Tumbado sobre una mesa, herido, en una sala del Comité de Salvación Pública, Robespierre es objeto de la curiosidad y de los insultos de sus guardianes, delante de sus amigos deshechos.
La caída de Robespierre se produjo el 9 de termidor del año II, según el calendario republicano (el 27 de julio de 1794 según el calendario gregoriano). El jacobino Maximilien Robespierre –conocido también como El Incorruptible– era el miembro más destacado y popular del Comité de Salvación Pública, el órgano supremo del «gobierno revolucionario» que ejercía el poder en la República Francesa por delegación de la Convención Nacional en unos momentos en que la Revolución Francesa vivía sus momentos más difíciles y trágicos. En la tarde del 9 de termidor fue acusado de «tiranía» y detenido por orden de la Convención junto con sus aliados Louis Saint-Just y Georges Couthon -también miembros del Comité de Salvación Pública-, Philippe François Joseph Le Bas -del Comité de Seguridad General– y su hermano menor Augustin Robespierre. Liberados por la Comuna de París en la tarde-noche del 9 de termidor, en la madrugada del día siguiente, 10 de termidor, fueron apresados por las fuerzas de la Convención que asaltaron el Hôtel de Ville de Paris donde estaban reunidos con los cabecillas de la Comuna. Al haber sido declarados hors la loi («fuera de la ley») fueron guillotinados sin juicio esa misma tarde, junto con los dirigentes de la Comuna que les habían apoyado. El 9 de Termidor se convirtió así en una de las fechas clave de la Revolución Francesa, aunque su significación sigue siendo objeto de debate, al igual que la polémica figura de Maximilien Robespierre, especialmente en cuanto a su responsabilidad en el Terror.
Fuente: Wikipedia.
Robespierre asesinó a Danton
Por Martín Santivañez- Diario Correo.
Famosa es una vieja lámina de propaganda inglesa titulada “Robespierre guillotinando al verdugo después de haber guillotinado a todos los franceses”. “El Incorruptible”, como fue conocido Robespierre, en su implacable despliegue de terror, logró unir a todas las fuerzas de la Convención en su contra, porque su mezcla radical y maniquea (dos cucharaditas de terror disueltas en la leche de la virtud, ha escrito Pedro J. Ramírez) condenaba a Francia al totalitarismo de la sospecha. Para Robespierre, bastaba con la supervivencia de sus partidarios. Nadie más merecía vivir. En una revolución, todos son culpables, especialmente los enemigos.
Danton era enemigo de Robespierre. Lo superaba en elocuencia y carisma, el pueblo lo amaba, era un héroe de la Revolución. Su moderación era un obstáculo para la utopía jacobina de Robespierre, que buscaba eliminar toda oposición a su modelo político. Robespierre pensó que la muerte de Danton era imprescindible para sus objetivos y decidió eliminarlo aunque ello fuera el principio de su propio fin. Tras la muerte de Danton, la mayoría de los miembros de la Convención reaccionaron contra el peligroso régimen de terror que Robespierre había impuesto guillotinando selectivamente a sus enemigos. Y se unieron para acabar con él. Cuando lo apresaron, uno de sus adversarios gritó: “Robespierre, la sangre de Danton te ahoga”. En efecto, Danton, como Pompeyo, regresó de ultratumba para vencer.
Stefan Zweig advirtió que el pecado original de la Revolución fue “embriagarse de palabras sangrientas” porque “los hechos siguieron fatalmente a las expresiones frenéticas”. Destrozadas las instituciones, encendido el pueblo, liquidada la clase dirigente, Fouché y Talleyrand avalaron la transformación de la República en el Imperio. Era la hora de Napoleón.