El cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani, anunció que organizará una nueva movilización de protesta contra la posible despenalización del aborto: la denominada “Marcha por la Vida”.
Durante la transmisión de su programa “Diálogo de Fe” dijo que esta tradicional marcha que suele realizarse en el mes de marzo se llevaría a cabo el próximo sábado 5 de mayo, dado que recientemente se celebró la visita del papa Francisco al Perú.
“Nos ha parecido un poco cerca de la venida del Papa. Por eso la estamos, por decir así, alejando un poco al sábado 5 de mayo. La estamos preparando; ya habrá toda una organización y convocatoria”, dijo en RPP.
“No es una marcha anti nada, es una marcha por esa alma mestiza de ese niño por nacer, por esa madre que es tan generosa, por esa familia que acoge a los hijos, papá, mamá y abuelos. Es una marcha iluminadora, no es una marcha destructora”, agregó después.
La corrupción es un virus social
Entre otros temas, se refirió a la corrupción que se vive en la actualidad y de manera alarmante en nuestro país y mencionó que el Papa la ha definido como un virus social que está muy expandido y al cual no es fácil encontrarle un remedio.
“El Papa ha hablado muy claro y creo yo que estamos en una situación muy delicada en este tema de la corrupción. No es un problema mediático, no es un problema de la comisión tal o cual. Se ve que aparece por todas partes esa falta de respeto a los demás. Cuando uno paga mal, es corrupto; cuando uno no cumple una ley, es corrupto; cuando uno habla mal y calumnia a los demás, es corrupto”, dijo el purpurado.
“La corrupción no solamente es un problema de dinero. Vale la pena darnos cuenta que en estos momentos esa familia, esa abuela, ese arraigo, esa alma mestiza, están siendo atacados por ese virus. Hay que defendernos con estado de derecho, con las normas legales y con la sinceridad. Es una enfermedad grave, profunda, compleja. Pero vale la pena pedirle a Dios y rezar”, puntualizó finalmente.
Fuente: www.lucidez.pe
Una Iglesia pobre y para los pobres
Por Rolando Iberico Ruiz- www.puntoedu.pucp.edu.pe
Una de las líneas pastorales del papa Francisco es colocar el cuidado de los pobres como parte central de la misión de la Iglesia católica y de las preocupaciones de la humanidad. Lo que él llama edificar una “Iglesia pobre y para los pobres” es un anhelo que tiene sus raíces en la historia del catolicismo. Desde el siglo XIX, la Iglesia católica mostró una fuerte inquietud por las duras condiciones de vida provocadas por el sistema económico capitalista. No obstante, la preocupación por la injusta situación de pobreza desde el Concilio Vaticano II –asamblea de obispos de toda la Iglesia católica reunidos entre 1962 y 1965 para leer el Evangelio a la luz de los tiempos modernos– constituyó parte integral de la misión evangelizadora.
En América Latina, la invocación del Vaticano II de aprender a estar en el mundo de manera profética fue recogida en cuatro reuniones de obispos latinoamericanos conocidas como Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano. Las conferencias reunidas en Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007) han profundizado en la cuestión de la pobreza, la injusticia social y el compromiso social de los cristianos. En estos encuentros, la preocupación por los y las pobres de nuestro continente ha sido la piedra de toque de la reflexión eclesial concretada en la expresión teológico-pastoral de “la opción preferencial por los pobres” realizada en Puebla (nª 733-735). Como afirmó Benedicto XVI en su discurso en Aparecida: la opción por los pobres forma parte de la fe en Cristo.
La propuesta eclesiológica y pastoral del papa Francisco se enraíza en la historia de América Latina y la forma de recepción de las enseñanzas conciliares a partir de la lectura contextualizada de las situaciones de pobreza e injusticia de nuestro continente. Basta con recordar que, en Aparecida (2007), el papa Francisco, entonces arzobispo de Buenos Aires, fue elegido presidente de la comisión de redacción del documento final, cuyo esquema recoge las grandes intuiciones de las generaciones de obispos latinoamericanos desde Medellín (1968). Desde la centralidad del seguimiento de Jesús, en tanto experiencia del amor incondicional de Dios, hasta el compromiso social de la Iglesia y de todos los creyentes. Aparecida recoge las grandes preocupaciones sociales, económicas, políticas y culturales, así como los nuevos rostros pobres de hoy: población indígena, enfermos, migrantes, adictos, encarcelados y personas que viven en las calles.
Dichas preocupaciones se hacen hoy visibles en el magisterio del papa Francisco cuando visita las zonas deprimidas de Roma, los hospitales, las cárceles y todo lugar donde aparecen muchas caras marcadas por “el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada” (Mensaje I Jornada Mundial de los pobres).
La visita del Papa al Perú es una invitación a recordar la historia eclesial de estos últimos 50 años, y confirmar las intuiciones del Vaticano II y los documentos de las conferencias episcopales de hacer una relectura del Evangelio en diálogo con los desafíos contemporáneos. La elección de Puerto Maldonado como parte del itinerario de la visita papal busca recordar que la Iglesia se realiza plenamente cuando está en medio de los últimos para acogerlos y exigir condiciones dignas de vida para ellos. Los gestos y las palabras del papa son una invitación a ser Iglesia pobre y para los pobres, una Iglesia que se realiza al trasladarse a las periferias existenciales para ser un “hospital de campaña”. La historia reciente de la Iglesia latinoamericana y, con ella, la de su hijo el papa Francisco, ha intentado acoger la profética y poética invitación del proemio de la Constitución Gaudium et Spes del Vaticano II: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”.