Por José Lucas Zegarra Granda- Diario El Pueblo de Arequipa
Ayer enterré a un ciudadano que se sabía que tenía COVID-19, y digo que se sabía por la confirmación de la familia, reflejado también en algunos miembros presentes “en el último adiós”, que habían contraído el virus. Lo extraño es que la realidad no coincidía con el papel, su certificado de defunción decía que murió por pulmonía, se sabe que este certificado lo da el médico tratante o el medico que constata la muerte, según el Sistema Nacional de Defunciones (SINADEF), el sentido de esta reflexión inicial no es encontrar culpables o mucho menos buscar responsables, esta es una práctica populista imprimida en los noventa que debe ser descartada, donde solo habla la indignación nublando nuestro sentido analítico y propositivo para seguir sumando.
Hay razones lógicas, porque las interpretaciones pueden ser varias a raíz de lo sucedido, una versión de ellas es que familia allá pedido que sea así, en un sentido reservado, por miedo al rechazo de la población al tener COVID-19, convirtiéndose a todas aquellas personas que son familiares, amigos o han estado en vinculación a un caso positivo, quedan marginadas y ejercen sobre ellas una discriminación social, convirtiéndose en un grupo vulnerable no reconocido para el Estado ni para la opinión pública. En lo cotidiano se le niega las compras en los mercados o centros de abasto, no pueden entrar a algunos lugares que frecuentaban y es violada su intimidad personal al hacerse público su estado de salud, empeorando la salud mental de las personas que luchan contra la COVID-19. Sin considerar la variable socioeconómica de cada persona, recordemos que ya teníamos problemas estructurales como la pobreza, la informalidad, el desempleo, las brechas en agua y saneamiento, entre otras variables que son transversales al tema de la salud. Por ejemplo una mujer quechua-hablante, adulta mayor, pobre, desempleada, viviendo en una casa alquilada en Atalaya (Pueblo Joven en el Distrito de Mariano Melgar), mujer y con COVID-19, tiene una séptima duplicada vulnerabilidad. Es cierto que el virus no discrimina a nadie, pero si hay diferencias en los medios e instrumentos que tienen las personas para combatir, reflejado en la manera de cómo se atienden, en hospitales y en clínicas.
Otra explicación es el colapso del sistema de salud de nuestros establecimientos de atención primaria. El ciudadano no se siente seguro cuando tiene una gripe, esto no es debido a que no sabe cómo tratarla, sino porque no sabe dónde atenderse. No hay defensa que valga en un sistema de salud que no está disponible, porque carece de medicamentos, la ivermectina, no hay médicos especializados sino generales, atienden en horarios de oficina de 8:00 a.m. a 4:00 p.m., y se curan a las enfermedades pero no se tratan personas. En la accesibilidad, hay anexos o pueblos jóvenes que no tienen posta médica, hay que caminar dos horas y media para llegar al centro de salud más cercano (anexos del distrito de Livitaca, provincia de Chumbivilcas, departamento de Cusco). En la aceptabilidad del servicio por parte de población es reticente, tenemos antecedentes, como las esterilizaciones forzadas a las mujeres campesinas, obligando a tomar la opción de la automedicación o buscar medicina natural, valgan verdades las y los abuelos han sido médicos de primera línea en casa por sus conocimiento culturales y ancestrales. Y en la efectividad del servicio de salud, siempre es un dolor de cabeza ir a hacerse atender, por las colas, el maltrato a las gestantes jóvenes, la poca consideración a los adultos mayores, concluyendo que el servicio se puede brindar, puede llegar a ser accesible, pero no es humano, no es de calidad.
Y una última explicación al certificado de defunción en el dilema del fallecimiento por COVID-19 o por pulmonía. Está se puede dar por tos persistente y fiebre, agravándose en el tiempo si no se trata medicamente. El problema es la identificación de las muertes en pandemia, recordando que no todas las personas que están falleciendo se sabe que tienen COVID-19, mucho menos se están realizando pruebas rápidas a los cadáveres, sino depende de la sintomatología que tiene el paciente antes de morir, es así como se otorga los certificados de defunciones, haciendo hincapié que nadie estaba preparado para la crisis, pero todavía podemos hacer algo más.
En el 2019 en el mes de junio en el departamento de Arequipa fallecieron 280 personas según el Repositorio Único Nacional de Información en Salud (REUNIS), siendo el 17% de las muertes por infecciones respiratorias como neumonía, neumonía bacteriana, bronco neumonía, neumonitis, enfermedades pulmonares e infecciones agudas, sumando 48 personas aproximadamente. Ahora en junio del 2020 han fallecido 1192 personas, a comparación de 596 y 489 personas en los años 2019 y 2018 respectivamente, y en el mismo mes, lo que quiere decir que han aumentado en 48.5% las muertes de arequipeñas y arequipeños, casi duplicado la cifra de muertes de años anteriores. Sigamos.
Entonces para ver la cifra soterrada de muertes reales por COVID-19 o al menos aproximarnos en el departamento de Arequipa, aplicamos el mismo 17% como referencia, 203 personas murieron por infecciones respiratorias en junio del 2020, y por causa general de fallecimiento suman en total 653 personas. Este último número, es sí el COVID no hubiera llegado al departamento de Arequipa y no estuviéramos en cuarentena o aislamiento social obligatorio.
Por el coronavirus según el Ministerio de Salud (MINSA) han fallecido en el departamento de Arequipa 215 personas en junio del 2020, sumando al total de fallecidos promedio en Arequipa para este año 868 personas. Entonces las muertes que no se han registrado y son posible COVID-19 son 324 personas, abarcando el 27.2% de los fallecimientos en Arequipa que no registra nuestro Sistema de Salud. Es una tercera parte de los fallecimientos en Arequipa que no son registrados y son posibles casos de COVID-19. Muchos familiares, amigos, hermanas, tías y demás que mueren en casa, que mueren en provincias.
Así como comenzamos enterrando a alguien ayer, teniendo COVID-19 pero con certificado de defunción por pulmonía, por razones subjetivas u objetivas, de colapso del sistema de salud o a causa de una tardía acción, está sucediendo hoy en el departamento de Arequipa. Las cifras solo son referenciales, porque solo bastaría ir al Hospital Goyeneche o al Hospital Honorio Delgado, tal vez entrevistar a Cecilia Capira para entender que nuestras calles se tiñen de rojo, y el blanco de la paz regresara con la vacuna, será una espera en el quirófano de un pueblo que aclama salud para seguir respirando.
De negro en Arequipa
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