Por Alfredo Gildemeister– LaAbeja.pe
Hace unos días me encontraba ordenando mis apuntes del curso que sobre ética empresarial dictara hace unos años en el Programa de Alta Dirección (PAD) de la Universidad de Piura, cuando entre los casos que planteaba para su discusión a mis alumnos, me encuentro con el famoso caso denominado: “La ceguera de río”. Lo empecé a leer, recordando el caso y cuál no sería mi sorpresa cuando veo que la cuestión de fondo versaba sobre el origen de un fármaco denominado “Ivermectin”, medicamento que hoy viene generando diversos comentarios y discusiones en los medios, tanto en el Perú como a nivel mundial. ¿De qué trataba el caso “La ceguera de río”? La ceguera de rio es una enfermedad mortal que afecta a más de 18 millones de personas sin recursos en lugares remotos cerca de los cauces de los ríos, en las regiones tropicales de África y América Latina.
La causa es un pequeño gusano parásito que se transmite de persona a persona mediante la mordida de la mosca negra, que se reproduce en las aguas de los ríos. El pequeño gusano hace su madriguera debajo de la piel, donde llega a crecer hasta dos pies enrollado dentro de horribles nódulos de media a una pulgada de diámetro. Dentro de los nódulos, el gusano se reproduce dejando millones de descendientes microscópicos, llamados microfiliaria, que se arrastran por todo el cuerpo bajo la piel, decolorándola cuando migran, causando lesiones y una comezón tan intensa que las víctimas han llegado a suicidarse. Con el tiempo, la microfiliaria invade los ojos y ciega a la víctima.
El esparcimiento de pesticidas para erradicar la mosca negra fracasó cuando ésta desarrolló inmunidad a éstos. Más aún, las únicas drogas disponibles para tratar al parásito en los humanos eran tan costosas, tienen efectos secundarios tan severos y requieren una hospitalización tan larga, que el tratamiento era impráctico para las humildes víctimas que viven en las comunidades aisladas. En muchos países, las personas han tenido que desalojar las áreas cercanas a los ríos, abandonando tierras fértiles, debido a la enfermedad. Sin embargo, muchas han regresado porque es difícil cultivar en otros terrenos. La mayoría de los habitantes tuvieron que resignarse a aceptar los nódulos, la tortura de la comezón y la posible ceguera como parte irremediable de la vida.
En 1979, el doctor William Campbell, un científico investigador que trabajaba para Merck and Company, un laboratorio estadounidense, descubrió el “Ivermectin”, una de las medicinas para perros que más vendía la compañía, evidencias de que podía matar el parásito que causaba la ceguera de río. Un análisis más detallado demostró que el Ivermectin podía proporcionar una cura a bajo costo, segura y sencilla para esta terrible enfermedad.
Por lo tanto, Campbell y su equipo de investigación pidieron al presidente de Merck, el Doctor P. Roy Vagelos, que les permitiera desarrollar una versión humana del medicamento, hasta entonces sólo usado en animales. Los directivos de Merck se dieron cuenta rápidamente de que aun cuando la empresa tuviera éxito en el desarrollo de la versión humana de la medicina, las víctimas del mal eran demasiado pobres para comprarlas. La investigación médica y las pruebas clínicas a gran escala, requeridas para desarrollar la versión del medicamento para humanos, podía costar 100 millones de dólares.
Era poco probable que la empresa recuperara estos costos o que pudiera desarrollar un mercado viable en las regiones pobres donde prevalecía la enfermedad. Aun, si pudieran pagar el medicamento, sería virtualmente imposible distribuirla porque las víctimas vivían en lugares remotos y no tenían acceso a doctores, hospitales, clínicas o expendios de establecimientos comerciales. El medicamente pues no era negocio. Algunos administradores incluso señalaron que, si el medicamento tuviera efectos secundarios adversos al administrarla en humanos, la mala publicidad podría afectar la venta de la versión para animales, que representaba ingresos de alrededor de 300 millones de dólares al año. El riesgo del uso incorrecto del medicamento en países en desarrollo aumentaría potencialmente el daño y la mala publicidad. Por último, si el medicamento estuviera disponible en versión barata o de bajo costo, podría introducirse en los mercados negros y ser vendida para animales, minando con ello las lucrativas ventas que los veterinarios hacían del Ivermectin. De otro lado, los seguros de salud Medicare y Medicaid acababan de imponer topes en el reembolso por medicinas y requerían el uso de medicamentos genéricos de menor costo en lugar de los de marca, que constituían la mayor fuente de ingresos de Merck.
De allí que, en su momento, los cuestionamientos éticos fueron determinantes: venderla, curar a millones de personas, pero no tener utilidades, no era negocio. La administración de Merck se resistía a emprender proyectos costosos que mostraban poca promesa económica, como el desarrollo del medicamento para la ceguera de río. Sin embargo, sin dicho medicamento, millones de personas estarían condenadas a una vida de sufrimiento intenso y a la ceguera total o parcial. Finalmente, el presidente de Merck, el Doctor Vagelos, luego de discutir con los administrativos de la empresa y en vista a los grandes beneficios humanos del medicamento, aprobó el presupuesto para su producción. Inclusive luego de atravesar por diversos problemas para su difusión, Merck decidió dar gratis la medicina a 40 millones de personas al año e inclusive la medicina se utilizó también para curar la elefantiasis. En resumen, desde el punto de vista ético, la decisión de Merck fue la correcta.
Hoy en el Perú, el Dr. Manolo Fernández, prestigioso investigador, en su laboratorio de nombre Farvet, y luego de años de investigación y trabajo, viene fomentando el consumo del Ivermectin o Ivermectina -como se le conoce aquí- como un excelente antiparasitario habiendo comprobado que también sirve para enfrentarse y evitar el contagio de Covid19. De allí que muchísima gente ha comenzado desde hace ya varios meses, a tomar la Ivermectina como un excelente preventivo contra el Covid19, lo cual desarrolla anticuerpos que evitan que el virus del Covid se desarrolle en el organismo humano.
Cuando a raíz de la pandemia, escuché por primera vez el nombre Ivermectina, todos mis amigos agrónomos o veterinarios la conocían sobradamente de años, por ser un medicamento muy utilizado en animales como antiparasitario. Inclusive, mi esposa me comentó que hace unos años, siendo pequeña una de mis hijas, le dio Ivermectina cuando luego de un paseo a la sierra, cogió piojos, los cuales, con la Ivermectina, desaparecieron al poco tiempo.
Hoy mi familia y yo la tomamos religiosamente cada 20 días. Es barata, totalmente sana, y se toma una gota por kilo de peso, repito, cada veinte días. La versión para animales es mejor, mas potente e igual se puede tomar. En los últimos meses el MINSA no la recomendó y hoy ya la recomienda (¿?). La FDA y muchos organismos internacionales la recomiendan, así como diversas universidades de prestigio en el mundo. De allí que les recomiendo tomar Ivermectina, fármaco barato que obviamente no será muy del agrado de los grandes intereses económicos de los laboratorios mundiales que prefieren promover sus productos y “vacunas” caras, pero, si está probado que la Ivermectina es efectiva contra el Covid19, no es costosa y da resultado. No promoverla en nuestro país, es una inmoralidad. Total, ¡nada se pierde tomándola!
César San Martín: JNJ suspende por 30 días al juez supremo
El miembro de JNJ Guillermo Thornberry dijo que San Martín tuvo que ser sancionado por 3 meses por pedirle ayuda a Walter Ríos para agilizar un proceso familiar.
La Junta Nacional de Justicia (JNJ) acordó -por mayoría- suspender por 30 días al juez supremo César San Martín, quien, como se recuerda, pidió ayuda telefónicamente al expresidente de la Corte Superior de Justicia del Callao Walter Ríos, sindicado como uno de los cabecillas de la organización criminal ‘Los Cuellos Blancos del Puerto’, para agilizar un proceso familiar.
El miembro de JNJ Guillermo Thornberry alegó que, si bien estaba de acuerdo con el análisis expuesto en el informe de Aldo Vásquez, San Martín tuvo que ser sancionado por 3 meses al haber cometido «una falta grave». «Yo discreparía en lo que se refiere a la sanción, (…) y me permito proponer que deberían ser tres meses», afirmó.
Previamente, durante su exposición, Vásquez sostuvo que el magistrado habría incurrido en una «conducta indebida» que se configura como abuso de autoridad.
«San Martín realizó la llamada al ser parte interesada, el cuestionamiento se sustenta en haberse valido de su condición de juez y no someterse a las regulaciones como cualquier otro litigante», mencionó en la audiencia virtual.
«Considerando el uso del acto abusivo, este ponente concluye que la conducta atribuida constituye un abuso de la conducción de juez», agregó.
Pese a ello, Aldo Vásquez aclaró que no correspondía un mayor castigo, dado que César San Martín no intervino en la decisión judicial, sino que exigió celeridad en la publicación de una resolución.
«No se advierte que haya incurrido en una decisión judicial favorable a sus intereses o haya torcido el sentido de la justicia, ya que su conducta estaba dirigida a procurar un trámite de cierre en el marco de un proceso que ya había sido sentenciado y que estaba siendo sujeto de retardo», anotó.
CASO
La conversación telefónica por la que ha sido suspendido San Martín se registró en marzo del 2018 y, en ella, el juez supremo le solicitó a Walter Ríos que hable con la jueza a cargo de un proceso de interdicción seguido contra su hermana por tener incapacidad mental y acelere los trámites administrativos. El caso se hallaba en el Cuarto Juzgado de Familia de la Corte del Callao.
«Por favor, pues, hermano, presiona eso para que salga (…) son cojudeces…», le dijo César San Martín a Ríos.