Por Mario Ghibellini– Revista Somos
Dios sabe que bailar no es fácil. No lo es, por lo menos, hacerlo con gracia, salero y un mínimo respeto por los pasos establecidos en algunas tradiciones vernáculas. Es cierto que hay personas que nacen con un don natural para ello y no se hacen mayores problemas al respecto. Pero igualmente cierto es que otros vienen al mundo con dos pies izquierdos y sufren a lo largo de la vida el escarnio público de tener que desplegar su impericia en bodas, quinceañeros, graduaciones y también, claro está, en campañas políticas. Porque si bien bailar no es un atributo que se requiera para ejercer con buen tino la presidencia, sí parece ser un trámite indispensable para acceder a ella, como ha comprobado dolorosamente en estos meses Pedro Pablo Kuczynski.
Cuando el candidato de Peruanos por el Kambio ataca –nunca mejor utilizado el término–una marinera, la pueril chuchuwa o una bachata, lo hace, efectivamente, con pasos arrancados de alguna danza de la fertilidad balcánica que los antropólogos todavía no han registrado. Pero hay que decir en su descargo que, ya que el asunto es una concesión que sus electores aparentemente exigen, se somete al trance con desaprensión, ligereza y dispuesto a reírse de sí mismo.
El problema, sin embargo, surge cuando trata de llevar esa misma actitud a otros terrenos de la aventura política a la que se ha apuntado.
Destacado orientalista
En el siglo XVI, el humanista español Juan de Valdés formuló para sí mismo un principio que luego, a través de la acogida que tuvo en otros autores peninsulares, habría de alcanzar gran vigencia en la lengua castellana escrita. “Escribo como hablo”, afirmó Valdés para expresar la distancia que lo separaba de la afectación retórica al acometer un texto. Y, cuando uno nota el paralelo entre lo desmañado de las danzas de Kuczynski y su forma descuajeringada de hacer campaña, no puede menos que sospechar que ha adaptado a su búsqueda del voto ciudadano una variante de la máxima de Valdés.
“Postulo como bailo”, parece decirnos PPK y, en consecuencia, no se hace problemas con viajar por una semana a Estados Unidos cuando su contendora más débil luce (por el cuestionamiento a su autoridad dentro de Fuerza Popular), con advertirle a su congresista electo Salvador Heresi que se va a tener que comer sus palabras para luego terminar deglutiendo él las propias, o con sellar un acuerdo con el ex candidato César Acuña, al que algunos de sus adláteres más caracterizados cuestionaron moralmente hace solo unos meses. Un poco más atrás, además, como un coro de extras decorativos, bailan otros descoyuntados ppkausas, como los creadores del trabalenguas sobre la sustitución de la CTS por el seguro de desempleo o el destacado orientalista Alfredo Thorne.
Por momentos, en esta pequeña columna tenemos la impresión de que Kuczynski no sabe muy bien cómo llegó a la segunda vuelta y confunde la corriente de rechazo a la desastrosa receta de la señora Mendoza que le permitió sacarle un 2% de ventaja en los días previos al 10 de abril con una brusca ola de simpatía hacia sus zapatetas sin eje. Alguien, sin embargo, debería desconectar ya la vitrola para explicarle que, a este ritmo, no va a conocer nunca los salones de baile de Palacio.
¿Por qué, PPK, por qué?
Por Julio Guerrero– Político.pe
A veintiocho días de la elección, la encuestadora más seria del país revela una tendencia que difícilmente podrá ser revertida. Nos preguntamos por qué y aventuramos estas razones:
1. Irse de viaje a USA ocho días: el discurso oficial era que se iba a captar votos fuera pero… ¿ocho días? Ojo, las elecciones son en Perú; listen to me, Gringou: lo que tenías que hacer era quitarle votos a Keiko yéndote, para usar tus mismas palabras, “hasta la punta del cerro”. Lo de tu hija en Estados Unidos —comprensible— lo resolvías en tres días y todos felices.
2. Mandar a Heresi a “comerse su palabras”. Mi madre siempre nos enseñó que las cosas de familia se debatían en voz baja y sin testigos. “¿Por qué todos tienen que enterarse?”, nos decía, antes de cerrarnos la boca de un pellizcón. Ya, pues: en este caso uno le dijo “majadero” al candidato a vicepresidente, terció la señora candidata a segunda vicepresidenta hablando de “pataleta” y, entonces, el segundo de la plancha, más cuerdo, le pasó la pelota al candidato, que la remató con la frase que ya conocemos. ¡Pellizcón para todo el mundo!
3. Salir en la foto con Acuña y Anel. Y no lo decimos por la fotogenia, que nadie aquí es modelo, pero no te pases: después de cómo fueron defenestrados de las elecciones, que ahora sean considerados como sumas valiosas nos hace pensar que entre los ppkausas nadie sabe bien adónde va. Bruce ha dicho que la razón principal para esto es que están “débiles en el norte”. Ya, pues: ¡allá lo hubieran mandado a captar votos, en vez de a Estados Unidos! ¿O es que a PPK le dijeron “ándate al norte” y él se fue donde le resultó más familiar?
4. La adhesión de Alejandro Toledo. Otro escenario, digamos, inclasificable: primero, en un programa de televisión Carlos Bruce dijo que sacaba cargado al cholo sano y sagrado luego de sus borracheras; luego, Toledo dijo a PPK frente a las cámaras de televisión que se encargaría “de ese huev…”, etc. Hasta dejó sentado que él le había dado trabajo al Gringo como ministro y que lo despidió. Y ahora: ¡Digan “whisky”! ¡Click!