Por Martha Meier M.Q.– Diario EXPRESO.
Pocas personas como Vizcarra exhiben tal orfandad de virtudes y tanto veneno. Traicionó a Pedro Pablo Kuczynski para hacerse del poder, pese a que este lo llevó como vicepresidente. En los casi tres años que nos hundió con su (des)gobierno no mostró un solo signo de grandeza, solo se dedicó a mentir sobre todo tema imaginable e inimaginable. Negó a su amigo Swing; juró que luchaba contra la corrupción cuando se revuelca en ese muladar.
Buscó cómplices para cada una de sus fechorías, pretendiendo diluir responsabilidades o señalar a terceros. Recurrió a consejos de “videntes”, mientras no movió un dedo para tratar de frenar la pandemia. Se trajo abajo las negociaciones con todas las farmacéuticas salvo con la china Sinopharm, y así terminamos con una pésima vacuna y la más cara del mercado. Hay que ser muy imbécil o maldito para pagar cerca de tres mil millones de dólares al país responsable de la covid-19. Ordenó el apoyo peruano a la elección de Cuba, trituradora de todo derecho, como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas.
En Arequipa huyó de Celia Capira, aquella mujer que nos conmovió a todos, al correr tras el vehículo oficial implorando por la ayuda presidencial, porque su esposo Adolfo Mamani Tacuri (57) se moría en una carpa, sin oxígeno, sin atención debido al calamitoso estado del sistema de salud. El señor Mamani murió como cien mil otros peruanos, según cifras extraoficiales, por el peor manejo planetario de la pandemia, el de Vizcarra, que no construyó ningún hospital pese a prometerlos ni plantas de oxígeno. Fueron los privados quienes financiaron y brindaron su logística para abastecer de oxígeno, trasladar medicinas y médicos contagiados; mientras él infestaba las instituciones públicas con su chusma para asegurarse protección frente a potenciales denuncias por corrupción y hasta genocidio; y, de paso, vacunarse secretamente con sus “amigues”.
El Ministerio Público, el Poder Judicial, el Jurado Nacional de Elecciones y la Diviac, son manejados a distancia por el bebedor de Zacapa. Pocos hombres han dañado y dividido tanto al Perú, como Vizcarra. Ha destruido el sistema de Justicia y las carreras de jueces y fiscales probos para colocar a sus guardianes. Como escribió ayer la periodista Mariella Balbi: “La demolición de Chávarry fue inversamente proporcional al copamiento de la Fiscalía por Vizcarra.
Logró colocar a Zoraida Ávalos, quien funge de fiscal de la Nación. Ella trata con guantes de seda al exmandatario en el tema de su vacunación clandestina [y] no involucra a Vizcarra”.
La lista de presuntos delitos perpetrados por este endriago político llenaría el largo de un ancho rollo de papel higiénico. En prisión terminará, si algo de justicia queda en nuestro dolido terruño, y si Sagasti sigue jugando al no sabe/no opina podría acabar haciéndole compañía.
El lagarto venenoso
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