Por Antonio Zapata Velasco- Diario La República
La izquierda peruana atraviesa por un momento crítico y estas elecciones municipales y regionales no presagian nada bueno; por el contrario, oscurecen sus alternativas para las presidenciales del 2016. Salvo algunas regiones, como Moquegua por ejemplo, la campaña luce desalentadora y poco creativa. Ante este panorama cabe indagar sobre las expectativas a futuro.
Los problemas son tres: ausencia de trabajo de bases, debilidad programática y candidaturas poco creíbles. En primer lugar, cuando se compara la izquierda latinoamericana con la peruana resalta su escaso trabajo en sindicatos, gremios profesionales, clubes provinciales y demás instituciones de la sociedad civil. Nuestra izquierda solo aparece en temporadas electorales y su espacio es etéreo. Aquí casi nadie milita en los sindicatos, mientras en otros países la organización social de base fundamenta la participación electoral. Como consecuencia, la izquierda peruana carece de peso electoral para jugar a ganador.
Por el contrario, las performances históricas de nuestra izquierda siempre implicaron extenso trabajo de bases. Por ejemplo, durante los años 1920, cuando el aporte de Mariátegui fue posible gracias a un amplio proceso de organización popular nacido con el anarcosindicalismo de las décadas anteriores. Igualmente fue el caso de Izquierda Unida, que en la década de 1980 capitalizó el liderazgo social que la izquierda había construido desplazando al APRA entre los años cincuenta-setenta.
Mientras que ahora la izquierda duerme entre elecciones y se despierta para buscar candidatos. Así, no iremos a ninguna parte. Solo volviendo al pueblo y reconstruyendo una presencia en bases puede aspirarse a participar en la palestra electoral con reales chances. Este desgano tiene antigüedad, porque comenzó en los años ochenta y fue una de las causas para el declive de la izquierda bajo Fujimori. Por ello, es necesaria una revisión profunda que reduzca apetitos individuales de poder y fortalezca paralelamente el trabajo de bases.
En segundo lugar la cuestión programática. La izquierda no ha logrado renovar el discurso y se ha quedado anclada a las antiguas tradiciones del populismo nacionalista y revolucionario. Pero ese país ya se acabó. El mundo académico lo conoce y los izquierdistas también.
Sin embargo, no hemos pasado del diagnóstico a la renovación programática. Al carecer de bases no tenemos presión para formular un discurso renovado. Por su parte, la sociedad informal actual solo ha generado individualismo desenfrenado. Ante ella, a la izquierda le han faltado ideólogos y ha perdido la capacidad para formular un mito, en el sentido que le daba Mariátegui: un sueño común, una aspiración colectiva. Nos hemos rendido ante el emprendurismo.
Con escasas bases y debilidad programática, la izquierda también carece de espacio orgánico. Como sabemos, el Frente Amplio no llenó el requerimiento y lo único que resta es un sentimiento, que compartimos muchos, ilusionados por la solidaridad y la justicia social. Pero, no aparece un movimiento político en construcción ni se vislumbra una nueva idea fundamental.
Como tercer punto tenemos muchas candidaturas sin posibilidades, basadas en antiguas trayectorias. Algunas muy queridas, como Susana Villarán por ejemplo, pero su índice de rechazo muestra que no puede ganar la alcaldía de Lima. Entonces para qué se lanza, si todos saben que ha de perder. Se dice que no había nadie mejor posicionado y es cierto; pero, en realidad, buscan convertirla en la figura de centro-izquierda más conocida de cara a las presidenciales del 2016.
Ahí reside la tercera cuestión de la izquierda y quizá la principal. En vez de construirse desde abajo, siempre está buscando auparse a una candidatura que lleve a un grupo de líderes al parlamento. Así fue con Humala y ahora se quiere repetir el plato con Susana. Para qué, no vale la pena. Mejor empecemos de nuevo; desde el llano, construyendo e imaginando el Perú que anhelamos.
Susana deshoja tréboles
Por Cecilia Valenzuela- Diario El Comercio.
Ayer nos enteramos de que la demanda interna mantuvo en azul el PBI de julio. Que la caída en construcción, manufactura y minería fue atenuada por el comercio y los servicios. Gran parte del mercado interno está en Lima, muchos trabajan desde sus talleres familiares ubicados a lo largo y ancho de la ciudad. La mayoría en la nueva Lima, que ha crecido hacia el norte y hacia el sur. La que transporta su productos, para terminar de hacerse, por vías y avenidas cada vez más congestionadas.
En poco más de dos semanas, Lima elegirá una nueva administración. Pero el calvario que vivimos a la hora de trasladarnos no vislumbra solución. El transporte y las vías en Lima están lotizadas, se administran por partes y ninguna tiene planes de coordinar con la otra.
La reforma del transporte, o el corredor azul, que la alcaldesa saliente muestra como la obra emblemática de su gestión, no ha reformado nada; hubiera sido revolucionario en los años sesenta –cruza la Lima tradicional, del Rímac a Miraflores–, pero en estos tiempos no aporta gran cosa.
Los problemas los atraviesan la gran mayoría, sobre todo los pequeños y medianos industriales que viven y dan trabajo en el norte, en el este y en el sur de la ciudad. La avenida Universitaria, la vía más importante entre Lima norte y el resto de la ciudad, se ha convertido en un embudo: tiene un trébol al que le falta una ‘oreja’, un muro que divide la avenida en dos, a la altura de la Universidad de San Marcos, y un puente hundido por la indolencia e ineficacia de la gestión de Villarán.
El trébol que debió terminarse de construir en el 2010 para agilizar el cruce entre la Universitaria y Venezuela, donde desembocan los vehículos que vienen de Lima norte, tiene años inconcluso. Un grupo de estudiantes –que probablemente a estas alturas ya terminaron sus estudios– se opusieron violentamente a su culminación. Medrosas, las autoridades de San Marcos desconocieron el acuerdo al que habían llegado con la municipalidad para ceder un parque sobre el que se construiría la tercera ‘oreja’ del trébol de la Universitaria.
En medio de la trifulca y de la campaña electoral pasada, el grupo de rebeldes fue apoyado por la ‘Tía Bacán’, y ella prometió que, si salía elegida, los convencería para que aceptaran la ampliación de la vía de norte a sur de la Universitaria sobre una parte ínfima de los terrenos de San Marcos. Una vez en la alcaldía, Villarán no movió un dedo para terminar esa obra y la universidad volvió a levantar el muro que ha secuestrado la pista que va de norte a sur, inutilizando una de las vías e interrumpiendo el libre tránsito, de norte a sur, en esa importantísima vía.
Dos años después, el puente Bella Unión, a la altura de Dueñas, se hundió; se descuidó su mantenimiento y las aguas cargadas del Rímac corroyeron sus estructuras. Villarán tardó meses en instalar un puente Bailey, pero luego abandonó la solución definitiva. El Bella Unión era de dos carriles en cada sentido, de sur a norte y de norte a sur. El Bailey es de un solo carril.
La ironía es que Vía Parque Rímac desembocará en la Universitaria, con lo que la historia le sumará a Susana Villarán otra obra boicoteada por ella misma.
El ‘Titanic’ de la izquierda limeña
Por Aldo Mariátegui- Diario Perú21.
Ipsos-Apoyo le da 16% de aprobación a Susana Villarán, muy cerca de su mínimo histórico de 15% (no recuerdo menos). ¡Una candidata a una reelección con esos famélicos números a menos de un mes de los comicios sí que anda en muy serios problemas! Creo que ni ese ‘flautista de Hamelin’ que es Favre la haría ganar. Más bien, Villarán está jugando la baja, pues Enrique Cornejo ya triplicó su intención de voto y está muy cerca de pelearle el tercer lugar. ¡Y pensar que Mirko Lauer le daba serias posibilidades hace muy poco! Es que los analistas de izquierda andan muy descaminados respecto a las razones de este descalabro: mientras León-Moya y Nelson Manrique lo atribuyen a que se prefirió sacrificar la identidad zurda por hacer el mal negocio de aliarse al toledismo, lo que alienó y pasmó a un electorado activista y militante que se asquea por Ecoteva, Wiener, más bien, sostiene que el camino sí era acercarse a ese centrismo, para así reeditar la supuesta “gran coalición” anticastañedista que la salvó por un pelo en la revocatoria. Lo increíble es que ninguna de las dos posturas quiere aceptar que este anunciado desastre se origina simplemente en que la gestión de la izquierda en la municipalidad limeña ha sido muy deficiente y que –salvo gente muy ideologizada, ‘estómagos agradecidos’ por chambitas y pitucos rebeldes– la aplastante mayoría de limeños no quiere darle otra oportunidad: el fallido Corredor Azul ha sido el clavo en un ataúd tan perforado por errores. Y en el proceso de revocatoria muchos votaron en contra porque consideraban absurdo y cansador ir a varias elecciones seguidas, no porque estuviesen contentos con Villarán.
Izquierda disminuida
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