De Bertone a Parolin

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Cardenal Bertone

Por Andrea Tornielli- Vatican Insider
El sábado 31 de agosto se hizo público el anuncio del nombramiento del sucesor del actual Secretario de Estado y, 45 días después, termina la “era Bertone” en el Vaticano. Estas son las últimas horas en las que el cardenal Secretario de Estado nombrado por Benedicto XVI podrá firmar como encargado de la diplomacia vaticana y “primer ministro” de la Santa Sede.  Mañana llega el relevo y todos los poderes pasarán al nuevo Secretario de Estado, el arzobispo Pietro Parolin.
El anterior cambio del Secretario de Estado fue en 2006, en Castel Gandolfo, en donde Benedicto XVI estaba pasando el fin de la pausa de verano. Hubo una comida oficial en la que participaron todos los que trabajaban en la Secretaría de Estado. Mañana, a partir de las 12 del día, la ceremonia se llevará a cabo en el Vaticano, mucho más sobriamente y sin comida. Papa Francisco se despedirá de Bertone, a quien agradecerá por el servicio desempeñado, y presentará a su sucesor, un prelado que conoce muy bien la Secretaría de Estado, pues trabajó en ella hasta 2009.
La llegada de Bertone a la cúpula de la diplomacia vaticana no fue nada fácil. Benedicto XVI lo eligió después de haber trabajado con él durante siete años en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Hombre práctico, salesiano jovial, capaz de hacer funcionar la “máquina”, era considerado por Ratzinger el “apoyo” más adecuado, a pesar de que no proviniera del servicio diplomático. «Seré un Secretario de Iglesia más que de Estado», había declarado Bertone después de su nombramiento (desde 2002 era arzobispo de Génova), y «haré la voluntad del Papa». El Secretario  que entonces dejaba el puesto, Angelo Sodano, había tratado de convencer a Benedicto XVI de que no nombrara a Bertone. La llegada de un no diplomático a la Secretaría de Estado, a quien no veían con buenos ojos los que pertenecían al servicio diplomático, era considerada como una “venganza” de los que consideraban excesivo el peso de la diplomacia en la Curia y criticaban ciertos autoritarismos en las “carreras” vaticanas.
No hay duda de que por lo menos una parte de la Curia se mostró desconfiada ante la llegada de Bertone. Durante los años, esta oposición creció, pero no por las pocas capacidades diplomáticas del Secretario de Estado. Hubo cardenales importantes, cercanos a Papa Ratzinger, que suplicaron al Pontífice que cambiara a su “número dos”, después de haberle endosado responsabilidades en las frecuentes crisis que vivió el Pontificado. Benedicto XVI, que nunca dudó de la fidelidad ni de la lealtad de su principal colaborador, no quiso escuchar. Pero la clamorosa e histórica renuncia al papado, que llegó después del “annus terribilis” del escándalo de los “vatileaks” (aunque estuviera motivada por consideraciones relacionadas con la vejes y la disminución de fuerzas) fue en cierto sentido una admisión implícita de las dificultades para cambiar las cosas en la Curia romana.
Durante los años de su secretaría, el cardenal Bertone fue el blanco de muchísimas críticas. Críticas por sus frecuentes viajes al extranjero (en donde a veces era considerado como el “vice del Papa”); por la elección de sus colaboradores laicos, algunos con una propensión hacia los negocios; por su interés en las cuestiones italianas (nombramientos eclesiásticos y políticos) y su poco interés en las cuestiones internacionales; por no haber protegido lo suficiente a Benedicto XVI, que a veces parecía rodeado de personas que se escudaban en él en lugar de servirle como escudo. Ratzinger tuvo que intervenir personalmente en diferentes ocasiones para resolver los problemas y tratar de apagar los incendios, como en el caso, clamoroso, de la cancelación de la excomunión del obispo Richard Williamson, que negó la existencia de las cámaras de gas.
Con el nuevo Secretario de Estado debería acabar la idea de que el líder de la diplomacia vaticana es un “vice del Papa”. Además, más allá de la personalidad y de la historia del arzobispo Parolin, no hay que olvidar que también la Secretaría de Estado está bajo la atenta mirada del “consejo” de cardenales que nombró el Papa para que le ayuden con la reforma de la Curia y con el gobierno de la Iglesia universal. Una de las exigencias más fuertes es justamente la disminución de la centralidad de la misma Secretaría de Estado y, como se ha subrayado, la propuesta de crear una Secretaría del Papa más que una Secretaría de Estado. Como se sabe, entre las hipótesis que se están estudiando está la de quitar ciertas competencias de coordinación y supervisión sobre los dicasterios curiales al Secretario de Estado.
Bertone seguirá siendo, por el momento, el presidente de la comisión cardenalicia que decide sobre el IOR, además de ser camarlengo de Santa Romana Iglesia. Dentro de poco dejará a su sucesor la vivienda en la primera logia, aunque todavía no se sabe si Parolin irá a Santa Marta, en donde se está quedando ahora, o no.
En cuanto al “entourage” de Bertone, el cardenal mantendrá a uno de sus dos secretarios, don Lech Piechota. El otro, don Roberto Lucchini, tendrá un puesto en la II sección de la Secretaría de Estado.

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