La pirámide pituca: el gran bonetón

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Figuerola

El listado de víctimas que acusan a Raúl Figuerola (32) y Jorge Bustamante (31) por estafas ascendentes a más de US$8 millones (CARETAS 2316) resultó ser más grande que las pirámides de Egipto.
Se habló inicialmente de 80 agraviados, pero la semana pasada estos se multiplicaron hasta llegar a unos 150, aproximadamente.
Sin embargo, como en el juego del “Gran Bonetón”, los presuntos responsables se acusan mutuamente, buscando sacar cuerpo de la gran estafa.
El viernes 10, Bustamante se reunió con periodistas de CARETAS en su casa de Camacho, en Surco, y responsabilizó a su exsocio y amigo.
“Invertí US$600,000 en la empresa (Molinorte Morris SAC) y Raúl también me estafó. Lo denuncié en octubre pasado”, sostuvo.
“No lo veo desde entonces. No me contesta las llamadas”, alegó.
“ES UNA ESCORIA”
“Yo no soy un estafador. Soy un hombre con deudas”, respondió Figuerola en una entrevista con CARETAS, el martes último.
Figuerola sostuvo que Bustamante, su vecino de Camacho, es el único responsable. “Jorge es una escoria de la peor clase”, afirmó.
“Quien atraía a los clientes era Jorge Bustamante. Solo 35 personas hicieron trato conmigo y a ellos les debo cuatro millones de dólares. La empresa dejó de producir y el dinero se congeló. Es posible que los intereses que ofrecí fueran muy altos”, declaró.
“El último año pasé las de Caín para arreglarlo y espero comenzar a devolver la plata en los siguientes dos meses”, declaró.
Figuerola dice que tal era su “crisis” que no pudo llevar a su esposa, Abi Bianchi, de luna de miel. “Se la debo”, ironizó.
“La fiesta acabó”, insistió Figuerola. “Ahora vivo de la caridad de mis familiares. Me traslado en taxi y apenas tengo para la comida”.
Pero los agraviados no les creen y sospechan de una estrategia concertada para evitar la figura de asociación ilícita para delinquir.
El delito de estafa sin agravante recibe una pena de entre 4 y 8 años de prisión efectiva. Con beneficios penitenciaros, los acusados podrían volver a la juerga en menos de lo que canta un gallo.
Las víctimas continúan brindando su declaración a la Fiscalía. Es sorprendente que entre los incautos aparezcan abogados y hasta asesores de finanzas, pero tal parece que Figuerola y Bustamante, dos vecinos de Camacho, eran genuinos encantadores de serpientes.
También figuran empresarios hoteleros y dueños de casinos y restaurantes. CARETAS publica una primera lista de 40 agraviados.
¿Cómo hizo este par para engañar prácticamente a medio Lima?
IncautosMODELO DE DELITO
Dos de los perjudicados son el esposo de Almendra Gomelsky, el modelo Tito Awe, y su hermano Israel Gomelsky.
Hace dos años, ambos “invirtieron” US$10,000 en la presunta mina de oro de Figuerola, seguros de que obtendrían un 15% de intereses. “Pero el trato jamás se cumplió y ambos se hicieron humo”, confirmó Awe en una entrevista telefónica con CARETAS.
Otra víctima es el empresario constructor Richard Pereira, gerente general de Xstrata S.A. y del Consorcio Ítalo Peruano S.A.C.
Pereira inyectó US$120,000 en el supuesto negocio de los chicos de Camacho y, como era de esperarse, nunca más vio su dinero.
“Me dejé llevar por un tema de confianza. Hasta me firmaron unos documentos de depósito”, se quejó. Figuerola no le contesta el celular.
Charbel Zalaquett, integrante de la familia dueña de la cadena que opera los casinos Flamingo, en La Molina, el Aladino, en San Borja, y el New York en Magdalena, y gerente general de la Compañía Minera Cielo, también quedó atrapado en la pirámide pituca.
Puso un cuarto de millón de dólares en la procesadora de Figuerola bajo la promesa de que obtendría 20% de interés en unos 40 días.
Fue la peor apuesta de su vida.
Lo mismo le ocurrió al empresario textil Gerardo Luna, quien perdió US$ 1 millón en la empresa de papel de los estafadores.
Un caso singular es el de Luis Pella, ingeniero de Lanroyal Mining S.A.C.
En 2010 abrió junto con su tío la empresa Molinorte Borris S.A.C., una procesadora de oro y minerales con sede en Piura. Como urgía de máquinas para ampliar su capacidad de producción le vendió la mitad de las acciones a su “pata del alma”, Raúl Figuerola.
Craso error.
“Ofreció pagar S/250,000 y para evitar papeleos sugirió contratar a su padre. El año pasado descubrí que Figuerola se había apoderado de toda la compañía fraguando documentos”, se lamenta Pella. 

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