Por Fernando Rospigliosi– Diario EXPRESO.
El año finalizó de una manera que ha sido la habitual en los últimos meses: nuevas informaciones sobre la corrupción de funcionarios del Gobierno, más revelaciones respecto a la negativa de Pedro Castillo a responder sobre sus actos y sus intentos de ocultar sus oscuras andanzas, denuncias a Zoraida Ávalos por su inacción ante las transgresiones del poder, etc.
La última corruptela ha involucrado –otra vez- directamente a Castillo, que se reunió en Palacio de Gobierno con un proveedor del Estado, con el gerente de la empresa que compra a ese vendedor y la inefable Karelim López. La evidencia de que lo pillaron con las manos en la masa es que Petroperú anuló el contrato de aproximadamente 300 millones de soles.
El comportamiento delincuencial de los funcionarios involucrados se evidenció cuando se negaron a brindar información a la fiscalía en Petroperú y trataron de desaparecer las pruebas. Como informó Perú.21: “Testigos denuncian que gerente de Petroperú ordenó eliminar pruebas. Quiere cubrir a Castillo” (24/12/21).
Lo mismo ocurrió en Palacio. Después del hallazgo de 20,000 dólares en el baño del secretario de Castillo, el inquilino se niega a permitir que los fiscales ingresen por el temor que encuentren otra evidencia que se olvidaron de limpiar.
Y todo esto ha ocurrido en una fecha especial, los doscientos años de creación de la República.
Como es obvio para cualquiera, lo que debió ser la celebración del bicentenario de la independencia pasó prácticamente desapercibido.
Se hubiera podido esperar, por ejemplo, una discusión actualizada de la provocadora tesis de Heraclio Bonilla y Karen Spalding en el sesquicentenario: la independencia fue concedida a los peruanos -y no ganada por ellos- por los ejércitos extranjeros de José de San Martín y Simón Bolívar (“La independencia en el Perú”, IEP, 1972).
Esa proposición fue discutida ardorosamente por historiadores peruanos y extranjeros, debate condensado en el libro de Carlos Contreras y Luis Miguel Glave “La independencia del Perú ¿concedida, concebida, conseguida?” (IEP 2015).
Era una oportunidad para reflexionar sobre los aciertos y errores de los dos siglos de República y sobre el legado de la fusión de europeos y nativos de estos lares –a diferencia de lo ocurrido en Norteamérica-, que dio lugar a lo que Samuel Huntington, refiriéndose a Latinoamérica, denominó una suerte de sub civilización dentro de la Civilización Occidental.
Nada de eso fue posible, por supuesto. Mientras todos los problemas del país empeoran –crisis económica y de seguridad, conflictos sociales, deterioro institucional-, la atención pública pasa de un escándalo a otro, siempre teniendo como protagonistas a los miembros de la gavilla que ha asaltado el Estado.
Y de parte de Castillo y sus secuaces, lo único que se escuchó fue un discurso de odio y de ignorancia sobre los 200 años de la República, sazonado con los intentos de su socio Evo Morales para desintegrar al Perú. Deshacerse de esta nefasta banda es indispensable en el 2022.
Un bicentenario en la oscuridad
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