Iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmelo en Quidenham, Norfolk, Inglaterra. (Crédito: Wikipedia.)
Por Charles Collins– Cruxnow.com
El Papa Francisco decidió proclamar oficialmente santos a los mártires de Compiègne. Se trata de una decisión poco habitual, ya que nadie en la Iglesia se opuso a ella.
Para entender por qué la decisión fue objeto de un aplauso prácticamente universal, es importante conocer la historia de las dieciséis hermanas carmelitas guillotinadas en París el 17 de julio de 1794, durante la fase sangrienta y caótica de la Revolución Francesa, conocida como el Reinado del Terror.
Diez días después de la ejecución de los mártires, el principal motor del Terror, Maximilien Robespierre, fue él mismo a la guillotina, poniendo fin al Terror.
Al menos 35,000 personas perecieron durante el Régimen del Terror, generalmente frente a multitudes que las vitoreaban.
Las religiosas fueron condenadas por hostilidad a la Revolución Francesa, simpatías hacia la monarquía y por continuar en la vida consagrada, que había sido declarada ilegal por el gobierno revolucionario.
Las carmelitas cantaban mientras subían al cadalso hacia su muerte. La gente que observaba estaba inusualmente silenciosa. Muchos historiadores creen que la ejecución de las hermanas religiosas conmocionó –y tal vez avergonzó– a la gente de la capital francesa y contribuyó así al fin del Terror poco después.
El Papa San Pío X beatificó a las hermanas religiosas en 1906, pero ellas no obtuvieron el reconocimiento del milagro requerido para la canonización según el proceso habitual.
Sin embargo, esto no ha impedido que aparezcan en muchas representaciones artísticas en Francia, incluidas novelas y obras de teatro.
La ópera Diálogos de los Carmelitas se representó por primera vez en Italia en 1957, y ese año se representó en italiano, francés e inglés.
En 1960 se estrenó una película con el mismo título. En 1984 se hizo una versión para la televisión francesa y la escena de la ejecución de los mártires tiene amplia difusión en las redes sociales.
La historia no es muy conocida fuera de Francia, pero quienes la conocen quedan profundamente conmovidos. El “crimen” de las mujeres fue intentar vivir las promesas de su fe.
Su canto alegre mientras aceptaban su destino conmueve a la gente hasta el día de hoy, de la misma manera que conmovió a las multitudes en su ejecución.
La Revolución Francesa se oponía a la Iglesia, y esas multitudes no eran católicos fieles, eran personas que apoyaban el cierre de capillas y el fin de las enseñanzas de la Iglesia. Sin embargo, les impactó lo que les ocurrió a esas mujeres.
En muchos sentidos, se parece a la reacción de los romanos cuando San Lorenzo fue quemado vivo en el año 258. En el centro histórico de Roma, más iglesias llevan el nombre de San Lorenzo que de cualquier otro santo, con excepción de la Santísima Virgen María. Hay más iglesias dedicadas a San Lorenzo que a los santos Pedro y Pablo.
Cuando le pregunté a un funcionario del Vaticano por qué era así, me dijo: “Su muerte fue como si hoy la India pusiera a la Madre Teresa en una cancha de fútbol y lo transmitiera por televisión”.
Lawrence era ampliamente conocido, incluso entre los paganos romanos, por su caridad hacia los pobres y oprimidos. Lawrence contaba con el respeto de los ciudadanos paganos de Roma y su ejecución conmocionó y avergonzó a los habitantes de la ciudad.
Sin embargo, Lorenzo murió por una nueva religión que sustituyó a la antigua. Los mártires de Compiègne murieron por su antigua fe, una que tal vez parecía estar cediendo su lugar a una nueva.
En muchos sentidos, la historia de los Mártires de Compiègne es una buena reflexión sobre cómo ver la sinodalidad y el papel que desempeña en la sociedad moderna que parece alejarse del cristianismo, especialmente en Occidente.
«El discernimiento se desarrolla siempre en un contexto particular, cuya complejidad y especificidad deben captarse lo más completamente posible», afirma el documento final del Sínodo de este año sobre la Sinodalidad.
“Para que el discernimiento sea verdaderamente “eclesial”, continúa el documento, “es necesario que se valgan de los medios adecuados, como son una adecuada exégesis bíblica, que ayude a interpretar y comprender los textos bíblicos, evitando interpretaciones parciales o fundamentalistas; el conocimiento de los Padres de la Iglesia, de la Tradición y de las enseñanzas del Magisterio, según su diverso grado de autoridad; las aportaciones de las diversas disciplinas teológicas; y las aportaciones de las ciencias humanas, históricas, sociales y administrativas. Sin estas últimas no es posible comprender el contexto en el que y con vistas al cual se lleva a cabo el discernimiento”.
Las hermanas carmelitas estaban tratando de trabajar con las “contribuciones de las ciencias humanas, históricas, sociales y administrativas” que surgían de la Revolución Francesa. Habían abandonado su convento y se habían mudado a casas separadas. En su obediencia al nuevo gobierno revolucionario, habían perdido sus ingresos tradicionales. Todavía trataban de vivir su fe bajo estas nuevas reglas y seguían siendo castigadas por el Estado.
Uno de los temas principales de la Sinodalidad ha sido enfatizar que “sínodo” proviene de una raíz que significa “caminar juntos”.
Los Mártires de Compiègne nos recuerdan que, a veces, estamos llamados a subir juntos al cadalso.
Mártires de Compiègne son canonizadas
Deja una respuesta
[Visto: 82 veces]