Por Aaron Salomón- Diario EXPRESO.
Por defender a Bolivia, al final el Perú terminó envuelto en una guerra desigual en la que Chile nos robó Arica y Tarapacá. Esta dura lección debió bastarnos para entender que no podemos seguir siendo unos indulgentes ilimitados o, en cristiano, los cojudos del barrio.
Pero no ha sucedido así, porque ahora resulta que los chilenos nos han metido en un pleito en el que cientos de migrantes –en su mayoría venezolanos y algunos haitianos y colombianos– pretenden ingresar irregularmente al Perú tras salir del vecino del sur por el endurecimiento de sus leyes migratorias.
Este éxodo ha sido provocado por el presidente de Chile, el comunista Gabriel Boric, quien, a pesar de que siempre se mostró a favor de acoger a los ilegales, hoy rechaza a los indocumentados ante el evidente aumento del crimen organizado en su país, tal como viene ocurriendo en el Perú, en donde un puñado de malditos venezolanos asesinan a sangre fría a serenos o queman vivas a mujeres.
Una vez truncado el “sueño chileno”, los cientos de migrantes se han instalado en la línea de la Concordia, en la frontera entre Perú y Chile, buscando entrar a nuestro país. El problema está en que entre los indocumentados hay, además de madres con niños en brazos, delincuentes de extrema peligrosidad, los que no han dudado un segundo en arrojar piedras a la periodista de Willax Karina Aliaga, para que deje de registrar lo que ahí ocurre.
Yosier Canelón con su bebé trata de llegar a Venezuela. GETTY IMAGES
El Perú ya ha sido lo suficiente benévolo al recibir a más de un millón de venezolanos, cuya mayoría ha llegado al país para labrarse un futuro a través de trabajo honrado. Sin embargo, existe una minoría que comete delitos de una crueldad nunca antes vista aquí. La inseguridad ha aumentado –principalmente en la capital– y esa excusa es suficientemente válida para que el gobierno de la presidenta Dina Boluarte ponga mano dura y evite el ingreso de más indocumentados.
La solución a la crisis migratoria en la frontera es establecer un corredor humanitario para regresar a sus países a los ilegales, así algunos de estos no estén de acuerdo. Ya no podemos volver a pecar de ingenuos, porque el costo de serlo puede ser perder la vida a manos de un carterista proveniente de la dictadura del orate Nicolás Maduro.
¡Basta de ser los cándidos del barrio!
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