Por Martha Meier Miró Quesada- Diario EXPRESO.
“Gustavo Gorriti me firmó un libro, luego abrió un vino, me dijo brindemos porque Alan murió. ¡Ganamos!”, ha revelado Jaime Villanueva, el ex asesor por cuyos dichos fue suspendida la fiscal Patricia Benavides. Cada palabra salida de su boca fue tomada como verdad absoluta, aún sin corroboración; claro esto siempre y cuando no se refiriera a algún integrante de la peligrosa secta caviar, porque todo lo referido a esa gente era y es obviado.
El viernes mientras nos entretenían con el show de la captura del hermano presidencial, Nicolás Boluarte, la periodista Milagros Leiva se preparaba para detonar una tremenda bomba en su programa de Willax. Llegó la hora y leyó parte del testimonio de Villanueva que no es sino el colofón de cómo los fiscales títeres de Gorriti, cercaron al dos veces presidente Alan García Pérez, hasta empujarlo a quitarse la vida.
Y Gorriti celebró con vino la muerte de un gran líder político y además dijo ¡Ganamos! Hay que estar podrido por el odio para hacer algo así, y más aún con un testigo presencial. Puede que salga a negarlo, pero nadie le creerá, dirá quizás que Villanueva miente. En el supuesto negado que el individuo es un mentiroso habrá que apurar el retorno de la Fiscal de la Nación Benavides.
Lo relatado por Villanueva hará que Gorriti sea alcanzado por la mano de la justicia o por las garras de la culpa (cosa rara para él, la culpa). Según la tesis de cualquiera que haya seguido el caso, es improbable que el reportero-IDL no conociera la decisión de García de quitarse la vida antes de ser exhibido como trofeo por la chusma deforme de la secta gorritiana. ¿Y por qué lo sabría? Pues porque por días hubo una camioneta frente a la casa del dos veces presidente del Perú realizando escuchas, según lo ha dicho en varias ocasiones el secretario y buen amigo de Alan, Ricardo Pinedo. ¿Y a quién le filtran todo sus fiscalitos y su robusta cachorra de una familia de fiscales y cachacos que funge de periodista de investigación?
Abrir una botella de vino y congratularse por haber empujado a un padre de familia amoroso, a un hombre brillante que elevó el nivel de la política y al mejor presidente de lo que va del siglo XXI, es un acto siniestro e incomprensible. Gorriti debe haber tenido un gran resentimiento contra García, debe haberse sentido un protozoario ante su tremenda lucidez y carisma. Con la desaparición de García se habrá sentido el rey de la jungla.
Pobre hombre de aplastada autoestima, por eso será que siempre está con gesto serio y ve en una rosa no la belleza de la flor sino una amenaza de muerte. Será por eso, también, que su feligresía está compuesta por personas menos locuaces que él, sin talento alguno, hombres de menor estatura, mujeres poco atractivas.
Y será por ese sentirse más que alguien que ayudó a llegar al poder a impresentables como el ladrón y alcohólico Toledo, al inútil Humala con la ambiciosa Nadine (receptores de dólares del chavismo), al manejable Kuczynski, borrachín y ratero consumado, desde el primer belaundismo. Será por eso, además, que guarda amistad con una terrorista de Sendero Luminoso a la que hizo liberar, y que en un legajo de la Dircote aparece como cercano a Sendero.
¡Perdista Gorriti!
El brindis siniestro de Gorriti
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