La isla de las mujeres

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FA vero

Por Mario Ghibellini– Revista Somos

La semana pasada Pedro Pablo Kuczynski soltó una auténtica pachotada. Durante una actividad proselitista en Chincha habló de una candidata “medio roja, que dice que sabe hacer las cosas y nunca ha hecho nada en su perra vida”. Y para todos resultó claro que estaba aludiendo a Verónika Mendoza.
Es cierto que luego ofreció disculpas, pero el propósito de enmienda quedó empañado por su intento de atenuar la falta con la fórmula “hice uso de una frase popular que puede ser mal interpretada; si fue así, expreso mis disculpas”, según la cual, parecería que el problema radicó en la susceptibilidad de la ofendida y no en la rudeza del lenguaje utilizado por él. Una vergüenza, realmente.
De carambola, sin embargo, el episodio puso también en evidencia la forma un tanto sexista en que algunas ‘señitos’ entienden las reglas a las que deben estar sometidos los actores de la política local.
Como los machos
De la argumentación de algunas de las damas que protestaron por el brulote de Kuczynski parecería desprenderse, en efecto, la conclusión de que el insulto solo fue tal porque estuvo dirigido a una mujer.
La ex alcaldesa de Lima y efímera candidata oficialista a la vicepresidencia, Susana Villarán, escribió por ejemplo en su cuenta de Facebook: “Pura violencia política contra la mujer. Mi rechazo total. La violencia es impotencia”. Mientras que la postulante al Congreso por Alianza Popular Úrsula Silva declaró: “Lo que ha dicho PPK es terrible, es un insulto terrible para todas las mujeres”. Y agregó también: “tiene que salir y pedir disculpas a todas las mujeres del Perú”.
Muy bien. Vale la indignación. Pero, una preguntita: si Kuczynski hubiese dicho lo mismo sobre un candidato varón, ¿no habría sido eso acaso un insulto? Y, por otra parte, ¿cree alguien que ese insulto habría sido considerado como extensivo a todos los hombres del Perú, haciéndolos inmediatamente merecedores de una disculpa personalizada?
Pues la experiencia sugiere que no. Y eso revela que existe en ciertas esferas de la puja local por el poder –porque las ‘señitos’ mencionadas son solo muestra de un fenómeno más vasto- un doble rasero para medir las ofensas de este tipo: si están dirigidas a mujeres, constituyen ‘violencia política’; pero si en cambio le caen a un caballero, pues que aguante como los machos… ¿Es que acaso hay algo más sexista que eso?
El camino del trato diferenciado a los ataques que reciben los políticos y las políticas es, además, peligroso, porque en más de una ocasión ha servido para hacer pasar por ‘violencia contra la mujer’ lo que no eran sino críticas legítimas a una señora que, en el libre ejercicio de sus derechos, aspiró a una posición de poder y la obtuvo, como por ejemplo la ya mencionada ex alcaldesa de Lima o la presidenta del partido nacionalista, Nadine Heredia. Y con los derechos, ya se sabe, vienen las obligaciones y responsabilidades, de las que nadie debe eximirse invocando los preceptos que regían el mundo de la antigua novela de caballería, o cosa por el estilo. Damas de cortesía
En el fondo, los valores que sustentan esta coqueta discriminación son los mismos que le hacen decir a Keiko que “sería ideal que pudiera haber una segunda vuelta entre dos mujeres” o que promueven las cuotas de género en las listas parlamentarias. Esto es, la convicción de que la política debería ser una pequeña isla donde las cosas funcionan de un modo más amable para las damas que para los deleznables machos de la especie.
Todo un homenaje a la lucha por la igualdad de las heroicas sufragistas del siglo pasado y el mítico legado de Mama Huaco en nuestra historia.

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