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¿Y la DINI? Bien, gracias
Por Carlos Tapia- Diario La Primera
A diferencia de lo que ocurre con la naturaleza, los temblores políticos pueden ir aumentando en intensidad hasta terminar en un verdadero terremoto. Esto es lo que viene sucediendo con el affaire López Meneses. No han bastado las renuncias de Wilfredo Pedraza, bien intencionado ministro, y la de Adrián Villafuerte, opaco pero peligroso asesor presidencial. Las declaraciones del almirante Cueto acerca de que los marinos no renuncian y que espera su destitución y recambio, hacen presagiar un posible tsunami político. De una crisis de gobierno (crisis en el gabinete) podemos pasar a una crisis del régimen político. El silencio del Presidente genera más incertidumbre y la presentación de César Villanueva ante el Congreso, escalofríos en la bancada oficialista y sus aliados.
Curiosamente, hasta ahora, nadie ha centrado sus críticas respecto de la responsabilidad que ha tenido la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI). Como se sabe, la DINI coordina una estrategia compartida y recibe información del trabajo de inteligencia de las FFAA, el Mininter y la PNP. En los últimos tiempos su presupuesto aumentó significativamente. La pregunta que cae de madura es si la DINI conocía o no del reforzado resguardo policial de la casa del que fue operador importante de Montesinos. No fue un resguardo de un día, una semana o un mes; duró año y medio. ¿Tuvo conocimiento de esta sospechosa irregularidad o no? Si la conocía, ¿le informaba al Presidente periódicamente como se desprende del DL 1141 que rige su funcionamiento, o no?; y si no la conocía, ¿no es una causa grave para sancionar a sus responsables y jefes?
El capitán EP (r) Víctor Gómez fue puesto al mando de la DINI por el presidente Humala. Era su compañero de promoción y tenía como experiencia trabajar en el área de seguridad de empresas mineras, (ojo, con la filtración de información). Durante la asonada de Locumba, Víctor Gómez era el jefe de seguridad de Toquepala y facilitó la entrada y salida en vehículos de la compañía del grupo de soldados que acompañaban a Ollanta y Antauro. Cuando el Presidente le ofreció la jefatura de la DINI trabajaba para Antamina en Ancash. Fue Gómez quien recomendó para el cargo de Director Ejecutivo (segundo cargo en importancia de la DINI) al capitán PNP (r) Iván Kamisaki, experto en electrónica (no sean mal pensados). Es decir, los dos se habían retirado jóvenes y tenían experiencia en el sector privado. Iván Kamisaki era de la misma promoción del general PNP Raúl Salazar. Cosas de la vida, chico.
Para terminar, el propio congresista Abugattás ha reconocido que “es difícil creer que la DINI no haya estado al tanto de lo que sucedía en la vivienda de Óscar López Meneses”. ¿Cómo la ven?
Por Carlos Tapia- Diario La Primera
A diferencia de lo que ocurre con la naturaleza, los temblores políticos pueden ir aumentando en intensidad hasta terminar en un verdadero terremoto. Esto es lo que viene sucediendo con el affaire López Meneses. No han bastado las renuncias de Wilfredo Pedraza, bien intencionado ministro, y la de Adrián Villafuerte, opaco pero peligroso asesor presidencial. Las declaraciones del almirante Cueto acerca de que los marinos no renuncian y que espera su destitución y recambio, hacen presagiar un posible tsunami político. De una crisis de gobierno (crisis en el gabinete) podemos pasar a una crisis del régimen político. El silencio del Presidente genera más incertidumbre y la presentación de César Villanueva ante el Congreso, escalofríos en la bancada oficialista y sus aliados.
Curiosamente, hasta ahora, nadie ha centrado sus críticas respecto de la responsabilidad que ha tenido la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI). Como se sabe, la DINI coordina una estrategia compartida y recibe información del trabajo de inteligencia de las FFAA, el Mininter y la PNP. En los últimos tiempos su presupuesto aumentó significativamente. La pregunta que cae de madura es si la DINI conocía o no del reforzado resguardo policial de la casa del que fue operador importante de Montesinos. No fue un resguardo de un día, una semana o un mes; duró año y medio. ¿Tuvo conocimiento de esta sospechosa irregularidad o no? Si la conocía, ¿le informaba al Presidente periódicamente como se desprende del DL 1141 que rige su funcionamiento, o no?; y si no la conocía, ¿no es una causa grave para sancionar a sus responsables y jefes?
El capitán EP (r) Víctor Gómez fue puesto al mando de la DINI por el presidente Humala. Era su compañero de promoción y tenía como experiencia trabajar en el área de seguridad de empresas mineras, (ojo, con la filtración de información). Durante la asonada de Locumba, Víctor Gómez era el jefe de seguridad de Toquepala y facilitó la entrada y salida en vehículos de la compañía del grupo de soldados que acompañaban a Ollanta y Antauro. Cuando el Presidente le ofreció la jefatura de la DINI trabajaba para Antamina en Ancash. Fue Gómez quien recomendó para el cargo de Director Ejecutivo (segundo cargo en importancia de la DINI) al capitán PNP (r) Iván Kamisaki, experto en electrónica (no sean mal pensados). Es decir, los dos se habían retirado jóvenes y tenían experiencia en el sector privado. Iván Kamisaki era de la misma promoción del general PNP Raúl Salazar. Cosas de la vida, chico.
Para terminar, el propio congresista Abugattás ha reconocido que “es difícil creer que la DINI no haya estado al tanto de lo que sucedía en la vivienda de Óscar López Meneses”. ¿Cómo la ven?
No le creemos Presidente
Por Alfonso Baella Herrera- Diario Expreso
Ollanta Humala dijo el lunes: “Acá no hay un poder paralelo, aquí hay un Estado de derecho y para enfrentar este problema estamos utilizando las armas que la democracia nos da”.
Muchos, en estos días, han salido a declarar sobre a quién debemos creer en medio de esta crisis; y que si esa credibilidad, es puesta en duda, debe inclinarse a favor del Jefe de Estado. La razón que se esgrime es que, la gobernabilidad, la institucionalidad y el Estado de Derecho, tienen que ser defendidos por encima de todo. Entre Oscar López Meneses y Ollanta Humala, hay que creerle al segundo porque es, a pesar de todo, el presidente de la república. Eso piensan algunos. Pero otros no compartimos esa posición. Vale la pena, por eso, reflexionar sobre cómo llegamos a esta delicada coyuntura.
Una periodista ha mostrado pruebas contundentes al punto que cayeron un ministro, un asesor presidencial y media docena de jefes policiales. La derrota del Estado Peruano ha sido insólita. No bastaron para protegernos los 75 millones de soles que la Dirección Nacional de Inteligencia, DINI, tiene desde mayo de este año para gastos “secretos”; tampoco los 500 nuevos patrulleros inteligentes, ni los 5 helicópteros franceses; ni tampoco la inteligencia del gabinete en pleno, ni el Ejército, ni la Marina, ni la Aviación. Todo el poder no pudo advertir lo que sí pudo una cámara de TV en manos de un valiente camarógrafo. En verdad, más parece que este gobierno ha sido, durante un año y medio, testigo y cómplice.
En la desesperación el gobierno ha ensayado varias fórmulas. Culpar a la oposición, a la prensa, al montesinismo, al apromontesinismo, al fujimontesinismo y al aprofuji-montesinismo; y cuando se dio cuenta que sonaba ridículo entonces le endilgó toda la culpa a la Policía Nacional. Bien injusto. Pero, ¿Cómo creer que era sólo un negocio para hacer caja por parte de un grupo de malos policías? ¿Cómo aceptar que todo este movimiento de tropas era por el afán exhibicionista de un frustrado aprendiz de James Bond? Más aún: ¿Cómo saber que no sigue ocurriendo lo mismo con otras instituciones del Estado? ¿Quién nos lo asegura, este Gobierno que no vio durante 18 meses lo que ocurría en sus narices; precisamente en la ruta que la pareja presidencial transita todos los días?
Esta crisis acentúa un defecto de Humala. Cuando no sabe qué hacer se refugia en “su versión oficial” aunque no sea creíble. Así lo hizo con el viaje de Alexis a Rusia o con la reelección conyugal. Cree que todos vamos a creerle porque es el presidente o porque la prensa palaciega o su corte lo repiten. Es un error. Las instituciones son armas que la democracia nos da pero para elevar la confianza de los ciudadanos y no para usarlas como trapeador ni como muladar. El país sigue esperando la verdad porque simplemente, y con todo respeto, no le creemos presidente.
Por Alfonso Baella Herrera- Diario Expreso
Ollanta Humala dijo el lunes: “Acá no hay un poder paralelo, aquí hay un Estado de derecho y para enfrentar este problema estamos utilizando las armas que la democracia nos da”.
Muchos, en estos días, han salido a declarar sobre a quién debemos creer en medio de esta crisis; y que si esa credibilidad, es puesta en duda, debe inclinarse a favor del Jefe de Estado. La razón que se esgrime es que, la gobernabilidad, la institucionalidad y el Estado de Derecho, tienen que ser defendidos por encima de todo. Entre Oscar López Meneses y Ollanta Humala, hay que creerle al segundo porque es, a pesar de todo, el presidente de la república. Eso piensan algunos. Pero otros no compartimos esa posición. Vale la pena, por eso, reflexionar sobre cómo llegamos a esta delicada coyuntura.
Una periodista ha mostrado pruebas contundentes al punto que cayeron un ministro, un asesor presidencial y media docena de jefes policiales. La derrota del Estado Peruano ha sido insólita. No bastaron para protegernos los 75 millones de soles que la Dirección Nacional de Inteligencia, DINI, tiene desde mayo de este año para gastos “secretos”; tampoco los 500 nuevos patrulleros inteligentes, ni los 5 helicópteros franceses; ni tampoco la inteligencia del gabinete en pleno, ni el Ejército, ni la Marina, ni la Aviación. Todo el poder no pudo advertir lo que sí pudo una cámara de TV en manos de un valiente camarógrafo. En verdad, más parece que este gobierno ha sido, durante un año y medio, testigo y cómplice.
En la desesperación el gobierno ha ensayado varias fórmulas. Culpar a la oposición, a la prensa, al montesinismo, al apromontesinismo, al fujimontesinismo y al aprofuji-montesinismo; y cuando se dio cuenta que sonaba ridículo entonces le endilgó toda la culpa a la Policía Nacional. Bien injusto. Pero, ¿Cómo creer que era sólo un negocio para hacer caja por parte de un grupo de malos policías? ¿Cómo aceptar que todo este movimiento de tropas era por el afán exhibicionista de un frustrado aprendiz de James Bond? Más aún: ¿Cómo saber que no sigue ocurriendo lo mismo con otras instituciones del Estado? ¿Quién nos lo asegura, este Gobierno que no vio durante 18 meses lo que ocurría en sus narices; precisamente en la ruta que la pareja presidencial transita todos los días?
Esta crisis acentúa un defecto de Humala. Cuando no sabe qué hacer se refugia en “su versión oficial” aunque no sea creíble. Así lo hizo con el viaje de Alexis a Rusia o con la reelección conyugal. Cree que todos vamos a creerle porque es el presidente o porque la prensa palaciega o su corte lo repiten. Es un error. Las instituciones son armas que la democracia nos da pero para elevar la confianza de los ciudadanos y no para usarlas como trapeador ni como muladar. El país sigue esperando la verdad porque simplemente, y con todo respeto, no le creemos presidente.