Evangelio según San Mateo 26,14-75.27,1-66.
Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me darán si se lo entrego?“. Y resolvieron darle treinta monedas de plata.
Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: “¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?“.
El respondió: “Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos“.
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: “Les aseguro que uno de ustedes me entregará“.
Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: “¿Seré yo, Señor?“.
El respondió: “El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!”.
Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: “¿Seré yo, Maestro?”. “Tú lo has dicho”, le respondió Jesús.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen y coman, esto es mi Cuerpo”.
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: “Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados.
Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre”.
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Entonces Jesús les dijo: “Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño.
Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea”.
Pedro, tomando la palabra, le dijo: “Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás”.
Jesús le respondió: “Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces”.
Pedro le dijo: “Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré“. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo: “Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar”.
Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse.
Entonces les dijo: “Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo”.
Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: “¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora?
Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”.
Se alejó por segunda vez y suplicó: “Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad”.
Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño.
Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo: “Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar”.
Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
El traidor les había dado esta señal: “Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo”.
Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole: “Salud, Maestro”, y lo besó.
Jesús le dijo: “Amigo, ¡cumple tu cometido!”. Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron.
Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús le dijo: “Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere.
¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? El pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles.
Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?”.
Y en ese momento dijo Jesús a la multitud: “¿Soy acaso un ladrón, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos.
Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los servidores, para ver cómo terminaba todo.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon: “Este hombre dijo: Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?”.
Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió: “Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”.
Jesús le respondió: “Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo”.
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: “Ha blasfemado, ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?”. Ellos respondieron: “Merece la muerte”.
Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban,
diciéndole: “Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó”.
Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo: “Tú también estabas con Jesús, el Galileo”.
Pero él lo negó delante de todos, diciendo: “No sé lo que quieres decir”.
Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí: “Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno”.
Y nuevamente Pedro negó con juramento: “Yo no conozco a ese hombre”.
Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron: “Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona”.
Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: “Antes que cante el gallo, me negarás tres veces”. Y saliendo, lloró amargamente.
Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús.
Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.
Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: “He pecado, entregando sangre inocente”. Ellos respondieron: “¿Qué nos importa? Es asunto tuyo”.
Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó.
Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron: “No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre”.
Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado “del alfarero”, para sepultar a los extranjeros.
Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy “Campo de sangre”.
Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas.
Con el dinero se compró el “Campo del alfarero”, como el Señor me lo había ordenado.
Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: “¿Tú eres el rey de los judíos?”. El respondió: “Tú lo dices”.
Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada.
Pilato le dijo: “¿No oyes todo lo que declaran contra ti?”.
Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador.
En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo.
Había entonces uno famoso, llamado Barrabás.
Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: “¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?”.
El sabía bien que lo habían entregado por envidia.
Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: “No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho”.
Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: “¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?”. Ellos respondieron: “A Barrabás”.
Pilato continuó: “¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?”. Todos respondieron: “¡Que sea crucificado!”.
El insistió: “¿Qué mal ha hecho?”. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: “¡Que sea crucificado!”.
Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: “Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes”.
Y todo el pueblo respondió: “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”.
Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él.
Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo.
Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: “Salud, rey de los judíos”.
Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza.
Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa “lugar del Cráneo”,
le dieron de beber vino con hiel. El lo probó, pero no quiso tomarlo.
Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo.
Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: “Este es Jesús, el rey de los judíos”.
Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: “Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!”.
De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: “¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él.
Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: “Yo soy Hijo de Dios”.
También lo insultaban los ladrones crucificados con él.
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región.
Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: “Elí, Elí, lemá sabactani”, que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: “Está llamando a Elías”.
En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber.
Pero los otros le decían: “Espera, veamos si Elías viene a salvarlo”.
Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.
El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: “¡Verdaderamente, este era el Hijo de Dios!”.
Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.
Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo.
Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran.
Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.
María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.
A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole: “Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: ‘A los tres días resucitaré’.
Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: ‘¡Ha resucitado!’. Este último engaño sería peor que el primero”.
Pilato les respondió: “Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente”.
Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.
Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:
Recuerdo cuando estaba en cuarto curso nuestro profesor nos leía de un libro interesante del que nunca habíamos oído hablar ni leído. Nos leyó durante unos días, y luego nos dijo que, para nuestra tarea de Escritura Creativa, cada uno escribirá cómo pensamos que termina la historia. Todos conocíamos los personajes, los lugares, y las cosas que habían pasado. Ahora, depende de nosotros. Recuerdo que había un final único que cada estudiante había elegido para terminar la historia. Y luego, nos leyó el resto del libro.
Pensé en esto este domingo de Ramos. Comenzamos nuestra celebración escuchando el Evangelio de la Entrada Triunfante de Jesús en Jerusalén (Mateo 21:1-11). Si yo hubiera hecho como el maestro y hubiera pedido a cada uno de ustedes que hiciera una tarea de Escritura Creativa, me pregunto cuántos de ustedes escribirían nuestro Evangelio de la Pasión (Mateo 26:14- 27:66).
Esta es la única Liturgia en la que escuchamos dos evangelios, cada uno de ellos tan únicos. En la primera vemos a Jesús aclamado por la multitud como “el Hijo de David… el que viene en el nombre del Señor. “En el momento en que la multitud grita “¡Crucifícalo! ¡Crucifíquenlo! “Más o menos la misma multitud, pero un ‘fin’ no esperado por la mayoría. El mal ha entrado en la multitud. Con mentiras y medias verdades, las autoridades judías lo hicieron arrestar, juzgar y condenar. Sus números se infiltraron en la multitud y los instaron a pedir su muerte y libertad para Barrabás. Esto muestra la inconstancia de nuestra naturaleza humana, cómo podemos ser influenciados e influenciados por otros, en este caso con resultados desastrosos.
Las Escrituras nos muestran la obediencia de Jesús a su Padre. Vino a hacer la voluntad del Padre, y lo hizo a un gran precio a menudo. Fue injuriado y rechazado. Fue expulsado de ciudades y pueblos. Querían tirarlo por un acantilado. Querían apedrearlo por blasfemia. Sin embargo, en estos momentos, la gracia prevaleció y perseveró e hizo la voluntad del Padre, incluso hasta el acto final – su muerte en la cruz. Este fue el precio de su obediencia.
El Padre también nos pide a nosotros, a sus hijos mediante la creación y el bautismo, que también seamos obedientes a su voluntad, buscando siempre contribuir a la salvación del mundo. Nuestra “historia” – como la “historia”, que escuché en cuarto grado – aún no está terminada. Esto no es una tarea de escritura creativa, sino un viaje de fe que dependerá de nuestra fidelidad a la voluntad de Dios, nuestro fiel seguimiento de Jesucristo, y nuestra apertura al Espíritu Santo.
¡1,969 santos y beatos de la persecución religiosa!
Por Jorge López Teulón- www.religionenlibertad.com
El 7 de noviembre fue beatificado en la Sagrada Familia de Barcelona el joven Joan Roig Diggle. Con él sumarán 1,916 mártires beatificados y canonizados, tras el último grupo elevado a los altares en la Catedral de Almudena de Madrid. Se trataba de 14 concepcionistas franciscanas y tuvo lugar el 22 de junio de 2019.
Pero tras la firma, de cuatro mártires Operarios Diocesanos fundados por el beato Manuel Domingo y Sol, se llega a la cifra total de 1,969 mártires.
El Santo Padre Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos, con fecha de 29 de septiembre de 2020, promulgar el decreto concerniente al martirio de los Siervos de Dios Francisco Cástor Sojo López y 3 compañeros, Sacerdotes de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos; asesinados, por odio a la fe, en España entre 1936 y 1938. Precisamente en vísperas de celebrar los XXV años de la Beatificación de Pedro Ruiz de los Paños y compañeros. Entonces, echemos de nuevo cuentas… para aclararnos
A la cifra de 1,915 mártires a la que llegamos con la última beatificación el 22 de junio de 2019, sumamos con fecha de promulgación:
11.06.2019 Enfermeras mártires de Somiedo (3). Un mes antes, el 15 de mayo, había fallecido de un infarto el obispo de Astorga, monseñor Juan Antonio Menéndez. Un año y dos mes después, el pasado 18 de julio de 2020, tomó posesión el nuevo obispo, monseñor Jesús Fernández González. Se está a la espera de fecha.
02.10.2019 Joan Roig Diggle (1), joven laico de 19 años, cuya beatificación fue anunciada por el Cardenal Omella, para el próximo 7 de noviembre, en la Sagrada Familia de Barcelona.
29.11.2019 Cayetano Giménez Martín y 15 compañeros, mártires granadinos (16). La Archidiócesis de Granada pensaba acoger en la Catedral, la beatificación el 23 de mayo de 2020. Tuvo que posponerse y se está a la espera de nueva fecha.
12.12.2019 En esta fecha el papa Francisco firmó la aprobación de (27) mártires, asesinados por odio a la fe entre 1936 y 1937 durante la guerra civil española: Ángel Marina Álvarez y 19 compañeros mártires de la Orden los Frailes Predicadores, Juan Aguilar Donis y 4 compañeros de la misma Orden, Fructuoso Pérez Márquez, fiel laico de la tercera orden de Santo Domingo y Sor Isabel Sánchez Romero (Ascensión de San José), monja dominica. Se está a la espera de fecha.
23.01.2020 (3) mártires capuchinos: Benito de Santa Coloma de Gramanet (José Domènech Bonet), José Oriol de Barcelona (Jaime Baríau Martí) y Domingo de San Pedro de Riudebitlles (Juan Romeu Canadell). Se está a la espera de fecha.
29.10.2020 Francisco Cástor Sojo López, Millán Garde Serrano, Manuel Galcerá Videllet y Aquilino Pastor Cambero (4). Se trata de sacerdotes operarios que dieron su vida por Cristo durante la Guerra Civil, cuando ejercían como formadores en los seminarios de Ciudad Real, León y Baeza. Todavía queda por establecer cuándo podrá llevarse a cabo la ceremonia de beatificación. Lógicamente se está a la espera de fecha.
Son los cuatro operarios que quedan por beatificar de un total de 30. El primer grupo de mártires fue beatificado hace 25 años, el 1 de octubre de 1995, por San Juan Pablo II. Se trata del grupo de Pedro Ruiz de los Paños y 8 compañeros, mártires.
El segundo grupo, compuesto por Joaquín Jovaní Marín y 14 compañeros, fue beatificado en la gran ceremonia de Tarragona el 13 de octubre de 2013. Dos operarios más fueron beatificados el 25 de marzo de 2017, dentro de la causa de José Álvarez-Benavides y de la Torre y 114 compañeros, de la diócesis de Almería.
Así pues 54 mártires están a la espera de las diferentes fechas de las ceremonias de beatificación, con el anuncio, tan solo, de la de JOAN ROIG DIGGLE, el 7 de noviembre.
Una vez más: ¡¡¡GLORIA A LOS MÁRTIRES!!!
Ya es beato Joan Roig Diggle, mártir de 19 años
Por Pablo J. Ginés/ Religión en Libertad
El sábado 7 de noviembre la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona ha acogido la beatificación del joven mártir Joan Roig Diggle, asesinado en la madrugada del 12 de septiembre de 1936 por milicias anarquistas de Santa Coloma de Gramanet que fueron a buscarlo a su casa en El Masnou, por petición de un vecino comunista.
Joan recibió 5 tiros en el pecho y uno de gracia en la nuca. Tenía 19 años. Joan, que escondía la Eucaristía en su cuarto, pudo tomarla antes de que se le llevaran. Semanas antes, unos milicianos habían quemado la iglesia del pueblo. Desde los asesinatos de varios clérigos en Asturias en 1934 Joan había reflexionado mucho sobre los mártires y la violencia social.
El cardenal Omella ha presidido la ceremonia de beatificación, acompañado de 14 obispos y cerca de 580 asistentes (limitados por las normas contra el coronavirus), con familiares del beato, autoridades y miembros de la Asociación de Amigos de Joan Roig i Diggle. Ha coincidido con los 10 años de la dedicación al culto de la basílica de la Sagrada Familia por Benedicto XVI.
Joan Roig era un joven apasionado por la evangelización de los alejados, pero también por la cuestión social, sobre la que escribió varias veces a partir de los 17 años.
El cardenal Omella lo recordó en su homilía, explicando que “Joan era un joven normal, con los gustos y aficiones propias de su edad”, que “desde pequeño tenía la ilusión de ser un sacerdote enamorado de la Eucaristía y apóstol de los obreros. Quería estar con ellos para conocerlos, quererlos y para llevarles la Buena Nueva de Cristo”.
Un joven que fue a la vez burgués, estudiante y obrero de fábrica
Durante su infancia, la familia de Joan era burguesa razonablemente acomodada. Su padre, catalán, tenía un pequeño negocio textil. Su madre, inglesa aunque había nacido en Barcelona y siempre vivió en Cataluña, era de una familia bienestante. Pero cuando Joan entró en la adolescencia, la crisis del textil, y más en concreto a partir de 1934 unas deudas por avales, hundieron la economía familiar. Los Roig Diggle se mudaron a El Masnou, donde podían vivir con más austeridad. Tenían la playa a cinco calles de distancia. Cada día rezaban el rosario, alternando el inglés, el español y el catalán.
Para apoyar la difícil economía familiar, hacia los 16 años, Joan primero trabajó 2 años de dependiente en una tienda de ropa, y después de obrero en una fábrica textil de Barcelona, todo sin dejar de estudiar por su cuenta desde casa, con el objetivo de llegar a ser quizá abogado, porque estaba muy interesado en temas de doctrina social y laboral. Era, por lo tanto, estudiante y obrero de fábrica.
Iba a misa diaria muy temprano de madrugada en El Masnou y luego en tren recorría los 17 km hasta Barcelona para entrar en la fábrica de Can Font, en el barrio de Poble Sec. Solía santiguarse al entrar en el vagón de tercera, con otros obreros, y sus compañeros -la mayoría de ellos alejados de la fe- conocían su firme religiosidad.
Orador apasionado interesado en la doctrina social
Joan tenía varias responsabilidades en la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña, un movimiento nacido en 1930, que en 1936, justo antes de empezar las persecuciones, contaba con unos 14,000 afiliados de 15 a 35 años y 8,000 niños de 10 a 14. No sólo tenía a su cargos una veintena de niños (que se llamaban “vanguardistas” y le recuerdan con afecto y por su devoción eucarística) sino que le encargaban realizar predicaciones para otros jóvenes, a veces sobre temas de doctrina social, otras veces sobre temas de devoción y piedad.
Joan es recordado como un orador apasionado, que se movía por el escenario agitando las manos con emoción, cosa no muy frecuente en la época. Explicó a su hermana que las primeras charlas que dio las preparó mucho, pero pronto empezó a dejar los papeles a un lado, rezando al Espíritu Santo y dejando que Él le inspirara.
En las publicaciones de la Federación de Jóvenes Cristianos (Flama, o el boletín de su grupo local, Mar Blava) escribió en varias ocasiones sobre temas de doctrina social, que conocía a partir de las encíclicas papales. En aquella época no había las facilidades de hoy para documentarse (ni DoCat ni YouCat ni Compendio de Doctrina Social), pero, por otra parte, los documentos papales sobre la cuestión social no eran tantos en esa época y a ellos acudía Joan. Se basaba sobre todo en la Rerum Novarum de León XIII (de 1892) y la Quadragesimo Anno de Pío XI (de 1931).
10 enseñanzas sociales del mártir Joan Roig Diggle
Recogemos aquí 10 de sus enseñanzas sociales, recordando que las escribió entre 1934 y 1936, que tenía entre 17 y 19 años y que no era historiador ni estudiante aún de ninguna carrera universitaria, sino un joven obrero apasionado por la evangelización de los obreros y la justicia social, que escribió justo antes de empezar la Guerra Civil española.
1. El ejemplo de la esclavitud
“Para abolir la esclavitud, por ejemplo, la Iglesia no procedió como Espartaco, capitaneando una revuelta violenta, sino que fue transformando, siglo tras siglo, el corazón de los señores con la difusión diaria de su doctrina de fraternidad, y la esclavitud cayó ella sola cuando la sociedad se hizo suficientemente cristiana como para que aquella injusticia repugnara a la nueva constitución de los espíritus”.
2. No a la revolución; sí a la rectificación del espíritu
“El tumulto externo compromete la eficacia de las grandes reformas; enturbia los espíritus les da el gusto al desorden que hace imposible el arreglo de toda mejora y apasiona a los hombres, impulsándolos hacia las exageraciones comprometedoras de las grandes ideas de justicia; la Iglesia conocer esto por instinto divino y por experiencia humana, y por eso prefiere trabajar silenciosamente en la rectificación de los espíritus con la que se consiguen todas las ventajas de la revolución, evitando todas las desventajas”.
3. Que los socialistas mediten un poquito…
“[La Iglesia arma] los espíritus con la doctrina de la igualdad de todos los hombres delante de Dios y de la dignidad natural, y sobrenatural, de la persona humana, que no consiste en la riqueza, ni en la cultura, ni en la influencia social, sino en el hecho de ser hijo de Dios, alta categoría sagrada, rica en los derechos más augustos y exigentes, que nuestros socialistas harían bien en meditar un poquito”.
4. Es normal que la Iglesia reciba críticas de unos y otros
“La Iglesia elabora su doctrina social sin afán de popularidad y exponiéndose a las críticas de unos y de otros y esperando tranquilamente con la fe del que tiene toda la certeza y con las esperanza del que tiene todo el tiempo, que los programas inspirados en la ambición o el odio vayan desinflándose de su popularidad, poniendo cordura aquel carácter objetivo que da la experiencia de la vida”.
5. La eficacia verdadera no es inmediata ni popular
“La Iglesia deja a otros el papel de agitador, de leader de masas, de luchador contra unos hombres o unas clases, exponiéndose a una impopularidad momentánea, abnegación indispensable a toda persona o institución que aspirar a la mejora de la sociedad sinceramente y de buena fe. Los que la critican porque no actúa ni hace de revolucionaria, además de olvidar su misión substancial que abarca a todos los hombres, ignoran su amor a la eficacia verdadera, que no es “nunca” la inmediata”.
6. Las nacionalidades y la Iglesia: que busquen el reino de Dios
“En el problema de las nacionalidades no hay que esperar que la Iglesia haga ninguna revolución, ni provoque ningún alzamiento, ni tan siquiera que riña con los hombres por una cuestión que, a fin de cuentas, es puramente terrena. Pero, dentro de su peculiar competencia, la Iglesia siempre ha sostenido la teoría y la práctica del derecho que cada pueblo tiene a cultivar su lengua mientras él así lo ha querido. La Iglesia hace todo lo que esté en su mano para favorecer a los pueblos desgraciados, da el ejemplo y da la idea. Lo demás no es cosa suya, sino añadidura que la naturaleza, instrumento de la Providencia, dará a los pueblos que buscan primero el reino de Dios y su justicia”.
7. Las masas desconocen la doctrina social católica… que no es utópica
“Hemos de reconocer que las masas aun no conocen la sociología cristiana. Es necesario, pues, ahora más que nunca, que lleguen a conocerla. Si en lo más íntimo de la voluntad popular se manifiesta este deseo de renovación y de justicia social, es muy lógico que al encontrar la única y verdadera justicia social las únicas normas y leyes de proceso social que pueden ser íntegramente llevadas a la práctica, porque no son utópicas, las masas se adherirán y harán suyas estas doctrinas y estos programas. Y es lógico también que si es menester que se conozca la doctrina social católica hay que hacer propaganda práctica, que consiste en ver plasmadas en la realidad lo que hasta ahora sólo han sido palabras”.
8. Si algo bueno tiene el socialismo…
“Si algo bueno tiene el socialismo es lo que ha aprendido de la sociología cristiana. Esto tendrá, por tanto, en el socialismo, algunos puntos de contacto. Uno de los medios de propaganda de nuestra doctrina social será, pues, hacer ver claro lo que de bueno pueda haber en la propaganda, los programas y la legislación social que nos espera. Lo malo, por sí solo, se descartará”. [Escrito en marzo de 1936, antes de la Guerra Civil]
9. Qué hacer ante la anti-patria y el comunismo
Frente a la Patria Roja, frente a la patria comunista, delante del monstruo de la revolución, delante de la anti-patria, mostrémonos firmes y valientes, y demos a los hombres aquella paz, aquella justicia, aquel amor que buscan con tanta ansia y que no son capaces de encontrar. Es menester predicar, propagar y hacer conocer la doctrina social de la Iglesia.
10. Los cristianos que desacreditan la doctrina social cristiana
“¡Ay de aquel que, diciéndose cristiano, ataque o desacredite la propaganda social cristiana! ¡Ay de aquel que pudiendo practicar la doctrina social cristiana no lo haga! Que si las palabras del Divino Maestro, aquel que no está conmigo está contra Mí, suenan como terrible sentencia a los oídos de aquellos que conscientes de su catolicismo colaboraron al triunfo de las fuerzas revolucionarias, tanto más serán terribles para los que descuidan sus deberes sociales y cristianos”.
Estos textos se pueden encontrar en su biografía en editorial San Pablo,Joan Roig i Diggle: Dios está conmigo, de Carla Vilallonga.
Teletón pro remodelación de la capilla Señor de Illanya
Organizado por los responsables de la Capilla del Patrono de la ciudad de Abancay Señor Justo Juez de Illanya, el 21 de abril en la plaza de armas realizarán gran Teletón para recaudar fondos para la restauración de local de la Iglesia. Según fue informado a la prensa, la actividad se realizará en coordinación con distintas autoridades, instituciones, empresarios, entre otros, la misma que se viene preparando para que dicha actividad pueda tener su trascendencia en beneficio de todos los feligreses en general. Asimismo, la prensa abanquina apoyará con la difusión de dicha actividad. Como se sabe, la Capilla de Illanya necesita la refacción en sus diferentes partes, por lo que se harán varios gastos en su refacción, de tal manera sea mucho más presentable para los visitantes y fieles devotos. Según dijeron actualmente las condiciones de la Capilla no son tan adecuadas, por lo que se necesita urgente reparación y mantenimiento. El párroco Manuel Jesús del Señor de Illanya dijo que se realizará también algunas ceremonias litúrgicas, que iniciará el día domingo con la bendición de Ramos, procesiones, el peregrinaje al santuario, vía crucis, reflexión general de mucha fe, entre otros, a fin que todos los feligreses y devotos puedan visitar a la Iglesia de Illanya como una forma de recogimiento y reflexión por los días de gran importancia en la vida cristiana.
Fuente: Diario Chaski.