Evangelio según San Mateo 25,1-13.
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.
Pero a medianoche se oyó un grito: ‘Ya viene el esposo, salgan a su encuentro‘.
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Las necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?‘.
Pero estas les respondieron: ‘No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado‘.
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos‘, pero él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco‘.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Homilía del Padre Paul Voisin de la Congregación de la Resurrección:
Durante cinco años de mi infancia fui lobato. Me gustaba ser lobato, y llegué a tener a mi cargo otros seis chicos. Llevábamos gorra, pañuelo, jersey, pantalones cortos y calcetines hasta la rodilla. ¿Quién me iba a decir cincuenta años después, cuando trabajaba en las Bermudas, que volvería a llevar pantalones cortos y calcetines hasta la rodilla? El lema de los Cachorros es “Estad preparados“.
Es obvio, según el evangelio (Mateo 25:1-13), que cinco de las vírgenes de la parábola no estaban preparadas. Una vez más, esta referencia del Evangelio está fuera de nuestro tiempo y lugar. En la época y el lugar de Jesús, las celebraciones de boda se celebraban durante varios días, y había una serie de celebraciones familiares y comunitarias para los novios. Se cree que este novio de la parábola evangélica iba de camino a casa de la novia, y por eso le esperaban las diez vírgenes, o damas de honor. Pero el novio llegó tarde y no sólo se durmieron durante la larga espera, sino que algunas de ellas no estaban preparadas para recibir al novio y acompañarlo a la casa de la novia. El apuro de última hora, como se describe en el Evangelio, no alivió su situación de no tener suficiente aceite para sus lámparas. Así pues, las cinco vírgenes “necias” se quedaron atrás, corriendo en busca de aceite para comprar, y las cinco vírgenes “prudentes” acompañaron al novio a la fiesta.
El Evangelio y la Primera Lectura, del Libro de la Sabiduría (6;12-16), alaban la virtud de la sabiduría. La sabiduría es llamada “resplandeciente e inmarcesible“. Es “encontrada por quienes la buscan“; de hecho, se dice que “se apresura a darse a conocer“. Así pues, la sabiduría no es ilusoria y no es un imposible en nuestras vidas. ¿En qué consiste esta virtud de la sabiduría? Cuando consulté el diccionario en línea, aparecieron palabras como “discernimiento” y “buen juicio”. Estas palabras no son tan extraordinarias, ni están fuera de nuestro vocabulario. El discernimiento no siempre es un concepto fácil. Se define como “la cualidad de ser capaz de captar y comprender lo que es oscuro”. Quizá veamos esa virtud de la sabiduría como oscura, pero Dios nos dice que está a nuestro alcance, pero que debemos buscarla. Sólo es “oscura” si no sabemos dónde buscarla, o si buscamos en los lugares equivocados. La verdadera sabiduría la encontraremos con y en Dios. Si nos preparamos bien -buscando la voluntad de Dios, siguiendo a Jesús y dependiendo de la gracia del Espíritu Santo- no nos decepcionaremos, sino que alcanzaremos la sabiduría.
Es obvio que las cinco vírgenes “necias” de la parábola evangélica no tomaron decisiones sabias. Estaban mal preparadas para la venida del novio -que simboliza la venida del Señor Jesús. Esto podría ser en la muerte, o al final de los tiempos- pero es un acontecimiento misterioso y “oscuro” para nosotros. De ahí, sobre todo, la necesidad de estar preparados. Qué triste para ellos cuando finalmente llegaron a la casa de la novia, con sus lámparas ya llenas de aceite, oír al novio decir desde dentro “No te conozco“. Aquello debió de afectarles profundamente.
Las vírgenes “prudentes” eligieron bien y tomaron decisiones sabias. Estaban preparadas cuando vino el Señor. Él las conocía y entraron con él en la fiesta, que representaba el reino celestial.
Al reflexionar sobre esta preparación y sabiduría, pensé en las diversas maneras en que tomamos decisiones sabias o insensatas, que se traducen en palabras, acciones y vidas sabias o insensatas.
Un área importante en la que es importante desarrollar la sabiduría es cómo hacer malabarismos con nuestro tiempo, nuestras prioridades y valores. Por ejemplo, muchos se quejan siempre de que nunca hay suficientes horas al día, entre el trabajo y la familia.
Demostramos sabiduría cuando nos aplicamos bien en nuestro trabajo y utilizamos nuestro tiempo y nuestros talentos como fieles administradores. En nuestro trabajo, damos de nosotros mismos, y no sólo dedicamos tiempo. Desarrollamos una competencia y una experiencia que hacen que nuestro trabajo no sea una monotonía, sino algo que esperamos con ilusión. Qué ideal sería en nuestro trabajo si pudiéramos cumplir lo dicho “Ama lo que haces y no trabajarás ni un día de tu vida”. Así, descubrimos que el trabajo contribuye al bien común y a la construcción de la familia humana.
La familia sufre a menudo debido al exceso de trabajo. También en este caso, necesitamos sabiduría -para hacer buenas elecciones- a fin de desarrollar un tiempo de calidad con la familia. Con demasiada frecuencia, los trabajadores piensan “pasaré más tiempo de calidad cuando el trabajo se aligere, o cuando supere este proyecto”. Pero el trabajo no se aligera fácilmente, y a un proyecto le sigue otro. Así que procrastinamos y la familia pasa a un segundo plano. O los estudiantes pueden pensar a menudo “pasaré más tiempo de calidad cuando supere esta asignatura, este trabajo trimestral o este examen”, pero sólo les sigue otra asignatura, otro trabajo trimestral y otro examen. Una vez más, procrastinamos y nuestro tiempo con la familia sigue siendo una ilusión. Necesitamos sabiduría para elegir bien cómo emplear nuestro tiempo para ofrecer esas oportunidades tan importantes como cónyuges, padres, hermanos e hijos. Puede que el tiempo se agote, como les ocurrió a las vírgenes “necias”, y que nuestra familia no diga “no te conozco”, sino que diga (o piense) “he aprendido a vivir y a hacerlo sin ti”.
La misma sabiduría es necesaria en nuestra vida con Dios. También ahí, en nuestra condición humana, podemos posponer las cosas y pensar: “Ya tendré tiempo para Dios, para la oración, la Misa y otras devociones”, cuando me sienta más seguro en mi trabajo o en mis estudios, o cuando me jubile. Pero puede que esos días no lleguen nunca si no elegimos sabiamente y podemos oír a Jesús decir, como a las vírgenes “necias“, “¿Quién eres tú otra vez?“.
En estos últimos domingos del Año Litúrgico, Jesús nos dice que “estemos preparados”, que miremos nuestras vidas y determinemos si estamos entre las “necias” o entre las “prudentes”. Como en el caso de las vírgenes de la parábola evangélica, puede que no haya mucha diferencia mientras esperamos y mientras dormimos, pero sin duda la habrá cuando Él venga, cuando venga a llevarnos al banquete celestial. Que el Señor nos encuentre preparados. “Prepárate“.