colocan cirios encendidos y arreglos florales que ofrecen sus fieles, las comunidades y las instituciones de la ciudad. Es importante mencionar que al reverso de la imagen ubicamos a Nuestra Señora de la Nube, devoción procedente de Quito, que se inicia en 1696 y que se muestra con los atributos de reina y madre de la pureza: el cetro, la azucena y el olivo.
En torno del Señor de los Milagros se han escrito innumerables trabajos de orden histórico, artístico, social y costumbrista. Sin embargo, son pocos los que explican el porqué del gran apego de los peruanos, en su propia patria y en el extranjero, a esta forma de comprender al crucificado.

San José Sánchez del Río

Beato Alejo Zarycky, presbítero y mártir

En un régimen contrario a Dios fue deportado a un campo de concentración, y en el combate por la fe alcanzó la vida eterna.
Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1912-1963).
Nació el 17 de octubre de 1912 en Bilche (región de Lvov). Recibió la ordenación sacerdotal en la archieparquía de Lvov el 7 de junio de 1936.
Fue párroco en Strutyn y en Zarvanytsia.
El año 1948 las autoridades lo detuvieron en Riasna Ruska (Lvov), ciudad adonde se había trasladado durante la segunda guerra mundial. Lo condenaron a ocho años de exilio en Karaganda (Kazajstán). Excarcelado el 10 de abril de 1956 gracias a una amnistía general, volvió primero a Halychyna y después a Karaganda, con el propósito de organizar las comunidades católicas clandestinas. El 9 de mayo de 1962 lo arrestaron de nuevo y lo condenaron por “vagabundo” a dos años de cárcel. Tenía 51 años cuando murió el 30 de octubre de 1963 en el hospital del campo de concentración de Dolinka, cerca de Karaganda, en el Kazajstán.
Fuente: www.evangeliodeldia.orgCamino a la santidad: siervos y beatos en el Perú

Camino a la santidad: siervos y beatos en el Perú

Por Jorge Paredes Laos– Diario El Comercio.
En el ala derecha del templo de La Merced hay una cruz inmensa totalmente cubierta por pequeñas placas doradas. Cada una de ellas representa un milagro. Cada una de ellas ha sido dejada ahí por algún agradecido fiel que asegura haber sido bendecido, sanado de un mal incurable, o salvado del suicidio o del divorcio por la intervención milagrosa de un religioso que vivió en Lima en el siglo XVII, un mercedario que solía torturar su cuerpo con pesados cilicios y que alguna vez -cuentan sus hagiógrafos- hizo que se abrieran las paredes del templo para pasar por ahí y escapar del acecho del demonio. Cada día siete -en recuerdo de su muerte ocurrida el 7 de agosto de 1657-, las colas en La Merced son interminables. Ese día, todos quieren tocar la cruz del padre Urraca o llegar hasta su tumba, ubicada al fondo del templo, y alcanzar algún tipo de favor celestial. Dejan cartas, fotografías de sus hijos, buqués de boda y regalos. Ese día se canta y se reza también por su canonización. Fray Pedro Urraca de la Santísima Trinidad, a pesar de la fama de santo que tuvo en la mística Lima de su tiempo, lleva ya esperando cuatro siglos para ser aceptado en el santoral católico. Alguien que se sentía indigno de ser sacerdote, ha llegado a la condición de venerable siervo de Dios; es decir, le faltan dos peldaños más -ser beato y luego santo- para alcanzar la gloria. Como él existen otros 36 aspirantes a santos en el Perú, siete beatos y 29 siervos. Sus causas de beatificación y canonización están abiertas, y aunque unos son más populares que otros, podría decirse que en esta larga lista de espera están representadas todas las sangres.
Entre los candidatos al santoral peruano hay desde extranjeros que han paseado sus virtudes y milagros por nuestro país, como el mencionado padre Urraca, que era de Jadraque, España; el religioso italiano Luis Tezza, que impulsó hospicios para pobres en el siglo XIX; o los más contemporáneos mártires de Chimbote, los sacerdotes polacos Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski y el italiano Sandro Dordi, asesinados por Sendero Luminoso en 1991 y beatificados en diciembre del 2015. También hay mujeres humildes como las iqueñas Melchora Saravia Tasayco, llamada Melchorita por sus fieles; y Luisa de la Torre, conocida como la Beatita de Humay, quien daba de comer a los pobres de una pequeña olla de barro de la que nunca se acababa la comida; así como religiosas de alcurnia, como la madre Teresa Candamo -hija de Manuel Candamo, presidente de la República-, fundadora de la peruanísima orden de las Canonesas de la Cruz. En este grupo sobresale, además, un sastre chiclayano de origen indígena llamado Nicolás Ayllón, que aunque era un hombre casado y tenía un hijo, a su muerte se le inició un expediente por su vida caritativa -devoto de la Inmaculada Concepción, abrió un hospicio para mujeres españolas pobres que más tarde se convertiría en convento.. Por lo visto, algunos cronistas españoles no se equivocaron cuando dijeron que el Paraíso estaba en el Perú.
Camino a la santidad: siervos y beatos en el PerúSer santo no es fácil. Aunque siempre hay excepciones -como las sumarísimas canonizaciones de Juan Pablo II y la madre Teresa de Calcuta-, el camino al cielo está casi siempre lleno de obstáculos. El Vaticano exige que todo proceso de beatificación sea iniciado como mínimo cinco años después de la muerte del candidato. Entonces el obispo de la diócesis donde falleció el piadoso comunica a Roma que se ha iniciado la causa. Desde ese instante, el personaje será llamado siervo de Dios. Se nombra a un promotor (generalmente un religioso) para que recoja testimonios e indague en la vida y milagros del postulante. Si luego de este proceso se reconoce que, efectivamente, este ha llevado una existencia heroica y de sacrificio, y que sus actos han reflejado la fe y la caridad cristianas, se le pasa a la condición de venerable. Antes, debe sortear a un fiscal conocido como el ‘abogado del diablo’, quien verifica con gran celo la documentación presentada y, en palabras sencillas, trata de hacerle difícil el camino al futuro consagrado.
La etapa más complicada del proceso es el paso de venerable a beato, pues se debe probar un hecho milagroso (para ser considerado santo se requiere de otro milagro más). Todo es más rápido si el candidato murió como mártir -como ocurrió con los tres sacerdotes europeos en Chimbote-, pero normalmente lo que se exige es la realización de un evento sobrenatural, ya sea una curación inexplicable para la ciencia o un acto extraordinario, como ocurrió con el padre italiano Luis Tezza. En su caso, el milagro se concretó siglo y medio después de su muerte. La mañana del 5 de enero de 1994, frente a la clínica que lleva su nombre, en Surco, el albañil Domingo Nieves se encontraba trabajando en un foso de cinco metros cuando se le vinieron encima varias toneladas de piedras. En su desesperación, el hombre invocó al padre Tezza y para sorpresa de todos los presentes no solo salió vivo del percance sino que su cuerpo no presentó ningún rasguño. El papa Juan Pablo II no puso más objeciones y beatificó al sacerdote italiano que pasó sus últimos 23 años de vida en el Perú, dedicado a sanar moribundos y a expandir la congregación benéfica de las Hijas de San Camilo.
El padre e historiador jesuita Armando Nieto resume así las tres cualidades que debe presentar todo candidato a santo: “Debe tener como característica el amor a Dios, exhibir una virtud heroica y haber dedicado su vida al servicio del prójimo”. En su oficina, en la parroquia Nuestra Señora de Fátima, en Miraflores, el religioso muestra el “Index ac Status Causarum”, un voluminoso libro del Vaticano en el que están compendiados todos los postulantes a santos, más de un millar de casos, de los cuales una treintena pertenece al Perú.
El padre Nieto ha sido propulsor de la beatificación de Francisco del Castillo, un religioso conocido como el apóstol de Lima, quien allá por el siglo XVII se dedicó a predicar el Evangelio a los esclavos en los extramuros de la ciudad, en el antiguo mercado de Baratillo. Era un hombre que utilizaba métodos histriónicos para celebrar la liturgia y así atraer al culto a la población de origen africano. Es probable que en medio de esas intensas jornadas se le haya ocurrido crear un sermón que narrara el dramático momento de Jesús en la cruz. Conocido hoy como el ‘Sermón de las siete palabras’, esta prédica se expandió por el mundo católico y cuatro siglos después representa el momento cumbre de la Semana Santa, cuando se interpreta lo expresado por Cristo en el calvario. El expediente del padre Del Castillo se encuentra en Roma y solo falta comprobarle dos milagros para elevarlo a los altares. “Se han registrado curaciones prodigiosas pero hasta ahora no califican como milagros”, agrega con cierta desazón el padre Nieto.
Un estudioso de las vidas y prodigios de los santos, beatos y siervos peruanos es el historiador y americanista español José Antonio Benito, quien ha publicado un libro titulado “Peruanos ejemplares” (Paulinas, Lima, 2006), en el que compila las biografías de estos seres tocados por la gracia, donde lo imposible se confunde con lo normal. Por él nos enteramos de la existencia de un mártir español que tuvo horrible muerte a manos de los incas, en Vilcabamba, durante la época de la Conquista. Su nombre era fray Diego Ruiz Ortiz y podemos decir que fue el primer candidato a santo en estas tierras. Su expediente de beatificación se inició a mitad del siglo XVII cuando se publicó su biografía y se conoció su martirio. Benito lo cuenta con lujo de detalles. Ruiz Ortiz llegó al Perú en 1548. Tenía 16 años y acababa de ordenarse como sacerdote. Con el tiempo, aprendió el quechua y el aimara, y con un grupo de misioneros llegó hasta los pueblos de Vilcabamba, una región controlada por el inca Tito Cusi Yupanqui. Según narra el investigador, los religiosos se ganaron la confianza del inca y, con su permiso, fray Diego edificó una iglesia, predicó el Evangelio y sanó a los enfermos en un pequeño hospital levantado por él. “Sin embargo -narra Benito-, un día predicó contra el adulterio de Tito Cusi, quien se había separado de su esposa Evangelina para unirse con Angelina Polanquilaco. Esto mismo se daba entre sus militares y capitanes”. La paz se rompió y los religiosos comenzaron a ser hostigados.
Un día el inca invitó a fray Diego a un banquete y este se negó a asistir pues sospechaba que se iba a beber en demasía. “La gente se embriagó. Tito Cusi cogió tamaña borrachera y apoplejía”, cuenta Benito. Entonces, fray Diego le pidió que se arrepintiera de sus pecados y en represalia fue apresado. “Los capitanes comenzaron a insultarlo y golpearlo, le sacaron al campo y lo molieron a palos, le quitaron la ropa, ataron sus manos con sogas que cortaban la piel como cuchillo y lo dejaron a la intemperie desnudo y casi muerto de frío”, relata el autor español. El martirio siguió por un día más hasta que le descoyuntaron los huesos, le clavaron espinas, lo azotaron y lo arrastraron por varios pueblos. El cadáver de fray Diego, pisoteado y sin cabeza, fue puesto en un peñasco para que lo devoraran las fieras. Era 1571 y a su muerte el religioso tenía 39 años. Con el tiempo, Vilcabamba pasó a dominio español y en el lugar se levantó una iglesia, donde permanecieron sus restos hasta 1595. Después fueron llevados a un convento del Cusco, donde se perdieron a inicios del siglo XIX.
Otros casos legendarios recogidos en “Peruanos ejemplares” se refieren al español Francisco Camacho, quien deja la carrera militar para ponerse los hábitos de los hermanos de San Juan de Dios, atraído justamente por uno de los sermones del ya aludido Francisco del Castillo. El padre Camacho se somete a humillaciones, se hace pasar por loco, y es internado en un hospital. Termina sus días predicando el Evangelio y pidiendo limosna para los pobres y menesterosos. Y no menos sorprendente es lo que se cuenta de Luisa de la Torre, la Beatita de Humay, quien también castigaba su cuerpo con cilicios y disciplinas, y curaba enfermos con solo ponerles las manos encima. A su muerte, a los 50 años, su rostro “se conservó fresco y rosado y su cadáver despidió un dulce olor”.
En el silencio de la casa Riva-Agüero, en el Centro de Lima, el historiador José de la Puente Brunke recuerda con cariño a su tía abuela Teresa Candamo. “Siempre se habló de ella en la casa, existían retratos suyos en la sala y en los cuartos”, dice. Era una mujer bella, de ojos grandes y vivaces. En su niñez y juventud nadie imaginó que iba a ser religiosa. Había recibido una educación inusual para las mujeres de su época, hablaba francés e inglés, gustaba de la lectura y escribía poesía. Sus cualidades poéticas quedan reflejadas en la siguiente anécdota contada por De la Puente: “Después de la muerte de su padre [el presidente Candamo], ella viajó a Europa y en el barco en el que iba se realizaron unos juegos florales. Teresa participó y ganó el concurso. En el jurado estaba el poeta José Santos Chocano”.
Aunque no provenían de un hogar singularmente piadoso, dos de las cuatro hijas del presidente Candamo se convirtieron en monjas: Teresa y María. Al parecer en algún momento de su estadía europea, Teresa decidió dedicarse a la vida religiosa y fundar una orden nueva. “Eso no fue bien comprendido en un inicio por el arzobispo de Lima, quien pensaba que ella tenía algún sentido de figuración”, dice De la Puente. Después de meses de espera, por fin el 14 de setiembre de 1919 Teresa Candamo recibió el permiso papal para crear la nueva orden. Así nacieron las hermanas Canonesas de la Cruz, que llenaron un vacío en la vida pastoral limeña, se dedicaron a asistir a los sacerdotes en las liturgias y con el tiempo impulsaron la educación. El presidente Leguía, antiguo amigo de Manuel Candamo, le donó a Teresa un terreno en Santa Beatriz donde las canonesas construyeron su convento. “A ese lugar iba mi padre cada semana a visitar a su tía, pues con el tiempo ella ya no salía de ahí”, recuerda el historiador.
La orden se extendió por el Perú, luego por Sudamérica y ahora tiene una casa en Roma, donde se impulsa la beatificación de la madre Teresa Candamo, iniciada en 1980. “En aquellos años -cuenta De la Puente- se produjo un gran revuelo en la familia. De Roma llegó el padre Tarsicio Piccari para entrevistar a todos los parientes y a quienes habían conocido a mi tía abuela. Eran unos cuestionarios muy largos que todos debían responder”. Finalmente, fue entronizada como venerable sierva de Dios. “Por todo lo que he escuchado, por su bondad natural y por su vocación, merece ser santa”, dice su sobrino nieto con un suspiro. “Pero faltan los milagros”, le decimos. “Ah, esas son ya palabras mayores”, agrega.
Los mismos milagros que también le faltan a Pedro Urraca, a pesar de las decenas de placas que adornan su cruz. Por teléfono, la voz del padre Milko García Valladares suena tranquila. Es el vicepostulador de la causa y cuenta que el proceso después de haberse truncado en varias ocasiones a lo largo de los siglos, recién rindió sus frutos en 1981, cuando Juan Pablo II aceptó las virtudes heroicas del mercedario y lo declaró venerable. Por eso lo único que falta es conseguir un milagro. Algo que no es poca cosa. “Cuando les comento a los padres romanos que alguna vez una señora se presentó y dijo que gracias al padre Urraca había obtenido su jubilación en la ONP en un mes (presentó sus papeles un 7 de julio en su honor y el 7 de agosto la llamaron para decirle que el trámite había concluido), ellos creen que es algo normal. Solo los peruanos sabemos que eso es un milagro”, asegura García.
En cuestiones celestiales nunca se sabe. Por ahora, el padre Urraca, el religioso que curaba enfermos y se sometía a severos ayunos tras largas horas de oración, y que solía hablar con la Virgen ‘continuamente’ y espantar al demonio con su pesada cruz, debe seguir esperando el milagro final que lo lleve al cielo. No por gusto -dicen- otro de sus grandes dones era la paciencia.premio-campodonico-peru

Premio Campodónico 2016

Monseñor ‘Pachi’ fue premiado en la categoría Servicios Directos a la Sociedad. La ceremonia tuvo lugar en el Teatro Pirandello del Instituto Italiano de Cultura.
El obispo auxiliar de Lima, monseñor Adriano Tomasi, recibió el premio Campodónico por “su denodada defensa de la vida dando preferente atención a la dignidad de la mujer y el niño, a través de una silenciosa labor diaria y de la generación de eventos multitudinarios en defensa de las causas justas”.
Lo indicó la oficina de prensa del arzobispado de Lima, precisando que Monseñor Tomasi, más conocido como “Monseñor Pachi”, expresó su agradecimiento y dedicó el premio a quienes le ayudaron: “Todos ellos son los verdaderos merecedores del Premio; yo he sido y soy solamente ese lápiz con el cual el Señor escribe sus planes, conforme amaba decir Santa Teresa de Calcuta”.
La ceremonia de entrega del Premio se realizó este martes 25 de octubre en presencia de Sergio Balarezo Saldaña, rector de la Universidad de Piura; Robert Moniot, vicepresidente de la Fundación Clover de Nueva York; y Mario Weber, presidente de Empower Perú, entidad proponente del Premio Campodónico 2016. Asimismo, asistieron a la actividad Juan Luis Cipriani -cardenal del Perú y arzobispo de Lima- y otras personas destacadas.
El rector Balarezo expresó que el tiempo y las palabras siempre serán insuficientes para mostrar la figura y la labor de monseñor Tomasi, quien, dijo, se une a un selecto grupo de personas e instituciones de alto talante y profundo humanismo, premiadas a lo largo de estos 22 años de historia del Premio.
En su discurso, Mario Weber destacó que “sus obras y su labor pastoral oportuna, silenciosa y prolongada durante 48 años, manifiestan un interés siempre genuino y desinteresado por los más desfavorecidos. Él es la esperanza renovada para todos ellos, y la mano generosa que se ofrece a los demás siguiendo fielmente el carisma franciscano que lleva en el alma”.
El Premio Esteban Campodónico otorgado a monseñor Adriano Tomasi consiste en una medalla, un diploma de honor y un cheque por un valor monetario de 25 mil dólares, fruto del legado del doctor Esteban Campodónico Figallo.
Fuente: ZENIT.

San Eduardo

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Hubo en Inglaterra un rey que trabajó constantemente por mantener la paz en sus estados y la comunión con la Iglesia católica. San Eduardo, llamado el Confesor, fue el más popular de los reyes ingleses de la antigüedad.
Tres cualidades le merecieron su fama de santo: era muy piadoso, sumamente amable y muy amante de la paz.
Un autor que vivió en ese tiempo nos dejó los siguientes datos sobre él:

  • Era un verdadero hombre de Dios.
  • Vivía como un ángel en medio de tantas ocupaciones materiales y se notaba que Dios lo ayudaba en todo.

  • Eran tan bondadoso que jamás humilló con sus palabras ni al último de sus servidores.

  • Se mostraba especialmente generoso con los pobres, con los emigrantes y ayudaba mucho a los monjes.

  • Aun el tiempo en que estaba en vacaciones y dedicado a la cacería, ni un solo día dejaba de asistir a la santa misa.

  • Era alto, majestuoso, de rostro sonrosado y cabellos blancos.
  • Su sola presencia inspiraba cariño y aprecio.

Su vida

Nació alrededor del año 1003, hijo del rey anglosajón Etelredo “el Indeciso”. Fue el hijo del tercer matrimonio de Etelredo con la princesa Emma de Normandía.
Cuando en 1015 el rey danés Canuto invadió Inglaterra, su madre Emma partió enseguida con Eduardo y con su hermano Alfred hacia Normandía, en donde desarrollaron una familiaridad con los normandos y sus líderes.
Pero después de la muerte de su marido, Emma volvió a Inglaterra y, en su segundo matrimonio se convirtió en consorte de Canuto, durante el gobierno danés en Inglaterra.
Tras la muerte de Canuto y la muerte de sus hijos, el derecho anglosajón y la nobleza eclesiástica invitaron a Eduardo, el hijo de Emma, para que regresara a Inglaterra en el 1041; y así, poco tiempo después, en 1042, él se convirtió en rey a una edad aproximada de 40 años de edad.

Un modelo de rey

Para evitar que se siguiera avivando el resentimiento de la nobleza anglosajona, en el año 1045, san Eduardo se une en matrimonio con Edith, la hija del Conde Godwino, quien estaba resentido por la elección de Eduardo como Rey y su actitud era amenazadora para su reinado.
La tradición nos dice que san Eduardo y su esposa eran personas tan ascéticas y entregadas a Dios, que decidieron vivir juntos como hermano y hermana, para así alcanzar la santidad. San Eduardo conservó perpetua su castidad.
Eduardo tuvo unos modos de actuar que lo hicieron sumamente popular entre sus súbditos y lo convirtieron como en un modelo para sus futuros reyes.
Lo primero que hizo San Eduardo al asumir su cargo fue suprimir el impuesto de guerra, que arruinaba mucho a la gente.
Luego durante su largo reinado procuró vivir en la más completa armonía con las cámaras legislativas (que el dividió en dos: cámara de los lores y cámara de los comunes).
Se preocupó siempre por tener cuidado de que gran cantidad de los impuestos que se recogían, se repartieran entre las gentes más necesitadas.

El destierro y una promesa

Cuando Eduardo estaba desterrado en Normandía prometió a Dios que si lograba volver a Inglaterra iría en peregrinación a Roma a llevar una donación al Papa.
Cuando ya fue rey, contó a sus colaboradores el juramento que había hecho, pero estos le dijeron: “El reino está en paz porque todos le obedecen con gusto pero si se va a hacer un viaje tan largo, estallará la guerra civil y se arruinará el país”.
San Eduardo, decidió entonces enviar a unos embajadores a consultar al papa San León Nono, el cual le mandó decir que le permitía cambiar su promesa por otra: dar para los pobres lo que iba a gastar en el viaje, y construir un buen convento para religiosos.
Así lo hizo puntualmente: repartió entre la gente pobre todo lo que había ahorrado para hacer el viaje, y vendiendo varias de sus propiedades, construyó un convento para 70 monjes, la famosa Abadía de Westminster (nombre que significa: monasterio del occidente: West=oeste u occidente. Minster=monasterio). En la catedral es donde sepultan a los reyes de Inglaterra.

Su muerte y veneración

La solemne inauguración del famoso coro del Monasterio de Westminster, tuvo lugar el 28 de diciembre de 1065. Pero el rey ya se encontraba gravemente enfermo para esa fecha y no pudo asistir a la ceremonia.
Murió en el año 1066 y fue enterrado en la Iglesia de la abadía recientemente restaurada. No tenía hijos y la lucha por quién debería suceder dio inicio a la invasión normanda de octubre de 1066 y la Batalla de Hastings. Pronto hubo muchas peregrinaciones a su tumba.
En el reconocimiento de 1102 encontraron su cuerpo incorrupto y el 17 de febrero de 1161 el Papa Alejandro III lo incluyó en la lista de los santos.
Los restos del rey santo fueron trasladados a la Abadía de Westminster en solemne ceremonia oficiada por el arzobispo Santo Thomas Becket en 1963. La Iglesia lo recuerda con alegría cada 13 de octubre.

Patrono de los reyes, los matrimonios difíciles, y los cónyuges separados

La Iglesia católica se refiere a Eduardo el Confesor como el santo patrón de los reyes, los matrimonios difíciles, y los cónyuges separados.
Después del reinado de Enrique II, Eduardo fue considerado como el santo patrón de Inglaterra hasta que en 1348, san Jorge, cuyo culto como santo para los soldados llegó a Inglaterra durante las Cruzadas, le sustituyó en este papel. Eduardo, sin embargo, sigue siendo el santo patrón de la familia real Inglesa.
Fuente: Aleteia y pildorasdefe.net

¡Dios mío, ten piedad de mí!

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Evangelio según San Lucas 18,9-14: 
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
“Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas’.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!’.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”.

Santo Toribio Romo

En algún momento a comienzos del verano de 1973, Jesús Gaytan y dos amigos empezaron su camino hacia el norte, hacia Estados Unidos. Su plan era pasar a hurtadillas la frontera y encontrar trabajo como peones de campo. No les importaba dónde, sólo querían -necesitaban- trabajar.
Una vez en la frontera, sus planes fueron rápidamente desbaratados. Los localizó una patrulla fronteriza y, temerosos, corrieron de vuelta a México.
Jesús se separó de sus amigos y empezó a deambular por el desierto. No tenía ni idea de dónde se encontraba. Después de varios días de caminata, sin rumbo ni comida ni agua, Jesús estaba seguro de que su muerte estaba próxima.
Mirando el inhóspito paisaje, con los ojos fijos a través de las ondulantes olas de calor que se elevaban desde el suelo, vislumbró una camioneta que iba en su dirección.
Como desconocía quién se le podía estar acercando, al instante se sintió aterrado al tiempo que aliviado.
La camioneta paró y de ella salió un hombre joven de piel pálida y ojos azules. Sonrió a Jesús y le ofreció comida y agua. Luego le condujo a una granja cercana donde necesitaban trabajadores.
También dio a Jesús unos cuantos dólares para que los guardara en su bolsillo. Jesús le dio las gracias profusamente y le preguntó cómo podría devolverle el dinero.
El hombre le dijo, en un perfecto español: “Cuando por fin tengas trabajo y dinero, búscame en Santa Ana de Guadalupe, Jalisco. Pregunta por Toribio Romo”.
Y así la historia, años más tarde Jesús Gaytan por fin pudo hacer ese viaje a Santa Ana de Guadalupe. A su llegada, preguntó dónde podía encontrar a Toribio Romo. Le dirigieron a una pequeña iglesia cercana.
Colgado en la pared exterior de la capilla había un gran retrato. Jesús lo miró ojiplático. Toribio Romo era aquel hombre del desierto.
Jesús había llegado al santuario de Toribio, donde se conservaban sus restos. Quedó impactado al descubrir que el hombre que le había ayudado en el desierto hacía 20 años había sido beatificado por el papa Juan Pablo II en 1992.
Quedó doblemente impactado ante la noticia de que su rescatador había sido asesinado en 1928 durante la Guerra Cristera. Jesús Gaytan se dio cuenta entonces de que había sido salvado por un hombre enviado del Cielo.
Luciano López relata que, en su camino hacia Colorado para encontrar trabajo, se perdió en el sofocante calor del desierto de Arizona.
Luciano recuerda haber visto una figura “borrosa” de pie junto a lo que parecía ser un océano. Cuenta que aquella persona le saludó con la mano y empezó a caminar y, de esta forma, le guió hasta una área de descanso con comida y agua, salvándole la vida.
De vuelta en México, cuando le contó a su mujer lo sucedido, ella respondió: “El que te condujo a lugar seguro fue san Toribio, patrono de los migrantes. Le estuve rezando por tu bienestar”.
Toribio Romo nació un 16 de abril de 1900 en Santa Ana de Guadalupe, Jalisco, México. Con permiso del obispo, fue ordenado sacerdote a la joven edad de 22 años.
Su edad no importaba a las autoridades. La Constitución antirreligiosa de México había sido promulgada en 1917, así que Toribio, de inmediato, fue objeto de vigilancia gubernamental. Y entonces llegó el fatídico año de 1927.
En ese año, el presidente de México Plutarco Elías Calles, que detestaba a los católicos, ordenó a sus soldados imponer de forma estricta la Constitución antirreligiosa de 1917.
Además de celebrar misa en la clandestinidad, atender a los enfermos y escuchar en confesión, el padre Toribio también había estado enseñando el catecismo tanto a niños como a adultos.
Ahora le habían ordenado que se confinase en su residencia y que no dijera el Rosario en público ni celebrara más misas.
El joven sacerdote se refugió en una antigua fábrica cerca de una ciudad llamada Agua Caliente. Desde allí desafió a las autoridades seculares, celebrando misas y cumpliendo su ministerio lo mejor que podía.
El 22 de febrero de 1928, el padre Toribio empezó a organizar su registro parroquial. Terminó el 24 de febrero.
El padre Toribio sabía el peligro que corría y tenía miedo. Rezaba diariamente por la gracia y la fuerza de Dios, pero no dejaría que sus miedos le impidieran hacer su trabajo.
El 25 de febrero a las 4:00 a.m. el joven cura se fue a la cama a dormir un poco. Una hora más tarde, tropas del Gobierno asaltaron el lugar y penetraron en el cuarto del sacerdote. Un soldado gritó:“Encontré al cura. ¡Mátenlo!”.
El padre Toribio dijo: “Estoy aquí, pero no tienen que matarme”.
Los soldados lo ignoraron. Uno de ellos disparó y el sacerdote, herido, se levantó de nuevo y empezó a caminar hacia los soldados. Después de unos pocos pasos, abrieron fuego y el padre Toribio cayó muerto.
La historia del martirio del joven sacerdote se difundió rápidamente y su popularidad subió como la espuma.
Muchos mexicanos que tomaron el camino hacia el país norteño cuentan inspiradoras historias sobre cómo la intervención del padre Toribio salvó sus vidas.
En el año 2000, el papa Juan Pablo II canonizó al padre Toribio y a otros 24 mártires asesinados a causa de su fe durante la Guerra Cristera.
Hoy, santo Toribio Romo es venerado como el santo patrono de los migrantes mexicanos, los “mojados”, los inmigrantes clandestinos.
Santo Toribio Romo, reza por nosotros.

Madre Antonia Brenner

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Por Larry Peterson– Aleteia.
¿Puede una mujer católica casarse y divorciarse dos veces, tener ocho hijos de dos hombres diferentes, hacerse monja y llegar a fundar una nueva orden religiosa? La respuesta es ¡sí! De hecho, esta misma mujer se acercó en persona al papa Juan Pablo II el día de la madre de 1990 para presentarle unos regalos en ocasión de la misa que el papa ofrecía durante su visita a México, y así recibir a cambio su bendición. Después de todo, todo es posible con Dios a nuestro lado.
La mujer a la que nos referimos es la Madre Antonia Brenner, conocida como “el ángel de la cárcel” en la penitenciaría de La Mesa, en Tijuana.
La Madre Antonia murió hace tres años, el 17 de octubre de 2013. En mi opinión, la historia demostrará que esta mujer fue un peso pesado entre las mujeres católicas de finales del siglo XX y principios del XXI.
Mary Clarke nació en Beverly Hills, Estados Unidos, un 1 de diciembre de 1926. Su padre, Joe Clarke, era un empresario de éxito y Mary y sus dos hermanos se criaron rodeados de la opulencia y la ostentación del mundo del cine.
Entre sus vecinos había grandes celebridades de Hollywood como William Powell, Hedy Lamarr y John Barrymore.
Joe Clarke era un hombre de carácter afectuoso hacia todas las personas. Sin importar lo bien que tratara la vida a su familia, se aseguró de educar a sus hijos en la importancia de ayudar a los menos afortunados.
Este deseo de ayudar a los demás arraigó en Mary y estaba destinado a florecer. Sin embargo, antes de su “florescencia”, Mary se embarcó en una enrevesada travesía vital.
Mary se casó a los 18 años y tuvo tres hijos, aunque el primero falleció poco después del parto. Este matrimonio terminó en divorcio.
Como divorciada, Mary se sentía entonces distanciada de su educación católica. Se casó de nuevo, pero esta vez por lo civil en Las Vegas, con un hombre llamado Carl Brenner.
Ella y Carl tuvieron cinco hijos juntos, pero su matrimonio también estaba abocado al divorcio. Pero “Dios escribe recto con renglones torcidos”, y según parece el Espíritu Santo tuvo echado el ojo a Mary Clarke Brenner toda su vida. Estaba a punto de bañarla por completo en su gracia.
Mary cada vez se involucró más en obras de caridad. En 1965 conoció al sacerdote Henry Vetter. Él se la llevó consigo a un reparto de comida, medicinas y ropa a prisioneros de la Penitenciaría La Mesa, en Tijuana.
La mala situación de los reos en La Mesa (considerada como una de las peores prisiones de México) causó un gran impacto en ella y, con el tiempo, su creciente compasión y amor por el prójimo se centrarían en estas personas. Se convirtieron en su especialidad, su ministerio, su propósito en la vida.
Mary Brenner se pasó los siguientes 10 años yendo y viniendo de la penitenciaría La Mesa, llevándoles los suministros necesarios, pero sobre todo su amor y su misericordia.
Su presencia se hizo muy popular entre los prisioneros, tanto hombres como mujeres, que ya esperaban con entusiasmo las visitas de Mary, a quien empezaban a llamar “La Mamá”. El alcaide incluso le ofrecía alojamiento para que pudiera quedarse a dormir.
Mary escogió el nombre de Antonia (en honor a su mentor, Anthony Bowers) y pasó a ser Madre Antonia Brenner. Se cosió un hábito de monja, se lo puso y fue a ver al obispo Leo Maher, de San Diego. Se arrodilló ante él y le contó su historia.
Él ya lo sabía todo sobre ella, así que le dio su bendición y validó su ministerio. Y hasta fundó una nueva orden, las Siervas Eudistas de la Undécima Hora, para mujeres de 45 años y mayores que desearan servir a los menos afortunados.
Además de la bendición del obispo Maher, también recibió la bendición del obispo Juan Jesús Posadas, de Tijuana. Se le concedió la autorización de la Iglesia para su ministerio por parte de obispos de dos países separados.
Una vez sus hijos se emanciparon, Mary regaló todas sus propiedades, dejó su hogar en Ventura y se dirigió a la prisión de La Mesa. Le habían dado permiso para vivir allí.
Su nuevo hogar era una celda de 3 metros cuadrados en la sección femenina de la penitenciaría. Viviría como cualquier otro recluso, dormiría en su celda de cemento y se alimentaría de agua fría y comida de la prisión.
Entre las comodidades de su habitación se incluían un crucifijo en la pared, una Biblia, un diccionario de español y una rígida cama de prisión.
Por la mañana, formaba en línea junto al resto de los prisioneros para pasar lista. Ese sería su hogar durante los próximos 32 años.
“La Mamá” también recibió el apodo de “Ángel de la cárcel”. Convivía libremente con traficantes de droga, ladrones, asesinos, violadores y demás, a quienes daba pellizcos en las mejillas y ofrecía sus oraciones.
Muchos de estos hombres y mujeres se contaban entre los más violentos y desesperados del género humano. Y aun así, ella caminaba feliz con ellos, les confortaba y les consolaba, secaba sus lágrimas y sostenía sus cabezas entre sus manos en su lecho de muerte.
Llegó incluso a detener motines internos con su mera intervención.
La Madre Antonia Brenner consiguió ver de verdad el rostro de Cristo en todos y cada uno de los prisioneros con los que estableció contacto y extendió su misericordia y su amor a todos ellos.
¿Por qué otra razón estos endurecidos criminales, algunos de los cuales nunca habían amado ni recibido amor, iban a llamar cariñosamente “Mamá” a una señora salida de Beverly Hills? Ellos le respondían con el mismo amor que recibían.
Creo que algún día la Madre Antonia Brenner será canonizada como santa. Fue un ejemplo para todos, nos enseña hasta dónde puede llegar la generosidad de “amar al prójimo”, quienquiera que sea.
Su vida también nos demuestra que no importa quién o qué seamos, ni de donde vengamos ni lo que hayamos hecho, Dios siempre nos está llamando.
Madre Antonia, por favor reza por nosotros, en especial durante este Año de Misericordia.

Justicia contra mi adversario

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Evangelio según San Lucas 18,1-8:
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;
y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: ‘Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario’.
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme“.
Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto.
Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?“.

Modificación de Estatutos PUCP

La Asamblea Universitaria de la PUCP aprobó por amplia mayoría la propuesta de reforma de su Estatuto acordada por el rectorado de nuestra Universidad con la Santa Sede luego de catorce meses de diálogo.
En la sesión participaron las  autoridades del rectorado, obispos y representantes de los docentes y estudiantes. La propuesta aprobada representa un paso fundamental  en la normalización de los vínculos de la Universidad con la jerarquía de la Iglesia y contempla que la PUCP continuará siendo Católica y Pontificia, manteniendo sus características y autonomía actuales.
El rector Dr. Marcial Rubio Correa señaló que la aprobación de la reforma estatutaria revela que en la Universidad hay libertad para debatir y al mismo tiempo un enorme consenso sobre temas fundamentales. “La Universidad, a través de su Asamblea, siempre ha dicho y ha tomado decisiones explícitas diciendo que quería seguir siendo como es y también católica y pontificia. Y con este acuerdo se está logrando eso a partir de una reconciliación con la Iglesia”. El Dr. Rubio agradeció especialmente al Papa Francisco por haber iniciado la búsqueda de una “solución consensual y definitiva” al conflicto existente.
Por su lado, el Monseñor Pedro Barreto SJ, miembro de la Conferencia Episcopal, declaró que con la aprobación comienza una nueva etapa. “Esta Asamblea ha sido para mí un ejemplo de transparencia, de escucha con mucha libertad y mucho agradecimiento al equipo rectoral que ha llevado un diálogo muy cercano con la Santa Sede. Con esta aprobación casi unánime, que nos ha entusiasmado a todos, volvemos al único camino: al camino de la Iglesia, una Iglesia abierta a otros credos, abierta a los más pobres y que respeta la autonomía y los métodos de investigación académicos porque la ciencia y la fe tienen que ir de la mano”.
Finalmente, en lo inmediato, la Universidad remitirá el Estatuto al Vaticano para que sea confirmado por el Papa Francisco. La Universidad mantendrá informada a la comunidad sobre el desarrollo de los temas pendientes para la normalización de las relaciones con la Iglesia.
Fuente: http://puntoedu.pucp.edu.pe/

El día del Juicio

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Evangelio según San Lucas 11,29-32:
Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: “Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás.
Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás. Huánuco conmemora cada 28 de Octubre la Fiesta del Señor de Burgos, imagen que es paseada en procesión por toda la ciudad.
En honor a su divinidad, el pueblo huanuqueño realiza danzas, fuegos artificiales, degustación de postres huanuqueños, presentación de alfombras florales con motivos turísticos y mucha algarabía caracteriza esta festividad.
Según el escritor Virgilio López Calderón, la imagen tallada en madera llegó al Perú en el siglo XVI y pertenece a la época renacentista. La primera morada que albergó al Señor de Burgos fue una iglesia de la orden agustina, pero tras su colapso, fue trasladada a San Cristóbal, inaugurada en 1542.
En 1930 se mudó a la Catedral de Huánuco y desde allí, es guía y patrón de todos los huanuqueños.
El origen de la fiesta patronal de la ciudad de Huánuco data desde el 28 de Octubre de 1746, fecha donde el pueblo sufrió los estragos de un terrible terremoto y abrumado por esta desgracia recurrió al señor de Burgos, pidiendo que le librara de su completa ruina, prometiendo tributarle a la vez, cada año un culto especial, como recuerdo inolvidable de su providencial protección. Desde aquellos tiempos el pueblo huanuqueño brinda las más tiernas emociones, a su santo protector el Señor de Burgos. El culto se desarrolla en toda la ciudad del 23 al 30 de Octubre, considerando los homenajes de todos los asistentes, publico, cofradías, grupos de danzas y artistas de toda la región. Una de las más hermosas fiestas patronales, con la originalidad de sus expresiones ancestrales.
Fuente: http://folcloreternoperu.blogspot.pe

Nuevos Cardenales electores

El Papa Francisco anunció un consistorio para la creación de 17 nuevos Cardenales de la Iglesia Católica el próximo 19 de noviembre, coincidiendo con la clausura del Jubileo de la Misericordia. Sin embargo, solo 13 de ellos tienen derecho a voto en un eventual cónclave para elegir a un nuevo Pontífice.
Estos son los nuevos Cardenales con derecho a voto por ser menores de 80 años:
Monseñor Mario Zenari (Italia), Nuncio Apostólico en Siria
Nació en la ciudad italiana de Villafranca (Verona), el 5 de enero de 1946 y fue ordenado sacerdote el 5 de julio de 1970. Está licenciado en Derecho Canónico y entró en el servicio diplomático de la Santa Sede en 1980. En estos años ha trabajado como representante Pontificio en Senegal Liberia, Colombia, Alemania y Rumanía. El 12 12 de julio de 1999 Juan Pablo II lo nombró Nuncio en Costa de Marfil y en Níger, elevándolo a la dignidad de Arzobispo. El 24 de julio de ese mimo año fue nombrado también Nuncio en Burkina Faso y el 30 de diciembre de 2008. Benedicto XVI lo nombró Nuncio Apostólico en Siria.
Monseñor Baltazar Enrique Porras Cardozo, Arzobispo de Mérida (Venezuela)
Nació el 10 de octubre de 1944 en Caracas. Estudió Filosofía en esta ciudad y luego se trasladó a España para estudiar Teología en la Pontificia Universidad de Salamanca. Fue ordenado sacerdote el 30 de julio de 1967 y ha realizado numerosos encargos. El 30 de julio de 1983 fue elegido Obispo Auxiliar de Mérida y el 30 de octubre de 1991, Juan Pablo II lo nombró Arzobispo de Mérida. Fue Presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela de 1999 a 2006 y Vicepresidente del CELAM de 2007 a 2011.
Monseñor Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla (México)
Nació el 9 de enero de 1950 en Tepic. Es licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma y tiene el doctorado en Teología Bíblica por la Pontificia Universidad Gregoriana. Fue ordenado sacerdote el 22 de abril de 1973. El 28 de mayo de 1997 fue nombrado Obispo de Texcoco y recibió la ordenación episcopal el 29 de junio sucesivo. El 5 de febrero de 2009 el Papa Benedicto XVI lo nombró Arzobispo de Tlalnepantla. De 2006 a 2012 fue Presidente de la Conferencia Episcopal de México y ha ejercido varios trabajos en el CELAM. Ha participado en octubre de 2014 y de 2015 en los Sínodos sobre la familia.
Monseñor Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Madrid (España)
Nació en Castañeda (Cantabria) el 16 de mayo de 1945 y fue ordenado sacerdote el 29 de julio de 1973 en Santander, diócesis en la que desarrolló su ministerio sacerdotal. Durante los dos primeros años de sacerdocio trabajó en la pastoral parroquial y la docencia. El 22 de febrero de 1997 fue nombrado obispo de Orense y el 7 de enero de 2002 fue designado arzobispo metropolitano de Oviedo, de cuya diócesis toma posesión el 23 de febrero del mismo año. El Papa Benedicto XVI le nombró arzobispo de Valencia el 8 de enero de 2009 y el 28 de agosto de 2014 el Papa Francisco le nombró arzobispo de Madrid. En la Conferencia Episcopal Española es Vicepresidente.
Monseñor Sérgio da Rocha, Arzobispo de Brasilia (Brasil)
Nació en Dobrada, São Paulo, el 21 de octubre de 1959. Es licenciado en Teología Moral y Doctorado en la misma disciplina. Fue ordenado sacerdote el 14 de diciembre de 1984 en Matão, diócesis de São Carlos. Después de ejercer su ministerio en varias parroquias, el 13 de junio de 2001 fue elegido Obispo Auxiliar de Fortaleza. Y el 15 de junio de 2011 el Papa Benedicto XVI lo nombró Arzobispo de Brasilia. Desde abril de 2015 es Presidente de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil y ha sido también Presidente del departamento de vocaciones y ministerio del CELAM. Monseñor Blase J. Cupich, Arzobispo de Chicago (USA)
Nació en Omaha (Nebraska) el 19 de marzo de 1949. Estudió Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y es licenciado en Teología Sacramental por la Universidad Católica de América en Washington. Fue ordenado sacerdote el 16 de agosto de 1975. Fu nombrado Obispo de Rapid City el 7 de julio de 1998 y el 30 de junio de 2010 fue nombrado por Benedicto XVI Obispo de Spokane (Washington). El 10 de septiembre de 2014 el Papa lo nombró Arzobispo de Chicago, donde hizo su ingreso el 18 de noviembre del mismo año. En octubre de 2015 participó en el Sínodo de los Obispos sobre la Familia.
Monseñor Joseph William Tobin, Arzobispo de Indianápolis (USA)
Nació en Detroit (Michigan) el 3 de mayo de 1952. Entró en la Congregación del Santísimo Redentor y emitió la Profesión temporal el 5 de agosto de 1972 y la solemne el 21 de agosto de 1976. Fue ordenado sacerdote el 1 de junio de 1978 y luego recibió varios encargos. En 1991 fue elegido Consultor General de los Padres Redentoristas y el 9 de septiembre 1997 Superior General. El 18 de octubre de 2012, Benedicto XVI lo nombró Arzobispo de Indianápolis.
Monseñor Patrick D’Rozario, Arzobispo de Dkaka (Bangladesh) 
Nació el 1 de octubre de 1943 en Padrishibpur. Pertenece a la Congregación de la Santa Croce y fue ordenado sacerdote el 8 de octubre de 1972. Fue elegido primer Obispo de Rajshahi el 21 de mayo de 1990. El 25 de noviembre de 2010 fue nombrado por Benedicto XVI Obispo Coadjutor de Dhaka y el 22 de octubre de 2011 pasó a ser el titular de la diócesis. Desde diciembre de 2011 es Presidente de la Conferencia Episcopal de Bangladesh y participó en el Sínodo de los Obispos sobre la familia en octubre de 2014. Es el primer Cardenal de Bangladesh.
Monseñor Jozef De Kesel, Arzobispo de Malines-Bruselas (Bélgica) 
Nació el 17 e junio de 1947  en Gent y fue ordenado sacerdote el 26 de agosto de 1972. Obtuvo el doctorado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha escrito numerosos artículos y libros sobre la Iglesia y varios aspectos de la vida cristiana. El 20 de marzo de 2002 fue nombrado Obispo Auxiliar de Malines-Bruselas y recibió la consagración el 26 de mayo sucesivo. El 25 de junio de 2010 fue nombrado Obispo de Brugge y el 6 de noviembre de 2015 el Papa Francisco lo nombró Arzobispo de Mechelen-Brussel. Desde 2016 es Presidente de la Conferencia Episcopal de Bélgica.
Monseñor Maurice Piat, Arzobispo de Port-Louis (Isla Mauricio) 
Nació en Moka el 19 de julio de 1941 y entró en el noviciado de la Congregación del Espíritu Santo en Irlanda, done hizo profesión religiosa el 8 de septiembre de 1962. Estudió Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Fue ordenado sacerdote el 2 de agosto de 1970 y desde 1981 fue responsable del proyecto pastoral diocesano para las comunidades eclesiales de base, y después vicario episcopal para la formación y la coordinación de la pastoral diocesana. El 21 de enero de 1991 fue nombrado Coadjutor del Obispo de Port-Louis. El 15 de marzo de 1993 pasó a ser el titular de la diócesis. Fue también presidente de la Conferencia Episcopal del Océano Índico de 1996 a 2002 y de 2013 a septiembre de 2016. En 2015 participó del Sínodo de los Obispos sobre la familia.
Monseñor Kevin Joseph Farrell, Prefecto del dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida
Nació el 2 de septiembre de 1947 en Dublín (Irlanda). Estudió en la universidad de Salamanca (España) y después en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Obtuvo la licenciatura e Filosofía y en Teología en la Universidad de Santo Tomás también en Roma. En 1966 entró a formar parte de la Congregación de los Legionarios de Cristo y fue ordenado sacerdote el 24 de diciembre de 1878. Tras ello, fue Capellán en la Universidad de Monterrey en México, profesor de los Estudios Económicos, Administrador General con la responsabilidad para los seminarios y las escuelas de los Legionarios de Cristo en Italia, España e Irlanda. Después de otros encargos, fue nombrado Obispo Auxiliar de Washington el 28 de diciembre de 2001. El 6 de marzo de 2007 fue nombrado Obispo de Dallas y el 15 de agosto de 2016 el Papa Francisco le llamó a colaborar en la Curia Romana nombrándolo Prefecto del nuevo dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
Monseñor Dieudonné Nzapalainga, Arzobispo de Bangui (República Centroafricana) 
Nació el 14 de marzo de 1967 en Mbomou, en la diócesis de Bangassou. Se formó en el Seminario Mayor Espiritano Danil Brottier en Gabón y emitió los primeros votos en la congregación de los Padres Espiritanos el 8 de septiembre de 1993 y los perpetuos el 6 de septiembre de 1997. Fue ordenado sacerdote el 9 de agosto de 1998. Ha ejercido su ministerio en Francia hasta que volvió a la República Centroafricana y fue nombrado Superior Regional de los Padres Espiritanos y párroco en Bangui de 2005 a 2009. De 2008 a 2009 fue Presidente de la Conferencia de Superiores Mayores de Centroafrica. El 14 de mayo de 2012, el Papa Benedicto XVI lo nombró Arzobispo de Bangui.
Desde julio de 2013 es Presidente de la Conferencia Episcopal de la República Centroafricana y por eso participó en el Sínodo de los Obispos sobre la Familia en octubre de 2014. En noviembre de 2015 el Papa Francisco acudió hasta Bangui y abrió la primera Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia. Es el primer Cardenal de Centroáfrica.
Monseñor John Ribat, Arzobispo de Port Moresby (Papúa Nueva Guinea)
El primer Cardenal de este país nació el 9 de febrero de 1957 en Volavolo. Entró en los Misioneros del Sagrado Corazón y realizó su primera profesión el 2 de febrero de 1979. Fue ordenado sacerdote el 1 de diciembre de 1985. Desde esa fecha y hasta 1991 ha prestado servicio pastoral en varias parroquias de la diócesis de Bereina. El 30 de octubre de 2000 fue elegido Obispo Auxiliar de la diócesis de Bereina y recibió la ordenación el 11 de febrero de 2001. El 12 de febrero de 2002 fue nombrado Obispo titular de la misma diócesis.
El 16 de abril de 2007 Benedicto XVI lo nombró Arzobispo Coadjutor de Port Moresby y el 26 de marzo de 2008 se convirtió en el Arzobispo titular. Fue Presidente de la Conferencia Episcopal de Papúa Nueva Guinea y de las Islas Salomón de 2011 a 2014. Desde ese mismo año es Presidente de la Federación de las Conferencias de los Obispos Católicos de Oceanía.
Fuente: ACI Prensa.

Papa Francisco en Azerbaiyán

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Francisco inició en el aeropuerto de Bakú, la capital de Azerbaiyán, la última etapa de su viaje al Cáucaso. Un país en continuas tensiones con la vecina Armenia y donde hay solo 500 católicos.
De hecho, lo primero que hizo Francisco después de aterrizar fue celebrar misa para todos ellos. Les explicó que Dios no es como los hombres que intentan cambiar las cosas bruscamente o por la fuerza. Dios, dijo, es un padre paciente que guía a sus hijos hacia un cambio más profundo y radical. Un cambio de corazón.
Papa Francisco: “Así hace también con nosotros. No favorece nuestros deseos de cambiar el mundo y a los demás de manera inmediata y continuamente, sino que busca ante todo curar el corazón, el mío, el tuyo, el corazón de cada uno; Dios cambia el mundo cambiando nuestros corazones”.
Celebró la misa en inglés, puesto que gran parte de esta pequeña comunidad son trabajadores extranjeros o diplomáticos.
Después visitó al presidente de la República de Azerbaiyán, Ilham Aliyev. Ante él y las demás autoridades del país insistió en la importancia del diálogo para alcanzar la convivencia pacífica. Azerbaiyán y su vecina Armenia están enfrentados por el Nagorno Karabakh. Un conflicto que en abril provocó más de 30 víctimas mortales.
Papa Francisco: “Es necesario que crezca la cultura de la paz, la cual se nutre de una incesante disposición al diálogo y de la conciencia de que no existe otra alternativa razonable que la continua y paciente búsqueda de soluciones compartidas, mediante leales y constantes negociaciones”.
Ante el monumento de los caídos por la independencia de Azerbaiyán estuvo rezando durante varios minutos. 
Después visitó la  mezquita recién inaugurada de Heydar Aliyev. Se reunió con el jeque, Allashukur Pashazadeh, un actor fundamental en el diálogo con los musulmanes en el Cáucaso, donde son mayoría.
Desde allí pidió libertad religiosa y respeto: que los intereses mundanos no terminen justificando ningún fundamentalismo, imperialismo o colonialismo. 
Desde la mezquita de Azerbaiyán, de nuevo, el Papa envió un mensaje a los terroristas: “Una vez más, desde este lugar tan significativo, sale el grito del afligido: ¡Nunca más violencia en nombre de Dios! Que su santo nombre sea adorado, no profanado y ni mercantilizado por los odios y los conflictos humanos”.
Tras estas palabras Francisco se trasladó al aeropuerto para subir al avión y poner así punto final a su viaje al Cáucaso.
Fuente: www.romereports.com

Auméntanos la fe

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Evangelio según San Lucas 17,5-10:
Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”.
El respondió: Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, ella les obedecería. 
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: ‘Ven pronto y siéntate a la mesa’?
¿No le dirá más bien: ‘Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después?
¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’.

Beato Antonio Chevrier

Con 14 años, tras la pregunta que le formuló un presbítero acerca de su vocación sacerdotal, sintió que Cristo le llamaba por este camino que antes no se había planteado. Hallándose en el seminario de Argentière percibió el anhelo de integrarse en el Instituto de Misiones Extranjeras, de París. Su madre se oponía temiendo que pudiera perder la vida. Nada hubiera frenado sus ansias, pero como Dios tenía otros planes, su acontecer siguió otros derroteros. En 1850 fue ordenado, y lo designaron vicario de Saint-André de la Guillotière, en un barrio marginal de Lyon; un campo apostólico complejo que se propuso evangelizar con oración y entrega, dedicado a él desde tempranas horas sin concederse apenas descanso. Sufrió el desaire, los malos modales y agresiones físicas sin arredrarse, haciendo de su pobreza un potente baluarte.
En 1856 el Ródano arrasó las escasisimas pertenencias de aquellas pobres gentes, y no dudó en asistirlas obviando el riesgo que corría su vida. Fue un año decisivo, el de su «conversión», momento en que la luz de lo alto iluminó el sendero que habría de seguir. Se hallaba ante el pesebre reflexionando acerca del misterio del Verbo, hecho carne por amor al género humano. Entonces se sintió poderosamente llamado a vivir pobre entre los pobres que le rodeaban. Esa sintonía personal con ellos, llevada con radicalidad evangélica, le permitiría compartir el amor insondable de Dios. El apostolado social ejercido con las gentes de Lyon contaba con la asesoría y aliento del santo Cura de Ars, contemporáneo suyo, al que había consultado. Ambos experimentaban la dificultad pastoral ante un colectivo que apenas obtenía los recursos precisos para vivir, y que tan frecuentemente se hallaba lejos de la Iglesia, movido por un sentimiento anticlerical.
Juan María Vianney le animó a dirigir espiritualmente la ciudad del Niño Jesús orientada a la asistencia y formación en la fe de niños pobres y abandonados, que había impulsado el adinerado y generoso Camilo Rambaud. El cardenal de Bonald pensó en Chevrier para que fuese su capellán. Y como hacen siempre quienes tienen verdadero espíritu apostólico, salía a la calle a buscar a tanto desheredado; era la táctica seguida también por el Cura de Ars. Los dos se admiraban profundamente. El flujo de personas que acudían para confesarse desde Lyon a Ars era constante, y Juan María Vianney solía animarles a dirigirse al beato: «Por qué venís? En Lyon tenéis un santo, el Padre Chevrier. Acudid a él; no os defraudará». Es el signo de los santos que reconocen inmediatamente la alta virtud de otros.
Mientras, algunos sacerdotes, más preocupados por el tema crematístico que por el espiritual, sometían a crítica al Padre Chevrier. Por eso, y dado que su oración le marcaba el rumbo a seguir, en 1859 el virtuoso sacerdote se centró expresamente en los jóvenes marginados. Tenía como modelo al Poverello, y alentado por la austera vida de Rambaud, se afilió a la Tercera Orden Franciscana. Contando con la asistencia de fray Pedro Louat y de dos religiosas, sor Amelia y sor María, adquirió un salón de baile de grandes dimensiones, que no venía precedido de buena fama precisamente, estableciendo en él la «Providencia del Prado» para asistencia de los muchachos que no tenían recursos. En 1867 fue designado párroco de Moulin-à-Vent, a 3 km. del Prado, misión que desempeñó hasta 1871. Entonces abrió una nueva vía apostólica: la formación de sacerdotes que tenían como objetivo desarrollar su labor evangelizadora entre los pobres. «El conocimiento de Jesucristo es la clave de todo. Conocer a Dios y a su Cristo eso lo es todo para el hombre, todo para el sacerdote, todo para el santo», les decía. Dentro de sí bullía su celo apostólico: «¡Oh!, por un alma que impartiera bien el catecismo, que tuviera espíritu de pobreza, de humildad y de caridad, por esa alma daría todo el Prado».
Los primeros cuatro ordenados en 1877 fueron el germen de la Sociedad de los Sacerdotes del Prado, que fundó. En esos primeros pasos tuvo que sufrir por las dudas y abandono de uno de ellos. Entonces decía: «Dios me ha dado ayudas, unos buenos coadjutores, y ahora me los quita. ¡Bendito sea su santo nombre!». El Pesebre, la Cruz y la Eucaristía eran los tres ejes vertebrales de esta espiritualidad, un carisma que tenía en el punto de mira a los indigentes.«Nosotros debemos representar a Jesucristo pobre en su pesebre, Jesucristo sufriente en su pasión, Jesucristo que se deja comer en la santa Eucaristía». En su oración, pura entrega, decía: «¡Señor, si tienes necesidad de un pobre, heme aquí! ¡Si tienes necesidad de un loco, heme aquí! Que piensen lo que quieran, que me miren como a un loco, poco me importa, yo soy de Jesucristo». En 1879 dimitió como superior, sucediéndole en este oficio el Padre Duret. Sufría muchos dolores por una úlcera, y el 2 de octubre de ese año entregó su alma a Dios. Tenía 53 años. Culminó santamente lo que había dejado escrito en una de sus cartas: «Conocer a Jesucristo, trabajar por Jesucristo, morir por Jesucristo». Juan Pablo II lo beatificó en Lyon el 4 de octubre de 1986.

Un pobre llamado Lázaro

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Evangelio según San Lucas 16,19-31: 
Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes.
A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro,
que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.
Entonces exclamó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan’.
‘Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.
Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí’.
El rico contestó: ‘Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento’.
Abraham respondió: ‘Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen’.
‘No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán’.
Pero Abraham respondió: ‘Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'”.

El sueño del Pongo

Por José María Arguedas Altamirano
Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable, sus ropas viejas.
El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludó en el corredor de la residencia.
-¿Eres gente u otra cosa?, le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio.
Humillándose, el pongo contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie.
-¡A ver! -dijo el patrón- por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas sus manos que parece que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia! ordenó al mandón de la hacienda.
Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina.
El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco como de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían. `Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza´, había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.
El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. `Sí, papacito; sí, mamacita´, era cuanto solía decir.
Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto, y por su ropa tan haraposa y acaso, también porque quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el Ave María, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.
Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara.
-Creo que eres perro. ¡Ladra!, le decía.
El hombrecito no podía ladrar.
-Ponte en cuatro patas, le ordenaba entonces.
El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.
-Trota de costado, como perro, seguía ordenándole el hacendado.
El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.
El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía todo el cuerpo.
-¡Regresa!, le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.
El pongo volvía, corriendo de costadito. Llegaba fatigado.
Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el Ave María, despacio, como viento interior en el corazón.
-¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres!, mandaba el señor al cansado hombrecito. Siéntate en dos patas; empalma las manos.
Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imitaba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas.
Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor.
-Recemos el Padrenuestro, decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.
El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie.
En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda.
-¡Vete pancita!, solía ordenar después, el patrón al pongo.
Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos.
Pero…una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía un poco espantado.
-Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte, dijo.
El patrón no oyó lo que oía.
-¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro?, preguntó.
-Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte, repitió el pongo.
-Habla … si puedes, contestó el hacendado.
-Padre mío, señor mío, corazón mío -empezó a hablar el hombrecito- soñé anoche que habíamos muerto los dos juntos: juntos habíamos muerto.
-¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio, le dijo el gran patrón.
-Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos. Los dos juntos: desnudos ante nuestro gran Padre San Francisco.
-¿Y después? ¡Habla!, ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.
-Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí nos examinaba, pensando, creo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.
-¿Y tú?
-No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo.
-Bueno, sigue contando.
-Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: `De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de la miel de chancaca más transparente´.
-¿Y entonces?, preguntó el patrón.
Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta pero temerosos.
-Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un ángel, brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacio. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.
-¿Y entonces?, repitió el patrón.
-`Ángel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre´, diciendo, ordenó nuestro gran Padre. Y así, el ángel excelso, levantando la miel con sus manos, enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro, transparente.
-Así tenía que ser, dijo el patrón, y luego pregunto:
-¿Y a ti?
-Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro Gran Padre San Francisco volvió a ordenar: `Que de todos los ángeles del cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano´.
-¿Y entonces?
-Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. `Oye viejo -ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel-, embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera; cúbrelo como puedas. ¡Rápido!´. Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando…
-Así mismo tenía que ser – afirmó el patrón. – ¡Continúa! ¿O todo concluye allí?
-No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro Gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también nuevamente, ya a ti ya a mi, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo: `Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo´. El viejo ángel rejuveneció a esa misma hora: sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.

Administrador deshonesto

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Evangelio según San Lucas 16,1-13: 
Jesús decía a sus discípulos: “Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.
Lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto’.
El administrador pensó entonces: ‘¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.
¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!’.
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’.
‘Veinte barriles de aceite’, le respondió. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez’.
Después preguntó a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’. ‘Cuatrocientos quintales de trigo’, le respondió. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y anota trescientos’.
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz“.
Pero yo les digo: “Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.
Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien?
Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero“.PUCP: "Vamos a pelear los juicios pendientes contra Cipriani"

Nuevo Estatuto

El rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), Marcial Rubio Correa, aseguró que los juicios que tienen pendientes con el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, por la administración de los bienes de dicha casa de estudios seguirán su curso regular en la justicia peruana. “Vamos a pelear los juicios pendientes por los bienes de la universidad“, aseguró Rubio Correa.
Rubio brindó los detalles del nuevo estatuto concertado con el Vaticano que será sometido a votación el próximo 14 de octubre durante la Asamblea Universitaria. Rubio explicó el proceso de diálogo entre la universidad y el Vaticano en una reunión donde fueron convocados los profesores, trabajadores y alumnos de la PUCP.
Según el rector ya se dieron los primeros acercamientos entre la universidad y el Vaticano con el regreso en agosto de cinco obispos a la asamblea universitaria. Y la llegada en las próximas semanas de un emisario del papa Francisco a la universidad.
Para el rector de la PUCP, la aprobación del nuevo estatuto universitario aleja al cardenal Cipriani del manejo de la universidad, pues el cargo de gran canciller ahora recaerá en el presidente de la Comisión Episcopal Peruana y no en el arzobispo de Lima. Rubio aseguró que el uso de los títulos de Pontificia y Católica también se mantendría, así como la autonomía en la elección del rector.
Como se recuerda la universidad y el arzobispo de Lima tienen pendientes una serie de juicios por la administración de los bienes de la PUCP lo que motivó una serie de discrepancias entre las autoridades universitarias y el arzobispado. Rubio reconoció que este acercamiento con el Vaticano no cierra los juicios pendientes por el control económico de la universidad pero que se pelearán estos juicios en el marco de las leyes peruanas.
Fuente: Diario El Comercio.