Por Silvia Crespo- Revista CARETAS.
Adriano Pozo Arias (25) no sale de su casa desde el pasado 16 de julio, fecha en la que cumplió once meses de carcelería en el penal de Yanamilla (Ayacucho). “Creo que hay que guardar cierto respeto por la opinión de la sociedad. Si salgo pensarían que no me importa nada. No es momento de exponerme, ya irán pasando los días y esto se irá apaciguando”, reflexiona el joven. Pozo es hijo del regidor de Ayacucho Jorge Pozo Palomino, y desde el año pasado ostenta el infame apelativo de ‘calato pegalón’.
Pozo agredió a Arlette Contreras (26) cuando se encontraban en el hotel Las Terrazas la madrugada del 12 de julio del 2015. La sentencia impuesta por el Poder Judicial de Ayacucho ha generado la indignación colectiva de la sociedad. Por ello un nutrido grupo de activistas está organizando la marcha #NiUnaMenos para el próximo 13 de agosto. La movilización ha tomado el caso de Arlette y el de la exbailarina Lady Guillén, quien fue agredida por su expareja Ronny García y este solo fue condenado a cuatro años de cárcel suspendida. Los dos, ahora, son casos-insignia en la lucha contra la violencia hacia la mujer. Ahora, desde Ayacucho y a una semana de la marcha, Adriano Pozo habla con CARETAS.
–Lo sentenciaron a un año prisión suspendida por agresiones leves pero Arlette lo acusa por tentativa de violación y feminicidio, ¿niega los cargos?
–A nivel de Fiscalía nunca me han podido probar esos cargos. En ningún momento se ha podido corroborar lo que ella dice. Dentro del mismo juicio ha habido contradicciones por parte de la fiscal como por parte de la señorita.
–¿Por qué decide arrastrarla del cabello como se ve en el video? ¿Qué pasó por tu mente en ese momento?
-Me frustré totalmente. En el hall del hotel ella decía “me quiere matar y violar”. En ningún momento le había manifestado eso.
–¿Sentía que ella era de su propiedad y quería volver a tenerla?
–No, en ese instante quería saber por qué me confundió con otra persona por tercera vez.
–¿Fueron celos?
–Sí, yo le abrí todo mi mundo. Ella estaba en reuniones familiares, podía utilizar mi celular, entraba a mi correo y a mi Facebook. La persona con la que me confunde fue su pareja y era jugador del Ayacucho Fútbol Club, el paraguayo Lucas Prieto.
–¿Es usted borderline? Arlette sostiene que usted es un peligro para la sociedad y por eso debe estar tras las rejas.
–Mi enfermedad nunca ha sido un peligro para la sociedad. Los diagnósticos psiquiátricos señalan que el trastorno es un problema para uno mismo. Tengo dependencia emocional. No es como ella quiere que parezca, no soy un monstruo o un peligro.
–Tras la sentencia, Contreras ha pasado a ser el símbolo del movimiento #NiUnaMenos. ¿Qué opina de su próxima participación en la marcha?–¿Se arrepiente de haberla atacado?
–Por supuesto, ¿cómo no me voy a arrepentir de algo que está tan mal? Yo tengo una mamá, una hermana, tengo tías y todas ellas están sufriendo con esto. Ellas son conscientes de que no todo es verdad, pero hay una agresión contra la mujer. Eso, venga de quien venga, no se puede tolerar. Cometí un error gravísimo y quizá en este instante sea una de las personas más repudiadas del Perú. Está bien que me juzguen y debo asumir las consecuencias de mis actos.
–Hay diferentes tipos de agresión. Una es la agresión física y otra la emocional. Ella al haberme confundido varias veces de nombre y generado inestabilidad, me agredió emocionalmente. Si bien ha sido víctima no se puede aceptar que una persona mienta tanto para su propio beneficio y use la figura de la violencia desproporcionadamente, habiendo casos de mujeres que verdaderamente han sufrido. No creo que ella deba ser tomada como bandera de esta marcha.
–Su padre es regidor de Ayacucho y amigo de la presidenta del Poder Judicial. ¿Existe conexión con la sentencia?
–El juicio no lo ha perdido ella por sobornos o influencias. Lo ha perdido por sus propias mentiras.
–Ella y mucha gente quieren verlo tras las rejas. En los tres meses de relación, ¿cree que Arlette lo quería realmente?
–Se supone que ella me quería, pero al parecer no es así sino lo que quería era el dinero y estaba interesada. No existió ese amor verdadero porque ella pidió una reparación civil de S/ 500 mil.
–¿Cree que la sentencia pueda variar en segunda instancia?
–(Interviene su abogado Ernesto Laynes) De ninguna manera. No ha habido ninguna intención de violar y matar. Las personas que piensan que ha habido influencias o corrupción, verán que en cualquier lugar del país el sistema es el mismo. No se trata de que Ayacucho sea un pueblo chico, machista o que haya un tipo de poder en la familia. Además el proceso no busca vengar a la sociedad sino destrozar la presunción de inocencia.
“Impossible is nothing”, dice un tatuaje en el brazo derecho de Pozo. La cita de Muhammad Ali sugiere a un amante del boxeo. Pero él no quiere hablar del tema. Erradicar por completo la violencia contra la mujer parece ser una tarea, esta sí, imposible. Según el último informe del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG), el Perú es el segundo país con la mayor tasa de feminicidios en la región.
Para el penalista existe una discordia en la ley porque “para que se produzca daño psicológico la lesión física debe haber causado 30 ó más días de incapacidad”. El caso de Arlette Contreras no es aislado. Según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público en Ayacucho se han presentado 18 casos de tentativas de feminicidio entre los años 2009 y 2015.
“En apariencia no hubo lesiones graves, pero el Código Penal también hace referencia a lesiones psicológicas”, precisa el experto en derecho penal Luis Lamas Puccio sobre el caso. “Si una mujer es agredida en esos términos, evidentemente eso genera una perturbación en su personalidad”, añade el penalista. El abogado agrega que las lesiones psicológicas configuraban el delito de lesiones graves “por la forma y la manera cómo se suscitaron”, precisa Lamas.
En su columna semanal del diario La República el psicoanalista Jorge Bruce precisa que en los casos de violencia contra la mujer las afectadas “han preferido no sentar una denuncia por temor a que el remedio sea peor que la enfermedad”. Añade que “solo cuando las víctimas dicen basta, se unen y exigen con coraje y firmeza que una sociedad cobarde, pacata e hipócrita, con una justicia corrupta y una policía mayormente incapaz de entenderlas, se porte a la altura de sus obligaciones, es que las cosas pueden cambiar”. Para el psicoanalista los testimonios de mujeres agredidas vertidos en el Facebook del grupo cerrado Ni una menos: movilización nacional ya “no es solo una catarsis colectiva, en la cual las mujeres se desahogan y reconfortan y siguen con sus vidas. La marcha del 13 de agosto es un punto de inflexión, estoy seguro”, finaliza Bruce.
Y para colmo el precario estado de la salud mental en el Perú se cuela en esta historia. Según el Ministerio de Salud, en el país actualmente hay 6 millones de peruanos que requieren servicios especializados para su salud mental.
Adriano Pozo es parte de esa cifra. Pozo sufre de Trastorno Límite de Personalidad (TLP) oborderline. Los que padecen esta enfermedad pueden tener impulsos no controlados, un estado cambiante de humor y un considerable nivel de agresividad. Además, el trastorno está relacionado con la crianza complaciente. Justamente Pozo pertenece a una de las familias más tradicionales de Ayacucho y fue criado bajo el abrigo de padres protectores.
El año pasado Pozo no pudo lidiar con su enfermedad y por ello abandonó sus estudios de Ingeniería Industrial en la Universidad de Lima. Ello ocasionó que vuelva a Ayacucho y descuide sus medicamentos. La noche de la fatal agresión él se encontraba bajo los efectos del alcohol.
En su reciente discurso a la Nación el presidente Pedro Pablo Kuczynski prometió luchar “contra los problemas de salud mental”. Un tema pendiente que no solo perjudica a los pacientes sino que violenta la vida de otros.
Pozo sin fondo
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