El Convento de Santa Rosa de Ocopa se ubica en el distrito de Santa Rosa de Ocopa, provincia de Concepción, departamento de Junín, en el Perú. Fundado por la orden franciscana para servir como sede de un colegio de misioneros, actualmente es un museo y guarda una magnífica biblioteca así como una nutrida pinacoteca. Es un auténtico “relicario del Perú”, como lo llamó José de la Riva Agüero y Osma.
El Convento de Santa Rosa de Ocopa fue fundado en 1725 por fray Francisco Jiménez de San José, padre franciscano y fue bautizado con dicho nombre por situarse cerca de una capilla dedicada a la santa limeña. El propósito era establecer un colegio de misioneros que sirviera de punto de partida fundamental de la evangelización católica hacia los puntos más remotos de la selva.
Luego de erigida la institución, se preparó la celda para los misioneros, y oficinas para el convento; se obtuvo la colaboración de un grupo de frailes que pasaron a establecerse en ese lugar (1734), y cuando el fundador murió en 1736, ya era notoria la difusión de su obra.
De Ocopa, en 1757, salió el fraile Alonso Abad, descubridor del paso que lleva su nombre en la Cordillera Azul. Y fueron estas misiones las que exploraron el Huallaga, el Marañón y el Ucayali, ganándolas definitivamente para el territorio peruano. Prácticamente la mayoría de las misiones que se adentraron en la selva peruana partieron de Ocopa.
Su importancia fue reconocida por el comisario de límites Francisco Requena, cuando propuso al rey que se extendiese la autoridad de aquel colegio a todas las misiones de Maynas (gobernación que aconsejó que se reincorporara al virreinato del Perú, lo que ocurrió en 1802).
Ya en época de la emancipación, los misioneros franciscanos del convento vivieron gran zozobra. En 1824, sufriendo persecución, acudieron a refugiarse a la fortaleza del Callao, pero el brigadier español José Ramón Rodil que a la sazón resistía en la fortaleza chalaca, los rechazó a balazos. De otro lado, el Libertador Simón Bolivar encontró “enteramente desatendidas las misiones”, y debido a que allí solo se empleaban misioneros venidos de España, dispuso que el colegio fuera clausurado, y que se fundara en su lugar un colegio para los hijos de los patriotas de la provincia de Jauja (1º de noviembre de 1824).
El colegio permaneció cerrado durante 12 años, hasta que en marzo de 1836 el presidente Luis José de Orbegoso autorizó sus reapertura y el retorno de los frailes, para que continuaran con su misión de evangelizar y civilizar a las etnias de la Amazonia.
El 22 de febrero de 1838 ocuparon el antiguo local los misioneros italianos y españoles que desde Europa enviara fray Andrés Herrero, comisario general de la orden franciscana para la América Meridional; y un decreto promulgado por el presidente Ramón Castilla en 1849 reconoció la existencia de la institución.
En 1970 se acondicionó un salón para que sirviera de pinacoteca, especialmente por instigación del padre Lorenzo Pelossi, franciscano y pintor italiano superior que vivió en Ocopa la mayor parte de su vida hasta el año 2003 en que falleció.
En 1990 el templo se quemó, perdiendo así mucho material que se había recolectado a lo largo de los años, aunque fue restaurado en su mayor parte.
Se sabe que la biblioteca del convento contiene más de 25,000 volúmenes. Uno de los libros más antiguo es del año de 1490, además de otros libros incunables, que no son accesibles al público, por temor a que se puedan dañar. Los libros que alberga esta biblioteca son de diversos temas (religión, geografía, ciencias naturales, crónicas de la época colonial, etc.) y pueden ser consultados previa autorización.
La pinacoteca cuenta con una colección de pinturas de diversos autores y escuelas, como los de la escuela cuzqueña y la escuela flamenca. Cabe mencionar que el Convento de Ocopa ha sufrido robos de libros y cuadros valiosos, como el de una colección que representa la Pasión de Cristo pintada en láminas de cobre.
En el convento también funciona un Museo de Historia Natural de la Selva donde se exponen una colección de animales disecados como mariposas, monos, un cocodrilo negro de tres metros de longitud aproximadamente, un oso hormiguero, un paiche, serpientes, entre otras especies. Esto fue posible gracias a la ayuda de los pobladores.
Claustros
El Claustro de la Obrería, es el convento antiguo, el que fuera construido bajo auspicio del padre Francisco de San José, y que luce tal como en su tiempo, con sus viejas y robustas pilastras, gracias a la restauración hecha por la arquitecta concepcionina Vivian Orozco. El patio central se conserva también intacto, empedrado y sobrio, sin ningún jardín ni fuente ni adorno; solo luce en el centro una estatua del fundador, obra del maestro Catalino Martínez (1970).
El Claustro del Olivo, llamado así porque en su patio guarda el retoño de un olivo de más de 270 años de antigüedad, el cual fue plantado por el padre fundador. En los corredores de este claustro se exhibe una extensa colección de 29 valiosos cuadros de la escuela cuzqueña sobre la vida de San Francisco de Asís.
El Claustro de la Portería, correspondiente al nuevo convento, fue terminado de construir hacia fines del siglo XVIII. Consta de tres pisos con un jardín central en donde se levanta una pila de tres cuerpos. En su interior se conservan hermosas pinturas alusivas a las labores misioneras de los padres franciscanos, así como escenas talladas en piedra de Huamanga que representan la pasión de Cristo.
El Claustro del Padre Pío, el más moderno, inaugurado en 1959 y construido detrás de la nave mayor de la iglesia. En este lugar descansa los restos del padre Pío Sarobe (1855- 1910), el cual está en proceso de beatificación. En este claustro se encuentra también el museo de arte religioso.
Fuente: Wikipedia.