Pueblo de Dios en camino

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Evangelio según San Juan 12,20-33.
Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”.
Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.
El les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: ‘Padre, líbrame de esta hora’? ¡Si para eso he llegado a esta hora!
¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”.
La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”.
Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.
Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.

Homilía del Padre Paul Voisin CR de la Congregación de la Resurrección:

En noviembre de 2009 el Obispo Kurtz de las Bermudas estaba fuera de la isla, y me pidieron que lo representara en la catedral Anglicana, donde junto con otros diez líderes religiosos conocí a la reina Isabel. En el ensayo del domingo antes de su visita nos dijeron, en primer lugar, que no extendiéramos nuestra mano a menos que ella tomara la iniciativa. Segundo, inclinarse ligeramente ante ella y hablar sólo cuando se le habla. El Obispo Patrick White me presentó a la Reina, identificándome como el Vicario General de la Diócesis Católica Romana. Ella dijo “Encantado de conocerte”, sonrió y extendió su mano, momento en el que me incliné, extendí mi mano, y respondí con algo así como, “Buenas tardes, Majestad”. El príncipe Felipe estaba unos pasos detrás de ella, y no escuchó las presentaciones, así que cada uno nos presentamos. Me presenté empezando con algo como, “Buenas tardes, Alteza Real”. Cuando vio mi pin de Canadá en mi solapa, comentó sobre ello, y le dije que soy canadiense. Me decepcionó mucho que la Navidad cuando la Reina no mencionó haberme conocido en su mensaje de Navidad.
Pensé en esta oportunidad de conocer a la Reina, cuando escuché las palabras en el evangelio (Juan 12:20-33), “Quiero ver a Jesús”. Puede que haya pensado para mí mismo muchas veces lo que sería ver y conocer a la Reina, pero nunca imaginé que lo haría.
En el evangelio los griegos vinieron a Felipe y expresaron su deseo de ver a Jesús. Probablemente habrían ido preparados con muchas preguntas, después de haber oído hablar de Su sabia enseñanza y actos milagrosos. Pero Jesús no los impresionó con una gran enseñanza o con un milagro. Más bien, Él les habla sobre su sufrimiento y muerte – probablemente lo último que ellos hubieran esperado escuchar. Sin duda, esa no es forma de atraer seguidores.
Hoy también nos decimos a nosotros mismos: “Quiero ver a Jesús”. Esto es natural, como sus seguidores. Queremos saber todo lo que podamos sobre Él de una manera personal, para poder experimentarlo de una manera significativa. Una de las maneras que ya hemos descubierto para encontrarlo está aquí en la Eucaristía. Nos ponemos en un lugar y con las personas que también buscan a Jesús.
Vemos a Jesús aquí en la asamblea, reconociendo el llamado de Dios a todos nosotros para que seamos seguidores del Señor Jesús. En el otro deberíamos reconocer a Jesús como Él vive en cada uno de nosotros. Cuando nos reunimos compartimos la vida de Cristo en cada uno de nosotros, mejorándonos y animándonos unos a otros en nuestro discipulado.
También nos encontramos con Jesús en la persona del sacerdote, tan imperfecto como yo. La Eucaristía que ofrezco al Padre, en unión con Jesús, con la gracia del Espíritu Santo. Ofrezco la eucaristía por todos nosotros. Mis palabras y acciones, en la misa y fuera de la misa, deben reflejar a la persona de Cristo de una manera especial a través de mi ordenación.
Otra forma en la que nos encontramos con Jesús está en los evangelios. Él es la Palabra de Dios. Escuchamos las Sagradas Escrituras cada domingo, y en particular en los evangelios – las mismas palabras de Jesús. Somos apoyados y desafiados por la Palabra en nuestro viaje de fe. Esta palabra nos ilumina y nos guía, ojalá nos ayude a salir adelante y transformar el mundo, empezando por nosotros mismos.
Finalmente, y más significativamente, vemos a Jesús en el pan y el vino – Su cuerpo y sangre. Jesús se hace presente en el altar, y cuando lo recibimos con fe y devoción él se convierte en parte de nosotros, y nosotros, a su vez, nos convertimos en parte de él. Este momento de encuentro, cuando escuchamos “El cuerpo de Cristo” y “La sangre de Cristo” debería ser Una de las mayores fuentes de gracia y poder en toda nuestra semana.
En el evangelio Jesús nos dice que cuando “un grano de trigo cae al suelo y muere” “produce mucho fruto”. Ese fruto, aquí y ahora, es su gracia, y ese fruto es también la vida por venir. Seguir a Jesucristo significa “morir” para nosotros mismos – para nuestro egoísmo, nuestra independencia, nuestro orgullo, nuestro pecado – para que podamos levantarnos con Él y “dar fruto”, los valores y virtudes del reino de Dios. En particular, durante la temporada de Cuaresma compartimos ese pascual misterio – muriendo y creciendo – mientras oramos, ayunamos y mostramos caridad unos a otros. Así es como traemos la vida de Jesús al mundo. Así como él fue “levantado de la tierra” en la cruz del Calvario, nosotros también seremos “levantados” en la medida en que conformamos nuestras vidas a la vida de Jesús, que nuestras vidas y su se crucen y demostremos que Él es nuestro Señor y Salvador.
En la Segunda Lectura de San Pablo a los Hebreos (5:7-9), proclama que los “fuertes gritos y lágrimas” de Jesús fueron señal de obediencia al Padre, y su única mente en hacer la voluntad del Padre. San Pablo nos dice que “cuando fue hecho perfecto, se convirtió en la fuente de la salvación eterna para todos los que le obedecen”. Vamos a “ver” a Jesús en nuestra obediencia a Dios, y otros “verán” a Jesús en nosotros en la medida en que seamos obedientes a Él.
En la Primera Lectura del Libro del Profeta Jeremías (31:31-34) Dios revela por Jeremías que hará un pacto con el pueblo elegido. Establecerá ese pacto santo de fe y amor con ellos que será para siempre y cien por ciento. Él dice: “Pondré mi ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”. ¡Qué palabras tan hermosas y alentadoras! Dios entra en nuestras vidas. ¡Él quiere ser visto! ¡Él quiere ser experimentado! ¡Él quiere ser amado, obedecido y servido! Sin embargo, debemos estar abiertos a esa vida de Dios, y a su revelación, así como debemos estar abiertos para “ver” a Jesús. Dios está con nosotros, bombardeándonos con gracia y oportunidades, pero tenemos que buscarlo, reconocerlo, aceptarlo y convivir con Él.
En este quinto domingo de la temporada de Cuaresma nuestras hermosas lecturas nos animan en nuestro viaje de Cuaresma. Hoy somos llamados a buscar a Jesús, y a buscarlo donde él ‘pasa el rato’ y dentro y con la gente con la que ‘pasa el tiempo’. Somos esas personas, y Jesús quiere que estemos más unidos a él. Su sufrimiento y muerte no fueron para algunas de las personas en algunos momentos, sino para todos nosotros en todo momento. Sé que no volveré a encontrarme con la reina Isabel, pero puedo conocer a Jesús en cualquier momento. Busquémoslo, para estar para Él, con Él, y en Él. Mostremos verdaderamente que “queremos ver a Jesús”.

El Vaticano nombra al Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo Mattasoglio, como Gran Canciller de la PUCP

Por Oscar García /Gabriel Aller. Fotos: Renato Pajuelo.
Con una trayectoria de 37 años enseñando en nuestra Universidad, el arzobispo de Lima asume el rol de Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Como lo ha hecho a lo largo de su carrera, buscará trabajar con gran cercanía a los jóvenes y aportará al legado dejado por el cardenal Pedro Barreto SJ.
Con la mayor de las alegrías debemos anunciar que, este 15 de marzo del 2024, se informó ante la Asamblea Universitaria que el papa Francisco nombró al arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo Mattasoglio, como nuevo Gran Canciller de la PUCP. De esta manera, sucederá al cardenal Pedro Barreto SJ, quien presentó su renuncia al cumplir 80 años.
Sus primeras palabras, compartidas con PuntoEdu, fueron de “agradecimiento a esta síntesis extraordinaria que ha hecho la PUCP, como universidad católica, entre la fe y el conocimiento, la cultura y la diversidad humana. Es un agradecimiento también a quienes la fundaron y que han persistido a lo largo de nuestra historia”. Asimismo, añadió que su misión como Gran Canciller “siempre es recordar la presencia de la fe cristiana del Pontífice que nos permite tender puentes, humanos, espirituales, religiosos, culturales y científicos entre los seres humanos. Estamos para eso, para ser puente entre las personas”.
Nuestra tarea es hacer que el Perú se eduque mejor, que volvamos a valorar la belleza y riqueza de la experiencia
El nuevo Gran Canciller señaló, además, que una de las primeras misiones que llevará adelante será “saber acompañar a los jóvenes”, ya que “nuestra tarea es hacer que el Perú se eduque mejor, que volvamos a valorar la belleza y riqueza de la experiencia”. Mencionó también que “hay que superar una tendencia que existe en todo el mundo de parte de los intelectuales y las élites del pensamiento que por ser muy expertos y conocedores se separan de la gente, eso pasó en el templo de Jerusalén”.
A lo largo de su vida, el Monseñor Castillo se ha caracterizado por la humildad y el compromiso con los más pobres y con los jóvenes. Estudió Sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y, luego de pensar si quería ser músico o sacerdote, siguió el camino de Dios e ingresó al seminario Santo Toribio de Mogrovejo. Posteriormente, llevó estudios eclesiásticos en Europa, donde se recibió como filósofo por el Pontificio Colegio Español de San José y como doctor en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma, Italia. Durante 25 años se desempeñó como padre en la Iglesia San Francisco Solano del Rímac. Asimismo, fue miembro de nuestro Consejo Universitario del 2003 al 2006.
Si hay alguien en el mundo que es importante para la tradición cristiana y para Francisco, también, son los jóvenes. En la Biblia, Dios siempre elige a los últimos, no porque no quiera a los primeros, sino porque, si se queda en los primeros, se detiene en el pasado. Eso es lo que hacemos en la PUCP: colocarnos al servicio de los últimos investigando todo lo posible para que la humanidad pueda seguir avanzando“.

Sirviendo a la PUCP desde hace más de 35 años

La estrecha relación de la PUCP con el Monseñor Carlos Castillo empezó hace 37 años. Desde 1987 enseña en nuestras aulas y actualmente continúa siendo profesor principal del Departamento Académico de Teología. Su curso Revelación de Dios en la Historia, en Estudios Generales Ciencias, ha hecho reflexionar, durante décadas, a los estudiantes sobre la espiritualidad.
El Monseñor Castillo siempre ha tenido presente en su labor a los jóvenes. “Si hay alguien en el mundo que es importante para la tradición cristiana y para Francisco, también, son los jóvenes. En la Biblia, Dios siempre elige a los últimos, no porque no quiera a los primeros, sino porque, si se queda en los primeros, se detiene en el pasado. Eso es lo que hacemos en la PUCP: colocarnos al servicio de los últimos investigando todo lo posible para que la humanidad pueda seguir avanzando”, resalta el nuevo Gran Canciller. Asimismo, recuerda las palabras del padre McGregor: “cuando lleguemos al paraíso nos van a examinar de amor a los pobres”.
Para Castillo, en nuestra Universidad, al igual que en la Iglesia, es importante conjugar la mirada racional con la espiritual, contar con apertura de mente y tener siempre presente a los más necesitados. “Personalmente, creo que en nuestra Universidad Católica estamos llamados a afrontar el desafío de esta crítica realidad desde la profundidad de nuestra identidad. Nuestro catolicismo abierto requiere aún ser renovado y actualizado, y, para ello, es preciso escuchar la voz de los humanos de los márgenes y periferias que son fuente de imaginación creadora”, sostuvo en una columna.
Asimismo, nuestro nuevo Gran Canciller promueve el rol y aporte de la PUCP a la sociedad peruana. “Fuimos destinados a una misión: la de involucrarnos con los problemas de nuestro país para comprenderlos, reflexionar sobre ellos, y tratar de guiar y educar para que exista una esperanza”, dijo en la homilía que ofreció por los 105 años de nuestra Universidad. Le deseamos muchos éxitos al Monseñor Carlos Castillo en su nuevo cargo de Gran Canciller de la PUCP.

Agradecemos al cardenal Pedro Barreto SJ que deja el cargo de Gran Canciller

En su destacada gestión como Gran Canciller de la PUCP, el cardenal Pedro Barreto SJ hizo énfasis en promover la Responsabilidad Social Universitaria. Para ello sostuvo diferentes reuniones con nuestras autoridades. Asimismo, cabe recordar que en el 2020 -cuando era representante del Episcopado en nuestra Asamblea Universitaria- impulsó decididamente la producción y donación de las plantas de oxígeno medicinal desarrolladas en la PUCP en la época de la crisis sanitaria por la Covid-19.
Como gran canciller, en este momento siento gratitud a Dios, al papa Francisco y a la Santa Sede, que me han hecho posible compartir con ustedes, queridos hermanos y hermanas que conforman la gran familia PUCP, el poder servirles”, sostuvo Barreto al asumir el puesto en el 2022. Ahora la Comunidad PUCP le agradece por su contribución.

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