Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Zaqueo es un convertido que nos cae simpático. No suele pasar con los convertidos, pues por la seriedad con que se toman el cambio, por su radicalismo y rigidez, más bien se nos tornan inalcanzables, por no decir que “nos caen espesos”. No es el caso de Zaqueo cuyo relato según San Lucas (19, 1-10), leemos con una sonrisa franca y satisfechos del comienzo al final. Lamentablemente esto no nos arrastra a la conversión, pero ahí están los pasos que él dio, para cuando nosotros decidamos convertirnos al Señor. Los enumero: deseo de conocer a Jesús, búsqueda, encuentro, compromiso y seguimiento, que tendremos que dar nosotros, pero cada uno desde su yo y sus circunstancias. Como Zaqueo los dio desde las suyas, que fueron muy especiales.
Para empezar digamos que Zaqueo fue todo un personaje. Bajo de estatura, pero muy alto como jefe de publicanos y por su riqueza. Como jefe de publicanos, Zaqueo habrá estado encargado de recoger los impuestos y derechos de aduana en todo el Distrito, teniendo bajo su autoridad a decenas de publicanos locales tales como Leví (el futuro evangelista Mateo), que tenía su pequeña oficina de impuestos en Cafarnaúm (Mc 2, 13-17). El sistema laxo (abusivo) de recolección de impuestos hacía que los más inescrupulosos llegaran a ser realmente ricos. Es lo que, aparte otras consideraciones, hacía que fueran francamente odiados y discriminados, como sin duda lo era Zaqueo.
¿Cuándo y por qué empezó Zaqueo a interesarse por Jesús? Le habría impresionado el caso de Leví, su dependiente, que había renunciado al negocio por seguirle. Luego estaban todas esas cosas que se decían de él, a quien acusaban de ser amigo de pecadores y de publicanos y de comer con ellos (Lc 5, 27-32) ¿Fue todo esto lo que le llevó a querer verlo tan de cerca que pudiera distinguir sus facciones? Al impedírselo la gente porque era bajo de estatura y por animosidad, se olvidó de su condición de oficial prominente y como un chiquillo se subió a un árbol por donde Jesús tenía que pasar. Lo que viene a continuación es simplemente encantador: siente que Jesús lo mira con simpatía y oye que le habla y que se invita a comer en su casa.
El posterior encuentro con Jesús es de antología. Por la oposición que encontró de parte de los fariseos y por la decisión que Zaqueo tomó e hizo pública, definiendo así su conversión. La más auténtica sin duda, porque tocó lo que más duele: su posición social, su trabajo y su dinero. En el primer aspecto de su declaración admite su pecado y está dispuesto a devolver aquí y ahora el cuádruple de lo que ha podido defraudar. En el segundo aspecto, va mucho más allá: doy la mitad de mis bienes a los pobres. No sabemos que Jesús le haya tomado la palabra y le haya pedido vender todos sus bienes y dárselos a los pobres. Lo probable es que haya aceptado su intención por la que, de algún modo, renunciaba a su condición de rico por el Reino de los cielos (Lc 18, 24-27).
San Martín de Porres
Por celebrar hoy la solemnidad de nuestro San Martín de Porres, las lecturas de este domingo 3 de noviembre son las del santo, que le caen como anillo al dedo. En especial el evangelio (Mt 11, 25-30), que contiene una oración, un testimonio y una invitación. Veamos ante todo la oración. Es muy breve. A Jesús, hombre y maestro de oración, le brotó espontáneamente, gozosamente. Como nos brota a nosotros un ¡viva! cuando estamos contentos. Padre, te doy gracias, exclamó Jesús, porque amas a los pobres y les revelas tu corazón, más que a “los sabios y entendidos”. ¡Qué bueno que te haya gustado así! Lo más importante de esta oración es su tono gozoso y el mensaje. Pero contiene también algunos de los elementos que hacen que una oración sea cristiana: va dirigida al Padre (a Dios como Padre), es encarnada (parte de la realidad), respira sencillez y confianza y busca hacer la voluntad de Dios. ¿Son así nuestras oraciones?
El testimonio que Jesús da de sí mismo muestra quién es Él y la conciencia que tiene de su persona. Él es el Hijo (del Padre Dios) y mantiene con el Padre una estrecha relación: 1º, conoce muy bien al Padre, que ha puesto todo en sus manos; y 2º, revela al Padre, lo da a conocer, a cuantos creen en el Hijo y le abren su corazón y le siguen llenos de confianza (Mt 26-27). Lo que más anhela Jesús es que todos conozcan y amen al Padre Dios, tanto que para lograrlo Él mismo se hace camino, el camino verdadero que lleva a la Vida (Jn 14, 6). Que Jesús es Hijo de Dios y Dios su Padre, es parte del misterio (de la Santísima Trinidad) que nos revela, y que los sencillos y los humildes acogen con mayor fe que “los sobrados” de este mundo.
La invitación que Jesús hace es fruto de la oración que elevó a su Padre pensando en los pobres. Vengan a mí, les dice y nos dice, cuantos, corporal y espiritualmente, están cansados y agobiados, y yo les aliviaré. La invitación es conmovedora y está llena de ternura y de compasión efectiva. Le sirve para continuar dando testimonio de Sí mismo, aunque ahora en el plano humano: soy manso y humilde de corazón. El aprendan de Mi nos presenta a Jesús como modelo de vida -algo para lo que vino a este mundo-, pero al mismo tiempo inspirando confianza al mostrarse cercano y accesible. Admira y atrae la naturalidad con la que dice “aprendan de Mi”…En una sociedad necesitada de paradigmas, Jesús se presenta como tal. Ojalá tengamos el coraje de imitarlo y de proponerlo a los demás.
Lo que Jesús dice del yugo merece párrafo aparte. Sin duda los yugos que salían de la pequeña carpintería de José -además de los taburetes y mesas-, tenían fama de ligeros y suaves. Jesús recuerda los comentarios y lo a gusto que se sentían las yuntas de bueyes con esos yugos al arar el campo. Y se le ocurre la comparación: mi yugo (sus enseñanzas) son como un yugo ligero y suave. Cárguenlo con confianza y sentirán que todo se les hace más llevadero. Hagamos la prueba y por nuestra parte seamos como cirineos que ayudan a llevar la cruz de los demás.
Amigo de Jesucristo
San Martín de Porres Velázquez nació en Lima el 9 de diciembre de 1579 y falleció el 3 de noviembre de 1639. Fue un fraile peruano de la orden de los dominicos. Es el primer santo negro de América y es patrón universal de la paz. Conocido también como “el santo de la escoba” por ser representado con una escoba en la mano como símbolo de su humildad.
Martín fue seguidor de los modelos de santidad de Santo Domingo de Guzmán, San José, Santa Catalina de Siena y San Vicente Ferrer. Martín de Porres fue confidente de San Juan Macías, fraile dominico, con el cual forjó una entrañable amistad. Se sabe que también conoció a Santa Rosa de Lima, terciaria dominica, y que se trataron algunas veces, pero no se tienen detalles de estas entrevistas.
La personalidad carismática de Martín hizo que fuera buscado por personas de todos los estratos sociales, altos dignatarios de la Iglesia y del Gobierno, gente sencilla, ricos y pobres, todos tenían en Martín alivio a sus necesidades espirituales, físicas ó materiales. Su entera disposición y su ayuda incondicional al prójimo propició que fuera visto como un hombre santo.
Aunque él trataba de ocultarse, la fama de santo crecía día por día. Fueron varias las familias en Lima que recibieron ayuda de Martín de Porres de alguna forma u otra. También, muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era: “Que venga el santo hermano Martín”. Y él nunca negaba un favor a quien podía hacerlo.
Su festividad en el santoral católico se celebra el 3 de noviembre, fecha de su fallecimiento. En diversas ciudades del Perú se efectúan fiestas patronales en su nombre y procesiones de su imagen ese día, siendo la procesión principal la que parte de la Iglesia de Santo Domingo en Lima, lugar donde descansan sus restos mortales.
Fuente: Wikipedia.