Evangelio de hoy

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Evangelio según san Marcos (6,7-13), del domingo, 12 de julio de 2015

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,7-13):
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Es Palabra de Dios

Francisco celebró la misa en el Santuario mariano más importante del Paraguay y volvió a hablar sobre el papel de las mujeres y madres paraguayas, que «con gran valor y abnegación, han sabido levantar un País derrotado».
Por Andrea Tornielli- Vatican Insider.
Es el corazón espiritual de Paraguay. Desde el Santuario de Caacupé, lugar en el que todos se sienten en casa, ejemplo de esa devoción popular que constituye la riqueza de América Latina y que Francisco siempre ha valorado, el Papa volvió a hablar de las «mujeres y madres paraguayas», que «con gran valor y abnegación, han sabido levantar un País derrotado».
Caacupé (Ka’agykupe en guaraní) significa «detrás del monte»: en una zona rodeada de colinas y valles, surge la homónima colina desde la que se puede ver el lago Ypacaraí. Es meta de grandes peregrinajes. En el Santuario se venera una estatua de la Virgen esculpida en el siglo XVI por un fiel que se convirtió al cristianismo. Esta estatua fue salvada de una gran inundación y se le atribuyen muchos milagros.
La Misa comenzó con algunos minutos de retraso porque el Papa, cuando ingresaba la procesión al altar, se sintió un poco fatigado y se tomó un momento de reposo.
Aquí, a unos cuarenta kilómetros de la frontera con Argentina, se mezclan los fieles paraguayos con los que provienen del país natal de Papa Francisco. Vinieron muchos argentinos, y se hacen escuchar agitando banderas azules y blancas. Para Papa Bergoglio, que celebró la Misa fuera del Santuario, en una plaza que puede albergar a unas 80 mil personas, es casi un volver a casa. En Buenos Aires, de hecho, hay muchos migrantes de Paraguay, y ahora en las calles que rodean el Santuario se ven y se sienten muchos compatriotas de Francisco.
«Estar aquí con ustedes es sentirme en casa –dijo en la homilía–, a los pies de nuestra Madre La Virgen de los Milagros de Caacupé. En un santuario los hijos nos encontramos con nuestra Madre y entre nosotros recordamos que somos hermanos. Es un lugar de fiesta, de encuentro, de familia. Venimos a presentar nuestras necesidades, venimos a agradecer, a pedir perdón y a volver a empezar. Cuántos bautismos, cuántas vocaciones sacerdotales y religiosas, cuántos noviazgos y matrimonios nacieron a los pies de nuestra Madre. Cuántas lágrimas y despedidas. Venimos siempre con nuestra vida, porque acá se está en casa y lo mejor es saber que hay alguien que nos espera».
Francisco reconoció que «este santuario es parte vital del pueblo paraguayo, de ustedes». Y propuso una reflexión sobre María, que después del anuncio «quedó desconcertada y se preguntaba» qué habrían querido decir las palabras del ángel. Pero «supo que venía de Dios y dijo «sí». María es la madre del «sí». Sí, al sueño de Dios, sí al proyecto de Dios, sí a la voluntad de Dios», un “sí”, que, como sabemos, no fue nada fácil de vivir», que «no la llenó de privilegios o diferencias». Por ello, explicó el Papa, «la queremos tanto y encontramos en ella una verdadera Madre que nos ayuda a mantener viva la fe y la esperanza en medio de situaciones complicadas».
Bergoglio recordó la vida de María, con sus alegrías y dramas. El nacimiento de Jesús en un establo. « No tenían una casa, una habitación para recibir a su hijo. No había espacio para que pudiera dar a luz. Tampoco familia cercana, estaban solos». En su «memoria seguramente resonaban las palabras del Ángel: alégrate María, el Señor está contigo. Y podía haberse preguntado: ¿Dónde está ahora?». Y después la fuga hacia Egipto: « Fueron migrantes por la codicia y la avaricia del emperador. Y allí podría haberse preguntado: ¿Dónde está lo que me dijo el Ángel?». Para concluir, bajo la Cruz: « No debe existir situación más difícil para una madre que acompañar la muerte de un hijo. Son momentos desgarradores. Ahí vemos a María, al pie de la cruz, como toda madre, firme, sin abandonar, acompañando a su Hijo hasta el extremo de la muerte y muerte de cruz. Y luego conteniendo y sosteniendo a los discípulos».
«Vemos su vida –continuó Francisco–, y nos sentimos comprendidos, entendidos. Podemos sentarnos a rezar y usar un lenguaje común frente a un sinfín de situaciones que vivimos a diario. Nos podemos identificar en muchas situaciones de su vida. Contarle de nuestras realidades porque ella las comprende. Ella es la mujer de fe, es la Madre de la Iglesia, ella creyó. Su vida, es testimonio de que Dios no defrauda, no abandona a su Pueblo, aunque existan momentos o situaciones que parecen que Él no está. Ella fue la primera discípula que acompañó a su Hijo».
María, subrayó Francisco, «ha estado y está en nuestros hospitales, en nuestras escuelas, en nuestras casas. Ha estado y está en nuestros trabajos y en nuestros caminos. Ha estado y está en las mesas de cada hogar. Ha estado y está en la formación de la Patria, haciéndonos Nación. Siempre con una presencia discreta y silenciosa. En la mirada de una imagen, estampita o medalla. Bajo el signo de un rosario, sabemos que no vamos solos». Y María «no tiene un programa propio, no viene a decirnos nada nuevo, tan solo su fe acompaña nuestra fe».
«Ustedes lo saben –continuó–, han hecho experiencia de esto que estamos compartiendo. Todos ustedes, todos los paraguayos tienen la memoria viva de un Pueblo que ha hecho carne estas palabras del Evangelio. Y quisiera referirme de modo especial a ustedes mujeres y madres paraguayas, que con gran valor y abnegación, han sabido levantar un País derrotado, hundido, sumergido por la guerra. Ustedes tienen la memoria, la genética de aquellas que reconstruyeron la vida, la fe, la dignidad de su Pueblo».
«Como María, han vivido situaciones muy pero muy difíciles, que desde una lógica común sería contraria a toda fe. Ustedes al contrario, al igual que María, impulsadas y sostenidas por su ejemplo, siguieron creyentes, inclusive “esperando contra toda esperanza”. Cuando todo parecía derrumbarse, junto a María se decían: “No temamos, el Señor está con nosotras, está con nuestro Pueblo, con nuestras familias, hagamos lo que Él nos diga”. Y allí encontraron ayer y encuentran hoy la fuerza para no dejar que esta tierra se desmadre. Dios bendiga ese tesón, Dios bendiga y aliente su fe, Dios bendiga a la mujer paraguaya, la más gloriosa de América».
Francisco concluyó la homilía con un llamado «a no perder la memoria, las raíces, los muchos testimonios que han recibido de pueblo creyente y jugado por sus luchas».Y al final de la misa consagró a Paraguay a la Virgen de Caacupé: «Ten bajo tu amparo a la Iglesia aquí presente, a los gobernantes, al pueblo paraguayo y protege también a todos los que tuvieron que emigrar y, aún en la distancia, con tantas pruebas, no se olvidan de tí. Ayuda Virgencita serrana, a que todos podamos experimentar la misericordia de Dios, para que como discípulos de tu Hijo Jesucristo, podamos construir una nación santa». Y el Santuario mariano fue elevado a Basílica menor, con un decreto vaticano del 25 de junio de 2015, que fue leído durante la celebración.
Antes de llegar al Santuario, el Papa visitó el Hospital Pediátrico Niños de Acosta Nú. Dejó a un lado el discurso preparado y habló improvisando con los presentes: «Jesús le dice a los grandes que o hacen como los niños o no entraran en el reino de los cielos. ¿Qué  quiso decir Jesús con eso? Que nos hagamos cómo los chicos y aprendamos de ellos, que no tienen vergüenza y me dan sus cartas con tanta espontaneidad. Este es un hospital donde muchos sufren, yo quiero decirles y a ustedes, mamás y papás, que rezo por vosotros y rezo por sus hijos para que la virgen este muy cerca de vosotros y para que Jesús les de salud y para que ustedes tengan la fuerza  y la constancia que sólo tienen los padres. Gracias al personal de este hospital, que hacen un trabajo tan sacrificado. Médicos, enfermeros y enfermeras que trabajan par apara que los chicos se curen. Es muy importante  un niño en la vida. Sean sencillos cómo este niño (que lo estaba abrazando)».
Durante la visita al hospital infantil, el Papa también bendijo las manos de un cirujano que hace transplantes de corazón. Lo indicó Nancy Garay, una de las doctoras del nosocomio, que indicó al periódico “Abc” que cuando Papa Bergoglio saludó a dos niñas que fueron sometidas a un transplante, le pidieron la bendición. Francisco respondió con una sonrisa, besó a las dos pequeñas y bendijo las manos de uno de los cirujanos, Marcos Melgarejo: “Bendigo sus manos por las maravillas que hace con estos niños”.

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