Due battute del papa contro Müller e Bertone
Di Sandro Magister http://chiesa.espresso.repubblica.it/
È durato più di due ore l’incontro tra papa Francesco e i preti della sua diocesi di Roma, nella basilica di San Giovanni in Laterano, la mattina di lunedì 16 settembre.
L’incontro era a porte chiuse. E un resoconto parziale di ciò che il papa ha detto è stato fornito qualche ora dopo da “L’Osservatore Romano” e dalla Radio Vaticana.
Ma in nessuno dei due resoconti sono comparse due battute dette dal papa su due alti ecclesiastici.
La prima è stata seria e tagliente. La seconda ironica.
Nel formulare una delle cinque domande rivolte al papa e nel parlare della centralità dei poveri nella pastorale, un sacerdote ha fatto riferimento, in positivo, alla teologia della liberazione e alle posizioni comprensive, nei confronti di questa teologia, dell’arcivescovo Gerhard Ludwig Müller.
Ma all’udire il nome del prefetto della congregazione per la dottrina della fede papa Francesco non ha fatto finire la domanda e ha detto: “Questo lo pensa Müller, questo è ciò che pensa lui”.
La seconda battuta è stata una frecciata contro il cardinale segretario di Stato uscente, Tarcisio Bertone.
Papa Francesco ha sorriso, quando un sacerdote ha ironizzato su quelli che si mettono in testa che la Chiesa sia “una, santa, cattolica e salesiana”. E ha rincarato: “Una, santa, cattolica e salesiana, come dice il cardinale Bertone”.
Hecha la paz entre Müller y Gutiérrez. Pero Francisco no está de acuerdo
El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y el fundador de la teología de la liberación intentan cerrar veinte años de polémicas. Pero uno de los críticos más severos de esta corriente teológica ha sido precisamente el actual Papa.
Por Sandro Magister
El próximo domingo, en la basílica de Santa Bárbara, en Mantua, Gerhard Ludwig Müller – el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe – y el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez presentarán juntos la edición italiana de un libro escrito por ambos, a cuatro manos, dedicado a la teología de la liberación, en venta desde el lunes 9 de setiembre en todas las librerías:
G. Gutiérrez, G.L. Müller, “Dalla parte dei poveri. Teologia della liberazione, teologia della Chiesa”, Edizioni Messaggero-EMI, Padova, 2013, pp. 192, euro 15,00.
El libro fue publicado en el año 2004 en Alemania, sin que suscitara una emoción especial, pero esta reimpresión italiana ha sido saludada por algunos como un viraje histórico, como si fuese la firma de un tratado de paz entre la teología de la liberación y el magisterio de la Iglesia.
Gutiérrez es considerado uno de los padres de la teología de la liberación y Müller fue su alumno y admirador. Tan cierto es esto que cuando Benedicto XVI lo llamó en el 2012 para presidir la Congregación para la Doctrina de la Fe muchos manifestaron su sorpresa.
En efecto, se deben precisamente a Joseph Ratzinger, cuando era el prefecto de Congregación, las dos “instrucciones” concatenadas de 1984 y de 1986, con las que la Iglesia de Juan Pablo II sometió la teología de la liberación a una crítica muy severa, motivada “por la certeza que las graves desviaciones ideológicas denunciadas terminan ineludiblemente por traicionar la causa de los pobres“.
Pero evidentemente Ratzinger consideraba aceptable la lectura que Müller hacía de las posiciones de Gutiérrez, ya que no sólo lo ha hecho prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sino que le ha confiado también el cuidado de la edición completa de sus obras teológicas, que en alemán ya ha llegado casi a la mitad de la impresión.
El juicio positivo de Müller sobre la teología de la liberación –leída a través del lente de Gutiérrez– se lo puede captar desde las primeras líneas de la página del libro reproducidas más abajo: “El movimiento eclesial y teológico de América Latina, conocido como ‘teología de la liberación’ y que luego del Vaticano II encontró resonancia mundial, debe contarse, a mi juicio, entre las corrientes más significativas de la teología católica del siglo XX“.
Más adelante él sostiene:
“Sólo por medio de la teología de la liberación la teología católica ha podido emanciparse del dilema dualista del más acá y del más allá, de la felicidad terrenal y la salvación ultraterrena”.
La frase del papa Francisco: “Sueño con una Iglesia pobre y para los pobres” ha sido asumida por muchos como la coronación de esta absolución de la teología de la liberación.
Pero sería ingenuo considerar cerrada la controversia.
El mismo Jorge Mario Bergoglio no ha ocultado jamás su desacuerdo con aspectos esenciales de esta teología.
Sus teólogos de referencia no han sido jamás Gutiérrez, ni Leonardo Boff, ni Jon Sobrino, sino el argentino Juan Carlos Scannone, quien elaboró una teología, no de la liberación sino “del pueblo”, centrada sobre la cultura y la religiosidad de la gente común, en primer lugar de los pobres, con su espiritualidad tradicional y su sensibilidad por la justicia.
En el año 2005 – es decir, cuando ya había salido a la venta en Alemania el libro de Müller y Gutiérrez – el entonces arzobispo de Buenos Aires escribió: “Con el derrumbe del imperio totalitario del ‘socialismo real’, esas corrientes [de pensamiento] quedaron sumidas en el desconcierto, incapaces de un replanteamiento y de una nueva creatividad. Sobrevivientes por inercia, aunque haya todavía hoy quienes las propongan anacrónicamente”
A juicio de Clodovis, el hermano de Leonardo Boff, el acontecimiento que signó el adiós de la Iglesia Católica latinoamericana a lo que quedaba de la teología de la liberación fue la Conferencia continental de Aparecida, en el año 2007, inaugurada por Benedicto XVI en persona y con su protagonista el cardenal Bergoglio.
Clodovis Boff maduró justamente en ese período su “conversión“. De exponente de punta de la teología de la liberación se convirtió en uno de sus críticos más incisivos.
En el 2008 hizo ruido la polémica entre los dos hermanos. A juicio de Clodovis, el error “fatal” en el que cae la teología de la liberación es colocar al pobre como “primer principio operativo de la teología”, sustituyendo a Dios y a Jesucristo.
Con esta consecuencia: “La ‘pastoral de la liberación’ se convierte en un brazo entre tantos de la lucha política. La Iglesia se asimila a una ONG y así se vacía también físicamente, ya que pierde operadores, militantes y fieles. Los ‘de afuera’ experimentan escasa atracción por una ‘Iglesia de la liberación’, porque para la militancia disponen ya de diversas ONGs, mientras que para la experiencia religiosa tienen necesidad de mucho más que una simple liberación social“.
El peligro que la Iglesia se reduzca a una ONG es una señal de alarma que el papa Francia lanza repetidamente.
Sería engañoso olvidarlo, al llevar a cabo hoy la relectura del libro de Müller y Gutiérrez.
A continuación anticipamos una página, con la firma del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
“ENTRE LAS CORRIENTES MÁS SIGNIFICATIVAS DE LA TEOLOGÍA CATÓLICA”
Por Gerhard Ludwig Müller
El movimiento eclesial y teológico de América Latina, conocido como “teología de la liberación” y que luego del Vaticano II encontró resonancia mundial, debe contarse, a mi juicio, entre las corrientes más significativas de la teología católica del siglo XX.
Si es verdad que el Concilio Vaticano II fue el acontecimiento que más ha signado la historia de la Iglesia en el siglo pasado, entonces es posible subdividir la historia de la teología en dos fases: una fase preparatoria, que comienza aproximadamente al final de la primera guerra mundial, y una fase de elaboración y puesta en práctica, que echa raíces inmediatamente después del Concilio, a partir de 1965.
Para la época que parte desde 1920 se mencionan todos esos movimientos de renovación – como, por ejemplo el movimiento bíblico-litúrgico, los grandes reclamos de la doctrina social de la Iglesia y una renovada comprensión de lo que es la Iglesia – que condujeron al Concilio, dándole la impronta decisiva, y que luego, por medio de los documentos conciliares, fueron integrados a la tradición universal de la Iglesia.
Se mencionan posteriormente los diversos movimientos inspirados por el Concilio, los cuales –asumiendo sus impulsos y sus indicaciones– intentaron ponerlos en práctica respecto a los grandes desafíos del mundo moderno. En este contexto se llega a dar la máxima importancia a la teología de la liberación en el ámbito de las dos constituciones conciliares “Lumen gentium” y “Gaudium et spes“.
Si quisiéramos entender cuál es el cambio que tuvo lugar realmente en el Concilio, debemos prestar atención no sólo a algunas de sus afirmaciones, sino también tomar en consideración las nuevas categorías adoptadas para expresar el origen y la misión de la Iglesia en el mundo de hoy.
En este sentido, la divina revelación es entendida no como información sobre las realidades sobrenaturales a las cuales se debe prestar externamente obediencia, sobre la base de la autoridad de Dios, para ser premiados por esto luego de la muerte con la felicidad ultra-terrena. Revelación es más que nada la auto-comunicación del Dios trinitario en la encarnación del Hijo y en la efusión definitiva del Espíritu Santo, para que Dios mismo pueda ser conocido y recibido como verdad y vida de todo hombre y como fin propio de la historia humana.
Por eso la Iglesia no es una de esas comunidades religiosas que practican más o menos fielmente los ideales de sus fundadores y son evaluadas en base a ese ethos de felicidad de la humanidad de molde iluminista que el hodierno paradigma del pluralismo religioso exalta como “soteropraxis”.
La Iglesia es más que nada, en Jesucristo, signo e instrumento de la voluntad salvífica universal de Dios respecto a todos los hombres. La Iglesia, como “communio” de los creyentes, está al servicio de la humanidad con la palabra de Dios, con la ofrenda sacramental de su salvación vivificante y con la demostración del ser-para-los-otros de Cristo en la diaconía a favor de los pobres, de los desheredados y de aquéllos a quienes se les niega dignidad y justicia.
De importancia decisiva, en el Concilio, son las categorías filosófico-antropológicas de persona, de diálogo y de comunicación. El significado y el peso dado a aquél a quien Dios se comunica está precisamente en su ser persona y, más precisamente, en su ser persona inserto corporal y materialmente en el espacio de la historia, de la sociedad y de la cultura.
En consecuencia, sin que la Iglesia promueva alguna pretensión totalitaria sobre la sociedad –porque ella adquiere su identidad por medio de la fe en Cristo y se distingue claramente de otras orientaciones de fe y de otras religiones– se deduce sin embargo que ella –y con ella toda comunidad eclesial y todo individuo cristiano–, justamente a partir de la fe, debe asumir su propia responsabilidad por la sociedad humana en su conjunto, comprometiéndose en los ámbitos del mundo del trabajo, de la economía internacional, de la justicia social e individual, de la paz en el mundo, etc.
Esto lo piensa Müller
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