Interculturalidad en el Perú

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Carlos Ivan Degregori
Quisiera comenzar con un poema de Octavio Paz, “Piedra de sol”, uno de los poemas de amor más bellos que se hayan escrito en lengua castellana, que dice:
“…no soy
no hay yo
siempre somos nosotros…
muestra tu rostro al fin
para que vea mi cara verdadera
la del otro
mi cara de nosotros…”
La intención de leer este poema es aclarar la distinción entre multiculturalidad e interculturalidad, que me parece importante hacer por las consecuencias que puede tener una política como la que están desarrollando actualmente organismos internacionales vinculados a las Naciones Unidas -léase Banco Mundial o Banco Interamericano de Desarrollo-, muy ligada al modelo multicultural que se aplica en los países del norte, especialmente en los Estados Unidos, que puede ser peligroso para el caso peruano porque no sintoniza con nuestra realidad, mucho más próxima a una interculturalidad como la expresada en el poema de Octavio Paz.
Dentro de las concepciones multiculturales que se vienen desarrollando en los países del Norte, los diferentes nosotros son vistos como bloques bien definidos, con fronteras muy precisas, y donde el ideal es que las contradicciones, roces y diferencias se solucionen vía la tolerancia y el respeto, y donde la acción afirmativa consiste en que B y C, que están más abajo que A, sean empujados o impulsados para equipararse con A y estar al mismo nivel de desarrollo económico o de poder.
Yo creo que esta política es aplicable a realidades como la norteamericana donde, por razones históricas, se han conseguido logros importantes en términos de tolerancia, reconocimiento y acción afirmativa. Sin embargo, creo que para realidades como la peruana, la aproximación intercultural es mucho más rica porque implica que A, B y C no son bloques diferenciados, ni con fronteras nítidas, y donde las relaciones de poder que existen desde hace mucho siglos -que son las que hay que cambiar- son el resultado de una interacción en la cual no puede entenderse A sino en su relación con B y con C, y donde el resultado nunca es final porque la interrelación continúa. No existimos si no es a través y por la existencia de los otros y mediante las miradas mutuas. Las soluciones, por lo tanto, no pueden ser iguales para ambas realidades.
En nuestro caso, lo ideal sería establecer miradas horizontales entre A, B y C, donde el poder sea más o menos equiparado, y tender hacia una interculturalidad sana y humanista donde se pueda vivir feliz todas las patrias…, utopía arguediana considerada arcaica por Vargas Llosa, a pesar de estar tan ligada a las discusiones actuales.

Fuente: Degregori, Carlos Iván. Educación y diversidad rural. Seminario Taller Julio 1998, Ministerio de Educación, Lima, 1999, pp. 63-69.

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