Aloysius Schwartz con niños acogidos en sus World Villages for Children, una obra que perdura.
Aloysius Schwartz (1930-1992) fue un sacerdote estadounidense vocacionalmente entregado a los más pobres en Brasil, Guatemala, Honduras, Filipinas… Su obra más recordada son las Aldeas para Niños (Boystowns) y Niñas (Girlstowns), donde recibieron educación -y siguen haciéndolo- decenas de miles de niños huérfanos, abandonados o muy pobres. Padeció ELA y murió a consecuencia de ella, lo que entendió como una respuesta a su pedido espiritual de vivir la Pasión de Cristo.
Kevin Wells, autor de Los sacerdotes que necesitamos para salvar la Iglesia (Sophia Institute Press) y de una biografía de Schwartz, Sacerdote y mendigo (Ignatius Press), recuerda además su energía al defender a los suyos, enfrentándose a una banda de matones en un caso que trascendió a la prensa.
Lo cuenta en un reciente artículo en Catholic Exchange:
El sacerdote que se enfrentó a una banda para proteger a su rebaño
En 1955, un seminarista estadounidense que estudiaba en Lovaina (Bélgica) leyó un verso de un poema que cambió su vida y, con el tiempo, el mundo.
El poema que sacudió al venerable Aloysius Schwartz fue Still Falls the Rain [Aún cae la lluvia], de la poetisa británica Edith Sitwell, tras el bombardeo de una escuadrilla aérea alemana en 1940. Sitwell representa a Cristo clavado en la cruz como un “Hombre hambriento“, observando la muerte en las calles londinenses abrasadas por el fuego.
El “padre Al“, que creció pobre en una casa de vecindad de Washington D.C. durante la Gran Depresión, empezó a comprender su identidad sacerdotal como uno de los “Hombres hambrientos”, adoptando rasgos de los pobres, humillados y abandonados del mundo. Así como Cristo amó y se hizo uno con los pobres, él también lo haría.
A medida que su formación se acercaba a la ordenación, la idea de clavarse en la cruz como el Hombre Hambriento, in persona Christi, carcomía al seminarista. Para servir totalmente a Cristo, Aloysius sentía que debía abrazar y vivir la Pasión de Cristo. Cuando fue ordenado sacerdote en 1957, visitó una oscura aparición en Banneux, Bélgica, donde consagró su sacerdocio a Nuestra Señora, la Virgen de los Pobres. Pidió a María que llenara su sacerdocio con la violencia de la Pasión de su Hijo.
Ten cuidado con lo que pides a la Madre de Dios.
Cuando el padre Al agonizaba casi cuarenta años después, con el cuerpo colapsado por el peso de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), compartió con los que estaban junto a su lecho el fervor que sintió en el seminario. Aunque no le daba importancia a la respuesta de la Virgen, decía que no habría cambiado nada. Intuía, en una dimensión sobrenatural, que su voluntad de vivir la Pasión de Cristo tal vez salvó a las miles de almas que llevó a sus comunidades Boystowns y Girlstowns por todo el mundo.
La coincidencia de la Pasión de Cristo con el sufrimiento del padre Al es asombrosa. Meses antes de morir, escribió sobre las similitudes: “Estoy clavado en la cruz de la ELA. ¡Hay tantos elementos de la ELA que recuerdan el dolor de Jesús clavado en la cruz…! (…) Jesús estaba totalmente incapacitado e inmovilizado. Sus manos y pies estaban rígidamente fijados al madero para que no pudiera moverse. Mi condición es ahora la misma. Estoy totalmente incapacitado y ya no puedo mover las manos ni los pies. En la cruz, debido a su posición y al peso de su cuerpo, Jesús tuvo grandes dificultades para respirar. (…) Murió asfixiado. Lo más probable es que yo muera asfixiado o ahogado… Jesús experimentó esa fatiga abrumadora que viene de la falta de sueño. No había dormido la noche anterior, y había pasado por terribles dolores y torturas. Debido a la falta de oxígeno y a muchos otros problemas que causan insomnio, un enfermo de ELA siempre está fatigado y experimenta una somnolencia y un sopor terribles. Debido a la incapacidad de respirar, Jesús habló muy poco desde la cruz. La mayoría de los enfermos de ELA, cuando mueren, han perdido la capacidad de hablar, no tanto por falta de oxígeno como por el hecho de que sus músculos del habla se han atrofiado. En la cruz, Jesús no comió ni bebió… Los enfermos de ELA tienen enormes dificultades para tragar cualquier cosa, y en cuanto a mí, la vista y el pensamiento de la comida me repugna e incluso me da náuseas. También en el Calvario, Jesús fue despojado de sus vestiduras. Fue despojado de su dignidad humana y elevado ante el mundo como espectáculo y hazmerreír. Yo también he sido despojado de mi dignidad. Cada día es una nueva humillación“.
En el fin de semana del Día del Padre [se celebró en muchos países el 16 de junio], es bueno recordar a este sacerdote en vías de canonización, conocido en todo el mundo como el Padre de los Pobres. Su voluntad de asumir el sufrimiento, el peligro y las agresiones hizo que se graduaran más de 175,000 alumnos de secundaria en Boystowns y Girlstowns.
Aloysius Schwartz no temió enfrentarse a una banda de matones que impedían el normal funcionamiento de su escuela.
La siguiente historia narra las medidas que tomó el padre Al para proteger a sus hijos espirituales. Este mes, con la propagación del movimiento LGBT, el clero estadounidense haría bien en tomar nota de la manera en que el padre Al se enfrentó a una banda de profesores fuertemente armados en la primavera de 1990.
La huelga de dos meses celebrada ante la puerta de su escuela en Manilla (Filipinas) comenzó después de que el padre Al rescindiera los contratos de cinco profesores que rechazaban el artículo Nº2357 del Catecismo, que aclara el “desorden intrínseco” de los actos homosexuales. Algunos profesores le dijeron que no abandonarían el estilo de vida homosexual ni instruirían a los alumnos sobre la virtud de la castidad.
“[Querían] apoderarse del programa educativo para rehacer a los niños a su imagen y semejanza“, escribió el padre Al en su libro Killing Me Softly.
‘Killing me softly [Me mata suavemente]’, un título que alude a la ELA, es una obra autobiográfica de Schwartz, aunque publicada póstumamente. En la imagen de cubierta se le ve ya en silla de ruedas, inmovilizado por su enfermedad.
Después de Pascua, se despertaba cada mañana con manifestantes que lanzaban piedras y ladrillos frente al refugio educativo de 4,000 estudiantes. La banda impedía el paso de alimentos, bebidas y suministros a través de la entrada y a menudo rompía los parabrisas de los camiones que intentaban llevar comida a las Hermanas de María.
Fue un momento oscuro; al padre Al le acababan de diagnosticar ELA y le habían dicho que le quedaban pocos años de vida. El martes de aquella Semana Santa, con el cuerpo debilitado, se cayó y la cara se le llenó de sangre y un ojo se le puso morado. “En el fondo de mi corazón“, escribió, “oí una voz que me decía que aquello era un aviso de la gran prueba y crisis que me esperaba… Sin embargo, mi primer deber eran los niños“.
Cuando una mañana el padre Al se acercó a los profesores en huelga, miembros de una banda le rodearon portando pancartas en las que llamaban a las Hermanas de María “tiranas“, “dictadoras” y “fascistas“. El padre Al les dijo que “de ninguna manera cedería“. La banda, sin embargo, estaba creciendo. Habían empezado a emplear a “huelguistas y matones profesionales“.
En una ocasión, cuando un puñado de estudiantes pensó erróneamente que un manifestante había agarrado por el cuello al padre Al, cientos de chicos y chicas adolescentes salieron de los edificios y corrieron hacia la entrada “como un grupo de comandos asaltando al enemigo“, escribió el padre Al. “Iniciaron un contraataque“. Aunque el tumulto fue rápidamente disuelto, un periódico publicó un titular que decía: Los alumnos de las Hermanas de María machacan a los profesores en huelga.
Schwartz con las Hermanas de María, congregación que fundó para su labor educativa.
La mañana de Pentecostés, provocado por la violencia (algunos jóvenes a cargo del padre Al habían sido golpeados con tubos metálicos), el padre habló con el líder de la banda. “Le dije que no toleraríamos más su presencia, que perturbaba nuestro programa educativo y creaba un ambiente de tensión y ansiedad muy perjudicial para los niños“, escribió el padre Al. “Le mencioné que, si continuaban, responderíamos a la violencia con violencia“. El jefe de la banda enmudeció.
El padre Al le informó entonces de que había reunido a “su propia banda“, unos 8,000 combatientes católicos enfurecidos por sus ataques a las Hermanas de María. Su propia “banda” no toleraría más el acoso a las Hermanas y a los alumnos. “A partir de ahora“, dijo el padre al líder, “usted y sus compañeros huelguistas deberán tener un sueño ligero por la noche“.
Dos días después, la banda desapareció. Se había acabado.
El padre Al quedó conmocionado y físicamente agotado por los dos meses de enfrentamiento.
“Se cobró un precio terrible en mi salud y después de que se resolviera la huelga… me encontré en una especie de barrena física“, escribió. “Llamé a mi médico para describirle mi estado y mis síntomas. Su consejo fue que me preparara, pues era muy posible que en tres o cuatro meses me fuera“.
Murió poco después, el 16 de marzo de 1992: un Padre de los Pobres.
Fuente: www.religionenlibertad.com Traducido por Verbum Caro.
Prêtre père des pauvres