Por Cristina Uguccioni- Vatican Insider.
Turquía y las relaciones esperanzadoras entre católicos y musulmanes
Historias de convivencia entre ambas religiones. Viaje a Estambul, en el barrio de Gálata, en donde los dominicos están presentes desde 1223. La Iglesia, el Centro de Estudios, el diálogo interreligioso en la descripción del padre piamontés Claudio Monge y de la profesora Nagihan Haliloğlu.
«Me ocupo del diálogo islámico-cristiano desde hace más de veinte años y, a menudo, un poco provocadoramente, digo que este diálogo no existe, si lo concebimos como relación entre ‘universos religiosos’. Y con mayor razón aquí en Turquía, en donde el Islam es muy complejo y variado, y el cristianismo, reducido a una velita, está particularmente fragmentado: hay católicos de cuatro ritos, protestantes, anglicanos, ortodoxos. En conjunto, los cristianos son menos del 0.1% de la población. En cambio, siempre digo que existen relaciones entre personas de fe cristiana e islámica, y pueden ser buenas y fecundas». Con estas palabras comenzó la conversación con el padre Claudio Monge, dominico piamontés de 48 años, quien vive desde hace trece en Estambul, después de haber estudiado un master en Lengua y cultura turco-otomana y el doctorado en Teología de las Religiones en la Universidad de Estrasburgo. Es párroco de la Iglesia dedicada a los santos Pedro y Pablo, además de ser responsable del Centro de Estudios DoSt-i (Dominicans Study Istanbul, acrónimo que significa amistad en turco), ambos ubicados en el barrio de Gálata, en donde los dominicos están presentes desde 1223. Asisten a la parroquia católicos locales (pocos), además de algunos trabajadores extranjeros, turistas y un grupo de chicos africanos que estudian en la universidad con becas.
Las relaciones cotidianas
«En Turquía, y es un problema de no poca relevancia, la Iglesia católica no tiene reconocimiento jurídico, por lo que no tienen ni siquiera las órdenes religiosas», prosigue el padre Claudio. «Es una situación que impone dificultades y limitaciones objetivas; sin embargo, en este marco difícil, no falta señales de aliento y de buena convivencia con los musulmanes. Estambul es una megalópolis cosmopolita en la que viven millones de personas de diferentes países: la diversidad, pues, no suscita hostilidades o desconfianzas, como en otras zonas de Turquía. En la mayor parte de los casos vivimos vidas paralelas, pero tanto mis parroquianos como los chicos africanos han construido buenas amistades con musulmanes. Los barrios ciudadanos son como pequeñas aldeas; un poco nos conocemos todos y las relaciones, aunque sean superficiales, son generalmente cordiales, también gracias al carácter acogedor del pueblo turco. Pongo un pequeño ejemplo: la primera cosa que hace el peluquero musulmán cuando entro a su peluquería es ofrecerme una taza de té y ponerse a platicar».
La Iglesia y la gran biblioteca
Cada sábado, la Iglesia se abre por la tarde y los chicos africanos organizan una visita guiada para los turistas, principalmente turcos musulmanes: los visitantes se revelan interesados y respetuosos, demuestran admiración por las obras pictóricas (presencia para ello inusual en lugares de culto) y manifiestan gran curiosidad por todo lo que hay en la iglesia (desde las velas hasta del tabernáculo), haciendo muchas preguntas. «Yo y mis dos hermanos estamos muy contentos de ello -dice el padre Monge-, porque hemos creado esta iniciativa justamente para ofrecer una ocasión de encuentro y animar al conocimiento mutuo, sobre todo en relación con los contenidos de la fe».
Y luego está el Centro de Estudios con la biblioteca, la más rica de todo el país en materia de cristianismo: 35,000 volúmenes que van desde la historia de la Iglesia hasta la teología, desde el diálogo interreligioso hasta la filosofía, sobre todo medieval y tomista. «Muchos profesores universitarios musulmanes, con los que tengo relaciones frecuentes y de amistad, mandan aquí a sus estudiantes e investigadores», dice el padre Claudio. «Mi tarea es acompañarlos en el estudio. El Centro permite tender vínculos significativos: el saber y la pasión por el saber unen, favoreciendo el conocimiento y la estima recíproca y, a veces, incluso profundas amistades. La obra de evangelización se expresa no solo con el anuncio explícito, sino con una presencia que acompaña a las culturas y a las personas».
El diálogo interreligioso
El padre Claudio dedica un empeño particular al diálogo interreligioso: «Cada año se organizan encuentros y las relaciones con profesores musulmanes involucrados son francas y, en general, abiertas: discutimos con gran honestidad intelectual. Desgraciadamente, desde hace un poco de tiempo, Turquía está viviendo una fuerte contraposición entre el partido Akp del presidente Recep Tayyip Erdogan y el movimiento Hizmet, muy comprometido en el frente de la educación y de la información. Esta tensión de naturaleza política se refleja también en el diálogo interreligioso, provocando disgustos recíprocos entre los intelectuales musulmanes cercanos al Akp y los que están con Hizmet. Nosotros, los dominicos, pretendemos estar equidistantes y no ser involucrados en cuestiones que no tienen nada que ver con la religión; y así, debemos encontrar nuevos interlocutores con quienes proseguir el compromiso a favor de un diálogo fecundo».Las esperanzas de la profesora musulmana
Entre los profesores musulmanes involucrados recientemente está Nagihan Haliloğlu, de 40 años y que enseña literatura y multiculturalismo en el Instituto de la Alianza de las Civilizaciones de las Naciones Unidas de Estambul. Y nos dice: «Desde los tiempos de la escuela he tenido amigos cristianos a los que estaba muy unida. Durante los años también instauré relaciones amistosas con otros cristianos, sobre todo en el extranjero: siempre estoy contenta de discutir con ellos sobre cuestiones de fe y sobre cómo influye nuestras decisiones cotidianas. Con el padre Claudio, las conversaciones son muy francas y sinceras: espero que se multipliquen las ocasiones para dialogar y que podamos poner en marcha proyectos comunes. Quisiera presentárselo a mis estudiantes para que puedan darse cuenta de lo que están haciendo los cristianos en ámbito académico y social. Estoy convencida de que las personas religiosas deberían ser, por definición, embajadoras de paz. Considero esencial que los cristianos y los musulmanes se comprometan para comprender juntos cómo progresar en la paz y, cosa mucho más importante, cómo transmitir este mensaje a las personas que no son creyentes».
Católicos e islámicos en Turquía
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