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El Papa Francisco recordó los nuevos beatos que el Cardenal Marcello Semeraro elevó a los honores de los altares, en Sevilla. “Asesinados en 1936, durante la persecución religiosa de la Guerra Civil Española, estos nuevos mártires dieron testimonio de Cristo hasta el final. Que su ejemplo consuele a tantos cristianos de nuestro tiempo que son perseguidos por su fe”.
El Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos presidió, en nombre del Papa Francisco, la beatificación del Padre Manuel González-Serna Rodríguez y de otros diecinueve mártires en la Catedral de Sevilla. En su homilía subrayó que la vida cristiana “no es un paseo, sino una misión arriesgada”, y a nadie “se le paga por aplaudir, como en los espectáculos terrenos”. Por el contrario, Jesús “advierte que incluso los lazos familiares pueden verse comprometidos por vuestro discipulado”.
Los veinte nuevos beatos, explicó el cardenal, son un nuevo ejemplo de la “santidad del martirio” de la que habló el Papa Francisco el pasado jueves, en su discurso a los participantes en la conferencia sobre la dimensión comunitaria de la santidad.
La mayoría de los mártires eran sacerdotes; el resto eran fieles laicos y uno de ellos tenía un hijo que aún era seminarista. También hay una mujer que, muy “activa en obras de caridad, fue colaboradora del párroco”, don Manuel González-Serna Rodríguez.
Este último, “para dar testimonio de su fe, quiso ser fusilado junto al Evangelio”. Otro sacerdote, Miguel Borrero Picón, “en el momento de su martirio quiso vestir la sotana para mostrar públicamente su identidad”. El asesinato de otros tomó “diferentes formas, pero todos, en el momento decisivo, aceptaron la muerte como expresión de su fidelidad a Cristo”. El sacerdote Juan María Coca Saavedra, durante los cinco días de cautiverio a que fue sometido, ejerció el ministerio de la reconciliación; otros “rezaron y se consolaron unos a otros, expresando también palabras de perdón a sus asesinos”.
El cardenal Semeraro recordó un antiguo himno cristiano en honor de los mártires, que “comienza alabando a estos testigos de Cristo”, y que, “inflamados por el amor verdadero, fueron más fuertes que el miedo humano a la muerte, y que, habiendo sufrido el martirio, ahora están en el cielo y disfrutan de un gozo sin fin”. Poco después, sin embargo, el himno pasa a considerar la situación en la que se encuentra cada persona: “afirma que existe una condición de martirio para todos y enumera tres formas del mismo”. La primera es pro fide mortis passio, es decir, “sufrir la muerte por causa de la fe cristiana”. El segundo martirio que un creyente está llamado a experimentar es el iniuriae remissio, es decir, “perdonar las ofensas”. La tercera forma es proximi compassio, es decir, “misericordia”.
“El mártir, al final”, concluyó el cardenal, “no es simplemente el que sufre la persecución, sino también el que, como Jesús en la cruz, es capaz de decir: ‘Padre, perdona’”.
Fuente: Vatican News.
Por Nicolás de Cárdenas– ACI Prensa.
10 sacerdotes, 1 seminarista y 9 laicos (entre ellos, una mujer).
Todos fueron asesinados por odio a la fe al inicio de la Guerra Civil española (a excepción de uno, martirizado el día antes del alzamiento militar), en los meses de julio y agosto de 1936.
Según la información aportada por la Archidiócesis de Sevilla, sus martirios se produjeron “tras ser detenidos y sin juicio previo, en el clima de persecución hacia todo aquel que profesara ser miembro de la Iglesia Católica”.
Los nuevos beatos son los siguientes:
Padre Manuel González-Serna Rodríguez
Nacido en 1880, fue ordenado presbítero en 1911 y ejerció su labor pastoral en la localidad de Constantina. Padeció la persecución antirreligiosa desde los primeros años 30.
Detenido el 19 de julio de 1936, fue maltratado y vejado durante varios días hasta su asesinato en la parroquia el día 23. Su cadáver fue profanado y objeto de escarnio público junto al de María Dolores Sobrino.
María Dolores Sobrino
Nacida en 1868, María Dolores estaba casada. Poco después del inicio de la Guerra, su marido fue asesinado y su casa saqueada. Tras el asesinato del Padre González-Serna, fue detenida.
Una turba la empujó hasta el interior de la parroquia de Constantina, donde le mostraron el cadáver del presbítero martirizado. Al reprochar la vileza de sus captores, fue asesinada con un disparo a bocajarro y escarnecida junto al sacerdote.
Padre Francisco de Asís Arias Rivas
Ordenado sacerdote en 1919, el martirio le llegó junto a su coadjutor cuando llevaba casi 20 años de párroco en la localidad de Lora del Río, donde había desarrollado una intensa labor pastoral y educativa.
Padeció los rigores del laicismo que trató de secularizar el cementerio y apropiarse de bienes de la Iglesia. Detenido al inicio de la contienda fratricida, fue vejado, pero siempre trató de confortar a sus compañeros de infortunio. Fue fusilado la madrugada del 1 de agosto de 1936.
Padre Juan María Coca Saavedra
Nacido el día de Navidad de 1884, era muy popular entre los vecinos de Lora del Río, donde su apostolado como director del colegio Ave María le hizo muy popular entre sus vecinos. Antes del estallido de la guerra, logró preservar la imagen de la Virgen de las turbas que pretendían quemarla.
Encarcelado junto al Padre Arias, fue atacado con un machete mientras, maniatado, era conducido al lugar de su fusilamiento.
José María Rojas
Oriundo de Sevilla, tenía 26 años cuando preparaba oposiciones en Madrid. Llegado el verano, decidió tomar unos días de descanso junto a su familia. El lunes 20 julio, tras acudir a la Santa Misa, fue detenido sin cargos y recluido en la Casa del Pueblo de Marchena, sede del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Ante el avance de las tropas nacionales, los milicianos huyeron no sin antes dispararle y dejarlo malherido. Tras recibir los sacramentos y haber manifestado su perdón a los agresores, murió el 25 de julio, día de Santiago Apóstol, patrón de España.
Manuel Luque Ramos
Este laico ejercía de sacristán en Marchena. El 18 de julio, sábado, un grupo irrumpió en la parroquia mientras se celebraba la Santa Misa a la que asistían unas religiosas. Manuel Luque fue capaz de expulsarlos del templo para que prosiguiera la celebración. Al día siguiente fue encerrado en la Casa del Pueblo, donde coincidió con José María Rojas. También herido por arma de fuego ante la huida de las fuerzas anticristianas, falleció el día 21.
Agustín Alcalá Heinke
Este empresario nacido el 1872 procuró aplicar en sus negocios la Doctrina Social de la Iglesia, lo que le granjeó un gran prestigio. Sus colaboraciones frecuentes con entidades religiosas, como las Conferencias de San Vicente de Paúl, no disminuyeron con el recrudecimiento de la persecución religiosa.
El viernes 17 de julio, horas antes del estallido de la guerra, fue disparado de manera fatal cuando volvía de realizar un donativo para los más necesitados. Su compromiso social cristiano fue la causa de su asesinato.
Padre José Vigil Cabrerizo
Nacido en la provincia de Granada, alcanzó la vida eterna a los 30 años en Sevilla, el 19 de julio de 1936. Unos meses antes, en mayo, el asalto de la capilla de San Jerónimo le obligó a buscar refugio entre sus familiares en la capital hispalense.
En una acción de elementos del Frente Popular en búsqueda de partidarios del alzamiento militar que se acababa de producir, una bala perdida le hirió cuando salía de casa del brazo de su madre, descubriéndose su condición de presbítero. El jefe de la partida ordenó que fuera abatido, pero una de sus hermanas le salvó la vida abalanzándose sobre él para protegerle. Malherido, murió al día siguiente tras perdonar a sus agresores.
Padre Antonio Jesús Díaz Ramos
Originario de Huelva, era párroco en la localidad sevillana de Cazalla de la Sierra, donde tuvo que enfrentarse a las laicistas autoridades locales que le impedían procesionar con el Viático, el toque de campanas o realizar responsos católicos en los entierros.
Fue detenido el mismo 18 de julio y padeció amenazas y burlas durante su cautiverio que se alargó 18 días. Llegó a la Casa del Padre el 5 de agosto, tras ser acribillado en el patio de la cárcel.
Enrique Palacios Monrabá
Terminado su primer curso de Sagrada Teología en el mes de junio de 1936, el seminarista Enrique Palacios fue a visitar a su familia en Cazalla. El 20 de julio, lunes, acudió a la Santa Misa, oficiada por el coadjutor, ya que el párroco (Padre Díaz) ya había sido detenido.
Allí fue apresado junto a su padre. Su martirio tuvo lugar el 5 de agosto.
Manuel Palacios Rodríguez
Padre del seminarista, era oriundo de Aracena (Huelva). Manuel era un hombre prudente y religioso, que destacaba por su generosidad. En medio del ambiente anticlerical, se afilió a Acción Popular, un partido confesional católico nacido durante la II República.
Fue secuestrado junto a su hijo y fusilado el 5 de agosto.
Mariano López-Cepero y Muru
Nacido en Cazalla de la Sierra, formó parte de los representantes del municipio. Desde esa posición, fomentó la instalación de centros educativos religiosos y la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en el Ayuntamiento. Miembro de la Junta Parroquial desde 1932, fue detenido al poco de comenzar la guerra y asesinado el 5 de agosto.
Gabriel López-Cepero y Muru
Nacido en 1874, había estudiado en el internado de los jesuitas en el puerto de Santa María (Cádiz). Estaba casado y tenía seis hijos. Como su hermano, formaba parte de la Junta Parroquial. Dejó por escrito su voluntad de evitar el entierro civil impuesto por las autoridades. Detenido a la par que sus vecinos, rezaba a diario el rosario durante su cautiverio, hasta su martirio el 5 de agosto.
Cristóbal Pérez Pascual
Este farmacéutico era conocido por el desempeño caritativo de su profesión, labor que continuó durante el cautiverio que padeció junto a sus convecinos de Cazalla de la Sierra, con los que corrió la misma suerte. Alcanzó la gloria tras ser acribillado a balazos en el patio de la cárcel.
Padre Mariano Caballero Rubio
El Padre Caballero padeció los rigores del anticlericalismo en su parroquia de Huelva a lo largo de los procelosos años de la II República. El 21 de julio de 1936 fue encendido el templo, como se había hecho ya con otras iglesias, y buscó refugio.
Fue detenido en la localidad de Punta Umbría. Mientras era trasladado al Gobierno Civil de Huelva, recibió un disparo por la espalda. Murió a los 41 años tras desangrarse durante dos días.
Padre Pedro Carballo Corrales
Desde octubre de 1919, el Padre Carballo desempeñaba su labor pastoral en Guadalcanal (Sevilla). Tras el estallido de la guerra, todos los edificios religiosos fueron saqueados, cuando no incendiados. Detenido el 20 de julio, fue fusilado junto a otros 20 reclusos el 6 de agosto en las cercanías del cementerio.
Padre Miguel Borrero Picón
Nacido en 1873 en Beas (Huelva), fue detenido la noche del 19 de julio de 1936 en Utrera (Sevilla) cuando se dirigía al Ayuntamiento a pedir la libertad de unos vecinos encarcelados por el Comité Revolucionario local.
Durante su cautiverio, se preparó a conciencia y también a sus compañeros de presidio, para la que sabían era una muerte segura. Sus carceleros les dieron la orden de salir del calabozo cuando conocieron la cercanía de las tropas nacionales. Nada más cruzar la puerta, el Padre Borrero recibió un disparo mortal en el pecho. Era el 26 de julio de 1936.
Padre Salvador Lobato Pérez
De origen gaditano, el Padre Salvador ejercía el sacerdocio en la localidad sevillana de El Saucejo, con grave dificultad por el ambiente anticatólico del momento. Desalojado de la casa rectoral el 23 de julio, se refugió en el hogar de unos vecinos junto a su familia.
El 21 de agosto fueron a buscarle le detuvieron y, llevado a las afueras junto a su hermano, fue fusilado.
Rafael Lobato Pérez
En compañía de su madre y su hermano sacerdote, buscó refugio en la casa de amigos tras ser expulsados de la casa rectoral. Tras su detención, no queriendo dejar solo a su hermano, corrió la misma suerte que él, hasta el martirio.
Padre Rafael Machuca y Juárez de Negrón
Nacido en Estepa (Sevilla) en 1881, por prescripción médica solicitó licencia para realizar un tratamiento de aguas medicinales en Málaga, donde le sorprendió el inicio de la Guerra Civil. Detenido junto a otras 11 personas, tres de los cuales eran también sacerdotes, fue encerrado en la cárcel.
Como represalia a un bombardeo del bando nacional, los revolucionarios determinaron realizar una “saca” de más de un centenar de personas, que significó el traslado y fusilamiento de todos ellos junto al cementerio de San Rafael el 31 de agosto.