Hechos de los Apóstoles

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Consideraciones Eclesiológicas ante Camino Sinodal: Prefecto del Dicasterio para Obispos a episcopado alemán

Intervención completa en español del prefecto del Dicasterio para los Obispos a episcopado alemán en Vaticano sobre el tema del sínodo.

También el prefecto para el Dicasterio de los Obispos, el cardenal Marc Ouellet, tuvo una intervención en el encuentro con el episcopado alemán en el Agustinianum de Roma. Y dejó clara la postura de la Curia del Papa ante las propuestas del Camino Sinodal invitando incluso a una moratoria. A continuación el texto completo en español de la intervención.

Volviendo al espíritu de los Hechos de los Apóstoles

Por el Cardenal Marc Ouellet- Prefecto del Dicasterio para los Obispos
En su Carta al Pueblo de Dios en Camino en Alemania, el Papa Francisco, en comunión con su predecesor Benedicto XVI, constató el deterioro de la vida cristiana en el país e invitó a todo el pueblo a confiar en Cristo como clave de la renovación; el Santo Padre escribió que se trata de «un deterioro, ciertamente polifacético y de difícil y rápida solución, que exige un planteamiento serio y consciente que nos impulsa a ser, en el umbral de la historia presente, como aquel mendigo al que dijo el Apóstol: «No poseo ni plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy: ¡en el nombre de Jesucristo, el Nazareno, camina! (Hechos 3:6)». Me remito a este pasaje de la mencionada carta para ofrecer algunas breves consideraciones eclesiológicas sobre su búsqueda sinodal, en el espíritu de los Hechos de los Apóstoles. Lo hago como hermano en el episcopado, pero también pensando en las necesidades de los fieles de a pie.
Vosotros, los sucesores de los apóstoles en Alemania, os habéis tomado en serio la tragedia de los abusos sexuales por parte de los clérigos, y habéis lanzado, al modo típico alemán, una operación de estudio con los recursos de la ciencia, la fe y las consultas sinodales, para lograr una revisión radical que ponga fin a este fracaso moral e institucional. Los acalorados debates que han tenido lugar y las propuestas de reforma que han surgido merecen ciertamente un elogio por la atención, el compromiso, la creatividad, la sinceridad y la audacia manifestados por vuestro Camino Sinodal, en el que los laicos han desempeñado un papel igual, si no preponderante. Después de haber estudiado detenidamente sus conclusiones, es espontáneo rendir un sincero homenaje al gigantesco esfuerzo de autocrítica institucional, al tiempo dedicado a estas reflexiones y a la inversión de trabajo conjunto entre teólogos, obispos y pastores, hombres y mujeres, para lograr ciertos consensos, aunque con fatiga y considerable tensión. Nos corresponde ahora reaccionar a sus propuestas, que contienen muchos elementos agradables de carácter teológico, organizativo y funcional, pero que también plantean serias dificultades desde el punto de vista antropológico, pastoral y eclesiológico.
Varios críticos autorizados de la orientación actual del Camino del Sínodo en Alemania hablan abiertamente de un cisma latente que la propuesta de sus textos, tal como están, correría el riesgo de refrendar. Sé muy bien que no es su intención llegar a una ruptura con la comunión universal de la Iglesia, ni favorecer una vida cristiana descendente que se ajuste al «Zeitgeist» más que al Evangelio; al contrario, las concesiones que aparecen en sus propuestas han sido, por así decirlo, arrancadas por la fortísima presión cultural y mediática; entiendo que su intención es precisamente evitar un cisma haciendo más creíbles a los ministros del Evangelio, multiplicándolos y cualificándolos, y creando comunidades cristianas más inclusivas y respetuosas con todas las actitudes, para ser valoradas de acuerdo con la dignidad humana y el concepto cristiano de la persona. Resulta llamativo, sin embargo, que la agenda de un grupo limitado de teólogos hace unas décadas se haya convertido de repente en la propuesta mayoritaria del episcopado alemán: abolición del celibato obligatorio, ordenación de viri probati, acceso de las mujeres al ministerio ordenado, revalorización moral de la homosexualidad, limitación estructural y funcional del poder jerárquico, consideración de la sexualidad inspirada en la Teoría de Género, propuesta de cambios importantes en el Catecismo de la Iglesia Católica, etc.
«¿Qué ha pasado?», «¿Dónde hemos llegado?», se preguntan incrédulos muchos creyentes y observadores. Es difícil resistirse a la impresión de que el asunto de los abusos, que es muy grave, ha sido aprovechado para impulsar otras ideas que no están inmediatamente relacionadas.
Evaluando las propuestas en su conjunto, tenemos la impresión de que nos encontramos no sólo con una interpretación más amplia de la disciplina o la moral católica, sino con un cambio fundamental que suscita serias preocupaciones, como ha mencionado ahora el Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Parece que estamos ante un proyecto de «cambio de la Iglesia» y no sólo de innovaciones pastorales en el ámbito moral o dogmático. Desgraciadamente, tengo que constatar que esta propuesta global, ya ampliamente difundida en Alemania y en otros lugares, perjudica a la comunión eclesial, porque siembra la duda y la confusión en el pueblo de Dios. Todos los días recibimos testimonios espontáneos que se quejan del escándalo causado a los pequeños por esta propuesta inesperada y contraria a la tradición católica.
No es de extrañar que estos resultados dividan no sólo a la Conferencia Episcopal local y a la Iglesia en Alemania, sino al episcopado mundial, que no ha dejado de reaccionar con asombro y preocupación. Este hecho debe hacernos reflexionar sobre la tarea primordial de los obispos, que es enseñar según el Magisterio de la Iglesia y el Sumo Pontífice (cf. lg 25). Todo obispo, desde su ordenación y afiliación al colegio de los sucesores de los apóstoles, cum et sub Petro, está facultado para representar a la Iglesia universal en la porción particular que le ha sido confiada y para asegurar la comunión de su porción con la Iglesia universal. Los criterios de esta comunión están recogidos en Lumen Gentium, Christus Dominus y el Codex.
El hecho de que la Carta de Orientación del Papa Francisco de junio de 2019 fuera aceptada como un punto de referencia espiritual pero no realmente como una guía para el método sinodal tuvo consecuencias significativas. Tras este distanciamiento inicial del Magisterio del Pontífice en el plano metodológico, el calendario de trabajo vio aumentar progresivamente la tensión con el Magisterio oficial en el plano del contenido, dando lugar a propuestas abiertamente contrarias a la enseñanza reafirmada por todos los Pontífices desde el Concilio Ecuménico Vaticano II. Sorprende en este sentido la actitud adoptada ante la decisión final de San Juan Pablo II sobre la imposibilidad de que la Iglesia católica proceda a la ordenación de mujeres sacerdotes. Esta actitud revela un problema de fe con respecto al Magisterio y un cierto racionalismo intrusivo que no se conforma con las decisiones tomadas salvo lo que parece personalmente convincente o si no es ampliamente aceptado por el sentimiento común. Este ejemplo simbólico, sumado a los otros cambios morales y disciplinarios que se propugnan, socava la responsabilidad de los obispos en su ministerio principal y ensombrece todo el esfuerzo de la mencionada asamblea, que parece estar muy influenciada por los grupos de presión, por lo que muchos la juzgan como una iniciativa arriesgada, destinada a decepcionar y fracasar porque «se salió de los carriles».
Gracias a Dios, estos textos, que han sido redactados y votados, pero que todavía están abiertos a nuevas enmiendas en la última sesión prevista para marzo, incluyen también desarrollos apreciables para el replanteamiento pastoral y eclesiológico, por ejemplo: un marcado sentido de la justicia y la obligación moral de reparación hacia las víctimas de abusos, la promoción del sacerdocio bautismal, la actitud de reconocimiento de los carismas. Teniendo en cuenta las circunstancias y las agudas tensiones que acompañaron a las sesiones en el momento de la votación, teniendo en cuenta sobre todo la consulta en curso para el Sínodo Universal sobre la Sinodalidad, nos parece que es necesaria una moratoria sobre las propuestas presentadas, y una revisión sustancial a realizar más tarde, a la luz de los resultados del Sínodo romano. Tenemos providencialmente la oportunidad de combinar perspectivas adoptando un cambio metodológico que podría ayudar a mejorar las tesis del Camino Sinodal Alemán, en el sentido de escuchar más profundamente el planteamiento del Papa Francisco y del Sínodo Universal de los Obispos. Es evidente que la metodología del sínodo universal es diferente de la utilizada en Alemania: es ciertamente menos parlamentaria, más atenta a la participación global y a alcanzar consensos formados sobre la base de una profunda escucha espiritual del pueblo de Dios.
La razón fundamental de esta moratoria es la preocupación por la unidad de la Iglesia, que descansa en la unidad de los obispos en comunión y obediencia a Pedro. Avalar esta controvertida propuesta de un episcopado atribulado sembraría aún más dudas y confusión entre el pueblo de Dios. Teniendo en cuenta el panorama mundial ecuménico y geopolítico perturbado por las guerras, es de esperar que la mayor difusión de esta propuesta no resuelva los problemas que pretende remediar: el éxodo masivo de fieles de la Iglesia, el éxodo de los jóvenes, las llamadas «causas sistémicas» de los abusos y la crisis de confianza entre los fieles.
La principal limitación de esta propuesta es quizás un cierto enfoque apologético, basado en los cambios culturales en lugar de apoyarse en el anuncio renovado del Evangelio. Si posees oro y plata, ciencia y prestigio ampliamente reconocido, y lo gestionas todo con generosidad, no te olvides de testimoniar con fuerza y sencillez la fe en Jesucristo de la que tu pueblo es mendigo.
Con el ejemplo y las enseñanzas del Papa Francisco, podemos volver al espíritu de los Hechos de los Apóstoles, ofrecer a Jesucristo en primer lugar a las necesidades de curación y conversión de nuestro pueblo, no pretender que las soluciones culturales o institucionales sean indispensables para hacer creíble la figura de Jesús, aunque sea propuesta por ministros imperfectos pero confiados en la gracia y la misericordia divina. Este es el mensaje inicial del Papa Francisco que ahora debemos recoger y aplicar a la revisión de los resultados del Camino Sinodal.
Fuente: Traducción realizada por el Padre Jorge Enrique Mújica LC, director editorial de ZENIT.

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